Fotos: Christian Meza

Cuentan los sabios ancianos de las tribus chaqueñas que para atraer la lluvia los chamanes debían cantar hasta el amanecer para propiciarla y lograr una abundante y fructífera caza. En las temporadas de sequía, los animales se escondían en sus guaridas y se negaban a servir de alimento a los hombres. Sus pisadas no dejaban marcas en la tierra, por lo que se dificultaba seguirles el paso. Hace casi una centuria, cuando paraguayos y bolivianos se enfrentaron en armas por la posesión del Chaco Boreal, las tropas combatientes sintieron en carne propia los estragos de lo que posteriormente vendría a ser conocida como la guerra de la sed.

Hay testimonios de que, ante la falta de agua, los soldados no podían emitir palabra alguna por la sequedad y el polvo que les paralizaba la lengua. El antiguo mar abierto que cubrió la zona conserva las características de salobridad del suelo, por lo que el agua dulce en ese territorio fue desde siempre preciado y escaso, lo cual explica las permanentes migraciones y el estado de guerra casi permanente en que vivían las tribus que la habitaban desde hace milenios para asentarse en la proximidad de los espejos de agua. Pero más allá del fenómeno cíclico, la seca en esta temporada se ha extendido más allá de sus valores normales, generando enormes perjuicios a la agricultura y ganadería, fundamentalmente, lo cual ha obligado a varios municipios a declararse en estado de emergencia. En este OJO te presentamos algunas instantáneas de la lucha diaria por el agua entre cuadros de la vida cotidiana captadas por un reportero gráfico de Nación Media.

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