- Por Aníbal Saucedo Rodas
“Todo lo que quieran saber de mí lo encontrarán navegando en las aguas azuladas y misteriosas de un mar sin peces que no lleva a ninguna parte. O en los desiertos que fueron mi hogar, donde la noche es fría y hermosa y las estrellas centellean como yelmos de batalla en los cielos. Es la antigua Sumeria del año 2300, antes de la venida de Aquel Dios-Hombre que me anunció Gilgamesh y que haría contar el tiempo desde un nuevo principio. Me llamo Nippur por la ciudad de los dos ríos donde nacieron mis padres y fui general de Lagash, de donde me exiliaron los conjurados traidores. Y me convertí en errante. Impartiendo justicia para los más débiles. No me pregunten por los sitios donde estuve, porque ya no los recuerdo. Son polvos, como polvos serán las ciudades en que pernocté como vagabundo, prisionero y soldado, como las arenas que mis sandalias van dejando detrás. Yo mismo seré polvo y mi nombre olvidado. Pero alguien recogerá mi memoria y mis aventuras, me vaticinó aquel viejo que vivía en las laderas del Monte Taigeto. Es todo lo que te diré de los tiempos por venir –me hablaba sin mirarme–, porque si te cuento tu futuro, la vida te sabría a cenizas. Me llaman Nippur. Y fui general de Lagash”.
En los años 60, un paraguayo llamado Robin Wood, en cada brillo de su hacha cayendo sobre los árboles de los obrajes siente el filo de una espada lejana que mantiene su mente despierta por las noches. El sueño de un guerrero errante lo persigue. Y para alcanzar a un errante –pensaba– hay que ser como él. Nacido en Caazapá, el 24 de enero de 1944, peregrina hasta Buenos Aires, en una “época donde los bares se llenaban de militantes políticos y la calle Corrientes de literatura (…). Claro, una cosa es vivir holgadamente en esta ciudad y otra muy distinta llegar solo y con una mano delante y otra atrás. Obrero en una imprenta. Un trabajo que sin querer le acercará al joven Robin al final de una cadena de procesos que comienza con la creación del autor. Esa que está esperando 1967 para estallar” (Treinta años de Nippur, Editorial Columba, enero de 1998).
Su atracción por la sumeriología lo acerca a otro joven, un dibujante llamado Lucho Olivera. Algunas perdidas entrevistas cuentan que en los edificios de Editorial Columba le deja un guión y se marcha sin más ilusiones que seguir ganando unos pesos para comer. Un día, ese obrero desconocido en la gran ciudad, queda petrificado ante las publicaciones que colgaban de una librería callejera. En la tapa de la revista D’Artagnan estaba su historia: La historia de Lagash. Vuelve a su trabajo, se quita el overol y se despide de sus compañeros. Había encontrado, finalmente, dice uno de sus biógrafos, su destino y su lugar en el mundo. Ese lugar, que al igual que Nippur, no es ningún lugar. No me pregunten por dónde anduve –confiesa el propio Robin Wood– porque ya no los recuerdo. ¿Mucha fantasía? No se preocupen. Él nos enseñó a vivir la vida como ficción y la ficción como la vida misma.
Eugenio Juan Zappietro, autor argentino con el seudónimo de Ray Collins, no duda en considerar a nuestro compatriota como “el más brillante escritor de aventuras de la última década”, quien con su “primogénito Nippur abren una nueva perspectiva en las novelas ilustradas”.
Nippur de Lagash había trascendido las fronteras de nuestro continente. Ya no podía seguir siendo capítulos dentro de una revista. Él era la revista. El 11 de setiembre de 1979 nace “Nippur Magnun”. Y luego vendrían el tomo I “El hombre de Lagash” (abril de 1981), el tomo II “El incorruptible” (setiembre de 1981) y el tomo III “El regreso” (julio de 1990). Con un agregado con el que sueñan todos los editores: agotados.
El tomo I tiene una particularidad que golpeó a toda América Latina: el temor a la represión. En la Argentina se había creado un molesto estado de autocensura, admiten los responsables de la editorial Columba: “Cuando se revisaron los primeros episodios que se iban a publicar en el Libro Uno, nos topamos con ‘Sanguinarios perros del alma’. La historia hablaba de un general que había sido tentado por el oro mientras olvidaba sus deberes de militar. El episodio había sido publicado originalmente en los ‘70, pero se juzgó inadecuado para ser publicado en los ‘80″.
¿Fue Nippur el personaje predilecto de Robin Wood? “No se le puede pedir a un padre que diga cuál es su hijo predilecto, jamás lo haría. Aunque yo sí mencionaría al buen Nippur como una especie de amuleto de mi obra, una razón importante para iniciar mi vida con la historieta, hace ya veintitrés años” (Colección Clásicos, Tomo I, Volumen I, setiembre de 1990).
“El domingo 17 de octubre del 2021 de esa nueva era que dividió nuestros tiempos, mi contador de memorias –así como lo predijo el viejo del Monte Taigeto–, Robin Wood, regresó a la Ciudad de las Blancas Murallas. En ese viaje, estoy seguro, se encontrará con el inmortal Gilgamesh, quien seguirá buscando su muerte. Pero, aunque lo deseemos fervientemente, los tres estamos condenados a vivir para siempre. Continuaremos peregrinando por la pedregosa y estéril planicie de Elam, donde todo empezó, hasta llegar a los fértiles prados de Lagash, donde yo, Nippur, alguna vez fui general”.