Por Toni Roberto, tonirobertogodoy@gmail.com
¿Se puede viajar al túnel del tiempo a partir de un legendario colegio? Hoy Toni Roberto nos confirma llevándonos a recuerdos del viejo Dante Alighieri sobre la legendaria calle Alberdi, que mañana lunes 14 de marzo cumple 127 años.
Caminar por la calle Alberdi, entrar a la ex casa Egusquiza y encontrase con antiguas placas de bronce de generaciones de alumnos del Dante, seguir y llegar al viejo patio central donde se huelen, sonidos, canciones y el recuerdo de grandes profesores que pasaron por esta institución, abrir algunas de las altas y antiguas puertas de uno de los salones en doble altura y encontrarle a Gladys “Laly” Dávalos en el espacio que ocupa desde “tiempos inmemoriales”, subir las escaleras del fondo y llegar a la gran biblioteca del edificio de la Societá Italiana y charlar con las bibliotecarias Margarita Rojas y “Muñe” Aguilera Buongermini, es un verdadero paseo al pasado.
Charla de por medio, empiezo a recorrer los impecables y ordenados archivos fotográficos, en la memoria, se me entrecruzan “tiempos sin tiempos” en blanco y negro, una antigua foto de los años 30 con el título “Alumnos de ciencias”, se observa en él las paredes, vetustas imágenes de personajes importantes, un maltrecho mapa de Europa, neoclásicas vitrinas, una maestra de antes y los niños mirando a quién sabe qué antigua cámara de algún fotógrafo anónimo de la época.
De repente, miro a una vieja ventana y veo de lejos el moderno hotel Guaraní que apunta con el remate final de su arquitectura hacia el cielo, rodeado de “ochentosas” arquitecturas como diciéndome “acá estamos representando a otros tiempos”, yo desde el interior de la gran biblioteca Irene Borello de Amodei, sigo sumergido en una época “sin tiempo”. Suena el teléfono, es un largo mensaje de Hernán Salazar, alumno de la promoción 1968, quien cuenta emotivos relatos de su paso por el viejo Dante de los años 60.
FESTEJOS DEL 2 DE JUNIO
Formábamos fila, muchas veces en el sol quemante, ante la presencia del rojizo ingeniero Amodei, que atentamente inspeccionaba desde la alta terraza a más o menos cuatrocientos alumnos. En el turno de la mañana ya se habían hecho los festejos correspondientes.
“El ingeniero no estaba –a la tarde– para tolerancias. Impecable trajeado miraba una y otra vez, ‘¡Baudo!’, decía con voz atemorizante: ‘¿qué le pasa?’ y Baudo bajaba la cabeza, ‘de los Ríos entre en fila, se siente mal?’, al segundo volvía a salir de la fila. ‘¿Silveira, de qué se ríe?’, ‘Scavone, ¿perché guarda a Marta, no la ve hace días?’. Nadie escapaba a esa visión aguda de águila. El piano, quieto, la profesora alzando la nariz indicaba, ahora; en primer lugar, el Himno Nacional paraguayo y después el italiano”.
Así cuenta un pasaje del hermoso relato de sus vivencias el Dr. Hernán Salazar, yo sigo mirando añejas pero conservadas fotos por las “eternas dueñas” de este gran archivo, me encuentro con una que parece la máquina del tiempo de la música, es Isis Bárcena Echeveste en el piano; recuerdo el viejo salón de actos y ella delicada, pero firme entregada a la educación integral de sus alumnos, enseñando historias, más allá de la música. Las décadas se pasean por mis retinas, y al final del camino una foto de niños fechada en 1979 en el viejo patio de lo que fuera la gran casa de un ex presidente.
Al salir miro la calle desde el gran zaguán con la mirada eterna a La Rematadora, el negocio de los Redondo y a la elegante Conferencia Episcopal Paraguaya, eternos vigilantes del viejo Dante.
Por el camino un mensaje de Pedrito García Garozzo que me emociona; los recuerdos de su querido colegio mencionando con mucho cariño a doña Adela Motta Vda. de Almazio, con su egregia figura en la puerta del colegio, entregando a cada padre o madre –a todos los registraba en su prodigiosa mente– en forma personal a cada niño.
Un detalle muy particular, el Dante daba cada año una beca a Italia, los mejores alumnos del año 1966 fueron Mirta Soerensen y Carmen Codas, eso les otorgaba una beca completa para seguir una carrera universitaria, pero las dos renunciaron, entonces el tercer lugar tenía Helios Recalde, quien usufructuó la beca para medicina, se recibió en Pavía y hasta hoy vive en Italia. Nos cuenta Pedrito García: “Yo quedé cuarto en la tabla, pero si fuera el caso, estaba decidido a no dejar el Paraguay porque ya me había picado el bichito y ya estaba a full trabajando con papá en Corporación Deportiva Fénix”.
Al final me quedan en la mente esas fotos de aquel gran archivo de los recuerdos en blanco y negro en el primer piso del Dante, lo único que sé es que estuve en el túnel del tiempo de una parte de la educación paraguaya que empezara en el lejano año de 1895.