• POR ESTEBAN AGUIRRE -
  • @PANZOLOMEO

Una vez leí de la mente de James Webb Young, la bri­llante frase que decía: “El diccionario ante el ojo opor­tuno es una genial colección de cuentos cortos”.

Las palabras son símbolos. Esto quiere decir que tienen como referente objetos del mundo externo al lenguaje. Las palabras son un cierto tipo de representación cog­nitiva con las que conven­cionalmente se asocian las referencias de la vida. Las palabras vistas como símbolos engloban más que todo. Con una palabra podemos lograr reacciones de amor, odio, pasión, ira, humor, etcétera.

Podemos lograr que nuestras parejas nos “chapen” (que es algo que debería volver a estar de moda, basta de eso de atracar o apretar. A chapar se ha dicho) o nos preparen una hermosa cena romántica de algún locro suculento que quedó olvidado en una olla. También podemos ocasio­nar que nos manden a dor­mir al sillón por haber usado el término “interludio” de manera incorrecta… o algo por el estilo.

Muchas veces la palabra al aire libre logra arruinar el más hermoso pensamiento.

Cuántas veces hemos escu­chado un chiste, tal vez un refrán de boca del vocero equivocado y, simplemente, no causó la misma reacción que debió haber causado.

Hay palabras permitidas y otras que levantan una ceja. Hay momentos en que una palabra funciona y otros, en que no. Por ejemplo, una bocanada de groserías hacia senadores correteando por las calles de la ciudad de la furia (paraguaya), estuvie­ron perfectas. Repetir dichas palabras en un té canasta y lo más probable sería que se pierda la invitación de la tía Chiquitunga para el próximo encuentro.

Una verborragia de palabras es simplemente la forma de comprobar que las mismas sobran, el orden en que las usamos es lo que verdadera­mente importa.

Hemingway decía que “ahora” era una palabra curiosa para expresar todo un mundo y toda una vida. La idea que no trata de conver­tirse en palabra es una mala idea, y la palabra que no trata de convertirse en acción es una mala palabra. El desor­den de las palabras es la causa y efecto del bien y del mal, de lo que entiendo y no entiendo.

Existen guerras basadas en palabras y existen grandes historias de amor detonadas con palabras confabuladas con una sola letra.

Dicen que toda palabra dicha eleva un comentario contra­rio. Hoy, espero que éste sea el caso.

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