Por Pedro Gamarra Doldán

En esta edición publicamos la reseña realizada por Pedro Gamarra Doldán sobre el poemario de María Eugenia Garay, “La Superstición del Tiempo”, publicado por la Editorial Rosalba este año. Una mirada a la obra poética y al trabajo de la autora en la literatura paraguaya.

María Eugenia Garay es una escritora reincidente. La usina productiva lanzó no hace mucho el más reciente título, el poemario “La Superstición del Tiempo”, Editorial Rosalba 2021. La artista –¿qué es la literatura sino arte?– ha producido una ya vasta obra, siendo éste el texto número 44, lo que implica una cantidad inusual de libros de literatura publicados en nuestro medio.

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Se la ve siempre conservando la calidad en cada uno de sus géneros creativos, y digo géneros, porque María Eugenia transita no solo por los poemas (tiene 16 poemarios publicados), como por la novela, el género policial, la narrativa histórica, los cuentos para público infanto-juvenil, con creaciones tanto históricas como ecológicas, al igual que líricas. Todo ello es un testimonio de vida y creación.

Lo más destacable aún de este abordaje de géneros distintos, como los que señalé, es que conlleva el manejo y dominio de la palabra dirigida a públicos distintos. Esa capacidad imaginativa necesariamente implica una forma de ser, y por qué no, de vivir. Una aproximación a su narrativa nos devela que tiene gran ductilidad en los diferentes temas en cuanto al manejo, elegante sin sacrificar claridad, del idioma castellano.

APROXIMACIÓN A LA ESCRITORA

María Eugenia Garay es una clara y valiente luchadora por una patria nueva, a través de la pluma. Muy joven se graduó en la Universidad Católica en Ciencias de la Comunicación, pero ya había sido miembro de la Academia Literaria del Colegio de Las Teresas, entonces de excelente nivel educativo, y aunque ella no lo cita, creo recordar que obtuvo el premio “René Dávalos”, de la revista Criterio, que tan buenos galardonados tuvo.

Ella es, a su manera, una rebelde, de rebeldía positiva. Es libre e independiente. Su obra no forma parte de algún parentesco estilístico invariable, cosa a veces difícil de lograr, porque casi siempre, por los años, o la lectura, somos deudores de influencias permanentes o circunstanciales.

También es libre, porque no forma parte de grupos culturales de apoyo mutuo, si bien es socia de centros de escritores bien conceptuados. De profunda y honda sangre vasca, también sostiene con valor la cultura útil, y combate el diletantismo, y las fugas fatuas, de una obra que vive un distingo momentáneo. Ella escribe para testimoniar y ofrecer de ejemplo su compromiso con los valores perdurables.

LA POESÍA EN NUESTROS DÍAS

María Eugenia, que sintió la atracción por las letras desde muy joven, transita por el camino de la poesía desde hace medio siglo y no rechaza esa forma expresiva, que hoy se usa poco. La poesía es pues su palabra apasionada, y a veces hasta adquiere tintes políticos. Toda poesía lograda es música a cappella, y, al correr de su pluma, brota como un manantial prolífico de ideas, o como una hoguera de donde estallan luminosos fuegos de artificios.

Hoy, se lleva a cabo ese combate de la poesía contra las sociedades banales, la mediocrización de las redes sociales y la globalización perjudicial; es en este contexto que María Eugenia demuestra con este libro “La Superstición del Tiempo”, a lo largo de sus más de 170 páginas, que la palabra poética, expresada en versos de un leve erotismo, busca inflamar las pasiones del hombre, del ser humano, para que no se pierda en las meras superficialidades olvidables de este mundo, y despierte a las profundas y sublimes emociones del espíritu, al son de las palabras sabiamente enlazadas.

En su “Plegaria” del “Adagio 1″ nos dice:

“Señor, Invoco tu nombre de augurio o de fábula, y a ti me dirijo con la voz caldeada, buscando un refugio para mis amarras.

No hacen falta encuestas que avalen palabras, ni inventar lenguajes para tantas ansias.

Por eso hoy te busco dentro del silencio, matorral espeso, donde encallan todas nuestras esperanzas”.

En esa prosa poética, que como tal, no es nueva, preambula la autora una grata definición, de cuál será el arte del que se valdrá el libro. María Eugenia ha llegado a la profundidad y altura de una escritora que ha producido una obra valiosa, y que crece de libro en libro. La experiencia, la belleza, la imaginación, son sus medios de ir ascendiendo y trascendiendo de obra en obra.

EL NIVEL CREATIVO EN SU OBRA

Leer su producción constante es siempre una sorpresa, porque uno encuentra que, según pase el tiempo, la obra con más facilidad se decanta. Cada elaboración suya compite consigo misma, y así, cada obra subsiguiente surge con una belleza y nivel creativo superior, perfeccionándose hasta alcanzar las alturas últimas, mérito difícil de lograr.

Llegar a la poesía, de tenue tinte erótico, significa una exposición no sólo a cuanto implica el amarse de un hombre y una mujer, sino que se interna en emociones y sentimientos para revelar que es el amor, verbo asaz difícil de asir. En “Regresos” nos dice:

“Llevo abalorios de ingrávidas luciérnagas sobre mis senos ardidos de deseo.

Hay ajorcas de luna en mis tobillos y en el umbroso delta de mi pubis un puerto donde anclar tus cicatrices después de navegar erráticos inviernos”…

Sí, María Eugenia Garay, justicieramente merece ser incluida en una edición ampliada de “Los Garay en la cultura paraguaya”, una compilación biográfica de algunos antepasados suyos, como el Dr. Blas Garay y el Gral. Eugenio Alejandrino Garay, grandes compatriotas que transitaran el camino de la historia, del derecho, del periodismo y de la guerra, que hizo don Raúl Amaral, porque con capacidad y altura en ese vínculo con las letras, ella ha llevado su obra al merecido altar de ser leída y reconocida.

Portada del poemario “La superstición del Tiempo”.

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