Por Marycruz Najle, marycruz.najle@gruponacion.com.py

Un libro que reúne el arte de las imágenes de Fernando Allen y los textos de Ana Barreto Valinotti vio la luz en pandemia para conjurar la idea de la muerte, que desde hace largo tiempo persigue a la autora y la empuja en busca de respuestas que le den sentido. La mayoría de los retratos de los camposantos muestran a los que se han ido con una sonrisa perenne, nacida del agua fresca del manantial de la memoria que lava oscuridades y dolores y los transforma en retratos llenos de vida luchando contra el olvido.

Cuando le pregunto a Ana Barreto Valinotti por qué aparece “Las sonrisas o el arte de engañar al fantasma de la muerte”, ella dice que “la idea definitivamente tomó forma y fuerza durante la pandemia, aunque realmente fue pensada muchos meses antes. Al ser un trabajo de narrativa fotográfica (primera experiencia mía), exploramos con Fernando un camino de festivales de fotolibro y concursos, pero la mayoría admiten libros ya publicados. Así que decidimos hacer una corta impresión. Es medio argel decir porque delata precariedad, pero es autofinanciado. Sin embargo, creemos que puede aportar poesía en un contexto de tantas pérdidas sin ritual de contención”.

Y así es. Justo en este momento en el que nos ha tocado transitar la historia con la pandemia que nos ha arrebatado, además de las vidas de seres queridos en todo el mundo, el derecho a hacer el duelo que ayuda a atravesar el incierto umbral que nos separará para siempre, llevándolos de la mano, marcándoles el camino hacia la luz con nuestras lágrimas y últimos abrazos. Ahora, cuando nos quedamos vacíos desde los ojos hasta el alma, dudando de la verdad contundente de un cuerpo que fue llevado sin nuestra caricia final a su última morada, tal vez esas sonrisas de los retratos de las lápidas, sean la única manera de rescatar, de demostrar que antes de la oscuridad del dolor y la tristeza hubo una vida capaz de sonreír, de brillar en ojos llenos de felicidad.

EL PRIMERO DE LA TRILOGÍA

El fotolibro “Las sonrisas: o el arte de engañar al fantasma de la muerte”, con fotografías de Fernando Allen y textos de Ana Barreto, fue presentado por la historiadora Milda Rivarola y el artista y crítico de arte Fredi Casco en la Fundación Migliorissi/Centro de Artes Visuales Museo del Barro. Y este es el primer volumen de una trilogía de la editorial Fotosíntesis con foco en la muerte, abordada reflexivamente desde un diálogo entre la narrativa fotográfica y el relato histórico.

Con diseño de Ana Ayala Fischer, el título exhibe retratos fúnebres dispuestos en nichos y tumbas del Cementerio de la Recoleta, el Cementerio de Paraguarí y el Cementerio Español, registrados por Allen, con énfasis en las sonrisas de los fallecidos. El libro se completa con textos de carácter histórico-reflexivo de Ana Barreto Valinotti, quien sugiere que entre las tretas para desviar la gravedad de la muerte la sonrisa constituye un elemento “capaz de espantar hasta su propio fantasma” y parece como una “luminosidad que la vida ha trazado en una mueca tan característica de la alegría”.

En versión bilingüe, con el título “Smiles: or the Art of Deceiving the Angel of Death”, el libro contó con la traducción de Grizzie Logan.

ALGO DEL TEXTO

Los datos históricos se entrelazan con la memoria popular en referencia a la muerte y sus ritos. Por ejemplo, en su primer capítulo, Ana Barreto relata: “A un médico suizo lo habían invitado a asistir a un funeral en la ciudad de Asunción, que si bien ya era capital de la República del Paraguay en 1820, conservaba de manera arraigada las antiguas tradiciones de la larga época en que había sido territorio colonial español. El cuerpo de la difunta había sido cuidadosamente limpiado y vestido por sus deudos para ser acomodado sobre una cama alumbrada por velas. Durante veinticuatro horas, quienes habían querido a esta persona lloraron la despedida, y en la calle, entre cánticos, llantos y flores, acompañaron su último viaje hasta la iglesia. Ahí, en una sencilla fosa abierta bajo los pisos del templo católico, el cuerpo fue acomodado, envuelto en fino tejido de lienzo tejido a mano. Tierra roja echada encima y de nuevo, los viejos ladrillos que hacían de piso, el cuerpo fue solo otro de los cientos que habían sido depositados bajo el techo de ese lugar.

La Catedral de Asunción era un espacio de muerte bajo los pisos, pero de esperanza de vida, por arriba de ellos. Un espacio donde vivos y difuntos convivían a diario. La memoria del ausente se construía sobre los pilares de gestos íntimos y lazos comunitarios. Con los rezos de la novena, de las celebraciones religiosas anuales y en fechas especiales. Con el cántico y el ruego diario por las almas. Con los convites, reuniones, comidas y con risas. Quien fallecía era llevado en y cerca del corazón, quizás en un rulo o pequeño mechón de cabello atado a un lazo y guardado en el medallón de un collar.

No había necesidad de señalar la sepultura con objetos simbólicos. Ni con su nombre. El ausente no poseía una imagen presente...”.

EN TIEMPOS DE EPIDEMIAS

Sobre cómo nace la idea de camposantos con motivo de las epidemias, encontramos una referencia muy importante que nos parece actual a pesar de que ocurriera mucho tiempo atrás: “Es curioso, pero la entrada a la modernidad en el Paraguay se inició con una mortífera epidemia de viruela entre 1843 y 1844. Podría ser hoy, tan cercano a entender el nivel profundo de trauma y de alteración estructural que causó no solo la imposibilidad del adiós, conocido y tan necesario para los deudos, sino una obligada reconfiguración de un nuevo espacio que habitarían en adelante los difuntos, desligados de los vivos. Una ciudad de muertos. Un cementerio.... Y también retrata la angustia de no poder despedir con esos rituales a los que se fueron: “La epidemia no permitió despedidas y rituales. Podría ser hoy, también muy cercano, de entender ello. Los cuerpos muertos, aún portadores de la enfermedad, debían ser inmediatamente depositados en un ataúd y llevados al apartado lugar que el gobierno destinó para ellos, en los límites de la ciudad. Se supo en esos momentos que los padres y las madres de las niñas y niños fallecidos por viruela se resistieron ferozmente a esa despedida, obligada y abrupta, sobornando a los sacerdotes de la iglesia de La Encarnación, lugar de entierros de párvulos, para que los dejen rezar, abrazar y llorar el cuerpo de sus hijos por última vez...”.


LOS AUTORES

Fernando Allen. Asunción, 1959. Fotógrafo, editor y gestor cultural en Paraguay desde 1984. Se ha desempeñado en áreas como la fotografía industrial, comercial, documental, de reportaje y audiovisual. Ha participado como fotógrafo en más de 50 exposiciones individuales y colectivas en Paraguay, Brasil, Argentina, Bolivia, EEUU, Puerto Rico, el Caribe, España y Portugal.

Ana Barreto Valinotti. Asunción, 1978. Escritora, docente y gestora cultural. Es miembro fundador del Comité Paraguayo de Ciencias Históricas y miembro correspondiente de la Academia Paraguaya de la Historia. Su campo de estudio y producción académica está centrado en historia de las mujeres, la historia social y la historia de la fotografía.

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