El docente, intérprete y compositor de guitarra clásica Felipe Sosa publicó en el 2019 una autobiografía titulada “Memorias del maestro, intérprete y compositor”, un valioso testimonio en primera persona escrito en un lenguaje sencillo pero estricto en cuanto a los datos cronológicos. Hoy lo homenajeamos con motivo del Día Internacional del Músico, que se recordó el pasado 22 de noviembre.
Sosa hizo sus primeras armas en el periodismo en el Instituto Americano, donde se graduó a los 23 años de edad, y condujo un programa musical de TV, por lo que el oficio no le resulta ajeno. Escrito en un lenguaje sencillo y por momentos ciertamente naif, es preciso destacar, sin embargo, la rigurosidad cronológica de esta autobiografía rebosante de entusiasmo al retratar una vida de película propia del American dream.
Según nos cuenta al principio de sus memorias, nació un 11 de abril de 1945 en Isla Florida, departamento de Caazapá. Siendo el menor de nueve hermanos, luego de la muerte de su padre migró a la capital con su familia cuando tenía cuatro años de edad.
Luego de ser detenido por su participación en la recordada huelga de 1959 contra la suba del pasaje, Sosa partió rumbo al Brasil para dedicarse al estudio de la guitarra.
Una vez en Asunción, a raíz de la apremiante situación económica de su numeroso núcleo familiar, trabajó de lustrabotas; sin embargo, desde muy temprano sintió el llamado de la música. Al principio soñaba con cantar en una banda y hacer acompañamientos en guitarra. Empero, todo cambió cuando fue a un concierto de Cayo Sila Godoy en el Teatro Municipal, quien presentó un repertorio de obras de Agustín Barrios, Isaac Albéniz, Johann Sebastian Bach, Francisco Tárrega, entre otros. En ese momento descubrió que su vocación era ese instrumento tocado con maestría y virtuosismo.
UN ENCUENTRO CASUAL
Desde el inicio su formación musical estuvo ligada a cómo la suerte se empeñó en sonreírle. Un día estaba trabajando en la Plaza de la Independencia cuando de pronto un hombre impecablemente vestido posó los pies en su caja: era nada más y nada menos que el maestro Cayo Sila Godoy. Tras el infortunado incidente de mancharle el pantalón, el niño se apuró en manifestarle el motivo de su distracción: la noche anterior había estado en el concierto que brindó en el Teatro Municipal de Asunción, le declaró su admiración y el deseo de ser un maestro de la guitarra como él. Godoy quedó complacido con el entusiasta neófito, le ofreció su amistad y le sugirió que fuera a tomar clases en el Ateneo Paraguayo, donde enseñaba Dionicio Basualdo, ex discípulo y amigo de Barrios.
Sosa cursó sus estudios secundarios en el Comercio 1 y cuando era delegado del cuarto curso, a los 14 años, participó de la recordada manifestación estudiantil de 1959 contra la suba del pasaje, que fue violentamente reprimida por el régimen de Alfredo Stroessner.
Felipe Sosa, durante el lanzamiento de su libro en la galería Agustín Barrios del Centro Cultural Paraguayo-Americano (CCPA).
Permaneció detenido durante dos semanas y poco tiempo después de ser liberado se decidió a organizar su viaje a la ciudad de San Pablo. Luego de una sucesión fortuita de hechos, de noches dormidas en la plaza y de largos ayunos involuntarios, logró encontrarse con el profesor al que estaba buscando, el pedagogo uruguayo Isaías Savio, quien residía en la ciudad brasileña.
Luego de darle clases gratuitas y de pagarle la pensión, el maestro intervino a su favor para que pueda ingresar al conservatorio a plena mitad de año. Con disciplina y dedicando nueve horas diarias a la práctica de la ejecución logró rápidos progresos y pronto se convirtió en asistente de Savio e incluso lo reemplazaba en algunas clases.
LA CONSAGRACIÓN
En aquel tiempo Herminio Giménez fijó residencia en la urbe paulista. El maestro, además de brindarle algunos consejos sobre sus estudios, también le tendió una mano y le dio trabajo en un sello discográfico, donde su labor consistía en copiar y preparar partichuelas para las grabaciones de orquestas dirigidas por Giménez.
Así, con trabajo y sacrificio, aunque también respaldado por una feliz sucesión de circunstancias, Felipe fue convirtiéndose en un referente en la enseñanza y en la interpretación de la guitarra.
A fines de 1964, cuando tenía 19 años, mientras se encontraba en Asunción, recibió una carta del maestro Juan Carlos Moreno González, quien lo invitaba a sumarse al plantel de docentes del Conservatorio Municipal que se estaba formando entonces bajo la dirección del creador de la zarzuela paraguaya.
Su primer encuentro con el público paraguayo lo tuvo en mayo de 1965 en un concierto a sala llena que realizó en el Teatro Municipal. El profesor Moreno González opinó entonces lo siguiente sobre su presentación: “Felipe Sosa está llamado a completar el triángulo de oro cuyas bases indiscutibles son Agustín Barrios y Sila Godoy. Su sentido de la expresión, el poder que posee en transmitir al auditorio la emoción e intención que emana de la obra, todas estas cosas que hacen al artista nato, están sustentadas por una técnica bien dirigida”. En 1976 participó de un seminario en la ciudad de Montevideo, donde ganó el primer premio del concurso de clausura durante unas jornadas de las que participaron cincuenta guitarristas de varios países latinoamericanos y europeos.
Asimismo, durante sus giras conoció y trabó amistad con importantes referentes de la escena artística nacional e internacional como el maestro Andrés Segovia, Luis Alberto del Paraná, José Asunción Flores, Atahualpa Yupanqui, Elvio Romero, entre otros.
LA VOCACIÓN DE UN MAESTRO
Su pasión por la labor docente le hizo declinar una oferta de radicarse en los EEUU y a “cercenar”, en sus propias palabras, su carrera de intérprete, ya que en la cúspide de su carrera en los escenarios se abstuvo de realizar varias giras con el fin de concentrarse en la formación de nuevos valores en la ejecución del instrumento.
Entre las distinciones logradas durante sus 57 años de carrera cabe mencionar la medalla Héctor Villa-Lobos, el Premio Nacional de Música 2009, Catedrático honorífico de la Universidad de Música de Seúl, miembro honorario de la Sociedad Guitarrística Madrileña, entre otras. Pero entre todos sus logros y condecoraciones, Sosa pone en primer lugar los 112 diplomas de profesorado superior de música otorgados en su conservatorio privado, anteponiendo sobre todas las cosas su vocación de maestro.
Tras haber grabado 18 discos, entre ellos el primero en la historia realizado en homenaje a Agustín Barrios, y con 155 piezas musicales compuestas, además de haber realizado conciertos en numerosos países europeos, americanos, asiáticos y del Oriente Medio, en el verano del 2011-2012 un infarto de miocardio severo lo obligaría a retirarse definitivamente de los escenarios. No obstante, hasta la actualidad sigue dedicándose a sus labores de docente y compositor de manera más distendida y en la medida en que su salud se lo permite.
¿Por qué los recuerdos de bebé se vuelven difíciles de recuperar?
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Washington, Estados Unidos. AFP.
Los primeros años de los humanos son un período de aprendizaje rápido, pero normalmente no podemos recordar experiencias específicas de esa época, un fenómeno conocido como amnesia infantil. Un nuevo estudio publicado el jueves pasado en la revista Science desafía las suposiciones sobre la memoria infantil, demostrando que las mentes jóvenes forman recuerdos.
La pregunta, no obstante, sigue siendo ¿por qué estos recuerdos se vuelven difíciles de recuperar más adelante en la vida? “Siempre me fascinó este misterioso vacío en nuestra historia personal”, declaró a la AFP Nick Turk-Browne, profesor de psicología en Yale y autor principal del estudio.
Alrededor del año de edad, los niños se convierten en aprendices extraordinarios: adquieren lenguaje, caminan, reconocen objetos, comprenden los vínculos sociales y mucho más. “Sin embargo, no recordamos ninguna de esas experiencias, por lo que existe una especie de desajuste entre esta increíble plasticidad y nuestra capacidad de aprendizaje”, afirmó.
Sigmund Freud, fundador del psicoanálisis, planteó la hipótesis de que los primeros recuerdos se reprimen, aunque desde entonces la ciencia ha descartado en gran medida la idea de un proceso de supresión activa. Las teorías modernas se centran en el hipocampo, una parte del cerebro crucial para la memoria episódica, que no se desarrolla completamente en la infancia.
Turk-Browne se sintió intrigado por las pistas de investigaciones conductuales previas. Dado que los bebés son incapaces de comunicar verbalmente los recuerdos antes de adquirir el lenguaje, su tendencia a observar objetos familiares durante más tiempo proporciona pistas importantes.
Estudios recientes con roedores que monitorizan la actividad cerebral también han demostrado que los engramas (patrones de células que almacenan recuerdos) se forman en el hipocampo infantil, pero se vuelven inaccesibles con el tiempo, aunque pueden reactivarse artificialmente mediante una técnica que utiliza luz para estimular las neuronas.
Hasta ahora, combinar las observaciones de bebés con imágenes cerebrales había sido inalcanzable, ya que los bebés son conocidos por su falta de cooperación cuando se trata de permanecer quietos dentro de una máquina de resonancia magnética funcional (fMRI), el dispositivo que rastrea el flujo sanguíneo para “ver” la actividad cerebral.
Patrones psicodélicos
Para superar este desafío, el equipo de Turk-Browne utilizó métodos que su laboratorio ha perfeccionado a lo largo de años: trabajar con familias para incorporar chupetes, mantas y peluches; sujetar a los bebés con almohadas para que no se muevan; y usar patrones psicodélicos de fondo para mantenerlos enganchados.
El inevitable movimiento provocó sin embargo imágenes borrosas que debieron ser descartadas, pero el equipo lo solucionó realizando cientos de sesiones. En total, participaron de la experiencia 26 bebés (la mitad menores de un año y la otra mitad mayores). Se les escaneó el cerebro durante una tarea de memoria, un ejercicio adaptado para ellos de estudios a adultos.
Primero, se les mostraron imágenes de rostros, escenas u objetos. Posteriormente, tras ver otras imágenes, se les presentó una imagen que ya habían visto previamente junto con una nueva. “Cuantificamos el tiempo que pasan mirando lo que ya han visto, y eso es una medida de su memoria para esa imagen”, explicó Turk-Browne.
Al comparar la actividad cerebral durante la formación exitosa de recuerdos con la de imágenes olvidadas, los investigadores confirmaron que el hipocampo participa activamente en la codificación de la memoria desde una edad temprana. Ello se observó en 11 de los 13 bebés mayores de un año, pero no en los menores de uno.
También descubrieron que los bebés con mejor rendimiento en tareas de memoria mostraron una mayor actividad del hipocampo. “Podemos concluir con precisión que los bebés tienen la capacidad de codificar recuerdos episódicos en el hipocampo desde aproximadamente el año de edad”, afirmó Turk-Browne.
Recuerdos olvidados
“La ingenuidad de su enfoque experimental, no debe subestimarse”, escribieron los investigadores Adam Ramsaran y Paul Frankland en un editorial en Science. Pero lo que sigue sin resolverse es qué sucede con estos recuerdos tempranos. Quizás nunca se consoliden por completo a largo plazo, o quizás persistan, pero se vuelvan inaccesibles.
Turk-Browne sospecha esto último y ahora está a cargo de un nuevo estudio que evalúa si bebés y niños pequeños pueden reconocer videoclips grabados desde su propia perspectiva cuando eran bebés. Los primeros resultados provisionales sugieren que estos recuerdos podrían persistir hasta alrededor de los tres años, antes de desvanecerse. A Turk-Browne le intriga especialmente la posibilidad de que estos fragmentos puedan reactivarse algún día, en etapas posteriores de la vida.
La Embajada del Japón informó la apertura de convocatoria a las Becas de Entrenamiento Didáctico que ofrece el Ministerio de Educación, Cultura, Deportes, Ciencia y Tecnología del Japón para maestros paraguayos del Nivel Inicial, Educación Escolar Básica y Bachillerato. Las inscripciones se llevarán a cabo del lunes 20 de enero al viernes 21 de febrero de 2025 en la sede diplomática ubicada en avenida Mariscal López n.° 2364, en Asunción.
Los cursos de entrenamiento didáctico se desarrollarán en universidades japonesas que serán designadas por el Ministerio de Educación del Japón y se iniciarán en septiembre u octubre de 2025 hasta marzo de 2027. Los postulantes deben tener asegurada la posibilidad de reanudar sus actividades como docente en su institución educativa, luego de culminados sus estudios en Japón.
Los requisitos son: nacionalidad paraguaya, edad menor de 35 años (al 1 de abril de 2025); nivel académico: docente de nivel inicial, educación escolar básica y educación media, graduado de una universidad o de un instituto de formación docente; promedio mínimo requerido: 3,5 (escala del 1 al 5); experiencia comprobable en el ejercicio de la docencia: mínimo cinco años (al 1 de octubre de 2025).
En cuanto al idioma, se requiere conocimiento avanzado de inglés y japonés básico o superior (en el proceso de preselección, todos los postulantes deberán rendir exámenes escritos de inglés y japonés). La guía para la aplicación y los formularios correspondientes se encuentran disponibles en el en el sitio web de la embajada: https://www.py.emb-japan.go.jp/itpr_ja/00_000109.html.
Los cursos se basarán principalmente en los temas que se exponen a continuación o podrá elaborarse un plan de estudio acorde a los temas de interés de los becarios: Administración Educativa (ejemplos: Administración Educativa y Finanzas; Gestión Educativa); Métodos de Enseñanza (ejemplos: Enseñanza en Aula, Sistemas de Enseñanza y Aprendizaje; Plan de Estudio; Evaluación Educativa, etcétera).
Así también: Investigación sobre materias específicas (Matemáticas, Física, Química, Educación Física, etcétera), y Observación práctica (ejemplos: visitas a escuelas, colegios y/o centros de Investigación Educativa, observación de clases, participación en actividades educativas, visitas a centros de investigación educativa, etcétera).
Para consultas, comunicarse con el Departamento Cultural de la Embajada del Japón, su horario de atención es de 8:00 a 11:30 y de 13:00 a 16:30, de lunes a viernes; teléfono de línea baja: (021) 604616 (R.A.), WhatsApp: 0981 399509; correo electrónico: japon.cultural@as.mofa.go.jp. Sitio en internet: www.py.emb-japan.go.jp.
¿De qué hablamos cuando hablamos de verdad? ¿Existe la verdad o, por lo menos, alguna verdad? Es complejo saberlo con certeza en tiempos de fake news, de bulos, de deepfake.
En 1954, Jorge Luis Borges (1899-1986), aquel gran maestro, escribió que “los doctores del Gran Vehículo enseñan que lo esencial del universo es la vacuidad”. Aquella frase que, desde la primera lectura, tal vez en 1972, me pareció que encerraba algo misterioso y mágico se mantiene entre mis recuerdos. Sentí que mucha fuerza oculta yacía en aquella fuerte observación simbolizada en apenas catorce palabras. Pero, entre ellas, tres expresiones me atraparon más que otras y debo admitir que son recurrentes en tiempos de reflexión.
Recuerdo que, en mis apenas 21 años, hasta aquel atardecer que me sorprendió en la pequeña vivienda de la maestra Dharma Ma Devi Tao – así se presentó– nunca había tenido un encuentro personal con esa mujer de edad indefinida cuya piel parecía de porcelana y tenía un bindi bien visible entre sus pobladas cejas oscuras. Vestía una túnica en la que predominaba el color rojo y se cubría con un enorme pañuelo de seda naranja.
Casi en silencio la seguí desde la puerta manteniéndome apenas detrás de ella. Caminamos unos pocos pasos hasta una sala iluminada con velas y aromatizada con sahumerios florales, entre los que se destacaban jazmines y lavandas. También creí percibir cedros y sándalos. Pese a que sonaban tenuemente hasta mis oídos llegaron bellas armonías interpretadas con yat-ga mongol (cítara mongol), algún rgyagling (oboe) y dra-nyen (laúd).
Por un breve tiempo solo nos miramos mientras respirábamos profundamente sentados sobre mullidos almohadones. Luego de inclinar su cabeza levemente para llegar casi hasta sus manos, que unidas por sus palmas llevó hasta sus labios, explicó que “gran vehículo es mahāyāna, en sánscrito o bodhisattvayāna, ‘vehículo del bodhisattva’ –dos palabras para una sola creencia– que, junto con theravada, es una de las dos ramas principales del budismo y, a la vez, aplica para clasificar las filosofías y prácticas budistas”.
ILUMINACIÓN
Quise saber más. “Mahāyāna también se refiere al camino del bodhisattva –un ser destinado a ser un futuro Buddha que busca la iluminación completa para el beneficio de todos los seres”. Luego de otro silencio, profundizó. “Gran Vehículo –mahāyāna– también da cuenta de un camino más ancho y más perfecto que contrasta con el ‘Pequeño Vehículo –Hinayana–’ de la tradición Theravāda, Sthaviravāda, en sánscrito o ‘doctrina de los ancianos’ del budismo temprano en la India”.
Las palabras quedaron atrás. Compartimos casi en silencio una infusión tan agradable como desconocida para mi paladar que, como paso previo, devino en una inolvidable sesión de masajes con la técnica que unos 2.600 años atrás desarrollara Shivago Komarpaj, el médico de Buda, que al parecer imaginó y diseñó esa terapia en el norte de la India.
Nunca volví a ver a la maestra Dharma Ma Devi Tao. Antes de despedirnos me entregó un par de breves libros que por varios días leí con atención. Con ellos me introduje en la búsqueda del sentido de tres palabras que Borges escribió: esencial, universo y vacuidad.
La vida con sus búsquedas me condujo hacia múltiples lecturas. Es la mía una generación que transita dos siglos. Media vida en el siglo de las guerras y hasta hoy un cuarto del camino recorrido en el inicio de otra centuria que encuentra a millones en estado de desorientación y búsquedas. Todo parece estar en crisis. Hay quienes enfáticamente así lo afirman.
La masificación en el acceso a enormes desarrollos tecnológicos cambió muchos paradigmas. Un 65 % de los habitantes del planeta técnicamente puede acceder a la red. Poco más de 3 mil millones de personas, no. Se encuentran carecientes junto con aquellos que sí pueden acceder, pero tienen impedimentos concretos para hacerlo.
La realidad mixta que transitan uno 5.200 millones es solo la realidad real para otros que, también en conjuntos millonarios, tampoco pueden acceder al agua, al alimento, a la educación, a la salud porque, desde algún lugar, son como los choznos y bichoznos de aquellos pauperizados cuyas vidas, sufrimientos y carencias Víctor Hugo narró como nadie en “Los miserables”. Esos son los que acampan hacinados en los costados de la red. La individuación gana espacios impensados. La solidaridad parece en slow motion.
LA ERA DEL VACÍO
Algunos estudiosos se adelantaron en el tiempo con sus observaciones, diagnósticos y advertencias. “La edad moderna estaba obsesionada por la producción y la revolución, la edad posmoderna lo está por la información y la expresión”, sostiene Gilles Lipovetsky en “La era del vacío”, quien también verifica, advierte y da cuenta de una tendencia a “comunicar por comunicar, expresarse sin otro objetivo que el mero expresar y ser grabado por un micropúblico. El narcisismo descubre aquí como en otras partes su convivencia con la desubstandalización posmoderna, con la lógica del vacío”.
Preocupaciones y dilemas de setiembre de 1986. “La interrupción, la incoherencia, la sorpresa son las condiciones habituales de nuestra vida. Se han convertido incluso en necesidades reales para muchas personas, cuyas mentes solo se alimentan [...] de cambios súbitos y de estímulos permanentemente renovados […] Ya no toleramos nada que dure. Ya no sabemos cómo hacer para lograr que el aburrimiento dé fruto. Entonces, todo el tema se reduce a esta pregunta que nos lanza Paul Valéry en junio de 1999: ¿la mente humana puede dominar lo que la mente humana ha creado?”.
Plantea ese interrogante a la hora de prologar “Modernidad líquida”, de Zygmunt Bauman, quien lee el pasado y no duda en señalar que “el capitalismo pesado, de estilo fordista, era el mundo de los legisladores, los creadores de rutinas y los supervisores. El mundo de los hombres y mujeres dirigidos por otros que perseguían fines establecidos por otros de una manera establecida (también) por otros. Por esa razón era (aquel) un mundo de autoridades: líderes que sabían qué era mejor y maestros que enseñaban a seguir adelante”.
Estábamos ante algo nuevo, desconocido y veloz. Hemos recorrido desde el inicio del siglo apenas 24 años. Corto si miramos el time line y muy largo cuando percibimos sus efectos y descubrimos que una interesante cantidad de preguntas sustanciales –las de siempre– no encuentran sus respuestas. Bauman en 2016 advirtió sobre la individuación.
COMUNICACIÓN RETICULAR
A modo de ejemplo alertó sobre la comunicación reticular y denunció sus prácticas: “Tú (en ellas) tienes que crear tu propia comunidad (pero) lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto. (Porque) la diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad (en la realidad real), pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionas. (Pero) en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales (que solo) las desarrollas cuando estás en la calle (en la realidad real), o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción razonable (porque) ahí tienes que involucrarte en un diálogo (que solo es real si no hablas solo) con gente que piensa lo mismo que tú”.
Enfatiza que “las redes sociales no enseñan a dialogar (y advierte que) mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, (y) donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara”.
El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, el pasado 24 de junio sostuvo por su parte que “los algoritmos empujan a las personas a burbujas de información y refuerzan prejuicios como el racismo, la misoginia y la discriminación. Así, las mujeres, los refugiados, los inmigrantes y las minorías son objetivos comunes”. Ese mismo día añadió que “la desinformación y la incitación al odio alimentan los prejuicios y la violencia, exacerban las divisiones y los conflictos, demonizan a las minorías”.
Y no son escasas las oportunidades en que desde los más alto del poder se avanza en esa línea y se aboga por comunicarse “con la gente sin intermediarios”, “sin periodistas”, “sin medios”, a los que acusan incansablemente de mentir y hablar por orden de quienes les pagan.
¿Qué es lo que no se entiende? ¿De qué hablamos cuando hablamos de verdad? ¿Existe la verdad o, por lo menos, alguna verdad? Es complejo saberlo con certeza en tiempos de fake news, de bulos, de deepfake. ¿Será verdad esto o aquello que vemos, cuando leemos o escuchamos? Hay momentos en los que creo que –aun lo verificable– tal vez no sea verdad. ¿Será esta la era de la mentira?
Recordé que un par de días atrás para quien quisiera verlo en la plataforma Tiktok, Donald y Kamala flirteaban enamoradísimos. Tiempo antes también fue posible ver al papa Francisco vestido con un largo abrigo blanco sintético; a Elon Musk con ropas de superhéroe. Hay de todo. El dictador Nicolás Maduro en Venezuela sostiene en la realidad real y en la virtual que ganó unas elecciones fraudulentas. Daniel Ortega y Rosario Murillo, los autócratas en Nicaragua, encarcelan, torturan, exilian, destierran, practican la apatridia y cancelan a quienes denuncian como “enemigos del pueblo” mientras bloquean las redes que solo usan ellos.
"Los algoritmos empujan a las personas a burbujas de información y refuerzan prejuicios como el racismo, la misoginia y la discriminación”, alerta António Guterres, secretario general de la ONU
MENTIRA
Todo –sin serlo– parece posible y verdadero. Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), mentira es una “expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa”. Tan simple como compleja explicación porque todo lo que las otredades piensen, por ejemplo, acerca de mí y mi circunstancia podría devenir en mentira si mi decir y mi hacer no fueran lo que digo y hago. Aunque el debate entre mentira y verdad, sospecho que va por otro lado. Tal vez de cada persona humana la única verdad sea justamente su humanidad. Doxa y episteme no siempre o, tal vez nunca, convergen. Aunque tampoco divergen demasiado. Y, tal vez en esa compleja indistinción es donde una mentira puede ser una verdad.
“¿Qué ves? / ¿Qué ves cuando me ves? / Cuando la mentira es la verdad...”, canta Divididos desde 1993 en un álbum que llamaron “La era de la boludez”. ¿Por qué no? “Engañar, inventar, fingir, macanear, boletear (...) falsificar, calumniar”, según la RAE son sinónimos de mentir, pero también pueden ser parte indisoluble del desmentir. Incluso cuando para cualesquiera de esas dos acciones se aporte una verdad.
La dificultad es discernir rodeados de voluntarios o involuntarios “embusteros, mendaces, falaces, falsos, falsarios, farsantes, noveleros, cuentistas, troleros, boleros, fuleros, calumniadores, tramposos, fulleros, engañosos, hipócritas, fariseos, macaneadores, habladores, boleteros, globeros, bolaceros, chiveros, bocones, jetones, sirificos, chileros” o como se prefiera llamar a mentirosos y mentirosas. Quizás por estar tan extendidas –mentir y desmentir– como casi involuntarias prácticas humanas y sociales, con frecuencia son expuestas como parte de la vida de los otros. La viga en el ojo ajeno.
“Me acuerdo de todo, incluso de aquello que nunca sucedió”, recuerdo decía un muy veterano hombre de prensa más de cuatro décadas atrás cuando, también por entonces, yo era un muy joven periodista en ciernes. Inolvidable. Desde aquellos años no fueron escasas las oportunidades en que cuando quise saber sobre sucesos trascendentes encontré historias diferentes. No es imposible construir un pasado que no fue –¡y hasta un futuro que no será!– y, aun así, no ser una mentira y sí ser una historia de “no ficción” creada en el contexto de una obra literaria.
De eso también se trata la literatura porque como lo afirmaba Jorge Luis Borges, una ficción literaria “no tiene intención de engañar o tergiversar con fines y objetivos inconfesables”. Con vocación docente –palabra más, palabra menos– puntualizó que cuando de ficción se trata hay una especie de pacto entre quien escribe esa historia y el lector que acepta leerlo. Con la mentira, el mentiroso siempre procura defraudar la buena fe de esa persona a la que convence de que lo que le cuenta es una verdad. En el mismo sentido, en los diarios, hasta no hace mucho tiempo, nos referenciábamos y enfrentábamos con las responsabilidades que emergían del “contrato de lectura” siempre vinculado con la “línea editorial”.
INFAMIA
Vuelvo a aquellas palabras que Borges escribió en 1954. “Los doctores del Gran Vehículo enseñan que lo esencial del universo es la vacuidad”. Eran parte del prólogo de “Historia universal de la infamia”, una selección de cuentos maravillosos que el maestro escribió, prologó y presentó por primera vez en 1935. Ochenta y nueve años después esa frase despeja parcialmente el hoy porque dan cuenta de alguna forma de continuidad en las prácticas de poderosos y poderosas cuando se emborrachan de poder.
Borges, enigmático, encuadra desde el inicio las infamantes acciones de aquellos despreciables infames en el hinduismo que –como creencia– se sustenta en el dharma, que es la ley universal de la naturaleza. En ese corpus la más importante de las preocupaciones es la liberación del sufrimiento. Alcanzar el nirvana y, para alcanzarlo, se necesita un sila, de una acción ética que –con meditación y prajña (sabiduría en sánscrito)– permite saber de “las cosas como realmente son” en un universo que no fue creado por un ser superior y, por ello, todos los fenómenos están marcados por la vacuidad y, en consecuencia, nada puede nacer y nada puede morir.
Mentir –una forma de traición tanto personal como social extendida desde el inicio de los tiempos– sin dudas desacredita y deshonra. Dos palabras a las que la RAE alude para definir “infamia”.
“Los doctores del Gran Vehículo enseñan que lo esencial del universo es la vacuidad”, sostiene Jorge Luis Borges en el prólogo de “Historia universal de la infamia” en 1954. Foto: AFP
Para llegar a esta conclusión, los investigadores analizaron resonancias magnéticas cerebrales de 10.125 personas realizadas en los centros de imágenes Prenuvo, un colaborador clave en la investigación. Foto: Archivo
Estudio revela que el ejercicio puede mejorar la memoria y el aprendizaje
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Aunque a algunos no les guste hacer deporte es una realidad que el ejercicio físico produce numerosos beneficios para la salud, y, de hecho, tal y como han revelado ahora investigadores del Brain Health Center del Pacific Neuroscience Institute en Providence (Estados Unidos) señalando un “vínculo fascinante” entre el ejercicio regular y una mejor salud cerebral.
La investigación, publicada en el ‘Journal of Alzheimer’s Disease’, muestra que estar físicamente activo está relacionado con un mayor tamaño de áreas del cerebro importantes para la memoria y el aprendizaje.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores analizaron resonancias magnéticas cerebrales de 10.125 personas realizadas en los centros de imágenes Prenuvo, un colaborador clave en la investigación.
Así, descubrieron que aquellos que realizaban actividades físicas con regularidad como caminar, correr o practicar deportes tenían mayores volúmenes cerebrales en áreas clave. Esto incluye la materia gris, que ayuda a procesar la información, y la materia blanca, que conecta diferentes regiones del cerebro, así como el hipocampo, importante para la memoria.
“Nuestra investigación respalda estudios anteriores que muestran que estar físicamente activo es bueno para el cerebro. El ejercicio no solo reduce el riesgo de demencia sino que también ayuda a mantener el tamaño del cerebro, lo cual es crucial a medida que envejecemos”, explica el investigador principal, Cyrus A. Raji.
Asimismo, el coautor del estudio y director del PBHC, David Merrill, asegura que “incluso niveles moderados de actividad física, como dar menos de 4.000 pasos al día, pueden tener un efecto positivo en la salud del cerebro”.” Esto es mucho menos que los 10.000 pasos a menudo sugeridos, lo que lo convierte en un objetivo más alcanzable para muchas personas”, añade.
“Nuestra investigación vincula la actividad física regular con mayores volúmenes cerebrales, lo que sugiere beneficios neuroprotectores. Este gran estudio de muestra amplía nuestra comprensión de los factores del estilo de vida en la salud del cerebro y la prevención de la demencia,” apunta el coautor del estudio y profesor asistente de neurociencias en el Saint John’s Cancer Institute y el Pacific Brain Health Center, Somayeh Meysami.
Un estudio de ‘The Lancet’ realizado en 2020 encontró que alrededor de una docena de factores de riesgo modificables aumentan el riesgo de enfermedad de Alzheimer, incluida la actividad física. Este trabajo se basa en trabajos anteriores de este grupo, que vinculan la quema de calorías de las actividades de ocio con una mejor estructura cerebral.
“Este estudio demuestra la influencia del ejercicio en las imágenes de la salud del cerebro y, cuando se suma a otros estudios sobre el papel de la dieta, la reducción del estrés y la conexión social ofrecen los beneficios comprobados de los factores modificables sin fármacos para reducir sustancialmente la enfermedad de Alzheimer”, afirma el editor jefe de ‘Journal of Alzheimer’s Disease’, George Perry.
Esta investigación destaca una manera fácil de mantener nuestro cerebro sano: ¡mantenerse activo! Ya sea una caminata diaria o un deporte favorito, la actividad física regular puede tener beneficios duraderos para la salud de nuestro cerebro.