Por Ricardo Rivas
Periodista Twitter: @RtrivasRivas
Se suele afirmar que en torno del 1581 –441 años atrás– algunas expediciones del reino de España llegaron hasta las inmediaciones de lo que hoy es Mar del Plata, unos 1.670 km al sur de mi querida Asunción. No son pocos, ni pocas, los amigos y amigas paraguayas que, en cada oportunidad en que nos reunimos, me cuentan de algún recuerdo que tiene de esta ciudad, otro de mis lugares en el mundo que ya ha cumplido –desde su fundación como pueblo– 147 años. Unas 700 mil personas habitan aquí. Soy una de ellas cuando aquí me quedo disfrutándola, porque legalmente resido en Paraguay. Su costa se extiende a lo largo de 47 km de playas con suave declive. Hay quienes aseguran que, cuando un bergantín español navegó frente a ellas, consignó en la bitácora que avistaba una “galana costa”. Si no fue así, me encantaría que así hubiera sido. Uno de sus puntos geográfico más emblemáticos es Cabo Corrientes. “El punto más cercano del continente sudamericano a Sudáfrica”, dicen nativos y nativas con indisimulado orgullo. Pero también tiene serranías, campos de pasturas verdes y blandas, arroyos, bosques, canteras. No le falta nada pese a estar golpeada duramente por las sucesivas caídas económicas argentinas. El 23% de su población activa esta sin trabajo. Las pobrezas y las indigencias crecen. Especialmente en las periferias. Se afirma que, poco más del 53% de su población es argentino migrante interno.
“HACER LA AMÉRICA”
En el pasado, españoles e italianos también se instalaron aquí con el deseo de “hacer la América”, como se decía cuando comenzaba el siglo XX. Lo hicieron en soledad, alejados del afecto de sus familias que quedaron en aquella Europa expulsiva y sin futuro claro. Dos guerras, más tarde, la arrasaron. El sector servicios –especialmente turísticos dado que se trata del principal destino interno para argentinos, argentinas, viajeros y viajeras del mundo, financieros y bancarios– lidera en la construcción de un PBI (Producto Bruto Interno) al que también aportan la frutihorticultura, el sector textil, las agroindustrias y, el principal puerto pesquero argentino en el que se desembarcan miles de toneladas anuales de pescados y mariscos que se procesan en tierra para el consumo interno argentino y la exportación. La más que cincuentenaria Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP) y la más joven Universidad FASTA, privada, forman profesionales altamente capacitados. El sistema educativo funciona en todos sus niveles. Sin embargo, todo esto puede cambiar. La posibilidad de una catástrofe medioambiental emerge como amenaza real. Tragedia y ecocidio parecen estar a la vuelta de la esquina. A través del inconsulto Decreto 900/21, del 30 de diciembre –oculto detrás de los limitados festejos de Noche Vieja como consecuencia de Ómicron, la variante más reciente del SARS-CoV-2 y de sucesivos días no laborables– el presidente Alberto Fernández autorizó la exploración y explotación hidrocarburífera frente de las costas marplatenses. Junto con el jefe de Estado, los otros posibles ecocidas son el jefe de Gabinete de Ministros, Juan Manzur; el ministro de Economía, Martín Guzmán y, su homólogo en la cartera de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Juan Cabandié. Este último funcionario, con la Resolución 436/2021, aseguró que el gobierno exigirá a la empresa Equinor Argentina “dar estricto cumplimiento a los términos del Plan de Gestión Ambiental”. Resulta increíble. De hecho, el límite sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es el Riachuelo, río pútrido que conforma una cuenca junto con el Matanza, desde 1811, está contaminado, muerto y, pese a continuos anuncios de saneamiento por parte de cada gobierno que llegó a la Casa Rosada –sede de gobierno federal argentino– no es posible percibir mejora alguna. La muerte de ese recurso acuífero fluvial emana con un olor fétido fácilmente olfateable. Es un solo ejemplo paradigmático. ¿Se puede creer en los contenidos del documento divulgado por el ministro Cabandié, habida cuenta de la repudiable historia local que reporta deforestaciones en selvas originarias, por ofrecer –a efectos de construir contexto que respalde la incredulidad social– solo un ejemplo más?
LAS REDES Y LA BRONCA
La queja, al igual que la resistencia social, no se hace esperar. Las redes dan cuenta de la bronca con amplitud. El rector Alfredo Lazzeretti, que conduce la universidad pública, es claro y contundente –el 3 de enero pasado– a través de su cuenta en la red Twitter @LazzerettiAR. “El desarrollo del futuro no se construye con las ideas del pasado. El último informe 08/2021 de los expertos de Naciones Unidas (IPCC) exige cambios radicales en la producción de Energía y Transporte. Plan para la Transición Energética YA, no planes para petroleras offshore”. ¿Qué es lo que incomprenden los gobernantes en ejercicio que, por si fuera poco, en noviembre pasado perdieron la más reciente elección parlamentaria y, en consecuencia, queda claro que también cayeron en la confianza pública de la primera minoría? “Por un Mar Argentino sin petroleras”, interpela un banner del que se apropió la población de Mar del Plata y millones de personas que viven lejos de aquí e incluso en el exterior. Con un vídeo que posteó en @ gmontenegro_ok, el intendente Guillermo Montenegro, no se quedó atrás. “Mi responsabilidad es defender a los marplatenses y cuidar a nuestra ciudad. Por eso quiero que sepan que desde que tomamos conocimiento de la resolución del Ministerio de Ambiente trabajamos para realizar una presentación judicial que frene esta medida”. Tan enorme como potente anuncio.
CIUDADANÍA AUTOCONVOCADA
La ciudadanía, sin más bandera que la de Mar del Plata, se autoconvocó masivamente en la Rambla –allí donde están los característicos lobos marinos de granito que diseñó el artista argentino José Fioravanti y esculpió el ciudadano esloveno Janez Anton Gruden, donde millones, alguna vez, se tomaron alguna foto– los acompañaron en el firme rechazo al Decreto 900/21.
La ciudad también dijo “no” a la exploración y explotación petrolera en el norte del Mar Argentino. “¡Vamos por más energías limpias, para frenar el cambio climático. Plan de transición energética YA!”, exigieron a voz en cuello. Se hicieron escuchar. El valor sustancial de la libertad de expresión para reclamar y peticionar en un Estado democrático de derecho. El obispo católico Gabriel Mestre, titular de la Diócesis local, también manifestó su oposición. Marplantense nativo y joven, muy respetado socialmente, a través de un comunicado diocesano que posteó en las redes y repitió ante los y las trabajadoras de medios, se plantó. Con claridad expresó “su preocupación por la exploración y explotación de hidrocarburos en nuestras costas”. Asegura entender “la necesidad imperiosa de aprovechar los recursos naturales, en un ámbito tan importante como es la energía, y la necesidad de atraer inversiones que favorezcan el desarrollo económico del país” pero, advierte, “no podemos dejar de manifestar nuestra inquietud ante un tema tan sensible para el impacto en el medio ambiente y para el desarrollo integral”. Luego, interroga e interpela al poder: “¿Se ha evaluado suficientemente el impacto ambiental que comporta? Por ejemplo: los riesgos de derrame de petróleo, las consecuencias negativas del fracking (componentes químicos, grandes cantidades de agua potable…); el impacto ambiental de otras formas de exploración y explotación; el peligro que comporta para la supervivencia de especies tales como la ballena Franca Austral, el pingüino de Magallanes, la reproducción de anchoítas, merluza y calamar entre otras; (y) las consecuencias que puedan tener para la industria de la pesca y del turismo”. Recuerda que “el papa Francisco en la Encíclica Laudato Sí, afirma que: ‘La tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes –sobre todo el carbón, pero aún el petróleo y, en menor medida, el gas– necesita ser reemplazada progresivamente y sin demora’” (LS 165).
Desde esa perspectiva, el obispo Mestre, reflexión: “A la luz de esta enseñanza, que encuentra consenso en el ámbito científico, nos preguntamos: ¿Esta resolución indica un camino genuino para un desarrollo sustentable a futuro?”. Con firmeza sostiene: “Hacemos nuestras también las palabras del papa Francisco cuando afirma que: ‘La Iglesia no pretende definir las cuestiones científicas ni sustituir a la política, pero invita a un debate honesto y trasparente para que las necesidades particulares o las ideologías no afecten al bien común’ (LS 188)”. Esa tragedia puede suceder en el mar territorial sudamericano. Semanas atrás, muy pocas, en la patagónica provincia de Chubut, el gobernador Mariano Arcioni, derogó la “Ley de Zonificación Minera”. Después de percibir la firme resistencia civil chubutense, que ocupó las calles y, lamentablemente, en algunos casos, con violencia y un grave y repudiable ataque contra el diario El Chubut con periodistas en su interior, el mandatario en @arcionimariano informó: “Hemos decidido derogar la ley e impulsar un plebiscito a nivel provincial para escuchar todas las voces del pueblo”. La fuerza del pueblo chubutense lo consiguió. Tal vez, se hayan mirado en el espejo de las explotaciones mineras en cuya provincia argentina de San Juan donde las operaciones a cielo abierto y el uso de arsénico aniquila el ecosistema y acorrala a quienes habitan en él. Lo que el presidente Fernández dispuso autorizar frente a las costas marplatenses no es nuevo. De allí la alarma local. A modo de ejemplo, información oficial de la cancillería ecuatoriana (https://www.cancilleria.gob.ec/wp-content/uploads/2015/06/Expediente-Caso-Chevron-abril-2015.pdf). “La empresa transnacional Texaco, comprada por Chevron en el 2001, operó en el Ecuador de 1964 a 1990. Extrajo millones de barriles de petróleo sin utilizar los métodos acordados en el contrato de explotación para la preservación de la naturaleza a pesar de que los patentaba y utilizaba en EEUU. Ocasionó graves desastres ambientales que nunca remedió y que han producido irreparables perjuicios a los habitantes de una zona de la Amazonía ecuatoriana”.
La cadena informativa France24, el 19/10/2021, bajo el título “El ‘Toxic Tour’ en Ecuador busca concientizar sobre los daños de la petrolera Chevron”, reporta que “en la Amazonía ecuatoriana, las víctimas de los derrames de petróleo han decidido convertir en turismo el desastre ambiental que han vivido durante décadas. Guiar a los visitantes con antorchas, a través de pozos petroleros y otros lugares contaminados es su forma de dar a conocer el ecocidio que se produjo en la región”.
La información precisa que “algunos lo llaman (al ecocidio perpetrado) el ‘Chernobyl del Amazonas’” y precisa que “entre 1972 y 1990 en el noreste del país, la petrolera estadounidense Chevron (entonces Texaco) causó daños irreversibles a la biodiversidad y las comunidades locales. Desde entonces, varias empresas ecuatorianas han continuado con la extracción de petróleo en la región, con cerca de 1.000 pozos petroleros actualmente activos”. ¿Es necesario historizar más? ¿No es suficiente con lo que sucedió en Ecuador? Argentina, a duras penas y con extremas limitaciones, en la ZEE (Zona Económica Exclusiva), que se extiende hasta la milla 200, puede intentar la depredación de la biomasa por parte de las flotas pesqueras que agotan los caladeros.
Incluso en el área de las Islas Malvinas donde las autoridades isleñas conceden licencias de pesca ilegalmente porque aquellos territorios están en disputa. ¿Podrá controlar a las petroleras? ¿El presidente Fernández, el jefe de Gabinete Manzur y los ministros Guzmán y Cabandié –transitoriamente a cargo de gestionar esas áreas– imaginarán que con un comunicado que es solo breve relato construido con palabras vacías de contenido, la ciudadanía marplatense y de las zonas cercanas bajarán los brazos? El petróleo, siempre y en todas partes, también huele a negocios tan oscuros como el aceite de piedra. Mar del Plata lo sabe y dice no.