- POR ESTEBAN AGUIRRE -
- @PANZOLOMEO
El domingo pasado se vivió una experiencia única, algo que no se vivía desde los 80. Por decirlo de una manera filosófica, el país se levantó con ganas de que le “chupe un huevo” el certamen de Miss Universo. No sé a qué se debe este fenómeno, tal vez a la ausencia de una Albirroja exitosa en los últimos 12 años, las ganas de sentirnos partes del mundo de la mano de un triunfo global de una compatriota, o tal vez simple y llanamente el carisma y garra de la Chilavert de la belleza, la miss Nadia Ferreira, ya fueron motivo suficiente para arrancar el fuego de la parrilla y esperar con ansias el resultado de la corona que determina la estética mundial y encuentra respuestas a preguntas como “¿Quién inventó la confusión?”. Será que el triunfo de una “paraguayita” (el diminutivo que con errónea humildad enfrentamos el mundo) es suficiente motivo para sentirnos de nuevo parte de un PARAGUAY con mayúsculas? Al oír “Y la nueva miss Universo es…” las horas de espera, las rondas superadas por nuestra reina, de 80 participantes a 16, de 16 a 10, de 10 a 5, de 5 a 3 y finalmente el mano a mano, que en sí ya era un logro único en la historia de nuestro país, que previamente llegó a estar dos veces entre las 5 finalistas de este certamen, parecían haber válido la pena. Ver videos en Instagram de personas en centros comerciales abanicando la bandera paraguaya como si Romerito estaba jugando en México o Pecci en Francia da la hermosa sensación de pertenecer a un colectivo de personas que comparten un mismo anhelo.
Y si bien la idea que propone Miss Universo, desde sus principios, no necesariamente sea algo que me convence ni entretiene, salvo ver el vestuario y la ocasional metida de pata de Steve Harvey, este año sentí ese sentir común de todo un país. Esas ganas de que el lunes sea feriado porque de todas las bellezas del Universo en nuestro país yace la más hermosa del reinado. Y, aunque esa frase con la que empecé este párrafo haya concluido en “...¡INDIA!” y no Paraguay, creo que las ganas de celebrar un gol no quedaron atoradas en la garganta. Creo que Nadia Ferreira sí trajo el triunfo para todos por el simple hecho de que nos invitó a volver a soñar con su diligente éxito. Y no es solo la frase con la que arribó al país –”¡Sueñen muy alto porque sí se puede!”–, sino el momento en que una figura pública emerge, en un momento en que creer en algo se hace casi imposible, menos en un país como Paraguay que con un cúmulo de experiencia en corrupción logró convertir una inimaginable situación como la pandemia en aun una peor experiencia humana, con hurtos y discursos vacíos. En ese árido desierto de los sueños llamado Paraguay, Nadia Ferreira emerge con un gran termo de agua y ganas de cebar una fresca ronda de tereré.
Lo que hizo nuestra reina fue plantar un árbol para todo un país, un árbol que vive dentro de la analogía de Martin Luther King “Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol”, y lo hizo ante los ojos del Universo, educando a todo un país que la esperanza es el sueño del ser humano que se encuentra despierto, atento y presente, consciente, consecuente y diligente. Sueños lúcidos que aún no han permitido ser corroídos por cinismo mal intencionado, sueños que se permiten aspirar a la belleza de todo un universo repleto de estrellas.
Gracias, mi reina.
“Si viéramos realmente el Universo, tal vez lo entenderíamos” - Jorge Luis Borges