Un contexto local de insatisfacción y el avance napoleónico sobre España se conjugaron para la consumación de la Revolución de Mayo de 1811 que conmemoramos ahora. La mirada de un historiador sobre esos días y el contexto en el que se desarrollaron.
- Por Jimmi Peralta
- jimi.peralta@nacionmedia.com
- Fotos Nadia Monges
“No fue fácil, a veces pensamos que nos acostamos el 14 de mayo siendo españoles y el 15 amanecimos paraguayos. No fue tan fácil. Fue un proceso lento. Fue un proceso complicado. Hay que recordar para evitar cualquier levantamiento y cualquier duda, esa Junta Superior Gubernativa todavía jura en nombre de Fernando VII, que es lo que se llama la máscara de Fernando VII. O sea, ellos juran gobernar en nombre del rey. Cuando se iza por primera vez la bandera tricolor, es 15 de agosto de 1812, dice en el diario sucesos memorables: ‘de un lado tiene las armas del rey y del otro lado tiene las armas de las ciudades’. Todavía un año y medio después estaban ahí, entre que sí y que no, verdad. No fue fácil”, comenta el historiador Herib Caballero Campos respecto a los avatares de legitimidad, que se dieron luego del proceso revolucionario del 14 y 15 de mayo de 1811.
La historia socialmente es ese relato fundamentador donde se espera descansen los cimientos del presente, desde donde se explicarían las debilidades y fortalezas del hoy, es el previo hilvanar del destino que sigue su camino. Sin embargo, la historia cada vez más se resiste a ese lugar cargado de relatos, y como ciencia plantea nuevas miradas, nuevos datos e interpretaciones, por fuera del rol instrumental que le pudo haber dado alguna vez la política.
El Dr. Caballero Campos, investigador del Paraguay colonial y con publicaciones sobre la Independencia del Paraguay, habló con el Gran Domingo de LN sobre el contexto en el que se dio la revolución, en el marco de la celebración de los 211 de la gesta heroica.
LA ASUNCIÓN DE AQUEL TIEMPO
–¿Cómo era la Asunción de comienzos del Siglo XIX?
–Asunción no tenía más de 10.000 habitantes, se terminaba en la calle México. Donde hoy está la estación y la Plaza Uruguaya, que era el convento de San Francisco. Tenía cinco iglesias: San Francisco, la Encarnación, la Merced, la Catedral y San Blas, donde era la iglesia de indios y negros. El Colegio Seminario de San Carlos, que funcionaba donde es la Cámara de Diputados, dio un poco de vida intelectual a la ciudad.
–¿Y económicamente?
–Económicamente estamos en un momento de mucho crecimiento, de mucho comercio, desde que en 1779 se introdujo la moneda metálica. Los principales rubros de exportación, aparte de la yerba mate, eran la madera, el azúcar, el tabaco y se construían barcos. Entonces, había mucho dinamismo dentro de la plaza comercial de Asunción en esos años, principalmente en tiempos de cosecha. De hecho, eso se nota en las construcciones. Las casas eran mucho más precarias antes, incluso de las de las élites. Entonces ahora, ya las élites comienzan a construir de otra manera, o sea, la Casa la Independencia es un ejemplo, la Casa Viola, en la Manzana de la Rivera también, que son las que sobrevivieron, porque lamentablemente nosotros decimos que amamos la historia, pero vivimos echando edificios.
PARAGUAY, CENTRO DE LA CONQUISTA
–¿La revolución se daría en 1811 como resultado de una cuestión de identidad nacional o crisis con las metrópolis?
–El tema es que el Paraguay es el centro de la conquista y después de la separación en 1617 de la jurisdicción de Buenos Aires, se generan una serie de rivalidades desde el punto de vista económico, pero ¿qué es lo que le pasa al Paraguay durante toda la gran parte del dominio español? El Paraguay fue un territorio de frontera, un territorio periférico, un territorio que no tenía mucho interés para grandes corrientes migratorias. Vos en Paraguay tenés una gran masa mestiza o indígena, que habla guaraní. Con una serie de características muy peculiares, donde no circulaba la moneda metálica, una provincia pobre que vivía de un producto que para explotarlo requería muchos recursos, y que le daban lo mínimo, que era la yerba mate. Entonces, el Paraguay tenía una protoidentidad cultural. No podemos decir todavía que era una nación. La historia tradicional paraguaya dice que ya éramos una nación, y que agarramos la madurez en 1811, eso desde la teoría política es imposible, o sea, tu identidad tiene que tener un discurso. Cuando las tropas van a pelear en Paraguarí, Tacuary, van con el grito de ‘viva el rey’, no dicen, ‘Viva el Paraguay’.
–En términos de ideas, ¿se rastrea algún motor que haya ayudado para la consolidación del proceso independentista?
–En 1781 o 82, el gobernador Pedro Melo de Portugal recibe la orden de confiscar todos los libros del “Contrato Social” que encontrase en su jurisdicción. Él reporta haber encontrado cinco libros. Cinco para la Asunción de esa época, que no tenía más de 100.000 habitantes todo el Paraguay, era un número interesante, para lo que podía ser la élite y todo lo demás. Lo interesante de la configuración de Pedro Melo de Portugal es que él no dice a quiénes le confiscó. O sea, no les entregó a los que leían al ginebrino. Félix Azara, que fue un comisario demarcador que estuvo en Paraguay entre 1785 y mediados de la década del 90 y después se va a Buenos Aires, dice ‘los hijos odian a sus padres’. Refiriéndose a esas tensiones que había entre criollos y peninsulares. Entonces él planteaba, al igual que en su momento lo hizo el Conde de Aranda, de que la monarquía se tenía que cambiar y hacer algunas reformas en cuanto a su administración en América. Pero, esas voces de esa gente ilustrada que se estaba dando cuenta de que había cosas que estaban cambiando no fueron escuchadas por el gobierno español. De que había esas tensiones, sí las había. Ahora, esas ideas de libertad por libertad misma, no. Hay algunos intentos, pero no son todavía rebeliones desde el punto de vista político.
UNA PROVINCIA “CONFLICTIVA”
–¿España era consciente de ese malestar?
–El Paraguay también tenía una característica, y ese dato aparece en varios informes de varios gobernadores a fines del siglo XVIII, que dicen que el Paraguay era una provincia levantisca. O sea, que como son pobres, como están marginados, son conflictivos, tenga cuidado, sepa como gobernadores. Desde Sanjust en adelante, todos nuestros gobernadores son gobernadores militares, son militares de alta graduación, salvo el caso de Lázaro de Ribera, que era capitán.
–¿Qué peso tuvieron en el proceso de mayo las invasiones napoleónicas?
–Si no se hubiese producido lo de la crisis del trono vacío en 1808 con el rapto de Bayona, de Fernando Séptimo y Carlos Cuarto, por parte de Napoleón, y después la nominación de su hermano José Bonaparte, al que le llamaban ‘el usurpador’, yo creo que iba a ser diferente el proceso. Esa crisis del trono vacío es la que termina dinamitando todo. Nada de lo que ocurre entre esos años, 1809 en adelante, se explicaría sin lo que ocurre en Bayona en 1808. Se forma la Junta Suprema Central, y se tiene lo que Jeremy Adelman, un historiador norteamericano, ha trabajado mucho, la retroversión de la soberanía. El rey es soberano por gracia de Dios, pero a través del pueblo, no por gracia divina directa. Entonces, cuando el rey no está, la soberanía vuelve al pueblo. Eso fue sumamente revolucionario. Entonces las juntas que se forman tanto en España como en América, representan a los grupos de la sociedad, la corporación civil, a la corporación militar. Estas situaciones son las que finalmente permiten que vaya generándose un ambiente.
–¿Estas corporaciones están siempre presentes?
–En todos los procesos hay civiles y militares, porque eran las corporaciones, o sea, era la corporación militar, la corporación civil y la corporación eclesiástica. Eso viene del antiguo régimen. Por eso, en todas las juntas vos vas a encontrar, desde la Junta Suprema Central, hasta las Juntas de todas las provincias. En el caso nuestro tenemos dos militares, Yegros y Caballero; dos civiles, Francia y De la Mora; y un cura, que es Bogarín. Lo mismo ocurre en Buenos Aires. Lo mismo ocurre después en otras juntas, o sea, son las corporaciones las representadas en estos movimientos.
–¿Fue la revolución lograda sin resistencia?
–Después de la revolución el gobernador va a intentar por todos los medios recuperar el poder con apoyo de los portugueses. Justamente se adelanta la revolución porque teníamos el peligro portugués, ya que vino Abreu para ofrecer las tropas, eso a través de la presencia de la corona portuguesa en Río de Janeiro. Hay un intento de contrarrevolución de la élite española, principalmente los comerciantes, que se producen en setiembre de 1811, pero es totalmente de derrotada. Porque se sabe y la logran abortar.
–¿Existe una pata económica que haya empujado a consolidar la revolución, o una hipótesis al respecto?
–¿Quiénes son los que terminan apoyando a Francia? ¿Quiénes son los que terminan apoyando la posición más dura con Buenos Aires de no esperarle y proclamar la República? Son justamente esos pequeños y medianos propietarios. Branislav Susnik llama los que tenían un concepto de ‘valle-patria’, los que vivían en el Valle de Pirayú, el Valle de las Cordilleras, en Paraguarí, donde se concentraba la mayor parte de la población. Y que tenían un sentido de que ellos estaban siempre perjudicados en esas relaciones comerciales con Buenos Aires. Entonces, que ellos consideraron sumamente válido el tema de pensar en un camino independiente.
–¿Se puede decir que se vio una transformación social inmediata tras la revolución?
–En el caso del Paraguay y en general en los primeros años casi no hubo mayores diferencias. Los criollos sustituyen a los peninsulares. Y eso es lo que ocurre. En cambio, nosotros nos encontramos con el caso aquí del Consulado de Yegros y Francia que prohíbe el matrimonio de los españoles con otras mujeres blancas, o sea, ahí les dan una muerte social, después ya les prohíben ser padrinos, a participar de un montón de eventos. Después imponen los impuestos revolucionarios. A quienes tenían que debilitarle política, social y económicamente, era a los peninsulares. Los criollos ocupan ese espacio.