Por Jimmy Peralta, jimmy.peralta@gruponacion.com.py
Desde el comienzo de la pandemia que nos preocupa y ocupa desde hace dos años, la ciencia y los científicos comenzaron a ocupar las primeras planas y ser protagonistas, algo a lo que no estábamos acostumbrados. En este espacio, un patólogo y un filósofo hablan respecto a la ciencia, los estudios académicos y el pensamiento en el marco del cierre del mes de noviembre pasado en el que se celebró a aquellos que no pueden detener su inquietud por comprobar una hipótesis: los investigadores.
“Se encuentra en el palco real una de las personas que han contribuido tanto en la respuesta de la nación a la pandemia, como a hacer posible este Wimbledon”, refiere la voz que no tiene rostro en el televisor. Solo se observa la imagen de una mujer sonrojada que toma cada vez más presencia en la pantalla. Los aplausos se multiplican y ya todo es ruido que envuelve al césped londinense. Esto ocurrió el 28 de junio de este año, el choque que convocaba entre Novak Djokovic y Jack Draper, solo fue una anécdota. En ese momento se exponía a la masividad el nombre de Sarah Gilbert, profesora de vacunación en la Universidad de Oxford y líder del equipo que creó una de las vacunas contra el covid-19, la de AstraZeneca. La ciencia se llevaba los aplausos del court central y del mundo entero, se valoraba desde lo humano su aporte fundamental.
Un año y medio antes, el 10 de enero del 2020, cuando el mundo ni pensaba en una pandemia, investigadores de China confirmaron la existencia de un nuevo coronavirus y publicaron su secuencia genética. Solo tres días después investigadores del Nacional Institutes of Hearlth (NIH) de EEUU y de la firma Moderna ya tenían diseñada una vacuna contra el coronavirus. Solo tiempo después esto fue noticia y la ciencia se ganó el asombro de todos.
El momento histórico de la sociedad global aún agobiada por la pandemia destaca la trascendencia de la ciencia para el bienestar social, económico y hoy por hoy para la sobrevivencia de los vulnerables. La labor de quienes la piensan, la viven y la desarrollan está en destaque. No hay nuevos conocimientos sin esas personas comprometidas en buscar nuevas preguntas y nuevas respuestas: los investigadores.
¿Cuál es la realidad de la ciencia en Paraguay? ¿Puede un país pobre darse el lujo de pensar en obtener su propio saber? ¿Cómo viven los investigadores paraguayos? ¿Quién convence a los políticos y a los ciudadanos de la importancia del conocimiento para el futuro del país? ¿Es viable ser solo un país espectador y consumidor de la ciencia de otros?
UNA MALA COMBINACIÓN
“El científico tiene una motivación profunda en querer descubrir, en querer ver más allá de lo que parece sencillo. En querer, digamos, ir llenando ese rompecabezas del conocimiento en las áreas que aún quedan por conocer. Entonces, la ciencia es una actividad altamente motivacional y vocacional. El hecho de estar motivado con la ciencia y vivir en Paraguay, por supuesto, no es la combinación ideal”, explica el doctor Antonio Cubilla, médico patólogo e investigador paraguayo que tiene una trayectoria con importantes aportes dentro de la ciencia, además, realiza una labor divulgativa y de militancia académica.
El pasado 8 de noviembre se celebró el Día del Investigador Paraguayo, en honor a los primeros investigadores categorizados dentro del Programa Nacional de Incentivos a la Investigación (Pronii), en el marco del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), ente rector del ámbito de la ciencia y tecnología, que tiene como función el financiamiento de las investigaciones.
Investigar en Paraguay fue y sigue siendo una labor que requiere afrontar múltiples dificultades. En las últimas dos décadas la inversión que el país realizó en el rubro de investigación y ciencia creció del 0,07% al 0,15% del PIB, cifra que ubica al país entre las últimas tres naciones dentro del ranking de América.
“Investigar es una tarea muy estimulante, una forma posible de encontrar respuestas, soluciones probables o, tal vez, más preguntas ante una o varias preguntas bien planteadas. La capacidad de buscar, indagar, corroborar, experimentar, es inherente al ser humano”, explica respecto al sentido de la búsqueda que realiza el investigador José Silvero, quien es un forjador del conocimiento en la rama de humanidades.
La apertura del proceso democrático dio oportunidad que se rompieran muchos años de silencio al que se forzó a la academia durante la dictadura de Alfredo Stroessner, además, la caída del régimen significó el fin de una práctica de represión que exilió y persiguió a intelectuales y amantes de la ciencia.
“En el Paraguay se tuvo tradiciones de investigaciones, generalmente realizadas por extranjeros. En el pasado vemos el caso de Azara, que a su paso por el Paraguay ha dejado unos legados significativos. Después hay otros nombres, todos extranjeros: suizos, alemanes, franceses, italianos: Hasler, Bertoni, etcétera”, comenta Cubilla.
Durante el siglo XX el desarrollo del conocimiento académico no contó con el protagonismo requerido de la universidad, que no tuvo como objetivo más que la reproducción de saberes ya logrados anteriormente en otros países.
“Hay una cantidad importante de proyectos que las universidades con más tradición han desarrollado y vienen desarrollando tanto a nivel nacional como internacional. Muchos de esos proyectos están financiados por el Conacyt, otros por organismos externos y/o empresas inclusive. Con pasos lentos pero sostenidos la investigación en el Paraguay va caminando hacia el lugar que le corresponde. Todavía hay un largo trecho por andar. Pero no debemos parar y lo más importante, hacer que todas las áreas del conocimiento se fortalezcan y reciban un trato merecido”, explica José Silvero, investigador en la rama de humanidades.
CRECIMIENTO INSUFICIENTE
“En el ámbito de las ciencias médicas yo diría que es muy poco lo que cambió, pero no diría tampoco de que el pasado fue notoriamente mejor que el presente. Yo creo que ahora hay más oportunidades y probablemente tendríamos que decir que la medicina está mejor ahora que anteriormente”, señala Cubilla.
Paraguay ingresa tarde al camino del desarrollo de la ciencia, su inversión está lejos de ser óptima y muchos menos compensatoria del tiempo perdido. Sin embargo, la inversión está y pretende ser constante.
“Creo que había entre 20 a 30 publicaciones científicas por año en revistas indexadas, antes del 2000. Y hoy está el número en más de 300 publicaciones, lo cual sigue siendo muy poco a nivel internacional, no es competitivo todavía el Paraguay con sus países vecinos, ni siquiera con otros países de Sudamérica”, comenta el doctor Cubilla, quien se formó en los Estados Unidos durante 10 años, y que hoy por hoy realiza investigaciones financiadas por sus propios fondos, por fuera del respaldo estatal.
LAS RAMAS DEL CONOCIMIENTO
El Conacyt organiza las áreas del conocimiento de la siguiente manera: ciencias agrarias, naturales y botánica; ingenierías y tecnologías, matemática, informática, física, ciencias de la salud, biología animal y química; y ciencias sociales y humanidades.
Silvero es filósofo, y su labor requiere pensar el presente, lo humano y la tecnología. Su línea de investigación versa “sobre el impacto de las tecnologías disruptivas en el campo de la bioética. Analizo desde las herramientas de la filosofía los grandes avances tecnocientíficos y todo lo que conlleva este ‘modo de estar en el mundo’ signado por la velocidad y la lógica digital”.
EL ARRIBO DE LA CIENCIA
Félix de Azara fue un militar, ingeniero, explorador, cartógrafo, antropólogo, humanista y naturalista español, quien con sus observaciones de la naturaleza paraguaya logró describir 448 especies, de las cuales la mitad eran desconocidas hasta ese momento. Azara y Francisco de Aguirre, gracias a su investigación demográfica del país, son los responsables de aportar cifras fiables respecto a cantidad de habitantes del Paraguay a finales del siglo XVIII.
Entre sus publicaciones figuran “Descripción e historia del Río de la Plata”, “Apuntamientos sobre la historia natural de los quadrúpedos del Paraguay y Río de la Plata” (Madrid, 1802), los “Apuntamientos para la historia natural de las Paxaros del Paraguay y Río de la Plata” (Madrid, 1802-1805).
Moisés Santiago Bertoni nació el 15 de junio de 1857, en Lottigna, Suiza, y se lo considera uno de los inmigrantes más extraordinarios que hayan arribado a tierras paraguayas. Sus estudios primarios y secundarios transcurrieron en un Liceo de Lugano. Su labor investigativa empieza en Suiza, con estudios de geografía, meteorología, estadística comparada, egiptología y filosofía.
Dedicó los 45 años de su permanencia en Paraguay a la investigación del clima, suelo, valores étnicos, conocimientos medicinales, extensión y cultura guaraní; así como de la flora y fauna. Publicó un total de 542 trabajos, de los cuales 107 salieron a la luz en Suiza, 28 en la Argentina y 389 en el Paraguay.
¿Por qué invertir en ciencia?
Al parecer, en Paraguay la inversión en ciencia no es producto de una visión estratégica del Estado, sino de la necesidad gestionada del investigador en saciar su sed de respuestas y de otras influencias.
Para el investigador Antonio Cubilla, en países con tradición científica la inversión en investigación es aceptada como necesaria para el enriquecimiento cultural, el desarrollo económico y la soberanía intelectual y militar.
“En países sin cultura científica como los nuestros es más difícil, habiendo tantas necesidades básicas y tan poco conocimiento sobre la ciencia, convencer a la sociedad y a sus representantes políticos y administradores, del valor de la ciencia y del gasto en la ciencia. Entonces, queda en manos de algún líder visionario o de los mismos científicos”, señala Cubilla.
Los países que ya se desarrollaron en la era industrial, que se dice superada por la vigente revolución, son los que hoy mantienen un alto nivel de inversión en ciencia: China 2,19%, Japón 3,26%, Corea 4,81%, Israel 4,95%, Suecia 3,38%, Suiza 3,37%, Alemania 3,07%, de su PIB.
Por su parte, Silvero comenta que justamente es el subdesarrollo un motivo por el que es urgente invertir en el conocimiento en humanidades.
“Si no indagamos en cuestiones centrales que hacen a nuestra condición humana es muy improbable que tan siquiera podamos esbozar un futuro medianamente esperanzador. Para comprender y asumir el sentido de esto que llamamos Estado Social de Derecho hay que forjar pensamiento crítico. Para asumir la responsabilidad de vivir en una República hay que haber leído un poco de filosofía. Para apreciar mejor la democracia y sus ventajas hay que revisar de vez en cuando las grandes conquistas de los filósofos. Y, finalmente, ideas ligadas al progreso, al bienestar e incluso a la felicidad, son temas de la filosofía”, comenta.
PÚBLICO Y PRIVADO
Tras la primera década del auge del smartphone a nivel global sigue pasando casi desapercibido que la inversión pública en tecnología y desarrollo fue fundamental para su concepción. Así lo explica la economista ítalo-norteamericana Mariana Mazzucato, quien en su libro “Estado emprendedor” (2011) detalla cómo los componentes tecnológicos del teléfono inteligente son posibles gracias a la investigación científico militar de las potencias mundiales, unos años antes.
“El Conacyt fue fundado por un grupo de ingenieros y empresarios que veían la necesidad de la ciencia para manejar mejor sus empresas, y le dieron a la institución esa tendencia que no ha perdido hasta ahora, la tendencia de favorecer las ciencias aplicadas por sobre las ciencias básicas, que les costaba entender y hasta hoy les cuesta entender, y eso es un problema”, comenta Cubilla.
Paraguay en un estudio internacional
El Dr. Antonio Cubilla trabajó junto a otros profesionales paraguayos en una investigación que a la larga habría ayudado para la creación de una vacuna contra el virus del papiloma humano.
”Hace unos años se desarrolló una investigación en Barcelona en la que participamos con cancerólogos paraguayos. Se documentaron miles de casos de tumores producidos por el virus del papiloma humano”, explica el Dr. Antonio Cubilla.
El virus del papiloma humano es causante de cánceres como el de cuello uterino, boca, lengua, ano, pene, vulva y vagina, entre otros. Cubilla tiene una larga trayectoria en ese campo de la investigación y aportó sus conocimientos de investigación a un trabajo internacional que concluyó en otro estadio en una vacuna.
“Como ya tenía bastante avanzado EL estudio de la patología del cáncer, en la parte descriptiva, a mí me tocó ver todos esos casos, la gran mayoría de esos casos, y me iba a Barcelona, digamos una vez al año, y me quedaba allá un tiempo a mirar casos con mis colegas internacionales de varios países y bueno. Esos materiales se sometieron a una detección de virus del papiloma humano, una gran detección de virus, y se publicaron unos 10 a 15 trabajos. Nosotros publicamos la parte paraguaya, que eran 200 casos de cáncer de pene, la parte de cáncer de cuello uterino, que eran 400 casos, eso publicamos nosotros por separado”, comentó.
La investigación internacional la desarrollaron grupos de España y Holanda, con el propósito de desarrollar una vacuna contra este virus.
“Es muy posible que hayan sido utilizadoS los datos de estos estudios para la creación de las vacunas, porque la vacuna se hace con base en los genotipos y nuestras descripciones fueron bastante originales, no las únicas, muchísimas otras personas también hicieron lo mismo. Entonces es imposible decir si nuestro trabajo fue el que generó la vacuna o no, imposible”, concluyó.