Por Toni Roberto, tonirobertogodoy@gmail.com
Hoy Toni Roberto nos lleva a recuerdos de Villarrica a partir de una vieja esquina de Villa Morra.
A veces no son los caminos tradicionales los que conducen a Villarrica, eso es lo que sentí al ver la tapa del libro de Caio Scavone “Cuentos Guaireños”, una edición de Servilibro, de Vidalia Sánchez, que me llevó directamente a la esquina asuncena de Cruz del Defensor y Boggiani (hoy J. E. Estigarribia).
Para algunos, los abuelos son aquellos que nos dan el destino y, en mi caso, me dio biológicamente unos bisabuelos, un abuelo guaireño, y una tía política, Celia Alvariza, que se convirtió en mi “abuela guaireña del corazón”, desde que me sentí. Celia, la que en muchas largas noches, ahí en el segundo piso de su casa que le construyó “Jenarito” –así le llamaba a Jenaro Pindú, que era su sobrino y le diseñó una de sus primeras casas allá por 1970– me contaba historias de esa ciudad; amores, pasiones, odios, desamores y hasta asesinatos, ocurridos en la Villarrica de sus memorias desde los primeros años 30 del siglo pasado.
LA “MARCA A”
Esta abuela guaireña adoptiva pertenecía a la “Marca A”, de esa manera se las conoce a las Alvariza en Villarrica, por ser numerosas y bonitas, y a las Arias como “Clase A”, así son los guaireños, pareciera que se tendría que escribir un diccionario del guaireño al castellano, para entender ciertos códigos.
Sus recuerdos de las calles y casas de la ciudad eran un recorrido imaginario por rincones de cada una de ellas, casonas antiguas del centro guaireño que tienen la particularidad de estar habitadas hasta hoy por los descendientes de sus propietarios. “Viviendas con historia” como la ex casa del legendario Dr. Botrell, luego propiedad de los Boettner Balansá, con su eterna y poética Santa Rita, en donde en la Guerra del Chaco eran atendidos los enfermos que venían de la contienda, sencillas fachadas como la del hogar del intelectual Ramón I. Cardozo, o la famosa panadería y fideería “Sisul”.
LA SANTA ANA SIN SU NIETO
En esos recorridos por los aires de Villarrica desde Villa Morra, una de las historias más increíbles, es la de una imagen jesuítica de Santa Ana de grandes dimensiones; resulta que cuando mis abuelos venían de Villarrica en los años 30 a Asunción, la dejaron en custodia, a una conocida profesora guaireña, la señorita Francisca Bogado. Con el tiempo, ella le hizo una capilla a la santa olvidada en Villarrica por los Ramos –ese era el apellido materno del abuelo–, pero con una particularidad, antes de partir decidieron retirarle el niño, que hoy se encuentra en Asunción. Un día cualquiera de mediados de los años 90 pude corroborar aquellos relatos visitando la capilla donde se encuentra “la Santa Ana sin el niño”, seguramente ella seguirá ahí, esperando algún día el regreso de su nieto. Una historia bastante particular y tal vez muy guaireña.
LA INAUGURACIÓN DE LA RUTA EN LAS VÍAS DEL TREN
Una de las historias memorables del libro de Caio Scavone y que también me fuera contada por Celia Alvariza de Torres, mi abuela guaireña adoptiva, es la de la inauguración en 1970 del asfalto de la ruta que une Cnel. Oviedo con Villarrica, que coincidía con el aniversario número 400 de la primera fundación de Villarrica, el 14 de mayo de 1570, en lo que hoy es el estado brasilero de Paraná. Para el efecto, el guaireño Ricardo Garay, que en aquel entonces era director del Ferrocarril Central del Paraguay, ofreció un viaje para tan importante momento.
Llegó el día indicado, los vagones se colmaron de guaireños residentes en Asunción y sus alrededores, pero como siempre, el tren tenía problemas con los horarios, el contingente llegó al acto unas horas después de la inauguración de la ruta, que quedaba a unos pocos kilómetros de la estación, entonces los invitados decidieron volver en ese mismo momento, festejando así la finalización del asfalto de la ruta, desde los rieles de una estación de ferrocarril. Caio Scavone termina ese capítulo diciendo: “Si esto no es una guaireñada, ya no sé lo que puede ser…”.
“¿Cómo no identificar inmediatamente a un ‘gua’i’, aun en medio de una multitud, al escuchar su hablar parsimonioso y canturreado, al ver los pasos desmañados del ‘guata sambo sambo’, y al sufrir su trato, entre hosco y reservado, y su retorcido sentido del humor que no pocas veces lo expone a una explosiva lluvia de puñaladas? ¿O comprobar su estrafalaria manera de hacer las cosas, que los demás dicen que es al revés, y que yo definiría simplemente como ‘no convencional’ y que, en vez de esconder, deberíamos proclamar como un orgulloso rasgo colectivo”, dice Helio Vera en una parte del prólogo de presentación del libro de Scavone.
Al final de este pequeño viaje yo tampoco puedo negar mi sangre gua’i, ya que “viajé a una esquina de Villa Morra para conocer historias de Villarrica”.