- Por Ricardo Rivas
- Periodista
- Twitter: @RtrivasRivas
Querido John. Te escribo estas líneas, tal vez, un poco tarde. ¡O, no! Medio siglo ha pasado desde aquella poesía. No es mucho tiempo, por cierto, cuando –pese a todo- la muerte continúa paseándose sin mayores dificultades en este planeta en vías de extinción. La pobreza, el hambre, la desnutrición, la destrucción del medio ambiente, la avaricia, la codicia, son sus acompañantes.
Tú y Yoko nos propusieron imaginar. Y siguen haciéndolo. Ruego cívico, poesía valiosa que nos llega desde un ayer cercano, vigente también hoy y, seguramente, mañana. Pero cuando nos enviaste tu mensaje, muchas y muchos estábamos en otras cosas. De allí que no nos resultaba sencillo imaginar que “no hay paraíso”, porque después de las dos guerras grandes que asolaron Europa; de la Gran Purga de Stalin, de las dos bombas atómicas que incineraron impiadosas a Hiroshima y Nagasaky “para evitar la muerte de miles de jóvenes norteamericanos”; con Vietnam todavía sangrante; con Argelia en lucha por su independencia; con dictadores aquí, allá y acullá, teníamos la convicción de aquella inexistencia.
EN LA SUITE 1742
Sí creíamos saber, pese a tu sueño, y estábamos convencidos de ello, que había “infierno bajo nosotros”. Levantar los ojos hacia el cielo no era fácil. Miles de aeronaves –como nubes negras- descargaban lluvias de fuego y tempestades asesinas sobre millones de inocencias. Aterrorizante. Recuerdo ahora que, dos años antes, también ustedes, desde aquella cama mítica, en la suite 1742 en Fairmont The Queen Elizabeth, “bed-in for peace”, abogaron firmemente por la paz desde aquel improvisado templo cívico en el que había trocado aquel cuarto que, durante siete noches, fue el lugar hacia donde convergieron los fotógrafos y camarógrafos del mundo que todavía era mundial y no global. Antes de acostarse, en marzo del ‘69, se casaron en Gibraltar.
De la luna de miel hicieron un acto de intensa militancia por la paz. ¡Únicos! “Sí, estamos en contra de cualquier forma de violencia. Eso incluye mi propia violencia, la violencia de Yoko, sabes, la violencia en las calles, cualquier tipo de violencia. Por supuesto que, Vietnam y Biafra, son manifestaciones de la violencia de todos, sabes. Por eso decimos que esa es responsabilidad de todos. Realmente creemos que esas guerras son la manifestación de la violencia del mundo completo. No solo América o los comunistas”, le explicaste, John, a Marshall McLuhan –aquel canadiense que postuló que “el medio es el mensaje”– cuando quiso saber por qué lo hacían. Nunca supe si te preguntó algo más. “Imagina que no hay países/No es tan difícil de hacer/Nada por qué matar ni por qué morir/Y ninguna religión tampoco/Imagina a toda la gente/Viviendo en paz”. Tal vez aquella estrofa apuntó contra todo tipo de eventuales radicalismos. “No podemos tener una revolución que no involucre y libere a la mujer”, sostuviste alguna vez frente anta un mundo en cambio como consecuencia de una enorme crisis en la idea de modernidad. El feminista John. “Es sutil la forma en que te enseñan la superioridad masculina. Me tomó buen tiempo darme cuenta que mi masculinidad le cortaba ciertas áreas a Yoko. Ella es una liberacionista al rojo vivo y rápidamente me mostró dónde estaba mi error, siendo que a mí me parecía que actuaba de la forma más natural”. ¡1971, John! “Puedes decir que soy un soñador/ Pero no soy el único/Espero que un día te unas a nosotros/Y el mundo entonces será mejor”, nos dijiste luego. Tarde me enoja no haber comprendido la intensa profundidad de tus palabras. Detenernos a pensar más allá y más acá de la ruptura de los Beatles hubiese estado bueno. A la luz de la historia –de nuestra historia, de la tuya, de la de Yoko, de la de millones– de poco sirvieron las duras palabras con las que Sir Paul McCartney te golpeó con extrema rudeza. Medio siglo más tarde de aquellos años, quiero decirte que, debería haber optado por ser ciudadano de Nutopía, aquel “país conceptual” que presentaste el 28 de diciembre de 1973, poco después que Richard Nixon fuera reelecto como Presidente de los Estados Unidos.
Aquel indigno quería deportarlos. ¡Desvergonzado! Hubiese querido enarbolar junto con ustedes “un pañuelo blanco”, como el que que enarbolaste como bandera de Nutopía. No fueron pocos ni pocas los que rieron. Después que Nixon cayó y, sin honores dejó la Casa Blanca, se supo que él –solo él- quería deportar a John y Yoko. Protestaban contra la guerra en Vietnam, la juventud norteamericana los escuchaba y, por primera vez, la ciudadanía podía votar desde los 18 años. Hasta entonces, estaban habilitados para votar desde los 21 años. Temía perder frente a ustedes. Lennon y Ono podrían hacer que voten en su contra, pensaba. ¡Vamos Nutopía! Ese país que “no tiene más leyes que las cósmicas” ni tampoco “territorio, ni fronteras, ni pasaportes”.
En él solo hay “personas”. Coherencia, por cierto, “Imagina que no haya propiedad/Me pregunto si tú puedes/No necesitar ganancias ni tener hambre/ Una hermandad de seres humanos”, cantaba, canta y seguirá cantando John con su enorme piano blanco. ¡Qué bronca no haber comprendido su mensaje! Aquí y ahora declaro que hago mías vuestras palabras, John y Yoko y, junto con ustedes, desde el portal de entrada a Nutopía, aunque mirando hacia afuera de ese país conceptual, también exhorto a quienes todavía no tomaron la decisión: “Imagina a toda la gente/Compartiendo todo el mundo”. Por esto esta carta tardía. Después de medio siglo desde entonces, recordar “Imagina”, sólo como una canción que cumple 50 años, carece de sentido. Hasta Naciones Unidas la hicieron propia. Hasta siempre, John y Yoko. Sinceramente de ustedes y con ustedes, RTR.