La escritora Bea Bosio habla con Augusto dos Santos para el programa “Expresso” del canal GEN. Sus sensaciones al momento de narrar una historia para que pueda llegar al público. Asegura que hay un gran sector de la población juvenil que está interesado en consumir historias, pero que lo hacen a través de otras plataformas. Dice ser una enamorada de las novelas históricas.

  • Fotos: Roberto Zarza

ADS: Un amigo, Andrés Gelos, dice que una historia mata un silencio. Se refiere al hecho de que los conta­dores de historias recogen insumos mágicos de la que alguna persona tuvo y no contaba o no difundía.

– Absolutamente de acuerdo. Creo que en este proceso maravilloso que fue estar con ustedes en los domingos de La Nación, que entre paréntesis, agradezco la oportunidad.

– ADS: Agradecidos esta­mos nosotros..

– Sobre todo el liderazgo tuyo y de Marycruz (Najle) también que me dieron mucha libertad. Y creo que eso es muy impor­tante a nivel creativo. Uste­des no me ponían, no me baja­ban una línea de lo que tenía que escribir o cómo tenía que escribir, y en un mundo donde se bajan muchas líneas, eso es muy refrescante. Enton­ces fue un viaje maravilloso, donde realmente pude tener la libertad de explorar distintas cosas que fueron llegando a mí.

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– ADS: Y romper silencios.

– De manera diversa. Algu­nas veces como confesiones, algunas veces como algo que me llamaba la atención. Y así fui entrando en la historias de la gente.

– ADS: Es curioso porque hoy hablamos como con más libertad de las his­torias, tenés una madre que es historiadora. Está­bamos muy condicionado en el pasado, muy reglado por la dictadura, a pen­sar que la historia es sola­mente una formalidad de contar hechos reales, no? hechos reales que no tienen la posibilidad de la poesía del relato.

– Yo soy una enamorada de las novelas históricas. Justa­mente por eso. Porque encuen­tro que en esa dimensión humana que adquiere un per­sonaje histórico, es como que me hace que me interese más la parte meramente fáctica. Yo por ejemplo soy pésima con el tema de las fechas y las cosas así muy de memoria, y vi que podía culturizarme, y fue un gran descubrimiento. Recuerdo que una vez leí un libro que se llamaba María Antonieta, que fue Pulitzer, y me había regalado Patapila ese libro. Y fue maravilloso, porque fue entrar dentro del personaje de esta mujer, y siempre yo había aprendido, a que ella, bueno no sé por qué pero te cuento, medio a repudiarla, a encontrarla casi totalmente ajena a la realidad que Francia estaba viviendo en ese momento. A partir de este Pulitzer, muy interesante, muy bien fundamentada, y creo que se llamaba abundan­cia. Te das cuenta que también era una nena. Superchiquita. Que la separaron de la madre y cuando empezás a entender su proceso, es como que te da una dimensión humana que hace que la mires con un poco más de benevolencia, entendiendo su condición histórica. Bueno, qué se yo, entonces empecé a tener este amor inmenso por ir descubriendo a los personajes a partir de eso.

– ADS: ¿A propósito de eso, viendo la riqueza que tiene las historias de la gente de a pie, de gente que probable­mente no llegue a estar en la cima de un monumento, digo, estas historias de per­sonas que nunca llegan a la fama, también tiene mucha empatía con los lectores, no?

–Sí, totalmente. Son dos cosas; por un lado, en este libro de crónicas, en mi clase de la universidad cuando tenía que mencionar a un personaje que estudiábamos, ponele Julio Correa, ponele Manu, me daba cuenta con los alum­nos de que cuando le contaba las pequeñas anécdotas, les interesaba muchísimo más, porque tenían una dimen­sión humana de ese perso­naje. Entonces, por ejemplo, vos podés saber que Felicia fue una gran docente, que fue esta persona superimportante, yo cuento una anécdota de ella con mi tía y cómo antecede ante mi abuelo, para que ella pudiera seguir lo que a ella le gustara. Ese compromiso real de una docente y el respeto que ella inspiraba.

– ADS: Ese otro factor Bea que tiene que ver con dibu­jar una época, no importa de cuándo era, pero dibujar una época de otra perspec­tiva. Son personas que no aparecerían en los libros de historia, sino que tampoco aparecerían en los diarios.

Exacto. Y también están las personas que no se destacan públicamente, pero que se des­tacan de forma gigante. Creo que durante la pandemia, una cosa es salir a buscar las his­torias y otra es cuando nos llamamos al confinamiento. Y ahí me pareció que cuando todo era tan incierto, me pare­ció que era bueno buscar his­torias de encanto. Buscar historias que pusieran cada domingo, no sé, visibiliza­rán esa gran valentía de los médicos, verdad? las cosas que hacían que luchemos, esa humanidad, y ahí por ejemplo encontré historias superlin­das. Una por ejemplo que me llegó, sucedió en un super­mercado de Luque. Por ejem­plo es totalmente porque me contó como vos decís, alguien que estaba embarazada de ese silencio, y era la histo­ria de un estudiante médico joven, paraguayo, que estaba en la fila del súper y se encon­tró con un médico exitoso de Estados Unidos, que por esas circunstancias estaba en el lugar formando la fila para entrar al centro comercial, y entonces le hace un par de pre­guntas y terminan hablando, y el joven estudiante de medi­cina le dice, voy a dejar medi­cina, porque no voy a poder pagar, estamos todos con el trabajo de mi mamá. Termi­nan hablando, intercambian datos, una semana después, le llega a ese estudiante toda la biblioteca del médico de Esta­dos Unidos que vino a visitarle a la madre, antes de que se cie­rre la frontera. Y con una nota que decía: No desistas.

– ADS: La pandemia como que fue un escenario muy rico en temas de historias, Bea?

– Sí, súper. Porque fue algo totalmente nuevo para todo. Nos transformó.

– ADS: Nos cambiaron el escenario.

– Profundamente.

– ADS: Se acabó el territorio de lo previsible.

– Totalmente. Fue genial, por ejemplo, que entré en conver­saciones y tengo relatos sobre eso. Quise meter en este libro porque dije, fue un momento histórico importante. Aun­que ya no esté la pandemia, ese momento, verdad. Por ejemplo, las relaciones, en un mundo donde la inmediatez hace que todo sea mucho más físico, muchas relaciones ges­tadas en pandemia se basaron mucho en el contenido. Por­que vos tenías que hablar con la persona, porque no la podías ver, estar con esa persona.

– ADS: Pero el principio de esto de recoger historias se basa justamente en el diá­logo, porque el ejercicio fun­dacional de las historias es vos hablando con una per­sona que te cuenta.

– Y también experimentar. Selva por ejemplo es una maes­tra de Bañado Norte, que lle­vaba las tareas en canoa. Y ella por ejemplo, yo me subí en la canoa y me fui con ella a repartir las tareas de los niños. Porque de esa manera podría escribir mejor, porque es vivencial. Es maravillosa ella. A ella se le ocurrió hacer por radio la transmisión de las tareas, por radio 1300 AM, Fe y Alegría, y ella, seguramente, como vos decís, no va a estar en el busto de una plaza o lo que sea, pero es una maestra que cuando uno habla con ella, convencida de su misión, de una manera que uno quiero dibujarla y replicar 1.500 Sel­vas por todo el país.

– ADS: Yo tengo cierta esperanza que los chicos están volviendo a leer, y quizás también ha sido una bendición de las redes y de los nuevos formatos de comunicación, el instalar la palabra historia. Quizás no signifique lo mismo hoy, pero historias, en el con­tenido, en el corazón es lo mismo. Hablamos del tes­timonio de algo.

– Yo te voy a contar. Yo tenía mucha inseguridad con lo que yo escribía, porque como que yo escribía mucho hacia el alma. Porque era pensar, a quién le puede gustar? a la señora viejita que ya está existencial, quizás así. Eso te cuento algo superíntimo. Yo pensaba eso. Cuando empecé a contar mis historias en Instagram, me empezaba a hablar personas de ambos sexos, de distintas edades. Los compañeros de mi hijo a veces me dicen “che tía que buena historia” y ahí me doy cuenta que finalmente, el sen­tir es universal. Es transver­sal, y bueno, apela a todas las edades.

– ADS: ¿Cuál es tu ritmo de escritura, más poco de lo que quisieras?

– Sí, exactamente. Más poco de lo que quisiera.

– ADS: Esta es una historia fantástica, que habla de la muerte de un niño indígena, en una calle, en Asunción. Mandioca y menta’i, mita’i sin nombre. Hay muchas historias en el centro de Asunción, no?

– Hay muchas historias y esa en particular. Cuando yo me enteré, me dio mucha, no sé, me indignó muchísimo. Era mbya, él. Y nada, me dio mucha rabia y a veces uno, dice, bueno, le voy a dar un nombre. Era NN, y después de unos días, porque seguí, bueno, tenía un nombre, un origen, una familia. Y enton­ces ahí usé por ejemplo una técnica, en donde por flash, obviamente eso sí voy como un cuento, porque Lorenzo ya estaba muerto, y cómo sería un niño creciendo, mbya, en el interior y decide venir. Acá él no tenía antecedentes, se acostó a dormir en una parada de bus. Y un vehículo hace la circunvalación de la cuadra varias veces, controlando que no hubiera cámara que lo filme. Y lo dispara. Y lo malta.

– ADS: ¿Lo mata con la acti­tud del cazador, no?

– Sí. Tanto me indignó esa noti­cia. Me pareció tan injusto. El joven tenía solamente el pecado de la pobreza. Creo que usé mucho de la técnica litera­ria para al menos devolverle la dignidad del nombre. Sé que no es fácil leerla, porque quizás lo escribí desde la indignación, entonces es fuerte.

– ADS: Tenía un amigo jesuita que, como los proble­mas de los niños de la calle siempre fue un problema de Latinoamérica, me decía, está bueno ayudar, pero nunca te olvides de pregun­tarles el nombre. No porque no tengan, sino porque a la sociedad muchas veces no le interesa.

– Así es. Tal cual.

– ADS: Y hay texturas que tiene que ver con la fe, par­ticularmente con María Auxiliadora, qué te une con María Auxiliadora, más allá de la fe?

– Bueno, los años me han vuelto muy analítica y natu­ralmente eso hace que uno cuestione un montón de cosas que tiene que ver con la fe, que finalmente es una gracia y que hay que mantener. Como yo soy hija de un padre muy cre­yente, que aunque era cientí­fico, porque mi papá era cien­tífico, siempre tuvo la gracia de conservar su fe desde niño. No pasó lo mismo con­migo. Es decir, papá conservó todos los ritos y demás cosas. Yo muy mariana, sobre todo se requiere ser muy valiente, para declararse agnóstico, en los momentos duros de la vida, porque es aceptar esa soledad existencial gigante y que uno está solo.

– ADS: ¿Cómo se tiene que ser valiente para declarar en estos tiempos del des­creimiento de la fe también, no? Porque vivimos en un mundo del hipercuestiona­miento.

– Sí, totalmente. Pero imagi­nate lo que yo siempre hablaba con mi marido, porque él era agnóstico. Y yo le decía, yo admiro tu valentía. Yo me muero si es que sé que no hay nada, que no hay nadie, nada en qué aferrarme.

– ADS: Y en ese diálogo con los chicos de las universida­des con los que compartís, ¿cómo ves el interés de ellos por la lectura, por lanzarse a escribir?

– Hay una academia muy linda que lleva mi compañero Javier Ojeda y tengo varios chicos que escriben. Y una de las cosas lindas que aprendí también es que cuando uno le invita al diálogo, cuánto se aprende de ellos. Por ejemplo esto, habla­mos de religión, y te empiezan a tirar cosas desde otra visión generacional.

– ADS: Las generaciones han sido siempre trinche­ras..

– Y eso yo amo, porque tanto tienen para dar los alumnos, pero muchas veces nos pone­mos nosotros a dictar aula y a repetir sin escuchar, y cuando de pronto le das la oportuni­dad. Y a veces estoy de acuerdo y en otras disiento. Pero inte­resante cuando les escucho y sí creo que como profesora de literatura, pero dentro de la carrera de periodismo, gene­rar el pensamiento crítico es casi una obligación.

– ADS: Este libro te conduce a alguna otra idea parecida de cara al futuro

– Sí, obviamente me gustó muchísimo toda la experien­cia. Amé, y vuelvo a agrade­cer. Porque yo siempre escri­bía a fuerza de inspiración, pero la profesionalización de las letras viene a fuerza de sudor también, y de tener como una fecha de entrega, también eso me dio el diario La Nación. Tenía que buscar, escribir, entregar a tiempo. Y eso ha sido maravilloso.

– ADS: ¿Te parece que hay un esfuerzo suficiente, o tendría que invertirse más, en eso de enseñar a escri­bir historias, a meterse en historias por parte de los chicos?

– La verdad que no quiero hablar digamos en que no sé cómo hacen en los demás sitios educativos. Sí me parece que hay una avidez de contar his­torias, las ganas y el conoci­miento están. Cambiaron las plataformas, tal vez, la dura­ción de atención quizás dura menos. La narración de micro­rrelatos tal vez sea lo intere­sante ahora. Y yo creo muchas veces la gente menosprecia ese deseo de formación y de lec­tura en la gente joven, que yo creo que sigue estando.

– ADS: Mi teoría es que tam­bién subestimamos cuando hay un planteo muy abso­luto de que los jóvenes leen o escuchan por poco tiempo.

– Muchos cambiaron también en audiolibros, por ejemplo los podcast, se escucha en la ida y vuelta del trabajo.

– ADS: ¿Hiciste un viaje al Chaco en un momento dado, no?

– Fue genial. Fue como una suerte de retiro espiritual para mí. Pasó lo siguiente; La pastoral estaba llevando víve­res para el norte y las rutas estaban inundabas. Y enton­ces la manera de llevar fue en un barco. Y cuando me entero que eso se hacía, y entonces le pedí al coordinador de la Pastoral si podía ir y él me dijo que sí. Y el desafío final es que yo no sabía cómo iba a ir, ni dónde iba a dormir, ni nada de eso. Me presenté con un bolsita y partimos de Puerto Rosario. Nos monta­mos a la noche, llegué con mi mochila, no le conocía a nadie. Y conviví con una tripulación de 16 personas de río más una de la pastoral social que viajó conmigo y llevó varios días el viaje. Fue genial, fue aprender un poquito los tiempos del río, la paciencia, el estar desco­nectada. Escuchar las voces en la radio de cómo todo se mueve en guaraní. Las tone­ladas de barcazas, todo un universo. Me acuerdo que me encontré con una profe a la vuelta, porque cuando volvíamos yo iba a bajarme en Vallemí, pero llegó el pa’i Cislao, que es un padre de Puerto Casado, y me pidió que bajara porque se enteró que yo escribía y me pidió ayuda para escribirle una historia. Yo tenía que volver en bus, pero él me insiste. Y entonces, dale, dale, una noche nomás que­date. Y al día siguiente, le pre­gunto cómo hago para volver, y me dice que hay una balsa de don Sartú que cruzaba a Tres Cerros, otra localidad cerca de Vallemí, y ahí coincido con una maestra rural. Y entonces hablamos y le pregunto dónde iba, y me dice que iba al cajero. Se iba con su moto, en la balsa, de Puerto Casado a Vallemí, para cobrar su sueldo.

– ADS: ¿Contás también en tu libro una de las histo­rias más apasionantes de Paraguay que es la historia de Manuel Ortiz Guerrero, verdad?

– Ahí hice como una sem­blanza, verdad, porque a Manu lo estudiamos en la clase. Por­que a los chicos le encanta esto del mito. Y él tenía mucho de eso, con su sombrero, con su capa, además que tenía esta condición de la piel.

– ADS: ¿Y tu experiencia de publicar esas historias en una edición semanal, te trajo, digamos el retorno de las personas?

– Esa fue una de las cosas más maravillosas, porque yo creo que soy una relatora bastante moderna, porque a pesar de los años, mi base es Instagram, y luego fui al diario y ponía mi mail, y tengo las historias más maravillosas, como la de este padre por ejemplo, que es un señor de Concepción, que seguía mis relatos y empieza a escribirme y me comen­taba las crónicas y siempre yo le respondía. Y un día mi hijo se casa y quiero que me ayude a escribir. Y yo le digo, no sé cómo ayudarlo, por­que no lo conozco a su hijo y si usted escribe algo, le voy a ayudar. Cuestión entonces que me pasa la carta, y enton­ces yo lo que hago son peque­ños arreglos, algo de estruc­tura y cosas así, y se la mando. Y me dice cuánto le debo, con qué le pago? Me pide la direc­ción, y a la semana me llegan tres litros de miel pura que me envió del campo. ¿De parte de quién? De mi lector de Con­cepción. Cuando yo escribo la historia de María Auxilia­dora, que tiene que ver con mi padre, con el vínculo de fe. Y yo cuento esta historia con mi papá, que tiene que ver cómo voy perdiendo la fe a medida que me voy volviendo más grande. Cuando el está con un derrame y va a terapia inten­siva y yo empiezo a hacer una oración que brota de mí, y yo digo que desde el lugar donde me cabe, que del amor salió. Y yo mismo me sorprendo. Y digo de memoria una oración a María. Pongo las manos hacia el techo, él no podía hablar, estaba con el respirador, y empiezo a rezar, bendito sea tu pureza, esa oración. Y me viene completo. Y todos los días que voy a visitarle le hago esa ora­ción. Y así funciona el pensa­miento mágico. Bueno, final­mente Papá muere, yo nunca lloré. Cuando estaba en terapia vuelvo a poner la mano con él, el día que muere, y siento que él reza conmigo, antes yo sen­tía que rezaba por él, como si yo fuera la voz de este hombre tan piadoso. Entonces cuando él muere, siento que yo me quie­bro toda, ante la muerte ya, y siento que yo estoy rezando para mí. Y elijo como compa­ñía, ante todo lo que se viene después, del diagnóstico de cáncer de mi marido, luego su muerte, en los momentos más duros que yo digo, que papá me puso en la boca, esa oración antes de irse.

– ADS: Qué potente fue tam­bién para tener una reflexión sana sobre la muerte, no, más franca ¿Hay de futuro de planes nuevos al respecto de escribir?

– Creo que sí. Siempre me va a gustar esto de escribir las microhistorias, salvo que se pre­senten proyectos y me anime a hacer algo más ambiciosos. Me encantaría poder escribir una novela, pero creo que sigo toda­vía encontrando mi voz.

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