Por Ricardo Rivas, periodista, Twitter: @RtrivasRivas
La historia de hoy, en el día de las elecciones legislativas en la Argentina, cuando el presidente Alberto Fernández ha vivido varios encontronazos con la provincia de Córdoba en donde le han respondido con el humor característico, que van a “fundar una república independiente”, rescata a un personaje que hace décadas apareció en la escena política de esa provincia representando a un partido nacido en los claustros de la Facultad de Medicina y con un nombre lleno de humor cordobés: partido Bromo sódico, para “desinfectar” la política.
“Sé que (Córdoba, provincia mediterránea argentina) es un terreno hostil”, dijo siete días atrás el presidente argentino, Alberto Fernández, en el transcurso de un acto proselitista de cara a los comicios que, este domingo, se realizarán aquí para renovar un tercio de la Cámara de Senadores y la mitad de la de Diputados. El mandatario exhortó luego, para que “Córdoba, de una vez por todas se integre el país, para que Córdoba de una vez y para siempre sea parte de la Argentina y no esta necesidad de siempre parecer algo distinto”. ¿Qué le pasa a ese hombre? ¿Incomprende que la democracia misma consagra y, hasta me animo a decir, sacraliza el derecho a disentir, a pensar y hacer como te dé en gana? No son pocas ni pocos, entre la enorme cantidad de amigas y amigos cordobeses que, afortunadamente, la vida me dio, los que se molestaron con el Jefe de Estado por lo que caracterizan, por lo menos, como “torpeza”. “Se calentaron”, como se suele decir en Córdoba. Y, seguramente, mucho más que yo, que hasta tengo un nieto cordobés, Bruno Rivas, nacido en la bellísima Carlos Paz, esa ciudad que te recibe con un enorme reloj cucú. “¡Perdió el GPS, el Alberto!”, respondió riéndose un cordobés que vi en la tele, cuando lo consultó un periodista. La Bronca sonó a humorada. La resistencia civil, también se ejecuta desde la ironía.
ANTES DE MAÑANA
En esas cosas pienso en esta noche de viernes preelectoral, sentado en la vieja mecedora con el copón cargado con un Santa Rita Medalla Real Gold Medal 2017, Cabernet Sauvignon. Un vinazo inolvidable hecho en el Valle del Maipo, en el siempre presente Chile. Sonreí. Algunos pueblos, pensé, desde siempre, rechazan el maltrato y no procuran no dejarse llevar por delante. El de Córdoba, no es una excepción. Desde siempre. Ejemplos, los hay. Recuerdo que, algunos años atrás, varios, en una noche veraniega, seguramente de enero, en una de las peñas que se instalan en torno de la Plaza Próspero Molina, de la ciudad de Cosquín, cuando allí –durante “9 lunas”– se desarrolla el justamente famoso festival de folklore, un cantor “medio chupao, el hombre”, como acunando a su vieja guitarra y sin levantar mucho la voz, dejó caer el nombre de un tal Enrique Badessich. Reducimos el círculo para escuchar aquella confidencia. El silencio, sepulcral, casi se podía palpar. Hasta el serpenteante río pareció detenerse. No sé por qué, imaginé que lo que estaba viviendo, era parte de un tiempo inexistente o mágico en el que “El viejo río Cosquín/fue el testigo quieto de (…) un guitarrero cantor”, como alguna vez lo escuché decir al amigo Hernán Figueroa Reyes. Sentí que todo mi entorno llegaba desde un lugar lejano. Cuando la luna de aquella noche dejó su lugar al sol, dejé atrás el festival. Enrique Badessich.
EL HUMOR HASTA EN LOS CLAUSTROS
Esas dos palabras, no dejaban de retumbar en mis oídos. Al parecer, era un tucumano nacido el 14 de enero de 1896. Vivió 65 años. Su corazón se detuvo el 8 de agosto de 1961, en Buenos Aires. Dicen que fue periodista, poeta y, además, político. Solo algunos años de su vida, fue habitante de Córdoba, una de las más hermosas provincias argentinas, unos 1.200 Km al Suroeste de mi querida Asunción. Varias publicaciones, algunas periodísticas, lo categorizan también como “extravagante”, con rasgos de “bohemio”. Algunas y algunos cordobeses añosos lo recuerdan, además, porque, al parecer, sostenía una poética relación con el alcohol. “¡Vivía en pedo, el culiau!”, recordé que gritó un viejo, en Cosquín, cuando el cantor tiró su nombre. El fogón festejó con ganas. Humor irónico y mordaz. Particularidad de la cultura cordobesa. “El negro fue milico y telegrafista en las Islas Orcadas”, recordaron otras voces. “Volvió porque se cagaba de frío”, respondió alguien. En Córdoba, además del humor callejero, el debate político es uno de los elementos constitutivos de su ecosistema social. Badessich, aquella “bala perdida”, como también se lo mencionaba, justamente y, quizás sin quererlo ni haberlo imaginado, se subió al tren de la política. Aquel personaje, también fue parte del “grito” cordobés de 1918 que, como Reforma Universitaria, se extendió y tuvo ecos en toda la América Latina de la mano, la voz y la pluma, entre otros, de José Mario Mariátegui La Chira, reformista y líder del Partido Comunista Peruano.
EL PARTIDO BROMO SÓDICO
Al parecer en Córdoba, también llamada “La Docta”, cien años atrás, había un profundo desencanto social con la política. El gobernador Rafael Núñez, llamó a elecciones para el período 1922-1925. Antes de hacerlo, puso en vigencia la Ley 2825 que, iba en contra de las prescripciones constitucionales. Las protestas no se hicieron esperar. El pueblo advirtió que la intención oculta de Núñez, no era otra que la de consolidarse en el poder, con su poder y que, para ello, apelaría al fraude. Su conmilitón y candidato del Partido Demócrata, Julio Argentino Roca (h), sintió que había llegado su momento. Mucho más, cuando, la Unión Cívica Radical (UCR), decidió no participar del comicio. El sistema de representación estaba en crisis. Los “reformistas”, incansables, multiplicaban sus acciones públicas para desenmascarar y doblegar al poder provincial. Y fue entonces, en ese contexto, cuando, en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional cordobesa, hubo acuerdo entre algunos integrantes del claustro docente y el de los estudiantes para fundar un partido que ocupara el espacio cedido por la abstencionista UCR. Los reformistas de medicina tenían dos ideas-fuerza: Evitar que se consumara el fraude; y, “desinfectar” la política, por decirlo de alguna manera. Fundaron el Partido Bromo Sódico Independiente. Insólito. De la mano de la memoria, creo recordar que fue el profesor Gallichio –de física y química– quien, en el 3er año del bachillerato en el mítico Instituto San Román, en el Bajo Belgrano, mi pueblo natal en Buenos Aires, nos explicó que “el bromuro de sodio es una sal inorgánica”. Con una vieja tiza, sobre un pizarrón de madera verde, escribió NaBr, la fórmula. Definitivamente, muy poco o nada, vincula esas cuatro letras con la política. Sin embargo, las y los médicos de entonces, construyeron la vinculación porque tenían claro que el NaBr, aplicado con prudencia, es un excelente desinfectante. Algunos intelectuales de fuste como José Ingenieros, Juan Solá, Arturo Olarzábal o Eusebio Gómez, se sumaron a la idea y la apoyaban, según el investigador Ricardo Gustavo Espeja, “con un notorio animus jocadi”. Por si no quedara claro, “pa’ joder”. Todo me hace pensar que aquella humorada cordobesa, a quienes la crearon, se les fue de entre las manos. Así y todo, tenían partido. Pero, carecían de un candidato para postular a la legislatura provincial. Por esa razón, pensaron en Badessich. Fueron por él. De inmediato, se sintió complacido con el ofrecimiento y aceptó. Una buena parte del camino, para concretar la idea, lo habían recorrido. Pero, el candidato, fue por delante de ellos con una plataforma de propuestas claramente de avanzada para la época y, en algún sentido, progresista. En la distancia, incluso, pienso que, alguna de aquellas ideas, bien podrían ser parte de alguna oferta actual.
LAS PROPUESTAS DEL CANDIDATO
Enrique Badessich, por ejemplo, se comprometió para suprimir el ejército. Veintisiete años más tarde, el 1 de diciembre de 1948, así lo hizo la República de Costa Rica. También bregó por la separación de la Iglesia del Estado. Tres años antes, lo hizo el Uruguay. El problema de los accidentes en el tránsito de las calles y caminos de Córdoba, también fue una de sus preocupaciones. Planteó suprimir las esquinas. Fue por más. Para controlar el tifus, aseguró que iba a “electrocutar las aguas” de consumo para eliminar de ellas los gérmenes que pudieran tener, en particular, el Río Tercero. No era poco, por cierto. Junto con esas ideas, desde el primero de los actos públicos de campaña, también propuso “suprimir las órdenes religiosas. Los que quieran practicar la religión podrán hacerlo, pero sacaremos y vamos a decomisar todas las sotanas y hábitos de los curas y las monjas para confeccionar con ellas ropas para los niños pobres”. En situación de calle o, vulnerables, podría decirse por estas épocas, para no estigmatizar a nadie. En otras reuniones, prometía: “Propugnaré el amor libre”; “la separación de la Iglesia del Estado”; y explicaba “la supresión del ejército por antisocial y anacrónico”. Enrique Badessich, pensó en todo. Una buena parte de la calle aplaudía y lo ovacionaba. ¡Vamos, carajo! No eran tiempos de mensajerías digitales instantáneas, ni de la tele, ni de los canales de noticias, de Instagram, ni de Twitter. La política era cuerpo a cuerpo. Cara a cara. Tampoco se estilaba señalar a los medios como enemigos. Con enorme carga de prejuicios, la revista política de la época, “Caras y Caretas”, sostenía que se trataba de “un anticristo barato, un liberal pasado de moda o, un inquisidor nacido demasiado tarde”. Increíble estigmatización que, al parecer, cien años atrás, no era mal vista. Todo era más claro. Hasta los apoyos. En el diario cordobés “Comercio y Justicia”, el 12 de marzo del 2014, el investigador Espeja, recuerda que “el 20 de marzo de 1922″, en la portada de La Voz del Interior, se podía leer el siguiente aviso: “El Comité Liberal Progresista de Córdoba, ex Comité Córdoba Libre formado por estudiantes y obreros liberales y miembros del Comité de Libre Pensamiento de la Masonería de todos los ritos y por ciudadanos del culto evangélico, os pide que votéis en las próximas elecciones provinciales del 26 del corriente mes por el candidato a diputado Liberal y Progresista Enrique Badessich por el distrito de la capital, que será el fiel representante y defensor del verdadero liberalismo y de los obreros y empleados en general”. ¿Transparencia? Después de cerca de 400 actos públicos en los que Enrique se presentaba con vestimentas llamativas para que quedara claro entre quienes eran sus seguidores que es preciso dejar de lado la idea del ridículo, cuando el escrutinio, Badessich, obtuvo 716 votos. Relegó con ese resultado al candidato católico Manuel Maciel que solo consiguió que lo votaran 694 personas. Es preciso aclarar que votó nada más que el 17,59% del padrón. El 16%, lo hizo por el oficialismo. El resto -1,59%- por el Partido Bromo Sódico Independiente.
LA “REPÚBLICA DE CÓRDOBA”
Aún así, la voluntad popular decidió que aquel candidato extravagante, de las diferencias, de las minorías, fuera legal y legítimamente, el Diputado Bromo Sódico. Sus pares parlamentarios, no le permitieron asumir. “Por incapacidad y decoro”, fue la justificación en la que se escudaron para vulnerar la decisión soberana del pueblo y rechazar sus credenciales. Pero no pudieron evitar que ingresara en la historia. Algunos dirán chica. Otros dirán grande. ¿Tiene medida la historia? La palabra del presidente Alberto Fernández vuelve a mis oídos. Tal vez, en el ideario de Enrique Badessich, se encuentre la razón de Alberto F. para decir lo que dijo a cordobesas y cordobeses. En el primero de los discursos de campaña, dijo Badessich: “Propiciaré la conformación de la República de Córdoba con representantes confidenciales en todos los países de Europa y América, incluida la Argentina”. Tranquilo, señor Presidente, Enrique no pudo cumplir. Córdoba es como es y vota como vota porque, así es la sociedad cordobesa. Siempre. Poco se supo de Badessich después de aquello. La fama por 15 minutos que nos auguró a todos y todas Andy Warhol, lo alcanzó. Don Ricardo, nuestro queridísimo viejo, reunido allá por los ‘70 con sus amigos y colegas periodistas con los que trabajaban en el mítico diario Crítica, me contó que en el ‘45, cuando el general Juan Domingo Perón estaba preso en la Isla Martín García, Badessich presentó ante el juez Horacio Fox un hábeas corpus para que fuera liberado. El diario de Natalio Botana tituló: “Antiguo líder del Partido Bromo Sódico pidió la libertad de Perón”. Sesenta y seis años atrás aquel libertario murió en Béccar sin que muchos ni muchas, supieran de él.