Por Toni Roberto, tonirobertogodoy@gmail.com

Hoy Toni Roberto nos lleva a imágenes de amores de antes a partir del encuentro con un primoroso libro editado en 1993 por la Embajada de Italia en Asunción.

¿Qué tiene que ver el amor con la cacería? Todo.

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A finales del siglo XIX, el Dr. Doménico Scavone, oriundo de Tito (Potenza), había llegado al Paraguay de cacería desde San Pablo –Brasil–, donde poseía una clínica con el Dr. Luigi Zanotti Cavazzoni, pero el destino hizo que le encuentre acá al amor de su vida, María Luisa Chiriani, una de las fundadoras de la sociedad femenina “Margherita di Savoia”. Por eso, y porque vio que acá estaba todo por hacerse en el giro comercial que ellos tenían, decidieron venir e instalarse en el Paraguay. A partir de ahí, Scavone empezó a invitar a familias de Tito, un remoto pueblo del sur de Italia, a nuestro país, muchísimos “titeses” llegaron al Paraguay, en sucesivos arribos al Puerto de Asunción hasta principios de los años 50 del siglo XX, muchos con sus familias, pero otros inmigrantes solitarios que encontraron el “amor eterno”, acá, en el corazón de América del Sur.

Si bien los primeros italianos llegaron con Sebastián Gaboto, también es cierto que las primeras colonias italianas empezaron en Asunción con el Dr. Francesco Morra, médico y creativo empresario que fundó la Villa Morra en las afueras de ciudad allá por 1888, otras colonias italianas fueron creadas por el Dr. Paternó, quien fundó en 1897 la “Societá colonizzatrice italo-americana” que dio origen a la colonia “Trinacria” en el hoy departamento de San Pedro. Por diversos motivos este emprendimiento no corrió con la misma suerte del proyecto del Dr. Morra.

Antonio Pecci y Laura Saavedra. Asunción c. 1890.
Vicenzo Colombo y Angela Pusineri. Asunción, 1900. Fuente: “El bosque de la memoria”. As. 1993.

CAMINO DE AMORES

En este camino de idas y venidas, de amores y desamores a la italiana, se formaron muchas parejas que hoy integran la gran descendencia de italianos en el Paraguay, historias de novela como la mencionada del Dr. Scavone a partir de su afición a la cacería. Otras, también de grandes sacrificios como la de Antonio Pecci, llegado con sus padres en 1869, fundador de la primera fábrica de hielo, soda, gaseosas y fideos, implementando en el Paraguay el primer sistema de pozo semisurgente, de 80 metros de profundidad, quien se había casado con la señorita Laura Saavedra; la de Demade Morselli, quien conquistó a Margherita Colombo, que para 1904 ya tenía en la capital un distinguido negocio de enmarcados para cuadros; o la historia de Giuseppe Fassardi, quien llamado por su amigo Carlos Gatti llegó al Paraguay en 1897 y se casó con Amalia Vaccarello con la que tuvo cuatro hijos.

Es importante recolectar historias, si bien es cierto, siempre tienen un grado de subjetividad que nos lleva a “El bosque de la memoria”, nombre del primoroso libro editado en Asunción en el año 1993 por la Embajada de Italia en Asunción, coordinado por la embajadora María Antonietta Lintas de Grimaldi y diseñado por Gustavo Benítez; sin él no hubiera sido posible conocer detalles de este “pasaje de la comunidad italiana en el Paraguay” y a la generosidad de la genial doña Lita Pérez Cáceres que me hizo reencontrar con esta publicación extraviada.

Observando estas fotografías con hombres, con miradas, tal vez, “a ningún lado”, que dejando su Italia natal han encontrado en este territorio de dos grandes regiones y dos idiomas, el lugar donde compartir con sus compañeras de vida, ayudándoles estas a sobrellevar un mundo desconocido que convirtieron en el suyo apoyados por el amor de sus vidas.

Vincenzo Galasso y María Merolla. “El bosque de la memoria”. As. 1993.
Pedro Ciancio y Adela Sarubbi. “El bosque de la memoria”. As. 1993.
Demade Morselli y Margherita Colombo. “El bosque de la memoria”. As. 1993.
Antonio Gasparini y María Ferraro. Asunción, 1904. “El bosque de la memoria”. As. 1993.

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