La obra de María Eugenia Amarilla creada entre 1966 y 2019 reunida en una muestra curada por Fernando Moure es además de una oportunidad de acercarnos a una pintura singular y muy íntima que se mantuvo alejada de las miradas por mucho tiempo y ahora es homenaje de sus propios hijos a la autora que se ofrece hecha frutos, con pinturas que retratan su mundo privado y sus emociones. El cuerpo femenino ligado a la naturaleza visto como “espectadora de sí misma”, como la define el propio curador, durante 50 años. La muestra que se habilitó el 4 de noviembre se puede apreciar hasta el 12 del mismo mes en Planta Libre Espacio de Arte.
- Por Fernando Moure
- Fotos Gentileza
Para acercarnos a la muestra ya inaugurada que permanecerá abierta hasta el próximo 12 de noviembre en el local de Planta Libre (Av. Primer Presidente esq. Sargento Insfrán), recurrimos al texto de presentación de la misma realizado por el crítico de arte Fernando Moure, que es el curador de la obra y, según datos aportados por una de las hijas de la artista, impulsó a sus hijos a realizar esta tarea de mostrar la obra de María Eugenia Amarilla, su madre, que permaneció lejos de las miradas de los otros durante muchos años.
Moure escribe: “Esta selección de pinturas de la artista María Eugenia Amarilla (Asunción, 1943) fue realizada siguiendo pautas de conexión narrativa a lo largo de los fondos de colecciones privadas. Los temas se focalizan en retratos femeninos, en frutas y plantas y en una tercera parte constituida por la unión de ambos, que podemos nominar de mujeres-frutos. Realizada a lo largo de cinco décadas, esta producción se destila en una visión libre sobre los géneros clásicos en la pintura del retrato y la naturaleza muerta. Intereses que parecen disolverse para hablarnos más sobre la posición de su autora, de su punto de vista ante una obra testimonial que da cuenta de un mundo emocional y privado”.
El crítico nos lleva de la mano por la vida como artista de María Eugenia Amarilla de quien dice que “emprende su formación artística a finales de la década del ‘60, algo que deseamos apuntar en esta muestra de voluntad antológica antes que retrospectiva”. “Gracias a la búsqueda de un lenguaje personal, uno de los desafíos más fuertes en la carrera de todo artista, ella ha podido forjar una mirada que le permite plasmar la realidad sobre la que trabaja, esencialmente enfocada en el cuerpo femenino y las formas vegetales, y, al mismo tiempo, integrarla desde ámbitos tan dispares como lo íntimo y lo fantástico.
Amarilla transmite la libertad de una artista que, durante décadas, ha conseguido ser ella misma, adaptando ideas, teorías y tendencias modernas a sus propios objetivos plásticos.
Emplea el arte para someterse a una terapia introspectiva y quizás así comprenderse a sí misma. Su obra nos hace reflexionar en los alcances de la terapia artística, o de la educación por el arte, además de servir de introducción a una suerte de narración autobiográfica, y desde los puentes que crea entre su práctica artística y los acontecimientos de su vida, nos hace pensar en la posición cultural de la mujer, la del siglo XX y la del XXI”.
A través de las pistas de identidad y género, subyace como decíamos una dimensión terapéutica, es decir, psicologista de su trabajo. En esta iconografía aparentemente clásica del retrato, hay felizmente signos de disidencia de los roles arquetípicos asignados a las féminas paraguayas: su acercamiento a la corporalidad, en torsos o figuras totales subrayando su humanismo y erotismo anhelantes. Se cuelan, desde el lenguaje corporal, todo tipo de deseos, frustraciones o negaciones de estos cuerpos, al presentarse envueltos en el secreto y el misterio.
AUTO-FICCIÓN Y VIAJE
Ciertos indicios nos hacen dudar de los fines tradicionales del retrato, revelando intenciones de complejizarlo. Féminas con la cabeza cubierta, de espaldas o de lado, esquivas; o bien con el torso inundado de ráfagas de viento o agua, actuarían como metáforas del mundo exterior tomando contacto anatómico. Negando hasta el fin primordial de mostrar a sus efigiadas, algunas de estas mujeres parecieran no saber que están desnudas y hasta que están tratando de esconderse.
Esta pequeña muestra busca resucitar la intención expresiva de obras concebidas como preguntas abiertas, su promesa de mensaje o comunicación. Recopila situaciones muy evidentes de lenguaje corporal y perfila ideas de identidad psico-somática, una que no solamente se intuye desde el cuerpo sino desde la emoción, y porqué no, también con la razón: un abanico de poses, gestos y posiciones que generan, de una u otra manera, la electricidad del cuerpo en rituales solitarios, en exploraciones, en sus retiradas.
Uno de los rasgos más notables de esta obra es su ambición por convertirse en superficie táctil, o en ofrecer pequeños enigmas para velar estas visiones. Mientras la artista eligió el cuerpo como protagonista central, también advirtió que podían servirle a sus fines atrapar
otros detalles periféricos, ya sea mediante la apertura de planos o escenas que lo enmarcan o encapsulan simultáneamente. Y lo más sorprendente, subrayar un modelo arquetípico, la de una mujer que observa sus circunstancias, con logros y renuncias sólo accesibles desde la experiencia y la memoria.
Vemos cómo también las mujeres comienzan a incluir, a invitar a objetos de fuerte conexión alimenticia y erógena que consiguen transformarlas en extravagantes Evas. En el caso de las frutas, hojas o flores, ya estén integradas o autónomas, en esta simbiosis pueden ser considerados como elementos de conexión con el cuerpo femenino, dispuestos a servir de analogías formales y existenciales. Las cápsulas o bayas de carne vegetal se ofrecen comestibles, aún como como ofrendas, pero dispuestas con fuerza y dulzura, en suma, en un encuentro sugerente de imágenes entre los cuerpos humanos y los vegetales.
ESPIRAL DEL ARTE Y LA VIDA
Si dibujar y pintar funcionaron como método de autoconocimiento para Amarilla; sus obras se ofrecen como una colección de pensamientos y recuerdos profundamente personales, cuya vocación humanista nos identifica en sus detalles y pistas. En la visión de estos cuerpos podríamos considerar también un punto de vista topográfico, de geografías carnales donde inscribir la realidad física del mundo, una tierra-carne con montes y valles, cuevas, cavidades; de formas que continúan la clara interpretación de caderas, senos, como paisajes ondulados, todo simultáneamente.
Al intentar “habitar” estos lienzos, en la medida de lo posible, esta escritura quiere parecerse a aquello que traduce, imitando sin saberlo, a su autora. La ambición de este arte pareciera querer vivir en el espacio, en las formas y los colores, existir en una dimensión vibracional alta. Algo que se nota incluso en las formas generosas, orgánicas en el uso de los colores, en la plasticidad de sus trazos. Siempre iluminados por la emoción propia de la autora, en ellos se advierte la impresión casi sonora del color, de la textura de gestos y planos.
Creemos que la exposición es un dispositivo, un espacio y un tiempo de ideas. Lo consideramos, quienes trabajamos en estos asuntos, un medio efectivo para pensar historias, con sus argumentos y tramas secundarias, para fabular, para inventar maneras de ampliar las costuras de la realidad. Aunque repartida y separada, esta sustancial colección de una cuarentena de piezas, recolectadas de las colecciones de la artista y la de sus hijos, logra interpelarnos, como en una biografía imaginaria”.
BREVE BIOGRAFÍA
Nacida en Asunción en 1943, María Eugenia Amarilla estudió Artes Plásticas en Santiago de Chile entre 1966 y1970. En Asunción frecuentó y participó activamente de Talleres de Grabado y Dibujo del Centro de Estudios Brasileiros con Edith Jiménez y Livio Abramo.
Estudió Dibujo y Pintura con Susana Romero entre 1980-1; luego con Félix Toranzos y Carlos Colombino desde 1988. También integró el taller de Mónica Delssin (1995-6). Hasta 2019 participó del taller de pintura de Claudia Boettner. Obtuvo el 1° premio del Bosque de los Artistas (1977). Participó en numerosas exposiciones colectivas, destacan sus muestras individuales en la Galería Yatay Espacio Cultural y Ambiental, y en El Viejo Galpón.
Texto de presentación de la muestra, realizado por el crítico de arte Fernando Moure).
“Espectadora de sí misma” Pinturas de María Eugenia Amarilla
Desde el 4/11/2021 al 12.11.2021
Lugar: Planta Libre Espacio de Arte, Av. Primer Presidente esq. Sargento Insfrán