Por Jorge Zárate, Jorge.zarate@nacionmedia.com
Hoy es inimaginable pensar un mundo con mujeres sin derechos políticos, pero existió y no hace tanto. La lucha por la igualdad, sin embargo, se prolonga a nuestros días en que las mujeres buscan que las candidaturas se repartan en mitades con los hombres. Aquí una revista por la historia y la actualidad sobre la participación femenina en la política en la palabra de dos referentes como la historiadora Mary Monte y la politóloga Line Bareiro.
“Los extranjeros pueden votar y las mujeres no”, decían los volantes que repartía la dirigente colorada Mercedes Sandoval en la calle Palma. Corrían los años duros de la dictadura de Alfredo Stroessner y las luchas de las sufragistas paraguayas llevaban décadas sin conseguir la consagración del voto femenino.
En 1960 se dio la visita de Graciela Quan Valenzuela, presidenta de la Comisión Interamericana de Mujeres de la Organización de Estados Americanos (OEA), que respaldó una movilización de la Liga Paraguaya Pro-Derechos de la Mujer.
Esa presión internacional, la necesidad de legitimarse por parte de la dictadura, extrañas coincidencias políticas y sociales provocaron que el 6 de julio de 1961 finalmente se aprobara el voto femenino en el país.
Entre 1961 y 1962 se habían legalizado nominalmente los partidos políticos opositores, siendo que la Asociación Nacional Republicana - Partido Colorado (ANR-PC) gobernaba como partido único desde 1947. Fue así que el Movimiento Renovación (MR) del Partido Liberal presentó la candidatura presidencial de Ernesto Gavilán en las elecciones de 1963 con lo que de alguna manera se legitimó el régimen, que después se hizo reelegir de manera fraudulenta hasta su caída en febrero de 1989.
LOS ÚLTIMOS DE AMÉRICA
“¡Fuimos el último país de América en tener el voto! Para Stroessner ya era insoportable la situación”, apunta Line Bareiro, politóloga que entre los años 2011/14 fue la primera paraguaya en integrar el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de la Organización de las Naciones Unidas (Comité CEDAW).
“Aunque de todas formas el dictador nunca nombró una ministra, ni tampoco hubo mujeres en la Corte Suprema. Estábamos fuera de muchas instancias, aunque sí estábamos en la Comisión Interamericana de Mujeres que fue fundamental para que se apruebe la ciudadanía política en toda la región”, recordó.
Junto a Mary Monte de López Moreira y Clyde Soto editaron el recomendado libro “Al fin ciudadanas…” donde la mujer es sujeto de la historia y se cuentan los pormenores de este acceso.
La historiadora Monte recuerda en diálogo con Nación Media que “se aprobó en medio de un debate muy nacionalista en donde en mayoría se pronunciaron por la afirmativa recordando a las residentas, a la figura de la mujer paraguaya como la reconstructora del país que merecía ser acreedora de este derecho”, dice remitiendo al debate parlamentario citado en el libro.
DE JUANA DE LARA A SERAFINA
Ahora, la historiadora trabaja en un nuevo libro de 5 capítulos que analiza la participación femenina en los espacios públicos desde la independencia en adelante, una manera de ir poniendo a la luz pública las luchas de diversas y prominentes mujeres a lo largo de la historia por su reconocimiento político.
“La única prócer que tenemos es Juana de Lara”, recuerda contando el caso de Josefa Facunda Speratti “que le escribe una carta a Pedro Juan Caballero diciendo que su sexo no le dejaba ir al campo de batalla, pero daba 25 pesos, que pedía que se le saque del sueldo de Fulgencio Yegros que era su esposo”, dice risueña.
“Firma la carta con su propio apellido y luego, en la respuesta, el encargado del tesoro la llama “presidenta”. Así es como vemos este nominativo, porque era esposa del presidente de la Junta de Gobierno, por primera vez en la historia”, cuenta como anécdota
Pero de aquellas precursoras ejerciendo derechos políticos que comienzan en la Colonia a este presente en que algunas pelean candidaturas presidenciales, una rica historia se desarrolló.
Para Bareiro, en la fecha “celebramos en realidad la ciudadanía política de las mujeres, es el reconocimiento de que somos ciudadanas. Muchas veces nos nombraron así, en 1867, estaban felices de ser nombradas así, pero propiamente comenzaron a buscar la formalización efectiva de los derechos a partir de las argumentaciones de Serafina Dávalos en 1907, en su tesis doctoral, cuando muestra que la Constitución no limitaba de ninguna manera y era solamente una cuestión de Código Electoral”, apuntó.
“Hay otro elemento que es que fue una causa de América Latina y en 1910 en el Primer Congreso Femenino Internacional de Argentina, ya se hace todo un posicionamiento colectivo de mujeres que estaban de Paraguay, Argentina, Chile y Uruguay”, recordó.
Telémaco Silvera presentó en 1919 el primer proyecto de igualdad civil y política de las mujeres. “Muy cercano a Lisandro Díaz Léon, el liberal que presentó el proyecto del divorcio vincular en ese mismo año”, apunta Bareiro.
En 1936 María Casatti con su periódico “Por la Mujer. Para las mujeres que trabajan y piensan”, establece una tribuna pública pidiendo ampliación de derechos, agrega indicando que en las décadas subsiguientes “se fueron armando organizaciones multipartidarias, coloradas, liberales, febreristas, comunistas, impulsando ese tema del ejercicio de la ciudadanía”.
LA PARIDAD
“Somos el penúltimo país de América, solo Brasil está por debajo del Paraguay”, recuerda Line Bareiro. Los datos oficiales, aportados por el Ministerio de la Mujer, son contundentes. En los últimos años la participación de las mujeres en los cargos electivos pasó del 7 al 16,8% en el Parlamento Nacional, 12% de intendentas en las últimas elecciones, 22% de mujeres en las juntas municipales, 20% en las juntas departamentales y 0% en las gobernaciones.
“Hace falta aprobar la ley de paridad porque es una obligación del estado paraguayo. El artículo 48 de la CN no deja dudas reforzado por el 117. Esto funciona en 9 países en nuestra región, a los que ahora se está sumando Chile, que tuvo paridad para las recientes elecciones de convencionales constituyentes”.
Para la politóloga, la situación no tendría mayor complejidad en la práctica, si se toma en cuenta el ejemplo de México “donde a pesar de su complejo sistema electoral, de los 500 diputados, 250 son mujeres”.
Bareiro es prudente: “El problema del Patriarcado es muy complejo, es un sistema muy duro, creo que su peor expresión es el feminicidio y tiene que ver con la idea de decir que en las relaciones personales, “si no sos mía no sos de nadie”, una cuestión muy dura”.
Igual es optimista en torno a ciertos avances. “Tenemos planes de igualdad que se van discutiendo. Se debate sobre los cuidados, porque se supone que las mujeres deban hacer el trabajo reproductivo y el cuidado, situación que ahora está en debate en torno al reconocimiento y la remuneración. El patriarcado se fue transformando, evidentemente hay cambios sociales, se conquistan las cosas cuando ya es insostenible mantener algo”.
Lo ejemplifica con el caso de la teniente de fragata Carmen Quinteros Giménez que fue castigada con prisión por sus superiores por pedir permiso para amamantar a su hijo. “Debemos avanzar en normas y acciones, políticas públicas porque todavía hay leyes que discriminan, civiles, laborales, penales, pero este fue un tema en el que dijimos: “Nos falta revisar las leyes militares y otras como las aduaneras, impositivas, hay que trabajar sobre el conjunto de la legislación”, entiende.
Para apoyar todo considera fundamental involucrar el arte, “que tengamos músicas, canciones, esculturas, pinturas apuntando a que todo tienda a la igualdad y a la condena de un orden jerárquico que excluye y se mantiene violentamente”, expuso.
“AL FIN CIUDADANAS”
En “Al fin ciudadanas…” de Mary Monte, Line Bareiro y Clyde Soto se cuenta: “Las primeras organizaciones propiamente feministas que conocemos en el Paraguay surgen bajo el influjo del sufragismo, motivadas por la necesidad de dar apoyo a proyectos de ley presentados. Así, se crean el Centro Feminista Paraguayo en 1920 y la Asociación Feminista en 1929. otras organizaciones fueron surgiendo posteriormente, tanto para bregar por los derechos políticos de las mujeres como para acompañar y demandar al siempre accidentado y no pocas veces violento devenir político del Paraguay. En especial podemos recordar a la Unión Femenina del Paraguay de 1936 y a la Unión Democrática de Mujeres de 1946, que fueron polos pluralistas del pensamiento progresista de su tiempo. Y, finalmente, fue la Liga Paraguaya Pro Derechos de la Mujer, creada en 1951, la organización bajo cuyo influjo directo se consiguió, finalmente, la aprobación de la Ley 236 de 1954, que representó un avance en los derechos civiles de las mujeres, así como la Ley 704 de 1961, que consagró la igualdad de los derechos políticos.
Ciertamente, las organizaciones sufragistas no lograron de forma inmediata sus objetivos. Sin embargo, consiguieron que cuando finalmente la ley fue aprobada en 1961, no hubiera oposición alguna ante la propuesta, que fue elevada por el propio Poder Ejecutivo. El largo debate, que se trascribe in extenso en el anexo de este libro, es una sucesión de alegatos a favor de la necesidad de que el Paraguay finalmente se integre a la corriente internacional favorable al reconocimiento de derechos políticos a las mujeres. Hasta hubo un tono de orgullo entre los exponentes colorados por haber tenido entre sus filas a muchas de las personalidades que abogaron por el reconocimiento de este derecho. Es decir, casi un siglo se tardó, pero finalmente se logró que a nadie se le ocurriera calificar como “ridícula” la idea de que las mujeres debían gozar de iguales derechos ciudadanos que los hombres. La ley 704 fue un hito culminante, pero no pertenece a un solo sector político en particular. Demasiadas vertientes, esfuerzos, colores y pensamientos estuvieron presentes en el largo proceso que llevó finalmente a la concreción del deseado logro en 1961″, se indica.
EL PORCENTAJE
“En 1996 el Código Electoral paraguayo estipuló un 20 por ciento de participación mínimo de mujeres en las listas primigenias de los partidos políticos, a razón de al menos una mujer por cada cinco lugares; es decir, en las listas elaboradas por los sectores internos para postular a elecciones partidarias.
El resultado de esta cuota mínima es también mínimo, y luego de quince años de aplicación continua es absolutamente insuficiente para mejorar y acercar a la paridad el aún escaso porcentaje de mujeres que acceden a cargos electivos de decisión.
Ya en el siglo XXI, han seguido formulándose diversas propuestas para superar la histórica exclusión de las mujeres de las listas partidarias”, comenta el citado libro “Al fin ciudadanas”.