Una reflexión sobre la libertad de prensa y la libertad de expresión que en estos días se debaten en distintos foros en el mundo. El autor participa activamente en los mismos y analiza la situación actual en el mundo y especialemente en la región.
- Por Ricardo Rivas
- Periodista
- Twitter: @RtrivasRivas
Algunos compañeros y compañeras, entre ellas mi jefa en el diario, Maricruz Najle, me preguntan dónde estoy. En qué temas ocupo mis horas que no me permitieron escribir mi Cierta Historia Incierta del domingo pasado. Les cuento. Desde algunas semanas estoy en viaje por nuestra región.
El Sur, también existe. Pasé por el Honorable Senado de mi querida República del Paraguay; por el Consejo de la Transparencia de Chile; y, ahora, en este minuto, participo con pasión de los debates que aquí, en Punta del Este, Uruguay, desarrollamos dentro del marco de las reflexiones que genera y propone el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Es mucho lo que está en juego para nuestros pueblos que incansablemente aspiran en su conjunto al bien común. Y, para ello, quieren y deben hablar. Quieren y deben expresarse. Quieren y deben demandar a los y las gobernantes en tránsito para vivir mejor hoy y sentar las bases para que vivan mejor que hoy sus hijos e hijas. Pude percibir que somos millones las y los que queremos soñar nuestros sueños para vivir nuestros sueños cuando dejen de ser parte de lo onírico para soñar otros sueños en democracia y libertad. La democracia –inviable sin libertad– es imprescindible asumirla como un asunto pendiente. En cada ejercicio respiratorio, puede ser más democrática la democracia como libre la libertad. Caminar las calles de Asunción, de Santiago, de Montevideo, de Punta del Este, de Buenos Aires y, por mis recuerdos acumulados, de donde fuere, permite percibir esos deseos de más. De mucho más. Junto con ciudadanos y ciudadanas en muchos lugares participé y viví con ellos y ellas sus demandas que expresan siempre de viva voz mientras caminan por las calles de donde fuere.
LA BASE DE LA DEMOCRACIA
La libertad de expresión, no tengo dudas, es base sustancial para alcanzar la democracia en libertad. Aprendí junto con miles de periodistas, en el trabajo cotidiano, el valor de hablar sin miedo. Sin temores a represalias. Avanzamos. Especialmente en los últimos treinta años en los que –además de ir por más– en las vidas de miles de millones de personas en la Aldea Global irrumpió la tecnología con avances imparables aunque aproximadamente todavía el 40% de quienes habitan el planeta están sin acceso. Desigualdad digital. Aun así, crece la preocupación para poderosos y poderosas. Los misterios de Estado se fragmentan. Aunque todavía no lo suficiente. Se caen, en algunos casos, pero otros se mantienen ocultos. Intensamente, junto con la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), vamos por la libertad de expresión y el acceso a la información pública en cada uno de nuestros días. Las metas se alcanzan. No con la rapidez que imaginamos, primero y, deseamos después, pero se alcanzan. Cuando comenzaban los ‘90 en el siglo pasado, solo una docena de países tenían en sus legislaciones leyes de acceso a la información pública. En la segunda década de esta centuria, son unos 130 los que ya la tienen. Avanzamos. Y algunos resultados están a la vista. “Los papeles de Panamá”, “Los papeles de Pandora”, la depredación democrática que algunos gobiernos desarrollan con Pegasus –un software para espiar, para violar las intimidades en línea de periodistas, defensoras, defensores, promotores y promotoras de los derechos humanos– quedaron expuestos globalmente.
LA MISIÓN DE CONTAR HISTORIAS
Los presuntos delitos cometidos por el rey emérito de España, Juan Carlos I, quedaron al descubierto como consecuencia de tan reveladoras como sólidas y fudamentadas investigaciones periodísticas que dieron respuesta al deseo de españolas y españoles de saber. La monarquía, en ese reino se ve obligada a cambiar porque la sociedad, a través del periodismo, accedió a aquellas informaciones que debían ser publicas y, finalmente, lo fueron. Un puñado de días atrás, Felipe VI, el heredero de aquel, marcó un hito histórico. Dio a conocer públicamente su patrimonio. Avanzamos. Aunque con niveles de tragedia ya que, en los años más recientes, más de 400 periodistas fueron asesinadas y asesinados por contar historias. Esas historias reveladoras que van en sentido opuesto a los deseos de transparencia y de acceso a la información de los pueblos. Lloro con sus familiares, amigos, amigas, compañeros y compañeras al tiempo que levanto sus banderas para continuar. Debemos seguir con esto de contar historias. Eso es hacer periodismo. Es la misión de periodistas y medios independientes, plurales y libres. El Objetivo para el Desarrollo Sostenible (ODS) 16 de la que se conoce como Agenda 2030 lo propone claramente en sus 17 metas o objetivos globales para construir “sociedades justas, pacíficas e inclusivas”. Con mi colega periodista, hermano-amigo Mauricio Weibel Barahona y más de una treintena de periodistas, comunicadoras, comunicadores, académicas, académicos y organizaciones sociales, en noviembre 2014, en la capital Uruguay, convocados por la Unesco, cooperamos para co-redactar ese ODS que un año más tarde, integrado a la Agenda 2030, se propuso al mundo desde la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU). Avanzamos. Aunque –hay que admitirlo– con la pandemia de Sars-Cov-2 y sus efectos, inesperadamente, fuimos arrollados por la más grande ola de desinformación en la historia de la humanidad que, no por casualidad ni caprichosamente, se conoce como “desinfodemia”. De tan alarmante y nociva que es –porque todavía perdura– la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el 9 de abril del 2020, emitió una declaración que desde su titulo es contundente: “Covid-19 y derechos humanos. Los problemas y desafíos deben ser abordados con perspectiva de derechos humanos y respetando las obligaciones internacionales”.
(https://www.corteidh.or.cr/tablas/alerta/comunicado/declaracion_1_20_ESP.pdf). Quien quiera oír, que oiga. Quien quiera leer, que lea. Es preciso asumir que la información al igual que los medios independientes, plurales y libres, son bienes de interés público a proteger. A sus principales vectores operativos, las y los periodistas, las y los comunicadores, es necesario constituirlos en ese sentido. Por esa razón son atacados y atacadas por autócratas y anócratas que, con esas acciones violatorias de los derechos humanos van en sentido opuesto al Estado Democrático de Derecho y sus estándares internacionales. Las periodistas y comunicadoras –es necesario destacarlo– son atacadas con muchos mayor ferocidad y encono. Clara violencia de género. Tanto en línea como físicamente. Es responsabilidad de los estados la protección de estos grupos de riesgo, de estos grupos vulnerables integrados por trabajadoras y trabajadores de la información. Sin periodismo independiente, libre y plural, luchar contra la corrupción, contra quienes violan los derechos humanos, contra quienes actúan criminalmente contra el medio ambiente, contra las matanzas y los genocidios que avasallan poblaciones indefensas en no menos de 10 guerras que en estos tiempos se desarrollan en diversas zonas de nuestra Aldea Global, será inconducente. La libertad de expresión y la libertad de información ayudan a garantizar públicos y audiencias informadas para que respeten y hagan respetar sus derechos. Estos derechos –es preciso destacarlo– son requisitos previos sustanciales para la democracia y son base de toda protección social para evitar conflictos. Avancemos.
EL ACCESO A LA INFORMACIÓN
El acceso a la información pública a través del periodismo y de los medios independientes, plurales y libres, sepan que se encuentra, además, bajo asedio digital. Es urgente que lo reconozcamos. La vigilancia y el toxing digitales para desprestigiar a estos trabajadores y trabajadoras, entre otros modus operandi contra la información pública y quienes se informan para informar, son las herramientas preferenciales –los buques insignia– de quienes apuestan a la desinformación en propio beneficio. Por esa razón y bajo ese lema, estamos reunidos aquí, en Punta del Este, junto con media docena de Premios Nobel de la Paz y un candidato a ese galardón en 2022, el artista ítalo-argentino Odino Faccia, preocupados por y para construir democracias para la paz con más acceso a la información pública y ejercicio pleno de la libertad de expresión. Entre ellos, se encuentran los colegas periodistas María Ressa, filipina y Dmitri Muratov, ruso, quienes fueron premiados por la Academia de Oslo el pasado 10 de diciembre del 2021 por defender la libertad de expresión. Avanzamos. Desde esa perspectiva, hoy más que nunca antes, es imprescindible que las y los hacedores de políticas públicas prioricen a la hora de proyectar legislaciones o legislar las TRES P –Prevención, Procuración de Justicia y Protección para periodistas, comunicadoras y comunicadores– y, las TRES D –Democracia, Derechos Humanos y Desarrollo Sostenible– para co-construir estados Democráticos de Derecho. Sin estos institutos, señoras y señores, damas y caballeros, compañeras y compañeros, lectoras y lectores, todas y todos, todo lo que digo, todo lo que digamos sobre transparencia, sobre libertad de expresión, serán palabras –mis palabras, nuestras palabras– las que caigan en el vacío o, como se suele decir popularmente, serán categorizadas jarabe de pico. Nada nuevo.
TRAGEDIAS SOCIALES
La democracia, no fue, no es ni deberá ser retórica. Lamentablemente, desde la vieja Roma, sabemos de situaciones parecidas que condujeron a enormes catástrofes cuando no a tragedias sociales. Alguna vez, justamente en la capital italiana, un académico brillante, Umberto Eco, durante una sobremesa con un reducido grupo periodistas latinoamericanos que lo invitamos para cenar, contó que, cuando los Césares peroraban o abogaban expresándose en favor de la ciudadanía a la que prometían normas que luego, por la razón o la sin razón que fuere se incumplían, lo que claramente deterioraba y deterioró al Imperio Romano hasta derrumbarlo, como la historia muestra que sucedió, los más veteranos senadores –en voz baja– solían expresar descreídos y despectivamente: flatus vocis. Valga ese latinazgo hasta nuestros días. La protección de la libertad de expresión como base del derecho de acceso a la Información, es obligación de los estados en procura del bien común La transparencia –como valor a alcanzar y aún como derecho humano fundamental– se apoya en esos pilares. En esa platea. En esos ejes. La historia hace docencia. Lo onírico también. Los sueños de libertad, igualdad y fraternidad –junto con lo aprendido en el tiempo y del tiempo– ayudan para construir y fortalecer la democracia con materiales nobles. Sin libertad de expresión es imposible reclamar ni demandar derechos. En eso no debería haber dudas. Por esas razones estoy de viaje y, por ellas, quiero seguir haciéndolo.