Creador de frases imposibles que arrancaron sonrisas a generaciones que hoy son de la tercera edad, sus hijos y nietos. A los 97 años, se ha quedado dormido Carlitos Balá, con su flequillo inmortal y su cetro de hincha más famoso de Chacarita, el club “funebrero”. Lo despidieron como ciudadano ilustre y lo lloran desde presidentes hasta señoras de barrio, adolescentes y divas y los choferes de la línea 39, donde él empezó a contar chistes como un vendedor ambulante de alegrías durante los viajes.
- M.N.
- Fotos: Archivo y AFP
“¡Gracias por todo, Carlitos, ¡ea-ea-ea-pe-pé!”. La frase constante que anunciaba su presencia por largas décadas escrita con marcador de colores y adornada por sencillas flores de papel tapa el cuerpo de la señora que esperó pacientemente haciendo una larga cola para entrar al recinto del Palacio Legislativo de la ciudad de Buenos Aires a despedir al “Ciudadano Ilustre Carlos Balá” (desde el 2017), cuyo sepelio convocó a gente de todas las clases sociales y edades que compartieron la cola contándose entre ellos los recuerdos imborrables de una niñez teñida de inocencia. Esa inocencia ingenua y llena de ternura que han perdido para siempre.
UN “FANA FUNEBRERO”
Las banderas del club Chacarita Júniors flamean bajo el cielo gris de la primavera indecisa de Buenos Aires. Muchos hinchas del club que todos llaman “Funebrero” (porque es el barrio del importante cementerio de la Chacarita, donde descansa, entre otros ídolos populares, el mismísimo Carlos Gardel) han llegado con sus camisetas a despedir al “hincha número uno” del club. Sobre la muralla de ladrillos del mencionado club, el mural, pintado en el 2018 e inaugurado con la presencia del “honorario funebrero”, muestra a Carlitos, sonriente y feliz. “Su corazón era funebrero”, aclara en la fila uno de los portantes de la ofrenda en rojo y negro.
Sin embargo, como no podía ser de otra manera, también hay una anécdota muy especial. A pesar de ser el “hincha más hincha” de Chacarita, recién pisó la cancha a los 93 años. Nunca lo había hecho, pero ni falta que hacía, porque llevaba en su ADN los colores del club, que lo despidió mediante un comunicado oficial: “Con profundo dolor, el Club Atlético Chacarita Juniors despide a uno de sus más ilustres socios e hincha. Orgullosamente Funebrero. Fue un gran humorista, actor y músico; y, por sobre todo, una parte fundamental de nuestra infancia. Carlitos Balá es un símbolo de la cultura popular argentina, un hombre ‘fabulósico’ al que vamos a extrañar.
Acompañamos a su familia en este duro momento y honramos la memoria de nuestro querido Carlitos. ¡Adiós, maestro!”, dice el comunicado. Todos los hinchas y el barrio lo despidieron con honores.
En el barrio de la Chacarita hay una pizzería a la que Carlitos acudía desde su juventud y hasta ahora. Se llama Imperio y era la favorita de Carlitos. Allí tiene su propia estatua, tamaño real, con la que la gente se saca fotos. Todos lo reconocen en el barrio como un hombre sencillo, siempre dispuesto al saludo, al gesto de cariño y su infaltable “gestito de idea” dedicado a levantarles el ánimo a chicos y grandes.
EL “CHUPETÓMETRO”
“Fui al viejo ATC cuando tenía 3 años y en ese momento le entregué mi chupete y él me regaló un escudo de Chacarita y me hice hincha de Chacarita inmediatamente. Este fin de semana le vamos a hacer un homenaje, que consiste en arrojar chupetes a la cancha”, dice un joven al reportero de Clarín, que pregunta a los que están en la fila lo que significó para ellos ese hombre de flequillo inconfundible. Él recuerda así su asistencia al programa de Balá, donde el artista había habilitado el “Chupetómetro”, un invento que no era más que un recipiente donde los chicos que decidían dejar de usar chupete depositaban sus elementos de apego manifestando así que dejarían el “vicio” del chupete. Y el premio, que para Balá era lo más cercano a su corazón, era nada menos que un escudo del club de sus amores. Una forma de hacer campaña por la salud bucal de los chicos voluntariamente y con mucha ternura y creatividad.
El propio Diego Topa, un referente en la animación infantil, lo recordó con mucho cariño y, sobre todo, contó la anécdota de que el propio Balá solía ir a sus shows con sus nietos y que él le había contado a Carlitos que él fue uno de los miles de chicos que dejaron el chupete gracias a él. Le dedicó palabras de reconocimiento y amor como lo hicieron Panam, Pipo Pescador y otros referentes de los shows infantiles del país vecino y también de otros países como México. Allí lo recordó especialmente el actor Carlos Villagrán, que dio vida al personaje de Quico en “El chavo”, con quien Balá compartió momentos inolvidables.
CHISTES EN LA LÍNEA 39
Dice el medio que cubre paso a paso el sepelio del artista: “En la puerta hay estacionado un viejo colectivo de la línea 39, la misma que hacía el recorrido donde Carlitos Balá subía para contar chistes en sus comienzos”. Al enterarse del fallecimiento de Balá, a primera hora de la mañana del viernes 23, en la parada de la línea se hizo un sencillo homenaje.
Hace muchos años, cuando Carlitos Balá era un joven desconocido llamado Carlos Salim Balá, que soñaba con hacer reír al público, subía a los micros de la línea 39 donde –cual vendedor ambulante de alegrías– hacía sus monólogos y contaba chistes. Según él mismo contó en entrevistas, lo hizo sobre todo para poder enfrentar el pánico escénico, para vencer el temor a enfrentarse al público y, a la vez, testear cómo recibía la gente su humor. Todo a escondidas de su padre, un inmigrante sirio al que no le hacía ninguna gracia que su hijo se dedicara al arte y, menos aún, a la comicidad.
Pero el destino del joven que montaba con agilidad los micros cada día para ensayar sus chistes y contar anécdotas ya estaba marcado.
El debut de Carlitos en la radio ocurrió en 1954 en uno de los programas más importantes de esa época, “La revista dislocada”, que conducía Délfor en la entonces importante radio Splendid. Carlitos tenía casi 30 años y nunca antes había había actuado en forma profesional. Años después, en televisión con “El show de Carlos Balá” y otros programas batió todos los récords.
Cuando el artista cumplió 86 años de edad, la línea de colectivos lo homenajeó ploteando sus colectivos con su imagen. Hace poco, el año pasado, la terminal de la línea 39 en las calles Jorge Newbery y Guevara, del barrio de la Chacarita, tiene desde el mes pasado un mural de hierro, que se ilumina de noche, con la imagen de Balá. Con motivo de su último cumpleaños, la terminal de colectivos de la línea 39 lo homenajeó al cumplir años con la obra “Carlitos Balá iluminado”, una dedicatoria al pasajero más famoso de esa línea.
UNA VIDA TRANQUILA
No son pocos los artistas, especialmente cómicos, que suelen tener como “contracara” al rostro del humor un carácter difícil o melancólico. Hay toda una tradición universal en ese sentido y todos conocemos casos de comediantes y humoristas que han vivido en sus hogares y familias historias dramáticas o de tristeza. En el caso de Carlitos Balá, ocurrió todo lo contrario. “Estamos devastados, pero unidos y así se fue él, con la familia unida y mucho amor”, dijo la nieta al confirmar la noticia del fallecimiento de su querido abuelo. El artista había sido internado el mismo viernes, de urgencia, ante una descompensación. La familia, especialmente su esposa Marta, fueron su apoyo, su constante fuente de alegría y bienestar. Carlos Balá confesaba que el gran sostén de su vida y la razón de que estuviera tan saludable a pesar de los años se lo debía a la vida familiar, al cariño que recibía en su propia casa por parte de los suyos. Con su esposa de toda la vida, Marta, atravesaron buenos y malos tiempos y este último año hasta le dedicó un emocionado mensaje de amor el 14 de febrero, el Día de los Enamorados.
QUERIDO Y RECONOCIDO
Entre las muchas muestras de cariño y reconocimiento que recibió en su larga vida, además de las del club de sus amores, la línea 39 y la legislatura porteña, en el 2010 recibió un homenaje del Ministerio de Educación de la Nación. La razón del homenaje fue “por hacer felices a infinidad de chicos y chicas”. En el 2016 fue al Vaticano, donde visitó y charló con el papa Francisco, que lo abrazó y besó con cariño. Acompañado de sus amigos payasos, Carlitos Balá fue designado entonces embajador de la paz por la Red Voz por la Paz, de Roma.
En el 2017, en tanto, el comediante recibió una “mención de honor por su trayectoria artística” en el Congreso de la Nación y ese mismo año fue declarado ciudadano ilustre por la legislatura porteña, como dijimos antes. Otro de los reconocimientos que recibió en su carrera fue el título honorífico de “personalidad destacada de la cultura de la ciudad de Buenos Aires” en el 2009 y el premio Martín Fierro en el 2011. En el 2019, en la ciudad de Villa Ariza, del partido de Ituzaingó, se construyó una réplica del Arco del Triunfo que lleva el nombre de Carlitos Balá.
¿QUÉ GUSTO TIENE LA SAL?
Sus frases y muletillas que hacían sonreír a público de todas las edades son imborrables y forman parte de la infancia de generaciones. “¿Qué gusto tiene la sal?”, “¡Sumbudrule!”, “Angueto, quedate quieto”, dirigido a un perro inexistente cuya correa sostenía. Y uno de los más famosos: ¡“Ea-ea-ea-pe-pé” y su respuesta a la pregunta de cómo estás: “¡Un kilo y dos pancitos”.
Según él mismo contó, la famosa frase “¿qué gusto tiene la sal?”, que el público respondía gritando ¡salaaado!, nació en Mar del Plata, la ciudad costera donde pasaba largas vacaciones en la playa de Las Toscas. Y su gesto juntando los dedos y haciendo un sonido con la boca que él llamó “un gestito de idea” todavía se los pedían estuviera donde estuviera y a pesar de los años.
“Carlitos, un ser adorable. Nunca te olvidaremos y estarás siempre en nuestros corazones. Gracias por hacernos bien a grandes y chicos. ¡Adiós, Carlitos, para vos todo honor y toda gloria! ¡Ea-ea-ea-pe-pé!”, escribió en sus redes Mirtha Legrand (95), quien lo tuvo como invitado más de una vez en su programa.
“Gracias por tu amor, por tu talento... por hacernos felices a grandes y chicos”. Los carteles, declaraciones en las redes sociales y el recuerdo se suman a la despedida a un hombre que supo encontrar en la simpleza la manera de regalar alegría.
Desde el viernes, muchos de sus fieles seguidores de todas las edades y tamaños lo recuerdan con lágrimas y sonrisas, respondiendo a la pregunta de siempre: ¿Qué gusto tiene la sal?