Por Paulo César López, paulo.lopez@nacionmedia.com - Fotos: Gentileza
A 86 años de la máxima hazaña olímpica de todos los tiempos: las cuatro medallas de oro conquistadas por el afroamericano Jesse Owens en las competencias organizadas por el régimen nazi en Berlín en 1936.
En aquel tenso periodo de preguerra, el nazismo se aprestaba a demostrar la superioridad de la raza aria, pero no contaba con el concurso de un aguafiestas. El atleta norteamericano negro –vale subrayarlo– Jesse Owens se impuso en las modalidades de 100 metros, 200 metros, salto de longitud y carrera de relevos de 4x100 metros (fue el primer corredor), logrando tres récords mundiales y olímpicos. Esta marca jamás sería superada, pero sí apenas igualada casi 50 años después en Los Angeles 1984 por su compatriota Carl Lewis.
Sin embargo, lo que le dio un significado especial a ese suceso no fue solo lo deportivo, sino que esos Juegos fueron organizados por el régimen nazi, que utilizó el evento para desplegar su enorme aparato de propaganda supremacista. Owens quedó como el principal ícono de aquellas competiciones, aunque Alemania terminó encabezando el medallero con 89 preseas (33 de oro, 26 de plata y 30 de bronce) frente al segundo, Estados Unidos, con 56 medallas (24 de oro, 20 de plata y 12 de bronce).
El boicot
Tras la llegada al poder de los nazis en 1933, hubo varias iniciativas para retirarle la sede a Alemania, así como sucesivos proyectos de boicot, incluyendo en los Estados Unidos. Esto al principio puso en duda la presencia de Owens, quien fue presionado por la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP, por su sigla en inglés) con el argumento de no legitimar con su presencia al régimen del Tercer Reich.
Según el relato de sus hijas, el atleta aceptó participar debido a que, en pleno periodo de la Gran Depresión, las oportunidades para los de raza negra eran aún más escasas en un escenario ya de por sí adverso por la inveterada cuestión racial. Así, decidió competir con la esperanza de consolidar su carrera como deportista a fin de hacerse de un mejor pasar junto con su familia en las duras condiciones que debía soportar en su país a raíz de la discriminación.
La mirada del cine
Algunos de los pasajes más significativos de estos hechos aparecen recreados en la biopic “Race” (2016). Bajo el título de “El triunfo del espíritu” para Latinoamérica, el nombre original es un juego polisémico entre la doble acepción de raza y carrera que encierra la palabra. Dirigida por Stephen Hopkins y escrita por Joe Shrapnel y Anna Waterhouse, esta coproducción canadiense-franco-germana está protagonizada por Stephan James en el papel de Owens (conocido por haber encarnado al fallecido político y activista por los derechos civiles John Lewis en “Selma”, una película del 2014 sobre las marchas por el derecho al voto encabezadas por Martin Luther King).
Entre los coprotagonistas se destaca por su actuación Jason Sudeikis, muy vinculado a las comedias livianas, pero que tiene un estreno dramático brillante en el rol del entrenador Larry Snyder.
En tanto, un lugar enigmático es el que le toca a Leni Riefenstahl (interpretada por Carice van Houten), quien fue la designada por el régimen nazi para llevar el registro fílmico de aquel evento. Según podemos ver en “Race”, ante las sucesivas victorias del atleta negro, el jefe de la propaganda nazi, Joseph Goebbels, ordena que las grabaciones se interrumpan, a lo Riefenstahl se niega y prosigue con su tarea hasta el final.
Respecto a la cineasta alemana se sabe que su documental sobre los Juegos se estrenó bajo el nombre de “Olympia” en 1938. Hay datos contradictorios sobre el financiamiento, puesto que algunas fuentes afirman que corrió por cuenta del Ministerio de Propaganda mientras que otras señalan que el encargo fue realizado por el propio Comité Olímpico Internacional.
Considerada como una de las mejores 100 películas de todos los tiempos por la revista Time, además del registro documental de las competiciones en distintas disciplinas, incluye escenas de vanguardia para la época con imágenes de la Antigua Grecia con una mezcla de desnudos y un profundo simbolismo.
Además de la impactante carrera deportiva de Owens, el film también se ocupa de aspectos más íntimos de su vida retratando esa extraordinaria y contradictoria personalidad, que según sus críticos no supo entender la tarea histórica que le tocó cumplir. Mucho se le ha recriminado, por ejemplo, la crítica a sus colegas Tommie Smith y John Carlos, quienes en el podio de las Olimpiadas de México 1968 realizaron el saludo del poder negro (el brazo levantado con el puño cerrado).
“Es un símbolo sin significado (…). La única ocasión en que el puño cerrado tiene significado es cuando tienes dinero agarrado. Allí reside el verdadero poder”, había escrito Owens en un libro.
Sin embargo, años después revirtió su posición y sostuvo que cualquier negro que no se comprometa con la lucha “estaba ciego o era un cobarde”.
“La bala”
Nacido en los campos de algodón de Alabama el 12 de setiembre de 1913, James Cleveland Owens se instaló siendo aún niño junto con su familia en Ohio huyendo de la segregación del sur. El ambiente hostil en el que creció a raíz de su condición racial habrá resultado fecundo para forjar ese carácter que supo extraer de la adversidad sus mayores logros.
Conocido como “La bala”, Owens empezó a ganar notoriedad en el atletismo como estudiante de la Universidad Estatal de Ohio en las competiciones de la National Collegiate Athletic Association (NCAA) logrando ocho títulos entre 1935 y 1936. No obstante ello, debía alojarse fuera del campus junto con los demás atletas negros debido al segregacionismo.
A pesar de sus extraordinarias condiciones para el deporte, nunca recibió una beca y tuvo que trabajar en un taller de calzado, entre otras labores, para costear sus estudios. Entrenaba antes de las clases y trabajaba luego de ellas.
La proeza
Entre todas las medallas que ganó, la más emblemática fue la obtenida el 4 de agosto de aquel año 1936 en salto de longitud con una marca de 8,6 metros. El atleta alemán Carl Long le ayudó (en el film le marca con una toalla el lugar donde debía saltar) para no ser descalificado. Luego de finalizada la prueba, ambos se pasan la mano y se abrazan para saludar al público.
“Se podrían fundir todas las medallas y copas que gané, y no valdrían nada frente a la amistad de 24 quilates que hice con Luz Long en aquel momento”, declaró Owens tiempo después cuando, finalizada la guerra, viajó a Alemania para conocer a la familia de su amigo, quien falleció en combate durante la invasión aliada a Sicilia en 1943.
El “desplante” de Hitler
Uno de los hechos más recordados de aquellas competiciones es la supuesta negativa de Hitler a saludar a Owens. Sin embargo, varios biógrafos del atleta sostienen que este aseguraba que el canciller alemán le había saludado e incluso felicitado. Se cuenta que Owens había hecho varios esfuerzos para cambiar –sin éxito– la versión oficial de lo ocurrido, que él consideraba falsa.
En declaraciones a The Pittsburgh Press el 24 de agosto de 1936, Owens afirmó: “Hitler tenía controlado su tiempo tanto para llegar al estadio como para marcharse. Sucedió que debía irse antes de la entrega de medallas de los 100 metros. Pero antes de que se fuera yo me dirigí a una transmisión televisiva y pasé cerca de él. Él me saludó y yo le correspondí. Creo que es de mal gusto criticarle si no estás enterado de lo que realmente pasó”.
En cambio, el corredor sí se quejó de que el entonces presidente de EEUU, Franklin Delano Roosevelt, un líder tenido por “progresista”, nunca le cursó una invitación a la Casa Blanca y ni siquiera le envió un mensaje de felicitación, tal como era costumbre hacerlo con los atletas que ganaban medallas olímpicas.
Según cuentan los analistas de la época, el motivo habría sido que Roosevelt se encontraba en plena campaña por la reelección y no quería ganarse la contrariedad de los votantes del sur. A más de ello, en una recepción en su honor realizada en un hotel neoyorquino no se le permitió ingresar por la puerta principal, por lo que tuvo que utilizar el ascensor de servicio.
Aquel talento excepcional tuvo un fin prematuro en el atletismo, puesto que se retiró a los 23 años. Por aquella época el amateurismo era un requisito para los atletas olímpicos. Después de su presentación en Berlín fue utilizado por el presidente del Comité Olímpico de Estados Unidos, Avery Brundage, como un objeto de exhibición hasta que, cansado, abandonó la gira y retornó a su país.
A raíz de ello le retiraron el estatus de amateur, por lo que su carrera deportiva llegó a su fin y sobrevivió dando charlas motivacionales, haciendo exhibiciones en las que corría contra caballos, perros o automóviles hasta que el 31 de marzo de 1980 un fulminante cáncer de pulmón a consecuencia del tabaquismo le costó la vida a los 66 años.
De la cúspide de la gloria a una existencia de penurias y carencias. Dicen que fue un héroe contra su voluntad y que deshonró su propio legado. Sin embargo, su vida es coherente con la vida real fuera de las pantallas, puesto que supo reunir en sí mismo la complejidad y las contradicciones del espíritu humano.