Por Jannett Sánchez - Fotos: gentileza
“Tu hermana tiene leucemia”, una voz en el teléfono y las palabras más dolorosas que alguien puede escuchar. Así llegó el cáncer a nuestras vidas y el mundo se detuvo en cuestión de segundos; la noticia destrozó a mi familia. Desde ese instante nada volvería a ser igual. Tuvimos que acostumbrarnos a las horas de quimioterapia y a entender sobre punciones. La entrada y salida de enfermeros y médicos se convirtieron en una constante. Llantos al ver cómo el paciente de a lado dejaba la cama vacía y la angustia por no saber quién sería el próximo.
Dahiana Sánchez Galeano tenía 21 años en el 2018 cuando fue al Hospital Central del IPS por un cuadro de amigdalitis aguda e influenza. No esperaba que unos análisis de sangre confirmarían algo peor. Los hematólogos Matías Francken y Aline Paats le informaron que padecía leucemia e inmediatamente los estudios arrojaron mieloides aguda. El cáncer ya había avanzado un 85%. Ella estaba contrarreloj.
–LN: ¿Qué recordás de aquel 17 de setiembre del 2018?
–Recuerdo todo, detalle por detalle. Los médicos mirándome con cara de que algo malo estaba pasando, pero yo no sabía qué era. Les empecé a mostrar las manchas que tenía en el brazo desde hace más o menos 15 días y se miraron con susto. Me dijeron “te vamos a internar”. Papá estaba sentado sin entender tampoco nada.
–LN: ¿Qué sentiste cuando te contaron que tenías leucemia?
–Recuerdo que estaba almorzando sopa de verduras, entraron los doctores y pidieron a los familiares de otro paciente que salieran un momento. El Dr. Matías me dijo “quiero que te sientes y te tranquilices, te voy a explicar qué es lo que está pasando”, yo no entendía. “Bajaron tus defensas y te dio una anemia aguda, empezaste a perder sangre y todas tus médulas malas salieron. Tenés leucemia y está superavanzada, tenemos que hacer la quimio y darte el tratamiento debido”.
–LN: ¿Sentiste miedo?
–No, en ese momento no. Yo no asimilaba nada; mi familia lloraba. Sentía ansiedad porque no creía todo lo que me estaba pasando.
–LN: ¿Quisiste rendirte alguna vez?
–En mi trasplante sí, porque pasé muy mal cuando empecé a internarme tantas veces. Le dije al Dr. Cristóbal Frutos que ya estaba cansada y que no quería hacer nada más. Me respondió que no, que a esas alturas de la vida no podía decir eso, y al día siguiente me trajounapsicóloga.
–LN: ¿Fue importante ese apoyo?
–Sí, porque una persona que está pasando por un mal momento no le va a contar a su familiares y yo me guardé muchísimas cosas. Cuando tenía ganas de llorar no podía porque no quería hacerle sentir mal a nadie, entonces, con todos me reía.
–LN: ¿De dónde sacabas fuerzas?
–Mi familia, mis amigos y de Maheli, porque la primera vez que vi a mi sobrina fue inexplicable. Les agradezco también a los que me hicieron sentir mal en el hospital, porque gracias a ellos soy lo que soy, no tengo nada que reprochar.
–LN: ¿La leucemia te robó algo?
–Robar no creo, pero sí me ayudó a entender que las cosas no pasan cuando yo quiero, si no cuando realmente tienen que pasar. La leucemia me hizo más fuerte, porque ahora siento que no hay nada que no pueda superar. En el 2019, tras cinco meses de su diagnóstico y tres meses después de haber salido de terapia intensiva, Dahiana tenía una gran oportunidad de vivir. El cielo iluminó los caminos oscuros y un trasplante de médula ósea nos trajo esperanzas.
–LN: ¿Cuál fue el momento más difícil que te tocó vivir?
–Cuando salí de terapia intensiva y vi mi cicatriz. Fue lo más horrible, nunca lo voy a olvidar. Ellos (los médicos) me dijeron que no me iban a hacer eso y cuando vi dije que era feo, recuerdo que solo me reí porque no podía hacer nada.
–LN: ¿Cómo es tu vida después del trasplante?
–¡Ay, feliz, estoy vivita y coleando! Obviamente mejor. Es una anécdota que tengo para contar, le llamo así porque es algo que ya pasé.
–LN: ¿En algún momento te preguntaste “por qué a mí”?
–Llegué a reclamarle a Dios “por qué me pasa a mí si yo no le hice nada malo a nadie”, y él me hizo entender que su tiempo es perfecto. Si pasé por todo eso capaz fue para que yo me acercara más a él o para que mi familia se acercara. Lo único que le pedía era no sentir dolor. Muchos te dicen que tenés que ser fuerte, pero nadie sabe lo que es estar en un hospital y depender de medicamentos que si un día no te dan, no sabés si al día siguiente vas a estar bien.
–LN: ¿Qué sueña Dahiana?
–Vivir todos los días como si fueran los últimos, así como una vez me dijeron “hakuna matata”.
En unos meses más se cumplirán tres años de aquel 17 de setiembre que causó tormentos y demostró a la familia de Dahiana una realidad que no conocía. Hoy, Dahiana está a punto de convertirse en licenciada en Análisis de Sistemas Informáticos.
Dahiana es mi hermana y hoy más que nunca nos tenemos la una a la otra.