POR ESTEBAN AGUIRRE @PANZOLOMEO, Ñembonvivant

El otro día hablando con una amiga me contó una particular historia. Estaban ante un dilema. La vecina cumplía años y ellos se habían olvidado de la torta. Mi amiga, siendo una mujer conocida por su pragmatismo, le hizo acordar a su padre, quien estaba furioso al respecto, que no había nada de qué preocuparse, que una conocida de la familia hace tiempo ya vendía su afamada torta 3 leches en todos los Biggies y en minutos el problema ya estaría solucionado.

Entra en escena el famoso nieto/hijo con reciente acceso al vehículo de la casa y nuevo registro para transitar libremente. Parecería que muchas de las madres, padres, abuel@s del mundo solo quieren capacitar a los nietos/hijos a aprender a manejar para tener una secretari@ del postre de fin de semana. “Mijo, anda un poco trae helado”, creo que es lo primero que escuché cuando aprendí a soltar el embrague. Nunca era otra cosa, helado. Y por supuesto, las primeras “yiras” de tener el auto a mi disposición y transitar hasta alguna heladería del tipo francesa (inserté chiste sobre París aquí) me venía al pelo.

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Pero bueno, volviendo a nuestro tema. El joven de la casa fue comisionado a la nada difícil tarea de traer una torta 3 leches del Biggie más cercano, para que llegado el momento, la vecina no tenga que soplar las nomásticas velas sobre algún abandonado pedazo de pera oxidada de heladera. El único tema es que el chofer en cuestión no estaba en la habitación cuando se llegó a la práctica resolución del conflicto, sino entro en escena más tarde, casi como un sketch de Chespirito, en donde si pudieras observar desde afuera, ya sabrías que se avecinaba algún pa’ã.

El mensaje que recibió el novato chofer fue “Mi rey, andá un poco trae 3 leches del Biggie”, recibiendo un botín de 150 mil para tal tarea. Me imagino que ya se imaginan hacia dónde va esta historia, pero para aquellos de holgazana imaginación, continúo. El chofer, ni corto ni perezoso, sin discutir la tarea, ni el monto excesivo para comprar “3 leches” fue hasta el Biggie del barrio (porque ya hay nomás luego uno en cada barrio), compró 3 leches en cartón y volvió con la bolsa a la casa en tiempo récord. “Ahí tenés abuelo, 3 leches”. Si bien, el desenlace de esta historia transita entre las risotadas de toda la familia, la furiosa comprensión del abuelo de que fue él en realidad que “la cagó” al ser austero en su forma de expresarse al hacer el pedido, en la moraleja de está historia podemos encontrar un extraño caso de comunicación efectiva con un desenlace inefectivo.

Alguna vez leí que “La forma en que nos comunicamos con otros y con nosotros mismos, determina la calidad de nuestras vidas”. Existe una gran diferencia entre preguntarle a alguien “¿Entendiste?” o “¿Qué entendiste?”. En este caso, el mensaje “entendido” por el chofer estaba perfectamente claro y su interpretación más que justificada, pero el abuelo, quien estaba encomendando la tarea estaba más enfocado en el resultado final, su torta con las velas, el buen pasar de la vecinita, que finalmente se olvidó de ser claro con su pedido.

La comunicación se trata de un constante ejercicio de ponerse de acuerdo, una especie de microacuerdos evolucionando hacia la empatía del tiempo, la agenda y el bienestar de todos los involucrados en la conversación, o intercambio de mensajes (por el medio que sea). Por eso las órdenes solo quedan en salas de cirugía, naves espaciales, guerras o lugares en donde la línea de comando es vertical y probablemente si no las seguimos algunas vidas corran riesgo.

Si algo podemos aprender de estos tres sachets de leche que soñaron convertirse en torta, es que es bueno acordarse de disfrutar de lo que se comunica, de transmitir con pasión aunque sea el más banal de los pedidos, porque eso al final de cuentas es parte activa de lo que constituye tener un buen día, y si tenemos la suerte de lograr sumar un montón de esos “buenos días”, al final del camino habremos obtenido una “buena vida” (con torta y todo).

Aníbal Barreto en una de las primeras bibliotecas inauguradas allá por setiembre de 2019.


Etiquetas: #¿Entendés pa?

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