El escritor e historiador Guido Rodríguez Alcalá habla con Augusto dos Santos para el programa “Expresso”, del canal GEN, sobre lo complicado que es trazar la historia paraguaya. Se pregunta por dónde andarán las bibliotecas de los grandes hombres y mujeres de nuestra historia, que podrían aportar mucho para comprender más al Paraguay de décadas atrás. Asegura que, a su criterio, la Guerra Grande (Triple Alianza) se pudo haber evitado.

  • Fotos: Nadia Monges

–Augusto dos Santos (ADS): Mirando la noche del 14, me gusta­ría preguntarte, en el más puro argot de la policía estronista, ¿qué hacían estos individuos Fulgen­cios Yegros y Fernando de la Mora allá por 1807 en Bue­nos Aires?

–Defendían a Buenos Aires. Exactamente defendían Bue­nos Aires de la segunda inva­sión inglesa. La primera fue en 1806, los paraguayos ya llega­ron tarde cuando eso. Llega­ron cuando ya se había recon­quistado Buenos Aires. Pero fueron para el segundo ataque inglés. Pelearon en Montevi­deo, Fulgencio se hirió grave­mente. Después de la caída de Montevideo lucharon contra los ingleses.

–ADS: ¿Y cuál es la impor­tancia real que tuvo el con­tingente paraguayo en el contexto de la defensa del Río de la Plata y qué hay de mitos y leyendas respecto a esto?

–Y fueron como mil paragua­yos, que es bastante para las condiciones de la época. Y sobre todo conocieron lo que era el espíritu de Buenos Aires, el espíritu levantisco de Bue­nos Aires. En 1806 el virrey español salió corriendo, los criollos defendieron y recon­quistaron Buenos Aires y en ese ambiente de insurrección los porteños eligieron a su cau­dillo y los paraguayos vieron eso, pelearon contra los ingle­ses, actuaron muy bien, aun­que por un problema de coor­dinación, casi murió Fulgencio Yegros. Los paraguayos fue­ron diezmados en la batalla del Buceo. Fue una experien­cia importante. Ahí se traba­ron relaciones que no sabemos cómo fueron después. Aparen­temente Artigas se hizo amigo de Yegros en esa situación, se cartearon con ellos. Se tiene una carta de Artigas en la que habla de su relación episto­lar con Yegros. Pero aquí en nuestra historia es tipo telé­fono interrumpido, que llegás hasta cierto punto y se corta. Y lamentablemente tenemos los hilos sueltos. No podemos dar una respuesta directa y precisa.

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–ADS: ¿Quiénes eran estas personas en sus términos de educación, de su posición en la sociedad?

–Fernando de la Mora había estudiado en Buenos Aires. Era comerciante, viajaba mucho. Tenía contactos con personas importantes. Molas cuando era muy joven, pero Molas después trabajó en el estudio jurídico del doctor Castelli, uno de los hombres de la independen­cia de la Argentina. Yegros era un joven oficial que peleó con valor. Estaba también Maciel y otros que serían después los próceres de Paraguay. Es decir, gente importante, destacada económica y socialmente, y bueno, fueron los que tomaron o dirigieron el movimiento de independencia.

–ADS: ¿O sea que en todo ese tiempo, en materia de for­mación e intelectualidad, era haber estado en Buenos Aires?

–En gran medida sí. Aunque había religiosos como Bogarín, por ejemplo, que no estuvo en Buenos Aires y fue partícipe de la Junta. También el doctor Francia que era civil y no había estado en Buenos Aires. Pero sí hubo un contingente de para­guayos que tuvo una relación muy especial.

–ADS: Tenemos una mirada muy sintética de los antece­dentes de la independencia paraguaya. ¿Cuál es a tu cri­terio la versión más creíble de los antecedentes del 14 y 15 de mayo?

–Creo que tenemos que ir a una visión de conjunto. ¿Qué es lo que pasó? Por un lado estaba la idea de la Ilustración, la idea de los liberales contra el abso­lutismo. Tiempo después en España hubo dos bandos, uno que decía lleva la libertad y el otro que tenía como lema, pare­cía un chiste, pero era de ver­dad: lleva las cadenas. Y eso fue así. Fernando VII, que fue rey y después lo echaron, real­mente era absolutista. O como se decía entonces, “rey neto”. Y como rey neto abolió la consti­tución, impuso pena de muerte al que gritara “viva la libertad” y era entonces eso. Era un poco la idea de la ideología liberal la que formó el mundo moderno en Inglaterra, en Francia con la Revolución Francesa, con el movimiento de la Ilustración, en Estados Unidos, la Revolu­ción Norteamericana de 1776. Y bueno, era esa posición entre los dos mundos. Y eso tenía que transmitirse al imperio espa­ñol en América. Y este impe­rio tenía, según me había dicho un historiador americano, 14 millones de kilómetros cua­drados, y posiblemente 17 millones de habitantes, desde México –bueno, a México Esta­dos Unidos le comió la mitad de su territorio– Virreinato de Nueva España hasta Tie­rra de Fuego, había esa can­tidad de habitantes. Bueno, ¿qué ocurre? Hay una lucha en Europa absolutismo vs. libe­ralismo que generalmente se complica un poco porque las ideas mueven al mundo como dicen, pero no eran solamente ideas. Estaba la guerra entre Inglaterra y Napoleón. Napo­león invade España y cae la monarquía española y ahí se forman dos bandos. Se forma el bando de los que querían la vuelta de Fernando VII como rey neto y los que querían una constitución liberal, los mis­mos que dictaron la constitu­ción de Cádiz de 1812, una cons­titución liberal que fue abolida por Fernando en 1814. Ese más o menos es el juego.

–ADS: Este puede ser un país donde la gente puede militar una década en un partido sin preguntarse cuál es su ideo­logía y capaz que pregunta y tampoco en la adminis­tración del partido saben. Pero así como sospecho que los militares eran la espada en este asunto, ¿quién era el pensamiento político dentro de la independencia?

–Ahí otra vez estamos en un vacío. Se sabía que las ideas liberales habían llegado al Paraguay. Llegó a Asunción un libro de Jean-Jaques Rous­seau, el “Emilio”, Rousseau es el autor del “Contrato social”, pero además tiene “Emilio”, donde dice que se podía tomar ideas buenas de “Emilio”. Y el señor Lázaro Rivera, gober­nador del Paraguay, deci­dió quemar el libro. Se sabe que ese libro había llegado al Paraguay, se sabe que había un defensor del indígena llamado Achar, que era partidario de Rousseau, que había otro de la independencia, de apellido Grance, que era partidario, Fernando de la Mora también era partidario de Rousseau y en el mismo doctor Francia, en su discurso de junio de 1811, ahí están las ideas de la Ilus­tración. Ahora, ¿qué pasó con la biblioteca de Fernando de la Mora, con la biblioteca del doc­tor Francia? Se perdió todo. Y esa gente era gente que leía. Y así, de a poquito, de a retazos tenemos que reconstruir nues­tra historia, lamentablemente.

–ADS: Yo quiero seguir la pista de un personaje como José Gaspar Rodríguez...

–Bueno, él fue funciona­rio español. Era el mayor de todos los próceres. Ocupó cargos dentro de sistema del Cabildo. ¿Pero qué era el Cabildo? Era la municipali­dad. Pero ocurre que en ese entonces no era la munici­palidad de hoy. Por ejemplo, también era el Juzgado de Primera Instancia en lo Civil y en lo Penal. O sea, te podía condenar a muerte. Y estuvo ahí ocupando cargos. Era una persona que tenía experien­cia, formación. Se había reci­bido en la Universidad de Cór­doba, con varios paraguayos. Tenía el apoyo de su tío Fray Fernando Caballero, otro per­sonaje desconocido que fue profesor de Córdoba. ¿Dónde está su biblioteca hoy? No sé. Y Francia tuvo problemas en el Cabildo, se apartó a finales de 1809. En 1810 no participó. Su participación luego, bueno aquí hay discrepancias, algu­nos dicen que fue el director de todo el movimiento, pero hay quienes dicen que no, que se incorporó después al movi­miento. Entonces decir que tenemos pruebas definitivas, no las tenemos.

–ADS: ¿Cómo debía de ser Asunción un 11 de mayo, como hoy, en el año 1811? ¿Qué tenía en cuanto a su paisaje, su cultura, a su poder, a su manejo de poder?

–Asunción tenía seguramente 10 mil habitantes, poco más o menos. Y según cuentan los hermanos Robertson, que son dos hermanos ingleses que estuvieron en la época y presenciaron todo eso. Según los Robertson, Asunción lle­gaba desde lo que hoy es la plaza Uruguaya (San Francisco) hasta Colón, hoy Aduana. Que según ellos tenía como una milla. Y eso era básicamente.

–ADS: Y cómo se manejaba la gente, ¿había una socie­dad?, ¿cómo se dividía la sociedad?

–Y quien opina sobre eso otra vez es Robertson. Había esta­mentos sociales. Más que cla­ses, no pertenece a una clase social según su dinero, según se acepta hoy. En el sistema colonial uno pertenecía por ley. Uno estaba en un lugar y seguía así. Nacía pobre y moría pobre, bueno esa era la regla. Y había discriminación y segregación racial. Y en ese sentido, la Junta que se formó en 1811, con Yegros a la cabeza, la Junta proclamó en enero de 1812, tiene una frase famosa, “todo pende en el hombre de la instrucción”, que quiere decir todo depende de la edu­cación en un sentido amplio. Cívica, intelectual, digamos. Y ese fue un principio revolu­cionario porque uno nacía en un determinado estamento social y seguía ahí hasta que moría. Y esto decía en resu­midas cuentas que la educa­ción estaba para desarrollar la capacidad, que la capaci­dad es lo que nos distingue unos de otros.

ADS: Es un cambio de para­digma, diríamos hoy...

–Completamente. Había esclavos, había discrimina­ción racial, contra las castas, contra los indígenas que tam­poco vivían muy bien. Pero era el proyecto de hacer una socie­dad más justa, con menos dife­rencia, más racional.

–ADS: Con frecuencia se escucha también que estos personajes vivían en sus estancias, o sea, la pro­yección de Asunción hacía el resto del país eran sus estancias en términos de relación.

–Y eran propietarios. Eran de una clase alta por llamarlo así. Caballero y sus herma­nos eran de Tobatí, los Iturbe eran de San Pedro, los Yegros eran de Quyquyhó, Troche era de Curuguaty.

–ADS: Terratenientes todos...

–Eran terratenientes, que organizaban a la gente de la localidad y así se formaban los ejércitos. Te diría casi como un sistema feudal. No había feudalismo en América porque el rey de España no quería señores feudales.

–ADS: Pero era una práctica feudal...

–Y era una práctica de jun­tarle a la gente, juntaba a los paisanos del lugar y prestar un servicio militar, que esa era la milicia.

–ADS: ¿Llegamos al 14 de mayo y yo me pregunto cómo es que en Paraguay se hizo un golpe sin Albino Jara y Lino Oviedo?

–Bueno, en términos futbolís­ticos, ya le estaban chutando penales al pobre goberna­dor Velasco (ríe). Velasco fue un buen gobernador. Él era representante de un poder que había desaparecido, que tenía que caer. Estaba donde no tenía que estar...

–ADS: ¿Quién era Velasco?

–Fue un oficial español con una larga carrera militar, que vino aquí al virreinato, pri­mero como gobernador de las Misiones y luego quedó como gobernador del Paraguay, era moderado. Había gente de la línea dura que le gustaba reprimir y él no hacía eso. Sabía que había conspiracio­nes, comenzaron las conspi­raciones en octubre de 1810. Ahí ya se descubrió una que se desbarató. Luego en 1811 en enero y febrero también otras. En abril de 1811 se desbarató otra... y ya en mayo, bueno, si te chutan tantos pena­les, alguna vez entra el gol. Y Paraguay de nuevo ya en ese entonces haciendo las cosas a su manera. Generalmente las revoluciones americanas se hacían de día. Se llamaba al pueblo a la plaza y ahí se desti­tuía al gobernador, al capitán, al que sea. Paraguay tuvo que hacer de noche.

–ADS: Y duró dos días...

–Con repique de campanas... Y está bien, se hizo lo que se tenía que hacer. Y dentro de nuestra idiosincrasia.

–ADS: ¿Y cómo fueron los días posteriores?... porque no fue una cuestión muy dramática.

–Nosotros por suerte no tuvi­mos una cuestión dramá­tica. Pero fijate un poco en México, comenzó en setiem­bre de 1810 y terminó en 1821. Y se calcula que murió el 10% de la población. Eran 10 millo­nes de mexicanos y murieron 600 mil. Eso fue muy san­griento. También en Colom­bia, en Venezuela. Realmente fueron guerras muy sangrien­tas. Aquí en Paraguay se lo des­tituyó y de una manera muy americana. Se lo dejó a él como presidente de un triunvirato, pero ya no tenía ningún poder. Ahora, eso no fue típicamente paraguayo.

–ADS: ¿Ah, sí?

–Eso ocurrió en Buenos Aires el 24 de mayo de 1810, cuando a Cisneros, que era el virrey, lo dejaron como figureti ahí, como jefe de una junta. Y tam­bién sucedió en Bogotá, o Santa Fe como se lo decía, lo dejaban al virrey como una figura deco­rativa. Se armaban juntas y se trataba de hacer algo.

–ADS: Quizás también había influencia de esto de... no queremos cambiar cadenas hispanas por lusi­tanas... digamos, transmitir un mensaje, quizás.

–Hay una cosa muy curiosa. De dónde salen las juntas. Yo siempre me preguntaba por qué había juntas en todos lados. Y se trata de una cuestión típi­camente española. Ya figuraba en la ley de las siete partidas, en esta ley se dice que cuando muere el rey sin dejar heredero, los hombres buenos del lugar se reúnen y nombran una junta para gobernar en nombre del rey. Esto venía ya del siglo XIII. Y se aplicó después para la falta de autoridades. Pero los ameri­canos tenían razón, porque hay otra cosa. En el sistema legal español, la autoridad residía en el rey, no en los funcionarios. Fernando VII estaba dete­nido en Francia, ¿qué pasa? No había rey y los funciona­rios españoles dijeron vamos a aplicar la ley española. Aquí se forma junta, le agradecemos los servicios, hasta luego.

–ADS: ¿Cómo José Gaspar Rodríguez de Francia termina ganando el ajedrez político y quedándose solo con todo un poco más tarde? ¿Qué tenía él que no tenía el resto?

–Él entendió las circunstancias políticas mejor que Fernando de la Mora, que era su rival, e incluso mejor que Yegros. Mora quería conformar una sociedad basada en la liberalización del sistema, del comercio. ¿Pero qué pasó? En 1811 se forma la junta, en 1812 llega la inunda­ción feroz que arruina la agri­cultura y la ganadería. Se corta el comercio exterior, el comer­cio básicamente a través del río Paraná, que era nuestro con­tacto con el exterior. Enton­ces se vuelve a las formas tra­dicionales de gobierno. Las estancias y las autoridades de la campaña, que no eran pre­cisamente democráticas. Las autoridades de la campaña eran básicamente los seño­res locales. Bueno, Francia se apoyó en esa gente y Mora no tenía el apoyo de ellos. Y en gran medida lo que ocurre con Fran­cia se vuelve a un sistema ante­rior a la creación del Virreinato del Río de la Plata. Una auto­nomía, pero una autonomía en la pobreza. No una integra­ción basada en la riqueza, en el comercio, en el intercambio. El gobierno conservador de Fran­cia tuvo eso. Los gobiernos con­servadores tienen eso, sabe lo que le gusta a un cierto grupo de la gente y bueno, hace.

–ADS: Con todo lo deplora­ble que puede suceder ahí, quería consultarte un poco más sobre Francia. ¿Toda esa historia de cómo fue desembarazándose de ese entorno histórico del 14 de mayo es real?, ¿sucedió así?

–Y sí. Ocurre una cosa que en gran medida se fue el gober­nador español, pero siguió el sistema español, lo que llaman el nacional-colonia­lismo. Si se quiere buscar un ejemplo más claro, es lo que sucedió en Sudáfrica, cuando Inglaterra, que era la poten­cia colonial, dijo que se acaba la colonia en Sudáfrica ya no se puede seguir así. Y los blancos de Sudáfrica dijeron “no señores, vamos a seguir con la colonia británica”. Y eso pasó en gran medida en Sudamérica, en la América hispánica. Siguió el sistema colonial y el perpetuador del sistema colonial fue el doctor Francia. Frente a los proyec­tos liberales de Fernando de la Mora y de otros patriotas.

–ADS: Te voy a pedir una dosis de López y de tus libros. Admiro mucho “El peluquero francés” por­que pinta esta corte de los López con todo lo pinto­resco y un poco grotesco que era esa imitación euro­pea. ¿Cómo debió ser eso?

–Y tenía su toque folcló­rico. Pero dentro de todo, estoy de acuerdo con lo que hacía Carlos Antonio López, que era abrir el país que estuvo tantos años ence­rrado, abrir al comercio, a las ideas, a los técnicos extran­jeros, se tenía que hacer y por supuesto el aprendizaje tenía que ser. Y al respecto hay un libro del historiador Thomas Whigham, que en términos cortos dice “la eco­nomía de la independencia” y te muestra que el comer­cio de la yerba fue lo deci­sivo. Y ese libro lo publicó el Cabildo. Era básicamente la yerba. Ahora otra cosa, no sé de dónde salió que en tiem­pos de López Paraguay tenía un sistema moderno o autó­nomo... Era básicamente la exportación de la yerba, el tabaco y la madera a la pro­vincias del sur.

–ADS: ¿El Paraguay poten­cia nunca existió?

–No, nunca existió. Es un mito. Con solo tomar de refe­rencias las exportaciones, el Uruguay exportaba mucho más que Paraguay.

–ADS: Esa atmósfera que presentás, ¿se magnifica más con la presencia de Elisa Lynch en Paraguay?, ¿se hace más europea la corte de los López?

–No necesariamente por­que don Carlos no la quería a ella. Don Carlos no la quería. Y hay que entenderlo den­tro de todo. Él a las parejas que vivían en concubinato les mandaba al cura por­que el matrimonio era reli­gioso y como no había regis­tro civil, les mandaba con el comisario. Tenían que casarse ya. Era un sistema autoritario. Pero, por otro lado, había dos graves pro­blemas, el de los hijos que quedaban abandonados, la paternidad irresponsa­bles y el de las enfermeda­des venéreas y el viejo estilo mbarete aplicaba él con eso de casarse ya. Y en el interior del país siempre había esa creencia de que solamente si estabas casado tenías que portarte bien. Mientras no estaba ese compromiso, cada cual hacía lo que que­ría, sobre todo el hombre. Pero cuando ya había ben­dición de por medio, bueno ya había un compromiso. Y él quería resolver el problema del Paraguay así. Que sus hijos se casaran legalmente como él y llega esta señora que ya estaba divorciada... El viejo estaba desesperado.

–ADS: Y este muchacho, que luego sería mariscal, ¿cómo era?, ¿se ilustró?

–Y tenía que ser. Sí, se ilus­tró. Tenía una formación que podía considerarse europea. Estuvo recorriendo, sabía muy bien francés, inglés según dicen no tanto. Pero el problema fue el sistema. Él fue coronel a los 15 años y general a los 18, un poco difícil que no se te suban los pájaros a la cabeza con ese tipo de cosas, con tener poder absoluto, no sé.

–ADS: Y esta última pre­gunta tiene que ver con algo que siempre levanta sus cuestiones. ¿La gue­rra se pudo evitar, era evi­table?

–Yo pienso que sí. Creo que sí. Pienso que de hecho se evitó durante todo el gobierno de Carlos Antonio López. Porque López viejo, cuando tenía problemas con Argentina se apoyaba en Brasil y cuando tenía pro­blemas con Brasil se apoyaba en Argentina. Hubo incluso enfrentamientos armados, hubo una flota brasileña que llegó hasta cerca de Asun­ción. Pero no había guerra, había una pelea, un soco y luego se terminaba. Y man­teníamos buenas relacio­nes. Además de que la polí­tica tradicional del Brasil fue la de evitar la reconstruc­ción del Virreinato del Río de la Plata y en ese sentido Brasil apoyaba la indepen­dencia de Paraguaya frente a la Argentina. Y Paraguay podía contar con eso al 100 por ciento. Así que se podía evitar la guerra.

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