Por Javier Viveros Escritor, editor, miembro de la Academia Paraguaya de la Lengua Española.
Una mirada a las traducciones de poesía al guaraní emprendidas por la ganadora del Premio Nacional de Literatura 2017.
La poeta Susy Delgado presentó el libro “Rosalía ñe’ẽ poravopyre”, que contiene su traducción al guaraní de un conjunto de versos de la indispensable poeta gallega Rosalía de Castro: una traducción que empleó el castellano como lengua puente, pero que recurrió también a los versos originales en lengua gallega. Esa nueva publicación motiva el presente artículo que posa la mirada sobre los trabajos de nuestra poeta en el exigente desafío de recrear en guaraní obras que fueron alumbradas bajo los lejanos soles de otras lenguas. Es ya largo el camino que Susy Delgado lleva andado en lo que a la traducción se refiere. Inició vertiendo sus propios versos del guaraní al castellano en poemarios bilingües tales como “Tataypýpe” (1992) y “Ayvu membyre” (1999); tradujo después versos sueltos de otros poetas compatriotas y acabó por hacer frente al desafío de traducir selecciones poéticas de grandes cultores de la palabra.
UN COMPLEJO PROCESO COGNOSCITIVO
Traducir de una lengua románica a otra presenta, por la ascendencia común, menores retos que hacerlo entre dos lenguas por entero diferentes. Es este último caso, el que nos ocupa: el castellano y el guaraní, son lenguas extremadamente disímiles y representan maneras muy distintas de entender el mundo, de descifrar la realidad e interpretarla. Traducir entraña un complejo proceso cognoscitivo. Y si ya la traducción es una labor dificultosa, la traducción de poesía se muestra como cercana a lo imposible, puesto que el poético es el más exigente de los géneros, por esa capacidad que tiene de empujar la lengua hasta sus orillas y de lograr incluso mover los hitos hacia más adelante, ensanchando sus territorios para forzar nuevas cartografías.
“Sea cual sea el alcance de su imperio, la poesía es por definición intraducible”, escribió Roman Jakobson en su famoso texto “En torno a los aspectos lingüísticos de la traducción”. Por los mismos senderos, Robert Bly se pregunta “¿Qué sucede al traducir un poema?”. Y se responde acto seguido: “Encontraremos principalmente dificultades”. Y esas dificultades tienen que ver con las diferencias de sintaxis y la morfología de las dos lenguas en juego, con sus irreconciliables incompatibilidades léxicas; en la poesía, además, las palabras suelen trascender su sentido llano al cargarse de efectos musicales, imagísticos y contextuales (Ezra Pound). En esa misma línea es también muy conocido el pensamiento de Robert Frost al respecto: “La poesía es aquello que se pierde en la traducción”.
Pero a pesar de estas afirmaciones, el paso de versos de una lengua a otra no es infre cuente; la traducción es una actividad del intelecto cultivada en diferentes latitudes y épocas. Y en el caso que nos ocupa, Susy Delgado ha publicado traducciones de antologías poéticas de versos de Augusto Roa Bastos, Gabriela Mistral, Olga Orozco y la ya mencionada Rosalía de Castro. Lejos de la temeraria improvisación en boga, la alta calidad de estos trabajos evidencia rigor, talento poético y perseverancia –jehe’a ndojejuhupy’ỹiva–, además de un buen manejo de las teorías de la traducción.
“ENCONTRAR LA INTENCIÓN”
Afirma Walter Benjamin que “la tarea del traductor consiste en encontrar aquella intención respecto de la lengua a la que se traduce con la que se despertará en ella el eco del original”. Y así, ya sumergida en el juego incesante de renunciamientos y recompensas al que lo enfrenta la traducción, Delgado sabe que a veces dará con una palabra que dice exactamente lo que en la lengua de partida, pero también sabe que muchas veces no será ese el caso y tendrá que parafrasear, dar un largo rodeo semántico, realizar una descripción para hollar las inmediaciones del sentido del original y sabe, asimismo, que en ocasiones se verá forzada a préstamos léxicos y a amonedar neologismos. Traducir es de alguna manera la aceptación de antemano de una derrota, pero con la íntima esperanza de una victoria pírrica como un resultado también posible.
La métrica, la rima, la melodía de las consonantes y vocales, y la consonancia de las palabras elegidas para resonar conjuntamente en el concierto al interior del verso configuran efectos acústicos y añaden el elemento musical. “Pound reconoce que ‘es prácticamente imposible transportar la música de una lengua a otra, salvo mediante accidente divino, y a razón de medio verso a la vez’” (Andrés Claro, “Las vasijas quebradas”, 2012: p. 458). Ya antes que Pound, Friedrich Schleiermacher había afirmado que, por lo general, lo primero que se pierde en la traducción es justamente ese elemento musical y que es casi un milagro que eso no suceda. En sus traducciones, Susy Delgado hace consuetudinario ese milagro, logra transportar la música de los versos del original, recrea con frecuencia sus efectos melódicos: suele hacerlo principalmente mediante el empleo en la lengua de llegada de los mismos metros que en el poema escrito en la lengua de partida.
Pero se vale también de otros recursos, como el de la resonante aliteración. Si para muestra basta un botón, observemos este que está hecho de oro de 24 quilates, extraído de su melodioso “Orozco pytukue”. En el poema “Umi tekove mimi” (Esos pequeños seres) leemos este verso:
Ni por el musgo que crece murmurando sobre el corazón.
Susy Delgado traduce: Terã itapoty okakuaáva ongururúvo korasõ ári.
El hallazgo es muy afortunado, pues además de funcionar en el nivel semántico (ongururúvo significa “mientras murmura”, refunfuña o se queja entre dientes), se mantuvo la “o” del vocablo en castellano (aparece dos veces en guaraní); se da, asimismo, la doble aparición de la vibrante alveolar simple y la traductora sube la apuesta, pues las úes que aparecen dos veces en castellano, lo hacen en tres ocasiones en guaraní. Que la sílaba tónica sea en “u” y que la palabra sea paroxítona logran incrementar el lustre sonoro del verso. El ya citado Pound denominaba “melopoeia” a la propiedad de las palabras de cargarse de efectos musicales; propiedad que deja a un verso a solo un paso de saltar al pentagrama y metamorfosearse en música.
Nuestra poeta no opta por anexar a la fuerza la obra extranjera al territorio de su lengua, sino que prefiere convertirse en su huésped. Al realizar una traducción hospitalaria que acoge las formas de significación del extranjero –con pocos casos de domesticación–, Susy Delgado logra que la lengua guaraní diga cosas que no había dicho antes; consigue importar la majestad de las oraciones de la lengua otra, con sus giros, tono, estilos y los neologismos que esta última le impone, y conducir todo ello hacia la lengua propia. Con ello, el guaraní es sacudido de su letargo, se desautomatiza, expande sus fronteras expresivas y de percepción. Estos trabajos de traducción enriquecen nuestra lengua nativa y demuestran su flexibilidad y capacidad para dialogar con una lengua europea de prestigio. En una paráfrasis de Herder podríamos decir que Susy Delgado “se pasea por jardines extranjeros con el fin de recoger flores para su lengua”. Una lengua que es también la nuestra. Ñanemba’eteetéva.