Hoy Toni Roberto nos lleva a recorrer un espacio sin tiempo, donde conviven duendes, artistas y las distintas arquitecturas que nos transportan a alguna vieja manzana, donde todos nacimos.
- Por Toni Roberto
- tonirobertogodoy@gmail.com
Hace unos días charlando con Clotilde Cabral, directora del Centro Cultural de la Ciudad, buscando un disparador para una noche en radio y hablar de los 30 años de la Manzana de la Rivera, nos hicimos una pregunta: “¿Te acordás de los vecinos de tu manzana?”, eso me llevó directamente a pensar: ¿será que la gente hoy conoce a los vecinos de su manzana?, luego a imaginar a las familias que vivieron en las casas de esa ya legendaria Manzana de la Rivera: los Viola, los Clari, los Vertúa, los Castelví, los Serra y los Ballario Buzó. Proyecto que empezara a soñar Carlos Colombino hace más de 30 años y que se realizó gracias al apoyo de la AECI Agencia Española de Cooperación Internacional e inaugurada oficialmente el 15 de agosto de 1993.
LA CASA DE ANTONIETA
Cada una de las casas me llevó sin dudar a los años 80 cuando en aquella casona rosada de dos plantas de la esquina de O’Leary y El Paraguayo Independiente habitaba una de las señoras de la moda de los años 50, Antonieta Ballario Buzó, quien realizaba tocados y sombreros para damas asuncenas. En una ocasión acompañando a mi abuela, llegamos y luego de golpear la alta puerta de dos hojas subimos por las escaleras, ahí atendía ella, en un pequeño recibidor que tenía dos sillas que flanqueaban a un enorme cuadro de la Virgen de Caacupé pintado por Pablo Alborno, al costado un balcón que daba a otro balcón inmortal, el de la firma Censi & Pirotta donde vivía la artista y empresaria Lilí Censi de Del Mónico.
Cada casa tiene una historia que contar, pero es sin lugar a dudas la casa Viola –aquella que en algún momento estuvo a punto de desaparecer cuando en los años 70 un equipo de arquitectos franceses propuso un proyecto delirante que contemplaba la demolición de todas las manzanas del alrededor de Palacio de López para realizar un jardín al “estilo Versalles”–, el único dato arquitectónico que sigue el trazado antiguo de la ciudad respetando la organización irregular y orgánica que solo cambia con el diseño en damero ordenado por José Gaspar Rodríguez de Francia entre 1821 y 1824.
“TIEMPOS POSIBLES”
Hoy, 30 años después de su inauguración, esta “nuestra gran manzana” es un hito en la ciudad, constituyendo la gran obra de Carlos Colombino, más allá de la arquitectura. Para celebrar estas tres décadas en las que han pasado por su arquitectura, actores, músicos, artistas visuales, poetas, personalidades mundiales, se organizó una gran muestra denominada “Tiempos posibles”, dirigida por Carlo Spatuzza y Luis Ocampos Pompa donde conviven los recuerdos de Antonieta, la historia de los Viola o el pasado de los Serra con las nuevas generaciones de artistas. Aquí se entrecruzan sin tiempo, las viejas frescas paredes con vigas de palma, experiencias de arte contemporáneo, con modernas gloriosas piezas de Edith Jiménez o Laura Márquez, hasta una escultura blanda denominada “Olga Blinder en su sofá”, obra de Irma de Gorostiaga, que recibe a todo aquel que quiera recorrer su pasado, presente y futuro.
El artista Carlo Spatuzza dice: “Cuando la directora del Centro Cultural me llamó para organizar esta muestra, desde un principio me pareció fundamental el encuentro de varias voces, múltiples posturas, varias formas de mirar, diversas líneas de producción; enfrentadas, cruzadas o paralelas”.
“Porque este es un espacio que apostó a la democracia, se acercó a la ciudadanía y con esa vocación mira el futuro, manteniendo vivo el legado recibido de referentes y haciendo lugar a los nuevos caminos que están trazando las nuevas generaciones”.
“La muestra abarca todos espacios de la Manzana”.
“No hay una línea editorial curatorial cerrada, sino más bien la idea de hacer convivir y buscar relaciones entre las obras de manera a que cada espectador haga su propio recorrido y su propia lectura”.
“Esta es una celebración, una fiesta mezclada, como el jopara. Con encuentros posibles, que solo pueden darse cuando uno cumple 30 años”.
“Tal vez no pudimos llegar a todos los artistas por razones comprensibles, pero en este espacio de la ciudad caben todos”.
“LA MANZANA ES DE TODOS”
Termina diciendo el editor de la muestra que, si bien ya finalizó el 31 de agosto, seguirá gracias al registro que se ha hecho de la misma y que se encuentra a disposición de quien quiera observar.
La lectura de esta puesta es como la de un libro fantástico donde se desarrollan encuentros imposibles, entre los duendes que lo habitan, los artistas que pasaron en los últimos 30 años y las diversas familias que siguen viviendo en el recuerdo de esta histórica manzana, que comparten hoy un patio común que nos invita a pensar en la “vieja convivencia” de los antiguos vecinos de Asunción, en este rincón que es el corazón de la Madre de Ciudades.