Hoy es el Día del Padre, y Toni busca en su memoria aquellos que fueron inspiración y apoyo en el camino del conocimiento y el crecimiento personal y artístico.

Dicen que hoy es el Día del Padre, por eso este domingo quiero recordar también a esos otros que fueron y son nuestros padres en el camino del conocimiento en los dis­tintos campos que nos toca recorrer, artistas, periodis­tas, comunicadores, médicos, ingenieros, arquitectos, y tal vez aquella sencilla persona que popularmente los llama­mos “Arandu ka’aty” en nues­tro dulce idioma guaraní.

En nombre de todos ellos hoy me detengo en el pasado, en la calle Paraguarí casi Ful­gencio R. Moreno allá a principios de los años 80, en una agencia de publici­dad a donde me lleva mi tío dibujante Sergio Godoy, sen­tado en una silla moderna, esperando una reunión para conocerle a un amigo suyo, compañero de colegio, en las paredes empiezo a conocer obras de artistas paraguayos de avanzada, una enorme obra abstracta y un gran dibujo a tinta, de artistas desconocidos para mí en aquella época en plena adolescencia.

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Primer aviso de Nasta.

Así empecé una amistad con esta persona que a partir de ahí lo consideré como uno de esos otros padres que nos da la vida, ese es José Daniel Nasta, publicista, nacido por circunstancias de la vida en la vecina Clorinda en febrero de 1948, quien vivió en pleno centro de Asunción en varias casas, primero sobre la calle Paraguarí y Fulgencio R. Moreno, en aquella época su padre tenía una ferretería frente a la facultad de dere­cho que se llamaba “Tuma y Nasta”, luego decidieron ir a vivir en Buenos Aires, pero por esas cuestiones de los vaivenes de la economía argentina habían perdido todos sus ahorros, así, a un año y medio de afincarse en la urbe porteña decidieron volver a Asunción a empezar todo de nuevo, viviendo pri­mero en Antequera y Fulgen­cio R. Moreno, en una típica casa con alero y piezas con­tiguas con un gran Yvapovo, frente mismo a la escalinata, después se mudamos a 25 de Mayo y Yegros.

El nos cuenta: “Por circuns­tancias de la vida, mi padre se separa de Tuma y monta la ferretería Rafael Nasta sobre 25 de Mayo entre Iturbe y Yegros, después se compró la casa de Cerro Corá entre Iturbe y Yegros, al lado de los Mendelzon, que fueron los compañeros de infancia y ya de juventud con quienes estuvimos juntos. Empecé el mundo de la publicidad en un local de la ferretería, des­pués fuimos a la calle Azara, con nuestra primera oficina de Publicitaria Nasta y mi hermano Jorge se quedó con el timón de la ferrete­ría que después transformó en el monstruo que hoy es Lincoln”, nos cuenta con lujo de detalles.

Don Rafael Nasta con el Sr. Montoya Correa, director de la Revista internacional “Estrellas”.

En una zona en la que convi­vían armónicamente judíos y árabes, aquellas familias que llegaron desde muy lejos a forjar el Paraguay desde principios del siglo XX. En una de esas casas céntricas de Asunción sobre la calle 25 de Mayo, viven frente a una familia judía que se convierten en sus herma­nos del alma, donde se sella una amistad eterna con los Krasniansky, los herma­nos Betty, Beto y Bernardo “Lito”, este último quien luego se convertiría en una de las figuras fundamen­tales de la “actualidad” en el arte paraguayo y quien falleciera hace unos meses en la cosmopolita Saõ Paulo, en donde residía desde hace varias décadas.

HISTORIAS DE TRANVÍAS

El viaje imaginario con Dani Nasta sigue, entre recuerdos y anécdotas inolvidables como el de un tranvía y nos cuenta: “Cuando Juancho Moreno Ruffinelli y el doc­tor Breuer estaban de novios con las hermanas Rodríguez Alcalá, deciden llevarles una serenata con la guitarra eléc­trica de Rudy Heyn, una sen­sación en la Asunción de los años 50, Alberto Cameroni que vivía frente a los Rodrí­guez Alcalá en un departa­mento, accede a prestarles el enchufe donde enchufar la guitarra eléctrica para que pudiera sonar. En plena sere­nata, viene el tranvía bajando por Eligio Ayala entre Esta­dos Unidos y Brasil, ahí salen urgentemente a parar al tran­vía porque si seguía de largo iba a contar el cable y adiós serenata, entonces el motor­man o conductor del tranvía paró y se quedó a escuchar la serenata, terminado el acto siguió su camino con abso­luta tranquilidad”.

Sigue contado: otra anécdota que tiene que ver con los tran­vías fue cuando Raúl Hei­secke y Baby Duarte Pallarés estaban de novios con las her­manas Velázquez que vivían también sobre la calle Eligio Ayala, pero esta vez más hacia Tacuarí, había un muchacho que había llegado recién del interior, y ellos querían man­darle a comprar empanadas al Lido, entonces lo llaman y le empiezan a explicar: ‘mirá, vos te vas a ir a la esquina de Tacuarí, vas a esperar que lle­gue el tranvía, va avanzar, va pasar frente a la estación del ferrocarril, va doblar por la plaza Uruguaya, se va a dar la vuelta a la derecha por la Mcal. Estigarribia y por la calle Palma y al llegar al Panteón de los Héroes, ah ¿el que está frente al Lido?’, ahí empieza una carcajada por­que no se imaginaban que este chico que recién venía del interior sabía perfecta­mente donde quedaba el Lido.

Daniel y Jorge Nasta. Asunción, c.1953.

Dani recuerda con mucho cariño a Ricardo Yustman un gran dibujante de los años 70 de la época de oro del dibujo paraguayo, con quien realizó su primer aviso, haciendo él la redacción creativa y Yust­man el diseño, recuerda: “el aviso tenía una columna por 10 cm y el hizo un origi­nal gigante”. Ellos se habían conocido en el colegio Inter­nacional, siendo Yustman unos años mayor. El cliente era la Sastrería Ortmuz de la calle Cerro Corá 372 y el texto decía: “Sea el blanco de las miradas por su elegancia”. Ricardo siguió en la agencia, siendo luego socio hasta el final de sus días.

El centro tiene demasiados recuerdos, los árabes como nosotros convivíamos con los judíos y había una línea muy sutil de diferencia, a todos aquellos que vivían entre Brasil, Tte. Fariña, Colón y el Paraguayo Independiente, se les consideraba que eran de un nivel ligeramente supe­rior a los que vivían fuera de esos límites, Susana Gerto­pán lo cuenta muy bien en su libro sobre barrio Pales­tina, quien vivía más hacia barrio Obrero sobre la calle Tercera. Nosotros teníamos muchas calles empedra­das prácticamente estaban asfaltadas hasta Herrera y después todas las calles que venían en forma perpendi­cular eran empedradas en su mayoría y ahí siempre jugábamos a la pelota.

Don Rafael Nasta y Anita García Costero, pionera de la decoración en Paraguay.

¡JORGITO, BASTA!

Ya residiendo en la casa de tres niveles que diseñó el Ingeniero Nicolás de Bari Flecha Torres, donde en la planta baja estaba la ferre­tería Rafael Nasta, y donde también estaba el taller de decoración de su madre, doña Anita García Costero, una de las primeras decoradoras de Asunción -quien en el año 1960 gana la convocatoria para decorar el emblemá­tico Hotel Guaraní- ocurre un episodio muy particular que nos cuenta Dani: “Como mi hermano Jorge ejecutaba la batería y enfrente estaba el diario “El Día” que era de los Chaves, un día viene don Isaac Kostianovsky, el popu­lar don Kostia, trayéndole un artículo a papá que decía: ‘Don Rafael conocedor de la ley de física que los sonidos se expanden en forma hori­zontal y no vertical conminó a su hijo Jorgito al tercer piso y cuando el se pone a tocar la batería, justo coincide con el piso de la redacción, el sonido entra como una tromba y nos vuelve locos, entonces todos salimos a gritar: ¡Jor­gito basta!, el para de tocar y exclama: ¡cuántas veces les voy a decir que yo soy Jorgito Nasta y no basta!, y continuaba tocando’, es una anécdota memorable”.

“Nosotros crecimos de una manera muy sana con inte­reses hacia la música ,hacia el cine, pero con muchas limi­taciones. Nadie tenía plata, yo recuerdo que una vez nos quedamos, no diría castiga­dos, pero sin salir, porque mamá no nos quiso dar 48 guaraníes, para comprar dos entradas al Cine Victo­ria, con la excusa de que ya fuimos la semana pasada. A ese nivel era el tema de cui­dar la plata, ahora tendrán que esperar otro tiempo para volver a ir, nos decía”.

Dani Nasta y amigos.

También recuerda a vecinos del barrio, entre ellos, a los Salomón. Don Luis construyó la mansión de Cerro Corá y Caballero, a don Juan Sabe que edificó otra a media cua­dra, a los hermanos Alberto y Toto Mendelzon que hicieron casas gemelas en Cerro Corá casi Yegros, a don Abraham Bittar, de Yegros y Azara, a la cajonería Crichigno de Azara casi Yegros.

También recuerda a don Amado Bittar que hizo un edificio en Cerro Corá e Iturbe, a don Francisco David que construyó el edi­ficio de Palma y Chile donde hasta ahora está el Lido Bar, a los Bazas de Palma y Nues­tra Señora de la Asunción, a Nicolás González Oddone en Azara y Caballero y por supuesto a sus amigos de infancia, los Krasniansky, Bruno Recalde, Cacho, Car­los y Noemí Mendelzon, Gus­tavo y María Saba, Enrique y Aníbal Salomón, Rubén, Fernando y Mami Salomón, Juan, Marcos y Minerva Daniel. A los Tuma Julián, a los Tuma Pedro, a los Zacur, a los Zafuán, a los Auadre, a los Duba, a los Rachid.

A los Brom, a Kike Krona que le enseñó a andar en bicicleta, su mamá tenía el Bar Inde­pendencia en Cerro Corá casi Chile. Al General Sinforiano Godoy, su esposa Irma Arrúa Vallejos y sus hijos Hugo, Glo­ria y Rubén. A los Zapag que vivían en Iturbe y Azara.

Así termina este recorrido por los recuerdos de los años 50, 60 y 70 con Dani Nasta, yo esperando una próxima caminata asun­cena para conocer más “Recuerdos de Dani”.

Publicidad histórica de Nasta.

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