Por Paulo César López paulo.lopez@gruponacion.com.py

Fotos: gentileza y archivo de La Nación

En conmemoración del natalicio de Agustín Barrios, presentamos a dos intérpretes contemporáneos de su obra que, además de rendir tributo al legado mangoreano, contribuyen al enriquecimiento de nuestra música, cada uno aportando su particular concepción técnica y estilística de la guitarra clásica: el paraguayo Juan Duarte y el inglés Richard Durrant.

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El 5 de mayo de 1885 nacía en San Juan Bautista, Misiones, el más eximio guitarrista clásico paraguayo de todos los tiempos: Agustín Pío Barrios, también conocido como Nitsuga Mangoré o el Paganini de la guitarra de las selvas del Paraguay.

Las postrimerías del siglo pasado y el inicio de este depararon el redescubrimiento de un genio que yacía ciertamente en el olvido, al menos en nuestro país, de la mano de varios intérpretes como Cayo Sila Godoy, John Williams, Felipe Sosa y Berta Rojas, entre otros, que hicieron grandes aportaciones para la valorización de este talento inigualable.

Interior de la casa de infancia de Mangoré en San Juan Bautista, Misiones.

Así, para la primera década de este milenio ya se habían realizado varias exitosas ediciones del Encuentro Internacional de Guitarra Homenaje a Agustín Barrios Mangoré, así como el concurso Barrios WorldWideWeb. En su primera edición, en el 2009, el premio del jurado se lo llevó el brasileño Glauber Rocha, en tanto que en la categoría de video más votado hace su primera aparición pública importante Juan Duarte, por entonces con 25 años.

Profesor superior de guitarra clásica por el Conservatorio Nacional de Música, Duarte cuenta que su primer contacto con Mangoré se dio cuando tenía 12 años, específicamente una tarde en el patio del Instituto de Bellas Artes. Mientras se dirigía al salón para la clase del día con el profesor Eduardo Benítez, se encuentra con que este estaba sentado en el patio ensayando unos acordes en la guitarra.

Por alguna razón las clases fueron suspendidas y para romper el letargo del calor asunceno se puso a tocar varias piezas de Barrios al hilo. El joven aspirante a músico quedó deslumbrado con “Las abejas” y otras piezas. A partir de allí Barrios dejaría en él una impronta profunda que aún perdura siendo, de hecho, la influencia más importante en su formación y producción musical.

Richard Durrant y Juan Adolfo Duarte.

En el 2011 Duarte lanzó “La guitarra en Paraguay. Compendio de obras paraguayas para guitarra clásica”, que incluye, además de las obras de Barrios, composiciones de Quirino Báez Allende y Felipe Sosa. Del repertorio mangoreano se pueden apreciar “Julia Florida”, “Danza Paraguaya”, “Ha Che Valle” y “Londón Karape”.

Sobre este disco Duarte explica que “el espíritu de esta obra es recopilar el tesoro de la música paraguaya” y además es una suerte de continuum de la “Guitarra paraguaya” de Felipe Sosa. En este material discográfico Sosa interpreta a Barrios y Quirino. “A su vez, yo toco obras de estos autores, además de las del propio Felipe”, sintetiza Duarte.

Posteriormente, en el 2015 presentó en un concierto realizado en el Teatro Municipal “Panambi raity”, que es una danza en homenaje a la “Danza Paraguaya” de Mangoré. La composición, que tiene movimientos floridos y contrapuntos, es un tributo al gran maestro que ejerció una profunda influencia en su escritura musical.

Más recientemente, en el 2020, ya en plena pandemia, ofreció a su público “Estaciones”, en formato exclusivamente digital, que presenta obras que fusionan el 6/8 tradicional de la música paraguaya con matices armónicos y momentos musicales contemporáneos con un repertorio que incluye un vals venezolano y otros ritmos populares latinoamericanos.

Portada del libro.

EL ARRIBEÑO

Un personaje ilustre y hasta infaltable en nuestra cultura es el popular arribeño. En este caso se trata del guitarrista inglés Richard Durrant, quien afirma que sus sueños de músico a tiempo completo se forjaron bajo el abrigo de las piezas de Barrios.

Como fruto de su contacto con la música de nuestro país, Durrant grabó tres discos a los que califica como puramente “paraguayos”. En primer lugar, “The Number 26 Bus to Paraguay”, que rinde tributo a sus piezas preferidas de Mangoré: “Cueca”, “Mazurka Apasionata”, “Danza Paraguaya”, “Aire de Zamba”, “Maxixe”, “Un sueño --en la Floresta”, “Minuet”, “Gavota al estilo antiguo”, “Aconquija”, “Villancico de Navidad”, además de un reprise de la “Danza”.

La serie continúa con “Hijo de Hombre”, que entre el acervo de Barrios incluye el “Vals Opus ocho, No. 4”, los tres movimientos de la “Catedral” (Saudade, Andante Religioso y Allegro Solemne) y “Una limosna por el amor de Dios”. La selección se completa con “Gato Polkeado”, “Tarentelle” y “Florinda” de Quirino Báez Allende; “Villa Alondra” de Felipe Sosa; “Newcastle to Peterborough/Neike Javy’a” y “Cacique Jeroky” de Kike Pedersen, además de una obra propia, “Apretón de Manos”.

En tanto, tres solos de guitarra de Duarte integran “The Girl at the Airport”: “Panambi raity”, “Soliloquio” y “Romanza di un sole”. El disco está dedicado a las víctimas del desastre de Shoreham airshow, ocurrido el 22 de agosto del 2015, cuando durante una exhibición aérea un cazabombardero se estrelló en una zona urbana.

El álbum incluye también “Jha che Valle” de Barrios, “Our man in Asuncion” –variaciones de “Madrigal Gavota” con arreglos de Beto Barsotti–, “Recuerdos de Ypacaraí” de Demetrio Ortiz; “Vuelo de Luciérnagas”, “Melodía para Rosemary” y “Margaret” de Kike Pedersen; “El Cóndor Pasa” de Daniel Alomía Robles y de su autoría nos ofrece “The Girl at the Airport 1 y 2”, “Night Flight to Lima” y “La Isla del Paraguay”.

Además de ello, Durrant editó un libro titulado “The Number 26 Bus to Paraguay”, que fue publicado en el 2016 y que reúne pasajes biográficos, fotografías y partituras de cinco músicos paraguayos: Agustín Barrios, Quirino Báez Allende, Juan Duarte, Kike Pedersen y Felipe Sosa. El compilador también presenta obras de su autoría en las que resulta patente la influencia de los cultores de la guitarra clásica nacional.

El nombre del libro es un homenaje a la línea en la que desde niño hacía el trayecto de su apartamento en las afueras de Brighton, al sur de Inglaterra y a una hora de Londres, rumbo a sus clases de guitarra. En esos viajes durante varios años contempló el paso de las estaciones poseído por el hechizo de Agustín Barrios y el lejano y mítico Paraguay que construía en su imaginación.

En uno de los mejores momentos del libro, Durrant habla sobre un encuentro frustrado con Barrios en el Hotel del Lago de San Bernardino, que tuvo lugar en el 2011 durante su primera visita al país, cuando dictó una conferencia y ofreció una audición en el mencionado hotel, hospedaje y escenario de memorables conciertos de Barrios en los años veinte.

Según el relato del autor, en un momento dado pudo sentir la presencia del maestro que tanto le había inspirado y enseñado. Un noche despertó, se levantó y bajó las escaleras rumbo al bar convencido de que se encontraría con ese great man, según sus propias palabras, y a quien tenía tantas preguntas que hacer. Pero el bar estaba desierto y cayó en la cuenta de que llegó ochenta años tarde. A la mañana siguiente el fallido encuentro le hizo escribir una breve pieza musical, “Apretón de Manos”, cuyo manuscrito original dejó en una vitrina del hotel en caso de que Barrios volviera a pasar por allí.

Sea una anécdota real o no, bien vale la ocurrencia literaria, puesto que Durrant, a más de ser uno de los más vibrantes intérpretes de la música de Barrios de la actualidad, con su libro nos propone un divertido periplo a través de una diversidad de paisajes sonoros.

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