Hoy Toni Roberto evoca a aquellas anónimas mujeres que muchas veces hicieron de madres, a partir del viaje a la eternidad en tiempos de covid de una de ellas.
- Por Toni Roberto
- tonirobertogodoy@gmail.com
Quisiera que me acompañen por un momento a “una luna del barrio Republicano”, donde voy a buscar recuerdos de mi infancia, que llegaron con la partida de Reina, la colaboradora familiar por más de 30 años. Su viaje a la eternidad en estos tiempos de covid me llevo directamente a recordar las historias de Dora, quien durante años caminaba todos los días desde su casa de Republicano, atravesando el barrio Roberto L. Petit y el Barrio Obrero para llegar hasta mi antigua casa del centro.
Las historias van y vienen en mi cabeza, confieso que fue el artículo más difícil de escribir de los más de 100 que ya publiqué en estos Cuadernos de Barrio. A partir de ese vuelo imaginario a la sencilla “casita trabajadora” de los primeros habitantes de aquel popular enclave asunceno que empezara a poblarse allá por 1956, por iniciativa del legendario coronel Pablo Rojas, donde muchas familias llegadas en lanchones desde el norte del Paraguay se afincaran en el predio de lo que hoy son los Monoblock del barrio San Antonio y que a partir de mediados de la década del 50 fueran ubicadas en esas extensas tierras del sur de Asunción donde se inspira imaginariamente este dibujo.
Ahí remontándome a esos viejos recuerdos contados por los antiguos vecinos y que publicara en estas mismas páginas en agosto del 2019 bajo el título de “Republicano, una historia barrial inédita en construcción”, me enfrenté con los recuerdos de “China”, “Reina” y Dora.
ELLAS
Nimia “China” Vera Fariña había nacido en Caraguatay en los primeros años de la década del 30, llega a Asunción en busca de un destino mejor a mediados de los años 50 trabajó primero como costurera. Ella, quien falleciera en 1978, hizo muchas veces el papel de una segunda madre y abuela. Nelly “Reina” Benítez llegó al mundo en un humilde hogar de la ribera del viejo Puerto Sajonia en mayo de 1959, fue la que en largas noches de charla me contara sus peripecias de solitaria adolescente en el legendario barrio San Jerónimo y luego sus vivencias de trabajadora juntando huesos vacunos en un matadero que quedaba en los alrededores de aquel entonces “nuevo y moderno” Mercado de Abasto en plena construcción, que fuera inaugurado unos años después en 1981. Dora, quien relataba sus experiencias en Buenos Aires donde de jovencita había probado suerte y de la que nunca más tuve noticias, tal vez borradas por el inexorable paso del tiempo en una Asunción cambiante y muy desafiante sobre todo para la gente más humilde.
A veces digo que no tengo palabras para explicar los sentimientos en momentos difíciles de dolorosas partidas, solo me resta recordarlas a todas ellas, a esas que hicieron de segunda madre, que aunque no tengan su día, hoy e decidido homenajearlas haciendo este simple dibujo y “cantando en silencio” fragmentos de “Gente humilde”, una famosa canción escrita por Aníbal Augusto Sardinha “Garoto” en 1945 y recuperada a finales de los 60 por Vinicius de Moraes y Chico Buarque, que había escuchado por última vez en la emocionante y vibrante despedida del legendario grupo Sembrador hace unos años:
Son casas simples con sus rejas de madera
Y en las fachadas, escrito arriba, dice hogar
En sus ventanas flores tristes y marchitas
Como alegría que no encuentra su lugar Y ahí me da una tristeza y me lamento
De ser tan poco y no tener con que luchar
Yo que no creo, ruego a Dios por esa gente
Es gente humilde, ay, qué ganas de llorar.
Hasta siempre “China” y “Reina”. Dora, en el lugar que te encuentres siempre te recordaré en tu “casita trabajadora” del barrio Republicano, mirando las noches del sur de la Asunción.