Por Esteban Aguirre - @panzolomeo Ñembonvivant
“¿Recuerdan los carteles que decían: “Hoy es el primer día del resto de tu vida”? Pues eso es verdad todos los días. Excepto uno: el día en que mueres” - Lester Burnham.
El otro día hablábamos con mi mamá, ña Martuchi, sobre una frase que ella repite cada tanto en ocasiones que para mí son poco propicias. A ella le resulta reconfortante, tanto la frase como el momento en que la utiliza para reflexionar. La misma dice “EN VIDA, HERMANO, EN VIDA”, el momento en que ella suele sacar a relucir esta máxima de vida es en velorios de familiares, amigos o conocidos por extrañar.
Hay una cosa agridulce de esta anécdota, siempre me generó una sensación de desconcierto, tanto a mí como a mis hermanos. Es como escuchar algo que sería genial de gritar en un cumpleaños con una copa bien en alto con una sonrisa en la cara vociferando “En honor al tío Pitoto, que hoy cumple novecientos pirulos bien vividos, elevo este elixir para desearte muchos años más y decirte simplemente ¡EN VIDA, HERMANO, EN VIDA!” o algo por esas líneas. Pero encontrarse tomando el peor café del mundo en el peor lugar del mundo, una especie de shopping de pésames en donde nos toca despedir al que ya no puede decir adiós, a la que ya no puede escuchar este brillante pedazo de consejo que propone vivir la vida estando vivo. Un despropósito, por ponerle un rótulo funcional.
“Respirar es arriesgar”, diría la lírica de Calle 13, simplemente estar vivos es desafío suficiente, cargarlo de cargas innecesarias y regordetas es un despropósito que propone el microclima humano al cual denominamos “la sociedad”. El descontento que uno puede o no tener en vida es –en su mayoría– autoinducido, no estoy diciendo que las cosas malas,
aleatorias e innecesarias no pasan en esta vida, para nada, inclusive tienen nombre propio, se llaman accidentes, son interrupciones que generan en general inmenso dolor y un análisis inmediato de la vida que teníamos, tenemos y podemos tener. La pregunta es ¿porqué será que la muerte es el sponsor más grande de una vida no vivida?
Hablando con mi hermano, en el intento de tratar de entender a ña Martuchi y su positiva frase de contexto negativo, nos encontramos con una ayuda no solicitada, un zapping necesario para el cerebro. En la tele la imagen de una bolsa volando en el viento grabada por una handycam nos hacía acordar del prolongado tiempo en que no veíamos la película “American beauty” (Belleza americana), casi 23 años para ser precisos. Qué extraña sensación la de volver a ver imágenes que cobran nuevo sentido en el pasar del tiempo.
Ese sentimiento que uno experimenta cuando lee “El principito” y la rosa cambia de persona al ritmo del cambio de nuestras vidas. La universalidad de una historia que evoluciona con los sentimientos que se encuentran presente en ese mismo presente. Este drama costumbrista de la sociedad americana que nos lleva de la mano de Lester Burnham (Kevin Spacey) por las penas y vanas glorias de una familia media de los Estados Unidos. El trabajo, el amor, el sexo, la infidelidad, la paternidad, las drogas (mejor dicho el ocasional porrito mañanero), la homosexualidad, la rutina… Lester, profundamente abandonado a una vida indeseada, se desinhibirá en un arranque de rebeldía que lo devuelve a la pasión por vivir cada día. Sin embargo, es el año en que sin saberlo le toca morir. Oportuna e irónicamente la noción de “en vida Lester, en vida” se hacía rotundamente transparente en el transcurrir de esta película.
Me pregunto si tal vez el miedo a la vida no se trata en realidad de un miedo de romper el statu quo, salir del guion y simplemente ser feliz, sino que verdaderamente se trata de un miedo a que todo se acabe precisamente en el momento en que encontramos felicidad. A no vivir la ironía de ser feliz al final del camino y sentir el arrepentimiento de toda una vida sin sal en los últimos minutos del partido. La calidad de los años debe pesar más que la cantidad, y si esos segundos son de felicidad absoluta, que cada segundo valga cada instante de años de vida viviendo “en vida, hermano... EN VIDA”.