Un proyecto de más de 12 años de trabajo concluyó hace unos meses. Ahora inicia su itinerario de exhibiciones competitivas en distintas latitudes. Su director, Federico Adorno, habló con La Nación sobre la realización nacional que, desde la narrativa ubicada en la ruralidad, hace internacional al cine local con promesa de más reconocimiento.

  • Por Jimmi Peralta
  • Fotos Gentileza

El cine es tecnología y lenguaje. El arte se hace fluido a través de la sensibilidad y técnica, y, en este caso, también a través de la tecnología, que la hace posible. Federico Adorno, director de “Boreal”, forma parte de esa generación que conoció del cine a través de la pantalla chica. Canal 13 y Canal 9: “Lunes de película”, “Matiné de13″ o “Show del séptimo arte” eran las for­mas en un país en el que no hace tanto existían salas de proyección casi solo en Asun­ción, unas pocas en alguna capital departamental y proyectores itinerantes por el interior, estos visitadores que fueron desapareciendo rápido y sin memoria.

Adorno, que no tiene forma­ción de cineasta, pero sí la sensibilidad, obtuvo en los últimos días con “Boreal”, su ópera prima, el premio a Mejor Película en el Festi­val de Cine FAM de Floria­nópolis.

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La idea original del filme llega a la pantalla grande después de 12 años, un proceso en el que se perfeccionó y apren­dió de la sensibilidad del cine, pero, por sobre todo, un pro­ceso en el que se fueron esqui­vos los recursos necesarios para llevar la idea a la acción, por lo que aboga por la nece­sidad de contar a nivel local con recursos propios que no dependan de las coproduc­ciones extranjeras a las que, según afirma, “no les tiem­bla el pulso para dejar un pro­yecto fuera”.

La perseverancia y la necedad colindan en el mismo territo­rio y Federico lo sabe más que muchos. Sin fecha de estreno en Asunción, “Boreal” se encamina en la ruta de los festivales y, en ese marco, el director habló con Nación Media y, entre lenguaje y tec­nología, no dejó de mencionar a quien para él fue fundamen­tal en este proyecto, la docu­mentalista paraguaya Renate Costa (1981-2020).

Para hacer cine hacen falta coraje, ideas y dinero. Anclado desde su origen, el interior del país, la periferia de la periferia del mundo, Federico presenta a Fabio Chamorro, Mateo Giménez y Amado Cardozo dando vida a personajes rurales en una locación rústica y un paisaje boreal.

–¿Cuál es tu historia con el cine? ¿En qué momento se te cruzó como plan de vida profesional?

–Es difícil precisar porque yo soy de una ciudad en la que no existen salas de cine y no sé cómo fue que se me pegó el querer hacer esto. Los 17, 18 años fueron determinantes porque un día dije que era a lo que me iba a dedicar, aun­que en esos tiempos no había escuelas de cine. Entonces en casa me dijeron que debería tener una profesión y lo más cercano era estudiar ciencias de la comunicación. Estaba en mi proyecto salir a estudiar al exterior, pero nunca se con­cretó. En mi memoria quedan esos días que, con mis her­manos, todos adolescentes, tomábamos el colectivo y en una hora estábamos en Asun­ción e íbamos directo al Mall (Excelsior), que tenía su cine. Cuando eso ni cable había, solo veíamos lo que había en los canales de aire. Sí te puedo decir qué películas me modifi­caron la manera en que pienso el cine. Ellas son “Parapalos”, de Ana Poliak, y “La mujer sin cabeza”, de Lucrecia Martel. Sobre todo, la primera, que recuerdo la vi en el Leopoldo Marechal en épocas que se hacía el festival de documen­tales en Asunción.

–¿Cuál es tu formación y qué otros trabajos, cortos o mediometrajes ya estre­naste anteriormente?

–Estudié ciencias de la comu­nicación en la Católica y al mismo tiempo teatro en El Estudio con Agustín Núñez y otros maestros del teatro. Este año hice un diplomado en museología y gestión de bienes culturales. Siempre tomaba cursos y talleres de todo tiempo, pero una educa­ción formal en cine no tengo, era solo agarrar una cámara y aprender a editar en la compu­tadora. Mis inicios práctica­mente se remontan a la ONG Helvetas Paraguay, donde íba­mos al campo a filmar junto con campesinos hasta que se cerró. Ya luego entre algu­nos cortos anteriores tengo “Isla alta” (2011) y “La estan­cia” (2014), que recorrieron muchos festivales e incluso fueron premiados. “Boreal” es mi primer largometraje y está a la espera de ser estrenado en cines, próximamente. Segui­mos evaluando las fechas y aprendiendo de la pospan­demia.

–¿Qué tipo de cine es el que te gusta ver y cómo clasifi­carías el que te proyectás hacer?

–Yo no veo mucho cine, o sea, tengo mis épocas de visuali­zación empedernida y otras que prefiero hacer otras cosas, pero habitualmente vuelvo a las películas de Chantal Aker­man y Robert Bresson, que son mis directores favoritos. Mi cine no creo que esté vin­culado, en estilo, con ellos, al tratar de imitarlos, por decir de una manera, porque no se puede. Pero son mi referen­cia y voy a ellos cada vez que necesito un golpe de inspira­ción. Una directora contem­poránea que me gusta mucho es Claire Denis, pero son rea­lidades tan diferentes, empe­zando por la cuestión produc­tiva, por lo que trato de tener un tipo de cine que sea posi­ble y nuestro. Soy incapaz de clasificar mi trabajo, se lo dejo a otros. Sí con algunos de mis cortos rompo con cierta narrativa hegemónica, la que conocemos todos, por lo que mis cortos pueden parecerse a documentales visualmente, donde se prescinde del diá­logo y de los arcos narrati­vos para generar otro tipo de experiencia donde abunda la tensión. Creo que con mi lar­gometraje “Boreal” quedo en un medio, donde sí hago uso del diálogo y está narrado más convencionalmente.

–¿Cuál fue la génesis de la idea original de “Boreal”?

–Es una creación individual original, donde me nutrí de mi fijación con el Chaco, por su geografía, y la sentía tan distante, tan poco paraguayo, del que no se habla mucho. Me topé con “El dolor para­guayo”, de Rafael Barrett, y hasta con cierto interés por la geografía humana con libros de Souchaud sobre transfor­maciones en la Región Orien­tal. “Boreal” ciertamente parte del universo rural que he creado sobre todo con “Isla alta” y “La estancia”. Esta es una continuación y está estrechamente ligada a ese universo del mundo campe­sino y las desigualdades.

–Entiendo que el proyecto “Boreal” se desarrolló a lo largo de 12 años. ¿A qué se debió eso?

–Se debió a mi capricho e insistencia en no abando­nar el proyecto, porque creía tanto en él. Te recomiendan siempre desde la industria no insistir tanto con un pro­yecto que no está recibiendo los fondos necesarios, pero yo seguía. Primero estuve con Lamar desarrollando el pro­yecto, pero por culpa mía y tal vez los años me genera­ron tanta ansiedad que ya no acompañó el proyecto. Luego, en el 2014 conocí a Renate Costa a través de su resi­dencia a la que fui seleccio­nado y unos meses después se suma al proyecto. Hubo un año que con Renate abando­namos el proyecto, pero luego lo refloté. Y así de a poco fui­mos consiguiendo el fondo suizo, mexicano y conti­nuábamos con los malaba­res y extensiones para que esos fondos sigan disponi­bles porque todos son a pla­zos. Luego vinieron enfer­medades que nos hacían ir a media marcha. Graba­mos en setiembre del 2019 y cuando estuvimos listos para ir a montaje, se vino lo que ya todos sufrimos: dos años de encierro por la pandemia. Finalmente, pudimos ter­minarlo virtualmente entre Ciudad de México, Asunción y Buenos Aires. Para la mez­cla de sonido sí viajé a México. Luego ya viene la exhibición, que ahora me doy cuenta que es la más complicada con fes­tivales que están con miles de películas paradas por la pan­demia y las nuevas, y las salas de cine no están disponibles.

–¿Qué transformaciones o maduraciones necesarias se dieron en ese tiempo dentro de la idea, que ter­minaron por ser funda­mentales en el trabajo final?

–Miles, para que al final vol­vamos a la idea original, la del primer boceto. La escri­tura hizo un camino largo, tanto como el de financia­ción. Trabajé en consulto­rías con Santiago Fillol, de Argentina, y con Gabriela Zuccolillo, de Paraguay, que son personas a quienes agra­dezco tanto porque aporta­ron muchísimo para mi pri­mera película. Gabriela es la que siempre me estimula a creer en mis instintos por­que educación formal en cine no tengo. Entonces es confiar en mi sensibilidad y tener la seguridad de que con ello es suficiente para que funcione.

–¿Cómo se dio la coproduc­ción con el extranjero?

–Desde los inicios me quedó claro que debería ser en coproducción, incluso hoy con el INAP y sus fondos. Para mí es impensable hacer una película sin coproducción. Aunque –y es algo que se dis­cute mucho– es verdad que deberíamos ver otras formas de producción y no depender tanto de los fondos, que son implacables y no les tiembla el pulso a dejar un proyecto fuera. Sobre todo porque se considera a Paraguay como de la periferia, digamos, no somos Argentina o Chile, mimados por los fondos. Entonces deberíamos fabri­carnos nuestras formas de producción, pero también es cierto que estamos en un sistema y el cine se mueve con base en ese sistema. Quiero ser claro en que nadie me obliga a grabar con una cámara de alta gama, pero, no sé… es complicado, podría ir con formas de producción más reducidas, pero a veces uno se deja llevar. Creo que mi segundo proyecto, “Lux per­petua”, se está dejando llevar por ese mismo sistema, al que hace poco rechazaba, pero la financiación me dejó parado con un mismo proyecto doce o más años en los que pude haber creado más, pero no fue posible. No me arrepiento, se dio así, pero es algo que me cuestiono mucho.

–¿Qué tan fundamentales fueron los fondos dedica­dos al cine dentro de este proyecto?

–Para “Boreal” fueron importantes porque con esos fondos pudimos pagar a los técnicos y finalizar la película con una posproduc­ción acorde. Y eso es trabajo, genera industria desde alqui­leres, salarios, servicios hasta de alojamiento.

–¿Cómo estuvo involu­crada Renate Costa en el proceso?

–Dicen que con el tiempo uno va olvidando hasta cómo se oía a una persona, pero con Renate no me pasa eso. La recuerdo todos los días. Ella, como directora que fue, y no solo productora de “Boreal”, aportó bastante al proyecto, se volvió una compañera. Le voy a estar agradecido de por vida porque hasta cuando se le dificultaba hablar o tenía dolor, ella insistía en seguir trabajando. Creo que Renate estaría orgullosa del resul­tado y esta es una película dedicada a ella.

–¿Podrías comentarnos algo respecto al trabajo actoral, el casting y qué sensaciones o sentimien­tos tuvieron que trabajar más para contar la historia que querían contar?

–El casting se dio en varias ciudades como Carapeguá, Coronel Oviedo y Asun­ción, donde buscábamos a los personajes, pero fue en Asunción y en el último cas­ting que encontramos a los actores que venían de varios lugares de Central. El tra­bajo actoral estuvo a cargo de Paola Irún, que fue esen­cial, porque fue intensivo y aportó demasiado, sobre todo para el actor más joven que no tenía, hasta entonces, expe­riencia en actuación. Hasta hicimos un viaje a Concep­ción para ver y sentir de pri­mera mano el trabajo de alambradores. Luego cada actor desde su experiencia fue aportando a los diálogos, desde sus experiencias con el guaraní. Hacíamos mesas de trabajo donde trabajábamos la tonada, ritmo, etc., pero cada actor construyó su per­sonaje bajo mi supervisión.

–Después de tantos años de espera, ¿cómo se da este proceso de presentación en festivales?, ¿qué paradas marcan la agenda que tie­nen prevista?

–Ahora en octubre se exhibirá en el AFI Film Latino Festi­val, en el Seattle Latino Film Festival, y también, próxi­mamente, en Colombia y el Lima Alterna de Perú, que cuenta con la colaboración de la Embajada del Paraguay en Perú. Seguimos enviando a festivales y es algo que vamos a reforzar hasta el estreno en salas de Paraguay.

–¿Qué significado tiene este premio que obtuvie­ron en el FAM?

–Fue una sorpresa porque no esperaba y me conmovió porque en el FAM descubrí un festival de gente amiga­ble, en una ciudad muy bonita. Es un festival que ya tiene un nombre ganado y está hace 26 años. Conocí brevemente también al jurado y es gente a la que respeto mucho. Signi­fica que equivocados no estu­vimos y nos da fuerzas para continuar a pesar de lo difí­cil que es esto que amamos.

–¿Cómo ves la dinámica y la calidad de la producción local de cine?

–Hay mucha expectativa por el INAP y todo respecto a lo que pueda generar, pero no dará abasto con la cantidad y deseo de producción y crea­ción que hay y de hecho existe. Por otro lado, así como nues­tro país, el cine no está ajeno a la desigualdad alarmante que existe. Existe un grupo de realizadores que tienen una capacidad alta, de pri­mer mundo, que son los que hacen coproducciones, y por el otro una creación muy básica que le falta formación y mayor conocimiento. La edu­cación sigue siendo de unos pocos, pero hay que trabajar al menos desde el cine, cola­borando, para que las brechas no sean tan grandes.

–¿Son las plataformas una forma de posicionar mejor a la producción nacional en el mercado global?

–Las plataformas vinieron para quedarse y hasta puedo decir que son unos players que están definiendo no solo la exhibición, sino la produc­ción de películas. No tanto aún en Paraguay, porque no están presentes para la pro­ducción, pero en otros paí­ses de nuestra región ya están produciendo. Incluso, lo más resaltante es el boicot de los exhibidores con la película “Argentina, 1985″, de San­tiago Mitre, porque la plata­forma no les da la ventana de 45 días que piden, solo 22. Es un fenómeno a estudiar, pero ya están definiendo el mer­cado.

–Además de fondos, ¿en qué más podría apoyar el Estado para el desarrollo de la producción local?

–Las salas comerciales son un negocio de sus dueños y hay que dejarlos, por lo que antes que hablar de cuotas de exhi­bición para películas nacio­nales creo que estaría bueno que el Estado genere circuito de salas de cine con equipa­miento acorde para que la experiencia sea la misma que en una sala comercial. Es una inversión que hará que nuestras películas sean vistas. Porque te comento que se nos está dificultando encontrar fechas de estreno e incluso no permitieron que nosotros mismos hagamos el estreno sin distribuidora. Es complejo.

–¿Qué directores naciona­les admirás?

–Respeto mucho a Lamar, Maneglia, Martinessi y Encina.

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