Por Jorge Coronel Prosman *
Coronel, tráigame esos soldados alemanes al Brasil. Sin medias tintas era la orden del emperador don Pedro II para la contratación de extranjeros e incorporarlos a sus fuerzas armadas. Cuando envió en 1850 a su asesor militar, el coronel Rego Barros, a Alemania para la contratación de soldados mercenarios para luchar contra el presidente argentino Juan Manuel Rosas, el emperador estaba echando mano a una conocida práctica en el Ejército brasileño: el enganche de soldados mercenarios europeos para incorporarlos a la guardia nacional, de la armada o de la guardia del emperador.
El uso de soldados mercenarios, también llamados soldados de fortuna o, más actualizado, contratistas militares, ha sido una constante en la historia de la humanidad, si bien no siempre son llamados por su nombre. Para muchos son necesarios para que las élites nacionales sigan lucrando sin poner en peligro sus vidas. No olvidemos que, según se calcula, en la guerra de independencia de los EEUU unos treinta mil mercenarios alemanes, los hessianos, fueron contratados por los ingleses tratando de evitar perder esa colonia.
Cuando el Brasil declara su independencia de Portugal, 7 de setiembre de 1822, con el Grito de Ipiranga, el emperador don Pedro I tuvo que recurrir a extranjeros para formar el Ejército brasileño, pues las fuerzas armadas existentes eran portuguesas. El primer ejército imperial en lo esencial no se formó a partir de las tropas brasileñas que combatieron por la independencia; al contrario, fue organizado sobre todo por medio del aprovechamiento de los oficiales y soldados lusitanos en servicio en el Brasil, es decir un ejército de soldados extranjeros para proteger al emperador. En ese periodo se incorpora al ejército brasileño el joven mercenario francés Mallet, que llegaría a ser mariscal y patrono de la artillería brasileña.
Incluso uno de los primeros en ser contratado fue el mercenario y aventurero general francés Pierre Labatut, que ya había peleado junto con las tropas colombianas y venezolanas. Labatut, para espanto de la élite brasilña, propuso formar un ejército con esclavos para combatir la sublevación que se dio en el estado de Bahía. Es que ante la imposibilidad de contar con voluntarios, se pretendía recurrir a reclutar a hombres blancos libres, pobres o esclavos. Pero no avanzó, pues la popularización de palabras como “libertad”, “independencia” e incluso “Constitución” inquietaba a la conservadora sociedad brasileña del siglo XIX. Este militar mercenario tuvo destacada actuación en la vida militar del Brasil, llegando a ser nacionalizado.
¿Marea de mercenarios europeos en el nuevo Ejército brasileño? El historiador brasileño Werneck Sodré, en su estupendo estudio sobre las fuerzas armadas en Brasil, afirma que de un total de 217 generales y brigadieres inscriptos en el servicio activo luego de la independencia, más de la mitad eran nacidos en Portugal. El nuevo Estado tenía como principal complicación sostener la sociedad de economía esclavista, razón por la que no quedaba otra alternativa que consolidar el Estado unitario y la monarquía. Pero la élite económica brasileña no tenía plena confianza en el nuevo Estado, por lo que no apostó a un Ejército nacional a cargo del emperador y menos aun en colaborar en el reclutamiento de hombres blancos libres. La alternativa fueron los mercenarios europeos.
También la Marina se constituyó con barcos de la marina portuguesa, que quedó a cargo del mercenario inglés capitán Thomas Cochrane, nombrado luego marqués de Maranhão, quien con otros oficiales desertores ingleses como John Grenfell, John Taylor y James Norton comandaron la nueva armada brasileña. Prácticamente toda la oficialidad y gran parte de los marineros eran extranjeros, especialmente oficiales portugueses y contratados en Inglaterra. En los primeros años, un oficial nacido en Brasil era una excepción. Marineros portugueses de la marina mercante fueron también incorporados a la nueva arma. Numerosos cautivos fueron comprados para servir de grumetes y marineros, realizando las tareas más pesadas en las cubiertas y bodegas de los navíos.
Apenas proclamada la independencia, don Pedro I envía a Europa al multifacético alemán mayor Schäffer a reclutar mercenarios y colonos. No fue fácil la tarea, pues además de que Portugal denunciaba al Brasil como colonia rebelde, el reclutamiento estaba prohibido en varios países europeos. Aun así, en varias remesas logró enviar más de seis mil militares y colonos, de los cuales unos dos mil eran oficiales. Este pintoresco aventurero, que quedó conocido como “carnicero de gente”, en realidad embaucó a muchos enganchados al no mencionar la real intención de volverlos soldados al llegar al Brasil.
Cuando en 1825 se desata el conflicto entre Brasil y Argentina, en la denominada Guerra Cisplatina por el control del territorio uruguayo, las fuerzas mercenarias en el Ejército del Brasil toman de nuevo protagonismo. Fueron enviadas instrucciones precisas para lograr enganchar soldados en Europa. El coronel Cotter fue enviado a Inglaterra, pero terminó contratando a numerosos irlandeses, que se embarcaron luego de un sinnúmero de dificultades. Muchos de los enganchados al llegar van desertando, con la complicidad del gobierno, pues así se libraba de tener que pagar el contrato. Otros oficiales renunciaban al no lograr concretar el pedido de mejor remuneración. Entre 1823 y 1830, se tenía a soldados alemanes, franceses, irlandeses, suizos, belgas, austriacos.
Estos mercenarios irlandeses y germánicos fueron las principales tropas extranjeras en el Ejército brasileño en el conflicto cisplatino, que terminó con la consolidación de la independencia del Uruguay. Estas tropas extranjeras también fueron las principales protagonistas de la rebelión de los mercenarios que se dio en 1828, en el denominado Cuerpo de Extranjeros del Ejército Brasileño, rebelión que conmovió a Río de Janeiro hasta que finalmente fue controlada a fuego y sangre.
FARROUPILLAS, GARIBALDI Y MERCENARIOS
En 1835 estalla en el sur del Brasil la rebelión independentista farroupilla o de los farrapos, en los estados de Santa Catarina y Río Grande do Sul. Estas provincias inician un movimiento político y militar para lograr la independencia del Brasil. Es allí donde nuevamente juegan un papel importante los mercenarios. Esta vez, tanto del lado de los rebeldes como del gobierno imperial, hace su aparición el militar italiano Giuseppe Garibaldi.
Este intento de independencia de los estados del sur de Brasil contó con numerosos mercenarios de distintas nacionalidades. Uno de los más conocidos es el caso del norteamericano, capitán de la marina de los rebeldes John Griggs, conocido como João Grandao, que tuvo una destacadísima actuación, muriendo en el combate de Lagunas durante la rebelión.
También es muy destacado el caso del aventurero y republicano italiano Giuseppe Garibaldi, quien junto con un grupo de mercenarios italianos protagonizaron importantes episodios bélicos en esa rebelión. Garibaldi incluso formó pareja con una brasileña del lugar, Anita Garibaldi, que lo acompañó, literalmente, en sus luchas, incluso al volver Giuseppe a Italia.
Por otro lado, ambos contendientes, los imperiales y los farrapos, se disputaban la adhesión de los migrantes alemanes, a quienes ofrecían tierras y privilegios. El médico Hillebrand, líder de los “voluntarios alemanes” contratado por el Imperio, continuó en el Ejército incluso peleando luego contra la Argentina de Rosas y en la Guerra de la Triple Alianza. Hillebrand marchaba al mando de la Compañía de Cazadores Rego Barros Voluntarios Alemanes, formado por numerosos soldados alemanes y austriacos que participaron de esta rebelión.
La última gran remesa de soldados mercenarios en el Ejército brasileño se dio en la guerra contra el presidente argentino Juan Manuel Rosas. Allí hicieron su aparición los denominados Brumenn, mercenarios europeos, la mayoría alemanes y austriacos, contratados directamente para integrarse como soldados.
Ante la amenaza de guerra con Argentina, el emperador brasileño envía a Europa al diputado por Pernambuco, Sebastiano Rego Barros, a contratar mercenarios, especialmente de Hamburgo, Alemania. También es encomendado a comprar implementos bélicos para la inminente guerra. Para mediados de 1951, ya había logrado reclutar casi dos mil soldados, entre alemanes, suizos, ingleses, franceses, italianos y austriacos. En general estos mercenarios, en los primeros años, no tenían buena acogida en la población local, por diversas razones culturales, religiosas y costumbres. Era popular el dicho “acá no se baila con mercenarios”.
De estos soldados Brumenn, un centenar de los mejores hombres tuvieron una participación clave en la batalla de Monte Caseros, donde es derrotado definitivamente el presidente argentino Rosas. Todos los del batallón de mercenarios alemanes estaban armados de los muy modernos fusiles Dreyse, de retrocarga, que fueron determinantes para el triunfo, al lograr romper las líneas de defensa de Rosas y la arremetida de la caballería de Urquiza. Este modelo de fusiles de retrocarga también hizo estragos entre las tropas paraguayas en la Guerra de la Triple Alianza.
Este breve resumen de la participación de soldados mercenarios en el Ejército brasileño del siglo XIX muestra algo que era una práctica usual en los ejércitos y que, categóricamente, no ha disminuido en la actualidad, con los publicitados contratistas militares, que cada vez son más utilizados por los ejércitos. Así liberan a sus compatriotas de misiones riesgosas. Los conflictos bélicos de los últimos 30 años, a nivel mundial, nos muestran que los mercenarios ¡siguen muy vigentes!
* Jorge Coronel Prosman, maestría en Historia por la Facultad de Filosofía de la UNA y actual Miembro del Consejo del Conacyt.