Por Juan Carlos dos Santos

Belén Ramírez Bourdages es una profesional médica compatriota cuya pasión, según ella misma lo confiesa, ha sido siempre formar parte de la organización Médicos Sin Fronteras, incluso mucho antes de concluir sus estudios secundarios.

Hoy, como coordinadora de Proyectos, se encarga de ayudar a las personas que también buscan cumplir un sueño, pero que generalmente se transforma en pesadilla: el “sueño americano”, aquel que lleva a miles de personas a arriesgar sus vidas y las de sus seres queridos buscando, de manera ilegal, llegar a los Estados Unidos y, de un tiempo a esta parte, también a México, desde diversos puntos del planeta.

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Belén relata a Nación Media que está a cargo de la coordinación de la atención a los viajeros que se mueven por la zona de Guatemala, intentando cruzar a México, provenientes de otros países de Latinoamérica, una gran parte de ellos tras sortear el temible tapón del Darién, una zona selvática y pantanosa, casi impenetrable que separa a Panamá de América del Sur.

Belén Ramírez Bourdages, médica paraguaya que trabaja para Médicos sin Fronteras.

LA RUTA MÁS PELIGROSA DEL MUNDO

La selva del Darién, entre Panamá y Colombia, es una de las rutas más peligrosas del mundo para personas refugiadasymigrantes. Quieneslaatraviesan se enfrentan no solo a un camino muy difícilconacantilados traicioneros y ríos crecidos; también a la violencia extrema de grupos que les atacan, les roban todas sus pertenencias y les agreden sexualmente.

“La mayoría de los migrantes tienen como destino final los Estados Unidos, pero también hay muchas personas que cruzan de Guatemala a México y permanecen allí trabajando en las zonas turísticas”, relata.

El fenómeno de la migración tal como sucede en Centroamérica y el Caribe es muy diferente a como se presenta en Paraguay, donde la gente migra por otros medios, no a pie ni sorteando peligros de todo tipo como sucede en la zona de América del Norte.

CAMINAR DE PARAGUAY A EEUU

Esta es la razón por la que Belén nunca se ha topado con paraguayos que realizan esta ruta camino a su propio “sueño americano”.

“Una vez en Atitlán (Guatemala), estaba tomando un café y la dueña del negocio se interesó por mi trabajo y por mi vida. Le dije que originalmente soy de Paraguay, pero que actualmente vivo en los Estados Unidos. La señora se queda callada y me mira; finalmente se atreve a preguntar si cuánto tiempo me había tomado caminar desde Paraguay hasta Estados Unidos”, recuerda sonriente Belén, explicando cómo es la idea que la gente de esa parte del mundo tiene acerca de los migrantes.

Relata casos de personas que llegan a diario hasta los puestos que la organización mantiene a lo largo de la frontera entre Guatemala y México, además de activar en Honduras, El Salvador y en la zona del Darién. Ellos no cuestionan ni hacen recuento de las motivaciones que llevan a estas personas a lanzarse a esta peligrosa aventura, muchas veces con trágicos finales.

MIGRANTES Y RESIDENTES

“Nuestro proyecto está basado principalmente en tres ejes: la promoción de la salud y la atención primaria a la salud mental. Estamos enfocados en los migrantes en sí, en las personas en movimiento, pero hemos notado que las personas que residen en la zona también se ven afectadas por este fenómeno. Vemos esto de una manera comunitaria y para ser sinceros, estamos enfoca dos con ellos en el aspecto de la salud mental. Toda persona en Guatemala tiene a una persona que ya migró dentro de su entorno familiar, tienen a personas desaparecidas y a quienes quieren o están por migrar”, explica.

La migración es un fenómeno que se ha convertido en algo cultural en esos países. “Al joven de 15 años, sus propios familiares le dicen que ya es su turno de emprender el viaje. Es algo cultural porque tienen que ir y enviar las remeses... al menos por seis meses y luego regresar”, relata.

SALVADO DE MILAGRO

Son frecuentes los casos trágicos y dramáticos que Belén conoce de personas que son reincidentes y que tienen historias terroríficas, como el de un joven que regresó de EEUU, permaneció un tiempo en Guatemala y luego intentó el regreso, se perdió de su grupo en el desierto e intentó seguir por su cuenta, hasta que vio a dos personas recostadas por un árbol, ambas muertas y entonces decidió utilizar la poca batería que le quedaba a su teléfono para llamar a los servicios de emergencia y así pudo salvar su vida.

Fue rescatado y enviado de vuelta a Guatemala. “Me contó que no fue una alucinación y fue consciente de que la necesidad lo hizo regresar y estuvo perdido durante cinco días por el desierto, aunque es un afortunado por poder contar la historia”, recordó Belén, quien enfatizó el trabajo de salud mental que realizan por los migrantes.

LA BESTIA

Los deportados que recibe el gobierno también forman parte de los pacientes que recurren a MSF para todo tipo de atención. Recordó el caso de un paciente que en su primer intento se accidentó en México al subirse a La Bestia, el tren al que suben los inmigrantes ilegales y sufren todo tipo de vejámenes y situaciones peligrosas.

“Esta persona perdió un pie al caer de La Bestia y los vecinos de la localidad donde se accidentó lo rescataron y lo trajeron hasta nuestro puesto. Nosotros le hicimos un seguimiento y tras contactar con otras organizaciones, pudimos hacerlo llegar hasta su casa en otra ciudad”, explicó.

Médicos Sin Fronteras está enfocada en una tarea humanitaria y de servicio, no tanto política ni estadística. Sin embargo, Belén explica que la organización trabaja de cerca con los gobiernos locales, de manera de paliar mejor la situación por la que atraviesan los pacientes.

La atención de la organización humanitaria también incluye ayuda primaria para salud mental.

DEJANDO HUELLAS EN TODO EL MUNDO

Belén concluyó sus estudios en la Universidad Nacional de Asunción en el año 2004 y aplicó para Médicos sin Fronteras, aunque la respuesta fue que necesitaba al menos de tres años de experiencia para ser aceptada.

Tras estar durante dos años trabajando en un hospital de Loma Plata (Chaco), aplicó nuevamente y fue aceptada. A partir de allí no ha parado de viajar realizando tareas para la organización, que se encarga de brindar atención en zonas de conflicto y de extrema pobreza.

Ha estado en Colombia, Yemen, República Centroafricana, Chad, Camerún, Nigeria, México, Guatemala y Honduras, aunque aclara que han sido en total 14 países.

Belén vive con su esposo en Estados Unidos y todos los años viaja al Paraguay a visitar a su familia, algo que se interrumpió a causa de la pandemia, pero ahora son ellos quienes viajan a verla. “Nos encontramos en México en abril pasado”, recuerda.

Los puestos de atención de MSF reciben diariamente a migrantes que requieren atención de todo tipo.

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