Por Carolina Vanni, carolina.vanni@nacionmedia.com - Fotos: Christian Meza
En una siesta cálida, monseñor Adalberto Martínez Flores conversó con La Nación sobre lo que significa ser el primer cardenal paraguayo de la historia, electo por el papa Francisco. Nos acercamos a su pensamiento, ideas e historia personal en un mano a mano interesante y enriquecedor.
Ya pasado el mediodía de un día con amanecer frío y siesta cálida, luego de varios compromisos previos el arzobispo metropolitano y recién anunciado cardenal del Paraguay, monseñor Adalberto Martínez Flores, recibió al equipo de La Nación/Nación Media en la sede de la arquidiócesis.
Tras asumir como arzobispo las responsabilidades aumentaron y su agenda estaba cargada de compromisos. Con el nuevo anuncio que llegó desde el balcón de la Basílica de San Pedro aumentaron los deberes considerablemente, así como también los pedidos de audiencias.
Apenas nos convocaron cruzamos el corredor colonial en el que resaltan los grandes ventanales y llegamos a una de las oficinas cuyos pisos de baldosa y muebles antiguos están perfectamente conservados. En la habitación las sillas, sillones y una mesa estaban dispuestos a un costado, pues allí previamente se grabó un programa.
Mientras esperamos fue inevitable observar en las paredes los retratos de todos los ex arzobispos de Asunción, la mayoría en blanco y negro, así como otros cuadros del siglo pasado. Pero también vimos una fotografía a todo color del electo cardenal del Paraguay con el papa Francisco.
Desde antes de iniciar la entrevista el repique de campanas ya nos había indicado que habían pasado las 12:00 del mediodía. Sin embargo, el arzobispo se dispuso a recibirnos con su característica sonrisa y buen humor.
Durante la entrevista buscamos conocer más de quien asumirá como cardenal el 27 de agosto próximo en el marco de un consistorio convocado por el Santo Padre. Él nos habló de su vida, de sus padres Esmeralda y Aureliano a los que no solo los resaltó como ejemplares sino, además, cabezas de una familia que dio contención y riqueza espiritual a sus hijos pese a las necesidades.
Se refirió también a los jóvenes como la primavera y la fuerza de la Iglesia, pues en ellos florece la esperanza. No obstante, dijo que para volver a traerlos es necesaria una Iglesia que entusiasme.
Habló, además, de su viaje a Roma para el consistorio donde oficialmente será cardenal y acudirá con su vestimenta escala para recibir la birreta y el anillo cardenalicio. Y ya como miembro del colegio cardenalicio, le tocará debatir sobre lo que espera a la Iglesia católica con la nueva Constitución Apolítica y las reformas de la curia. Recordemos que los cardenales pertenecen al clero de Roma y ayudan al Papa en el gobierno servicial de la Iglesia.
- Nos gustaría conocerlo un poco más, saber de Ud., su familia, que la feligresía pueda saber de dónde viene el primer cardenal del Paraguay.
- Yo provengo de una familia muy linda, mi mamá se llamaba Esmeralda y mi papá Aureliano; y tengo 3 hermanos. Somos cuatro hijos en la familia. Yo nací en Asunción. Mis padres estaban en Chaco’i en ese entonces y mi mamá tuvo que cruzar el charco para que yo naciera aquí. Somos una familia humilde, mi papá trabajaba en el Ministerio de Salud, era guarda sanitario (se empieza a escuchar el repique de las campanas de la catedral, son poco más de las 12:00). Por guarda sanitario se entiende aquellos funcionarios que trabajan en el ministerio como enfermeros en los pueblos. Eran enviados en los centros de salud y en aquella época había pocos médicos, entonces, él estaba entrenado en primeros auxilios, y por su puesto en enfermería, y por eso recorrimos bastante el país. Y todo en familia.
En ese sentido yo puedo decir que soy de una familia con unos padres que realmente se dedicaron a sus hijos. Éramos varones y necesitábamos límites porque éramos cabezudos cuando niños. Y ellos nos ponían límites, y creo que eso nos ha ayudado bastante para crecer con disciplina y ver el amor en ellos, dos personas que se querían. No es que estaban sin problemas, como en todo matrimonio los había, pero lograban superar esas situaciones con el cariño que se tenían. Permanecieron casados por casi 58 años. Realmente en ellos siempre vemos un ejemplo. Ahora que mis padres están en el cielo, los hermanos seguimos muy conectados. Tengo uno en Guatemala, está casado con una guatemalteca, y otro en EEUU, casado con una de Medellín, y otro hermano que está aquí con quien compartimos bastante.
- ¿Cuándo Ud. sintió la vocación del sacerdocio?
- Cuando era joven, cuando tenía 18, 19 años. Participaba de algunas reuniones con la Obra de Dios del Opus Dei. Era un joven universitario, estudiaba economía en esa época y participaba de las tertulias, tenía también mi director espiritual. Pero creo que la puerta de entrada de la Iglesia propiamente (se escuchan nuevamente los repiques de campanas) fue con el camino que es ahora a la obra de José María Escrivá, fundador del Opus Dei. También después conoció el movimiento de los focolares, la obra de María donde con jóvenes amigos veníamos el karaku del evangelio tratando de amar a Jesús, de seguir a Jesús y sobre todo descubrir el rostro de Jesús en los más pobres. Así íbamos a llevar alimentos a los más necesitados, visitar las cárceles, también cantábamos la alegría de ser cristiano con los jóvenes. Yo siempre pienso que los jóvenes necesitan de mucho afecto y cariño, que deben contar con orientaciones en su vida y para mí, encontrar aquello fue realmente orientador en mi vida. Encontrar como un sentido en la vida, sobre todo en este peregrinar en la tierra porque, a veces, parece estar sin sentido, absurdo, con desesperanza (…). No es que haya tenido problemas con jóvenes, fue una época brava y estábamos viviendo con muchas restricciones, ya sea en la misma institución donde estudiaba en el sentido de la plena libertad y después allí sentí el llamado, era para seguir su Iglesia con los sacramentos. Mi vocación primaria fue más bien hacer eso, trabajar como laico, después migré a los EEUU y allí me encontré con migrantes de distintas latitudes y sobre todo de Latinoamérica y el Caribe. Allí también trabajaba para el sustento de mis estudios y vivía laicalmente.
- ¿Qué fue lo más difícil que le tocó vivir como religioso?
- Las dificultades no faltan. Yo fui consciente de que al dar este paso en el ministerio sacerdotal me iba a encontrar con dificultades en el paso con momentos de alegría y momentos difíciles, porque uno quiere adherirse plenamente a la vida de Jesús, al evangelio, y sabemos que Jesús también tuvo sus momentos difíciles. (…) No sé cuál fue más difícil de todos realmente, pero seguramente algunas situaciones donde tuve que abrazar a Jesús crucificado, la falta de diálogo o las dificultades con algún sacerdote que se ha tenido, que son los primeros colaboradores del obispo (…). Me recuerda mucho a lo que decía Juan Pablo II a los sacerdotes justamente, que abrazando a Jesús crucificado en las pruebas que da la vida (…), sobre todo en esos momentos difíciles como la muerte de los padres, los amigos. En esta pandemia el no poder libremente salir y visitar las comunidades, (…) hemos pasado momentos difíciles durante estos dos años, pero con la fe hemos aprendido a sonreír y a hacer, como decía mi mamá, hacer de tripas corazón. Ella usaba mucho esa expresión porque realmente en la pobreza que nos tocó vivir, nosotros vivíamos la riqueza de la fe y, sobre todo, de la familia reunida. Creo que esa fue nuestra mayor riqueza, no teníamos casa propia por muchos años, pero realmente, nuestras raíces no eran la casa misma sino el hogar, la familia donde hemos encontrado mucha contención, mucha riqueza.
- ¿Ud. alguna vez se imaginó que sería cardenal?
- No, nunca. Ni en mi más remota imaginación pudiera pensar en algo así. Pero asumo este nombramiento del Santo Padre con mucha obediencia y con mucho amor. Porque sé que es un gran regalo para el país.
- ¿Cree que el Papa lo eligió porque siente que Ud. es un pastor con olor a ovejas?
- Creo que es una buena pregunta para hacerle al Santo Padre. Es siempre él quien elige a los obispos y en este caso también a los cardenales. Seguramente él consulta con otra persona. Cuando estuvo aquí yo lo conocía, pero así de paso, estuvimos también en la visita ad limina allá en Roma donde pudimos intercambiar algunas palabras, saludos… pero la elección de cardenal sobre todo es atribución exclusiva del Papa. En el caso de los obispos se hace vía Nunciatura, son consultas a personas que conocen al candidato, pero en el caso de cardenal es atribución plena del Papa.
- Ud. fue obispo auxiliar en el pasado, ¿qué siente al volver a este lugar como titular de la Arquidiócesis?
- Yo siento que en este tiempo he madurado bastante porque en 24 años uno siempre… como que va creciendo en fe, en experiencia de ser obispo. Yo cuando comencé de ser obispo no sabía mucho (…). Creo que los años de estar aquí antes fue un tiempo de preparación para volver a la Arquidiócesis, que es una jurisdicción muy importante, y me siento muy honrado por la designación del Santo Padre.
- Ud. siempre apoyó mucho a los jóvenes, los lideró incluso; cuando asuma como cardenal, ¿seguirá trabajando con la juventud?
- Sí, de hecho, nosotros como obispos de una jurisdicción tenemos el encargo de pastorear a todos (…). A los jóvenes siempre los consideré primavera de la Iglesia. En ellos florece una gran esperanza porque son los portadores de la antorcha de la fe. Están llamados a ser como evangelizadores, apóstoles de otros jóvenes, así como ha sido María Felicia de Jesús Sacramentado, que, en su vida desde muy joven ha abierto senderos para que ella pudiera trabajar con otros jóvenes y las domésticas. Ella incidió en la vida de muchas personas jóvenes y creo que en ese sentido hay que darles a ellos el protagonismo. Entre ellos también hay muchos liderazgos (…). Muchos jóvenes dejaron la pastoral de la juventud u otros movimientos por la pandemia y es tiempo de regresar. Los jóvenes necesitan mucha atención, mucho afecto y también reconocimiento de parte de la Iglesia. Y agradecerles por todo lo que están haciendo porque muchos están en los movimientos, están en la liturgia, son servidores, por eso decían que en ellos florece mucho la esperanza en un país eminentemente joven, entonces, creo que los jóvenes son la fuerza viva de la Iglesia.
- Sin embargo, se ve cierto distanciamiento de la juventud de la Iglesia. ¿Qué se puede hacer para volver a atraerlos?
- Se necesita de una Iglesia que entusiasme con testimonio de vida. He visto muchos jóvenes que trabajan con los adictos (suena nuevamente la campana), lastimosamente las drogas han entrado bastante. Siempre hubo, pero creo que se ha incrementado con esta cuarentena. Las drogas van destruyendo la salud pública y a muchos de nuestros jóvenes. Pero hay otros jóvenes que al ver la necesidad de otros incluso se inclinan para ayudarles y trabajar en algún aspecto de la promoción, y sobre todo de la reinserción y de rehabilitar (…). Necesitamos una Iglesia que salga en búsqueda de los más pobres y más necesitados, trabajar mucho en el país sobre todo (…), trabajar por ellos, por los que han caído en drogas: niños, jóvenes y adultos.
- A María Felicia la beatificaron siendo Ud. obispo de Villarrica, ¿podemos esperar que ella llegue a los altares siendo Ud. cardenal?
- Creo que depende del Espíritu Santo y por donde sople. Creo que hay razones suficientes y sobre todo un milagro para que podamos presentar a la Causa de los Santos, tal vez primero al Arzobispado de Asunción para que eso pueda ayudar para su canonización y para que sea elevada a los altares como santa. Esperamos que sea muy pronto y realmente ella como personalidad, como persona, como perfil, reúne todas las características para que pueda acceder a los altares como santa Chiquitunga.
- ¿Cómo van los preparativos para la asunción de su nuevo cargo?
- Yo me voy a Roma en dos etapas. Ahora mismo el 20 de junio para recibir el palio arzobispal, como arzobispo de Asunción, y vuelvo para la asamblea de obispos que tendré en los primeros días de julio. Luego estaré regresando a Roma para el 27 (agosto). O sea el palio arzobispal estaré recibiendo de manos del Papa el 29 de junio, que es la fiesta de San Pedro y San Pablo. Luego aquí ese palio se impondrá al arzobispo en los primeros días de julio. La birreta cardenalicia y el anillo estaré recibiendo el 27 de agosto. Y estaría yéndome unos días antes para este preparativo. Ese día (el 27 de agosto) y al siguiente tendremos la misa con el Santo Padre todos los cardenales nombrados y constituidos y, después tendríamos una conferencia sobre la nueva Constitución Apostólica que se llama Predicar el Evangelio, que fue publicado recientemente el 6 de julio y que habla de la reforma de la curia. Es una reforma que no solo afecta a curia en el Vaticano, sino a la Iglesia en todo el mundo.
- ¿Qué traerá consigo esa reforma?
- Son reformas que tienen que ver no solo con las congregaciones en Roma donde hay varias congregaciones, de laicos, de la familia, de la comunicación católica, de la migración, la doctrina, entre otros. En sí la doctrina tiene que ver también con las reformas administrativas que nos a toca todas las diócesis del mundo para transparentar el manejo de la Santa Sede. Desde hace tiempo el Papa viene trabajando en esto para que se convierta en una Constitución Apostólica y, sobre todo, lo que tiene que ver con la Iglesia misma, el Papa mismo habla de que la Iglesia no está para hacer carrera sino para ser servidora. Y es contra el clericalismo para buscar puestos de poder; de una Iglesia servidora más que de poder.
- ¿Es este el nuevo reto, que la Iglesia nuevamente pase a estar al servicio de la gente y no del poder?
- Creo que eso durante el pontificado del papa Francisco hemos notado, también anterior a él, Juan XXVI y también Juan Pablo II siempre se han caracterizado por eso, en el sentido de que la Iglesia está llamada para servir, para ser servidora, y el pontificado del papa Francisco, quien justamente eligió el nombre Francisco para dar una atención preferencial a los que viven en las periferias y que la Iglesia sea como un hospital de campaña y que atienda especialmente a los últimos, a los más necesitados, a los más pobres. De hecho, en el 2013, una de sus primeras visitas fue en Lampeduza, en una isla de refugiados donde muchos murieron por el camino. Con eso remarcó que su pontificado estaría encarado especialmente a los más necesitados. De hecho, acá, cuando vino, visitó el bañado y en todas sus visitas pastorales siempre les da una atención a los presos, a las mujeres sin distinción (…). En Jueves Santo lavó los pies para decirnos que él, como servidor de servidores, quiere servir a los más pobres y que toda la Iglesia del mundo está llamada en su magisterio y en su propia naturaleza a servir, a ser servidora, así como Jesús lo ha hecho cuando estuvo sobre la tierra.
- ¿El 27 de agosto será el momento en que recibirán las indicaciones del Papa como nuevos cardenales?
- Ese será el momento en que nos dará el anillo cardenalicio, que es el compromiso con la misma Iglesia, compromiso de alianza, de fidelidad a la Iglesia y, por supuesto que, al Romano Pontífice, y también recibiremos el birrete que significa esa disponibilidad como discípulos de Jesús, a dar la vida por la Iglesia. Y el cardenal estará en colaboración estrecha con el Santo Padre, podrá también ser elector por la edad misma de este servir, porque hasta los 80 años se puede participar de los cónclaves y elegir al Santo Padre. Pero más allá de eso esperamos que el Santo Padre esté mucho tiempo en su pontificado y podamos colaborar en algunas jurisdicciones, con esas coordinaciones pastorales están al servicio del todo el mundo y seguramente estaré trabajando con alguna parroquia de Roma. Estaré sirviendo siempre como arzobispo de Asunción, pero será un nuevo compromiso que implicará viajar más a menudo, pero siempre mi servicio será aquí en la Arquidiócesis de Asunción para ayudar a los obispos colegas en el Paraguay.
- Desde la Santa Sede corre el fuerte rumor de que el Papa podría renunciar y por eso hizo los nombramientos…
- No hay nada de cierto en eso y los rumores que habrá desconozco el trasfondo. Pero el Papa tiene programado hacer viajes mientras tenga fuerzas. Y realmente es un hombre muy lúcido, su magisterio es muy orientador. La Iglesia necesita del papa Francisco en este momento y por mucho tiempo.
- ¿Qué mensaje le deja a la feligresía?
- Necesitamos trabajar mucho con los jóvenes, las familias en este año laicado donde están asumiendo su propio protagonismo para renovarnos continuamente y para renovar el compromiso que tenemos con Jesús; para ser sal y fermento (…). Para que llegue la buena noticia a todos y hacer desaparecer desesperanza, la corrupción, todo lo que tenga que ver con los obstáculos, las drogas, tráfico de drogas, crimen organizado que destruyen el tejido social de la nación y van creando mucha desconfianza. Y en este tiempo electoral en que vamos entrando, tiene que ser una carrera por trabajar por el bien común no solamente para posicionarse políticamente (…). Cuando vino el Papa no estaban permitidas las banderas políticas sino la bandera paraguaya, y en ese sentido, sí debemos trabajar por la única nación y por el bien común de todos, en especial por los más pobres y las personas necesitadas. Que sea un tiempo también… Las campañas son inevitables, pero que en tiempos electorales que sea siempre con las intenciones de corazón de trabajar por un país más unido, con mayor diálogo y con concertaciones que busquen puntos comunes para trabajar mancomunadamente.