La Policía no tenía pistas sobre el asesinato de Juan Almada, un funcionario de una hidroeléctrica, en noviembre del 2005. Solo contaban con los casquillos de plomo que percutieron en el cuerpo del hombre. El asesino se aseguró de matarlo. ¿Cuál fue el motivo?
- Por Óscar Lovera Vera
- Periodista
—Repasemos el itinerario del señor Almada Peralta, y no solo eso. Necesito saber de sus cuentas, deudas, inversiones, negocios, ahorros, algún problema en el pasado o disgusto en alguna relación y necesito el extracto de llamadas del último mes. Todo. El que le disparó se aseguró de matarlo y quiero saber por qué —mencionó el oficial Micher mientras hablaba con el resto de los agentes que lo ayudarían a procesar las pocas pistas y varias hipótesis que se desprendían del crimen.
El policía sabía que la escena fue estudiada y calculada, varias veces. El asesinato le hizo pensar que la víctima fue vigilada en todo momento, su muerte sucedió en una rápida secuencia de eventos y su mayor dificultad era la falta de cámaras testigos, aunque los testimonios -si bien difusos por el susto- lograban agregar algunas características para conocer como lucían los sospechosos.
—Síganme con esto. Juan, luego de colocar sus dos maletines en la parte trasera del coche, se cambió el calzado, porque necesitaba estar cómodo para conducir hasta Cordillera, necesito saber si alguien lo esperaba ahí y quienes sabían de esto.
Continuemos. En el mismo momento en que se preparó para sentarse frente al volante de su camioneta, abrió la puerta, y ahí apareció un automóvil Volkswagen, Polo, azul, en el que viajaban tres personas, esto nos aportó a los testigos uno, dos y tres. Todos en ángulos diferentes aportando lo mismo, ¿me siguen? —preguntó Micher a sus subalternos, buscando que cada uno esté concentrado en la información colectada luego de las primeras seis horas posteriores al asesinato.
—De esas tres personas, una de ellas descendió del Volkswagen y sin emitir sonido alguno comenzó a disparar contra él, a quemarropa, la mayoría apuntando al pecho y uno en la cabeza. De aquí es que sostengo que el sicario buscó asegurarse, no fue un improvisado pistolero.
Entonces, la evidencia 1 y 2 nos dicen que dos impactos -de esos disparos- acabaron en la pared, mientras que seis de ellos terminaron en el cuerpo de la víctima. De aquí establecemos que el arma es una pistola semiautomática, calibre 9 milímetros, tenemos plomo testigo y en caso de encontrar el arma podremos confirmar la utilizada para el asesinato.
Juan, herido de muerte, dio algunos pasos, hasta que cayó agonizando al costado de su camioneta, el resto de la historia ya tenemos.
Hasta aquí parece una venganza con un tirador pagado. Pero nos falta el contexto, y acá es donde tenemos la dificultad.
AMENAZAS Y OTRAS HIPÓTESIS
Juan Antonio Agustín Almada Peralta era una persona influyente en las decisiones de la binacional, y en especial en las licitaciones. Esta situación fue la que en principio apuntó las sospechas de un crimen con tinte de venganza. Los investigadores comenzaron a creer que algunas de esas personas que -quizás- fueron afectadas por una decisión suya pudieron planificar algo así. El dinero que conduce al poder, no era ilógico pensar en esto.
Pero a medida que las semanas transcurrían, el panorama volvió a cambiar. Las dudas de Micher también apuntaron a que pudo tratarse de un problema surgido en un contexto sentimental.
—¿Qué cosa? —preguntó el inspector a un oficial luego de quedar sorprendido por el dato nuevo.
—El señor Almada Peralta mantuvo relaciones sentimentales con dos mujeres: una de ellas era con la que estaba ligado legítimamente, es decir su esposa, y a la otra la conoció luego de su separación de cuerpo… Así es señor, él ya no convivía con su mujer y decidió hacer una vida nueva aún sin finiquitar el divorcio. Aquí se suma que no solo compartía una relación extramarital, sino que esperaba un hijo con ella. Esta mujer se llama Liliana.
Además, señor, esto no es todo lo que obtuve, un dato más abrió otra arista.
Juan recibió muchas amenazas de un grupo de invasores. El problema fue la ocupación -al parecer- ilegal de una propiedad en la compañía Costa, en la ciudad de Eusebio Ayala. Esto lo confirmó la esposa, María De las Nieves Brítez. La mujer nos comentó que los empleados de la estancia recibían las amenazas; estas eran violentas y frecuentes. Todo.