En una charla con Augusto dos Santos para el programa “Expresso”, del canal GEN, el extraordinario ex futbolista Saturnino “Nino” Arrúa se remonta a su pasado, su rica historia como futbolista y hace un repaso de lo que actualmente observa como gran apasionado del fútbol. Y por supuesto, no deja de hablar de su gran amor, Cerro Porteño.
–Augusto dos Santos (ADS): “Nino”, ¿qué dice tu corazón cuando estás en una cancha y esa cancha está en el Barrio Obrero?
– Mi corazón se pone feliz, mi cabeza está feliz, porque es mi segunda casa. Yo me vine en el año 64 y viví debajo de la gradería norte como seis años.
– ADS: Seis años debajo de la gradería…
–Sí señor, juntamente con muchos que hemos venido del interior del país en la era del coronel Pablo Rojas. Y conozco centímetro por centímetro lo que es este estadio. Empezamos en lo que se llama como la Ollita y después ya jugamos en la Olla.
– ADS: ¿Cómo fue la historia de tu llegada a Cerro Porteño?
– Y yo empecé a practicar el fútbol que me gustaba mucho, yo siempre dije, con la gente que siempre comentamos lo que es mi historia, que yo creo que Dios manda al mundo a la persona para una cosa, para una misión. Creo que él me envió para jugar al fútbol porque me gustaba muchísimo. Mis padres tenían una panadería y comencé a trabajar ahí desde muy chiquito. A los 12 y 13 años vendía pan sobre un burro y cuando terminaba mi trabajo, yo pelota nomás quería ver. Y entonces, después el Deportivo Iteño formó la escuela de fútbol y ya participé ahí. Y la gente comentaba que había un chico que pintaba muy bien, que esto y esto para jugar al fútbol. Y entonces el Iteño me fichó y teniendo yo 14 años, cuando el Iteño estaba en la Liga Central de Deportes, que participaba del campeonato Interligas, con la Liga Central. Y a los 14 años viene un técnico de las inferiores que trabaja en Cerro también, de apellido Chilavert, y fue el que me vio y me hizo jugar dos o tres partidos en Primera. Después ya habló con la gente de Cerro y fueron a buscarme. Y justamente cuando yo venía de la venta de mi pan, me acuerdo que me estaban esperando. Recuerdo muy bien el nombre de la persona, se llamaba Lauro Cortaza, que tenía su negocio sobre Pettirossi, él era el dirigente de las divisiones inferiores. Ahí me enteré de la posibilidad de venir a Cerro y cuando estaba escuchando eso, me puse feliz, me puse feliz porque era mi sueño y era lo que yo siempre quería hacer. El club que quería.
– ADS: ¿Eso fue frente a tu casa? ¿Recordás el momento?
– Tenía 14 años y frente a la panadería donde trabajaban mis hermanos y eso. Y ahí ya me estaban esperando. Vinieron mis hermanos y eso, y ahí nomás yo me enteré que era un dirigente de Cerro. Tenía 14 años y ya jugaba en Primera en el Iteño cuando eso. Por eso es que nunca me puedo olvidar de los clubes que me dieron la oportunidad para llegar. Yo vine a Cerro empezando el campeonato de inferiores, ya estaba por empezar la segunda rueda. Y justamente el primer partido por la segunda rueda se jugaba el clásico contra Olimpia, en la cancha de ellos. Y ahí el técnico me hizo debutar. Era Infantil y aspirante cuando eso. Hasta 15 años se podía jugar en Infantil y luego ya estaba la Reserva.
– ADS: ¿Y qué pasó en ese partido contra Olimpia?
– Tuve la suerte de hacerle ya un gol al club Olimpia. Para mí esa semana trabajé con lo que eran mis compañeros y ya me hizo debutar el técnico.
– ADS: ¿En ese entonces ya empezaste a vivir bajo las gradas?
– Sí, claro, como la mayoría que vinimos del interior. Cerca de 15 jugadores fuimos lo que vivimos ahí y después de ese grupo, formamos una familia muy unida.
– ADS: ¿Qué siente alguien que salta a la cancha por primera vez en Primera División?
– Depende mucho de la formación de ese jugador, de la personalidad que uno tiene. Yo desde jovencito ya era un caudillo en mi grupo, de las amistades, con los amiguitos, que esto y lo otro. Yo tenía esa virtud, digamos. Y eso realmente implanté también en mi carrera deportiva, jugando en las inferiores y en Primera División, en la selección paraguaya, en Zaragoza también donde he jugado. Nací con la personalidad para eso.
– ADS: Los cracks, los ídolos tienen una cuestión en común casi siempre, “Nino”, y la gente que recuerda tu historia rememora que si el equipo practicaba dos horas, el “Nino” practicaba cuatro, ¿eso era así?
– Sí, en esa época entrenábamos una vez al día, a la tarde. Y como yo vivía luego en el club, durante seis años, yo tenía un balón debajo de mi cama. Tenía una cama de una plaza que se usaba en los cuarteles para los soldados y eso. Y yo me levantaba y le decía a mis compañeros para ir a practicar, si la cancha ahí estaba al lado nuestro, al lado de nuestra cama, saliendo de ahí ya teníamos la Ollita.
– ADS: Formaste parte de una de las etapas más brillantes de Cerro Porteño que tuvo hasta un nombre y apellido, Ciclón Arrasa. ¿Cómo fue ese proceso? ¿Por qué Cerro fue tan deslumbrante en esa época?
Ahí nos encontramos ya…Y eso es fundamental, el trabajo que se hizo en la base cuando eso. Imagínense un poco, desde el 64 hasta el 70 nosotros estábamos y yo debuté en el año 67, más o menos en la liguilla, y ya empecé a alternar en Primera División. Y también iban subiendo los demás compañeros con los que jugábamos en las inferiores. Y en el 70 nos encontramos todos. Se renovó totalmente el equipo que tuvo Cerro en esos tiempos, los Rojas, los Báez.
– ADS: ¿Recordás ese equipo básico?
– Sí, el único que participó con ellos fue Artemio Villanueva, el arquero, después estaban Peíto Rodríguez, Justiniano Enciso, Antonio Gavilán; estaba Valentín Mendoza, el que vino con nosotros de Nacional; Mario Jacquet, después Adalberto Escobar, también subió Carlos Jara Saguier, casi todos del club, formados, después estaban Miguel Ángel Sosa, Hugo González, Severiano Irala, Alcides Bareiro, en el año 70, verdad. Ahí salimos campeones, y fue transferido Villanueva a Colombia, en la defensa nos quedamos igual. En el mediocampo Jacquet se fue a España y Miguel Ángel Sosa a Colombia, Hugo González se fue a Francia y Severiano Irala a Grecia. Ahí empezamos a subir, a confirmarse los nuevos jugadores, lo de Alcides Bareiro, se le contrató a César Ortiz Aquino, un gran jugador, también estuvo Juvencio Osorio. A la derecha estaba Adalberto Escobar, Roberto Cino que vino de Sol y Crispín Maciel, Silverio Troche también.
– ADS: Cuando mirás el mediocampo de una cancha, ¿cómo empezaba a funcionar ese laboratorio de Cerro en el medio?
– Y era especial, nos hablábamos mucho. Y eso lo que yo cumplía más o menos. Los técnicos por ejemplo a veces gritan. Pero los jugadores no escuchan en la cancha. Siempre tiene que haber un caudillo y completo. Ser querido por sus compañeros y debe jugar también. Yo conocí muchos caudillos, a muchos jugadores, a un Alcides Sosa, a un Almeida (Éver Hugo), a Sergio Rojas, que manejan, manejan. Pero nosotros no escuchamos al técnico desde la cancha. Pero en ese equipo de Cerro, hermano, sinceramente jugábamos de memoria. Gracias al profesor Sinforiano García que implantó ese fútbol brasileño. Él trabajó con nosotros en las inferiores y después vino Egidio Landolfi.
– ADS: Y cada uno tenía su función, ¿verdad? Vos eras el creativo y para ir al ataque…
– Nos conocíamos de memoria. Explotábamos muy bien a nuestros compañeros, y entonces nos dábamos bien los balones. Teníamos punteros veloces para darle adelante el balón. Teníamos punteros que solamente le podés dar al pie, como el caso de Alcides Bareiro, que desequilibra, sabe tener el balón. O Roberto Cino, por ejemplo. Entonces nos conocíamos muy bien para poder explotar las virtudes del compañero para que puedan rendir. Además de que cuando atacábamos, por ejemplo, de memoria sabíamos por dónde tener que llegar.
– ADS: Luego tuviste una historia medio traumática, que fue tu primera transferencia a Francia.
– Sí…
– ADS: Y tu temple hizo que eso no te golpeara, me parece. Volviste para triunfar. Pero contanos, ¿qué pasó ahí?
Vino acá el empresario Arturo Boghossian, famoso porque ya había llevado a grandes futbolistas a Europa, y acá se hizo el precontrato para el Nancy (club francés) y “Nino” Arrúa para el compromiso de contrato. Se firmó el documento, dos años de contrato. Como yo era joven y tenía, o creía en mi capacidad de que yo iba a sobresalir. Confiaba en mi capacidad. Y en esa transferencia el club queda con un 80% y el jugador lleva el 20%, y cuando eso iba a ser transferido, o sea, ya fui transferido. Fue por 200 mil dólares, en el año 81 fue, y yo iba a recibir 20 mil dólares de eso. Que ya era mucha plata para aquella época. Llegamos allá y era para firmar el contrato nomás ya, sin prueba ni nada. Yo jugaba ya en la selección y en Cerro Porteño. Y llega el empresario y me dice, mañana juega el Nancy un partido amistoso y me pregunta si no quiero jugar. Y yo no tengo problema le dije, estoy en condiciones para jugar. Pero era porque quería. Yo no tenía más que hacer eso. Jugué y salí bien, muy bien calificado por el club. Terminó el partido, fui al hotel y había sido esa noche ya se quedaron a conversar el empresario y los dirigentes del Nancy. Luego él se fue…
– ADS: A vos no te acompañó nadie de Paraguay…
– No, porque yo fui para quedarme ya. Solamente era firmar el contrato. Y ahí había sido que una oportunidad él ya le hizo el trabajo a Carlos Monin, un jugador que ya estuvo en Cerro y le llevó a Francia, y lo que le hizo a él quiso hacerme a mí, que fue ampliar el contrato a diez años, que tenía que ser dos. ¿Y por qué quería? Pasa que por dos años le tenía que pagar el club y por diez años mucho más. Pero yo no quería quedarme diez años ahí.
– ADS: ¿Cómo te diste cuenta del engaño?
– Y me vino un dirigente italiano que no se llevaba bien con el empresario, por lo visto, y me habló y me dijo. Me agarró cariño porque vio que era un muchacho humilde que no hablaba luego con nadie. Llegó al hotel y me dijo: “Arrúa, se confirmó tu contratación”. Y le dije qué bien, yo vine para eso, y ahí me saltó con “¿vos sabés el contrato que vas a firmar?”, me dijo. Y le comenté que tenía el precontrato. Subí a la habitación y le mostré. Mira y dice: “Sí Arrúa, este se habló en principio, pero el contrato que te quieren hacer firmar es por diez años”. Y ahí reaccioné, sinceramente ya tenía personalidad en esa época, y confiaba en mi capacidad y como confiaba, no me podía achicar. Yo le dije, amigo, así yo no me voy a quedar. Al llegar a París yo había agendado el número de teléfono del embajador paraguayo de entonces en Francia y el empresario me dijo que no había problema, él habló con los dirigentes paraguayos, con el embajador y ahí fue que no me quedé.
– ADS: Después llega tu consagración más grande digamos con tu experiencia en Zaragoza y de los premios que obtuviste ahí.
– Después de lo de Francia, yo no aceptaba más hablar con empresarios para ser transferido. Le puse esa condición a la gente de Cerro. No quería luego salir casi. Pero pasa que en Cerro no había forma de aguantar las ofertas porque también quería ganar el club. Y fue a través de un gerente deportivo, Avelino Chávez, un amigo que hace poco se nos fue. Y él me ayudó mucho, me asesoró mucho en Zaragoza, y él vino a buscarme y nos pusimos de acuerdo. Cerro Porteño nunca puso peros, por eso siempre estuve muy agradecido con este querido club por lo hecho por mí y la oportunidad de salir. Y bueno, llegué a Zaragoza y ya le encontré a Felipe Santiago Ocampos, que él ya había jugado conmigo en la selección paraguaya para las Eliminatorias para el Mundial de México 1970. Y luego de esa eliminatoria, él estaba jugando ahí y al llegar yo, había un paraguayo ahí que me podía ayudar y me ayudó mucho para que yo pueda adaptarme al club y al país.
– ADS: ¿Y el “Lobo” (Carlos Diarte) cuándo llegó?
– Él llegó después de un año. Me preguntaron los dirigentes del Zaragoza quién podía suplantarle a Felipe Ocampos porque ya tenía edad. Pero seguía jugando todavía Felipe. Entonces yo le había dicho a los dirigentes que le conocía a “Lobo”, que jugaba en la primera de Olimpia, ya sobresalía y nos conocíamos de la selección. Y era joven. Entonces les dije que en Paraguay había un chico que hay que trabajarlo un poquito, pero es el que puede ser. Y vinieron a buscarlo y lo contrataron.
– ADS: Y ahí es que nace la historia de los zaraguayos…
– Para ese entonces ya llegó también Soto, otro paraguayo que nació en Argentina, no estuvo en el fútbol paraguayo, pero estuvo jugando en Las Palmas y de ahí le contrató Zaragoza. Y así se formó la delantera de los zaraguayos.
– ADS: ¿Cómo era esa delantera?
– Te voy a hablar de los zaraguayos. “Lobo” Diarte jugó de número 7, puntero. Tenía una zancada espectacular. De visitante, cuando jugábamos era fundamental. Después Felipe Santiago Ocampos seguía con nosotros, verdad, centrodelantero, y de 10 yo y el 11 era Soto. Ese era los zaraguayos, que llamaban ellos. Después de “los magníficos”. En Zaragoza hubo un equipo al que apodaban “los magníficos”, que había hecho un campañón también y que, bueno, después de ellos, veíamos nosotros los zaraguayos en la consideración de los maños, que así se les dice a los de Zaragoza.
– ADS: ¿Eran muy famosos, adentro y afuera de la cancha, no?
– No eran tanto así, pero cuando jugábamos de visitante, por ejemplo, sí nos conocíamos. Allá se viajaba cada quince días y como los “zaraguayos”, los “zaraguayos”, los adversarios nuestros, las hinchadas rivales, nos gritaban “indiooo”, “indiooo”, y también estaba con nosotros un compañero que se llamaba “Cacho” Blanco, uruguayo, que jugó en Nacional de Montevideo, y ese año estuvo y también ya se metió en el grupo. Bueno, entonces él ya se metió al grupo. Nosotros nos abrazábamos los cinco. Y detrás ya venían los otros compañeros y nosotros hablábamos en guaraní. A uno de ellos ya les habíamos enseñado. Yo les decía “pehendúpa upéa lo mitã, jahechakáta chupekuéra mávapa la indio” (¿escuchan eso muchachos? Vamos a demostrarles quiénes son los indios), así decíamos.
– ADS: A la gente que sigue todos los días el fútbol europeo, hay que decirle que vos tenés varios premios ganados en el fútbol español, y eso es muy importante. Haceme una comparación, si querés, entre el fútbol español y el europeo de aquel tiempo y lo que ves hoy en la TV.
– Lo que me acuerdo de mi época del 70, lo que es el fútbol europeo, lo que ellos admiraban mucho, era que ellos admiraban la técnica del fútbol sudamericano. Los técnicos nos hablaban mucho, nos preguntaban cómo es que acá se tenía esa técnica.
– ADS: Era la época de Pelé y otros…
Claro, pero había muchísimos en esa época, Garrincha, tenías también otros que no eran brasileños, pero sudamericanos.
– ADS: Te tocó enfrentar a Pelé. Hablame sobre qué pensaste antes de enfrentarlo y cómo fue ese partido.
– Yo era suplente cuando eso. La base de la selección paraguaya del 69 era Guaraní. Eran los monstruos que tenía Guaraní con “Chema” Rodríguez como técnico. Raimundo Aguilera, Juan Martínez, Sergio Rojas, Vicente Bobadilla, Valentín Mendoza, Alcides Sosa, Pablo Rojas, el profesor Arsenio Valdez, Felipe Santiago Ocampos, Lorenzo Giménez. Esa era la base titular del “Chema” Rodríguez y ese enfrentó a Brasil. Yo era suplente y entraba cada tanto en algún segundo tiempo. Benicio Ferreira también era suplente, un maestro, un fenómeno del fútbol. Bueno, y después Brasil ganó el mundial de México del 70. Era un show ese Brasil, jugaba con un mediocampo con Clodoaldo, Gerson, Pelé, Jairzino, estaba Tostao, estaba Rivelino. Ese era el equipo de Brasil para arriba.
– ADS: Siempre se hace la comparación Pelé, Maradona, Messi. ¿Cuál es tu preferido y por qué?
– Son diferentes. Es un poco difícil decir quién es mejor. Cada jugador es diferente. Recuerdo que una vez en Paraguay se hizo una encuesta entre quién era mejor, si yo o Crispín Rafael Verza, un zurdo, un crack, un fenómeno. Pero somos diferentes. Y Pelé es diferente a Maradona y Messi. Y Maradona es diferente también a Messi. Pero yo creo que hay dos cosas que hay que llevar en cuenta en ese sentido. La conducta, la persona. Pelé fue completo en ese sentido. Y Maradona tuvo un poco ese problema, pero es un verdadero crack. Y Messi es un fenómeno, un verdadero fenómeno y no solamente como futbolista, sino como persona también.
– ADS: Te voy a meter en otro aprieto. Le citaste a Aguilera, Raimundo, arquero de Guaraní, y luego fue a Brasil. Comparame Aguilera con Chilavert.
– Ahí te voy a decir la misma cosa. Son diferentes. En una cosa por ejemplo le supera, que es la personalidad. No se achica ante nadie y maneja el grupo. El otro era buen atajador, pero no tenía esa virtud de Chilavert.
– ADS: ¿Cuál fue el arquero que más te complicó la vida en el fútbol paraguayo?
– Y… Almeida.
– ADS: ¿Eran amigos también?
– Claro que sí, si jugamos en la selección alguna vez.
– ADS: Cuando ibas a patear un penal frente a él, ¿cómo hacías?
– No, yo como sabía que atajaba los penales, le preguntaba “Este… Almeida… ¿cómo lo que tanto atajás penales?”. Y me dijo, bueno, mirá, yo en el primer penal me voy un lado, y después los cuatro me voy al otro lado. Y uno sí o sí tira a ese lado. El arquero no intuye, se va a un lado y a otro.
– ADS: ¿Te contó su fórmula?
– Me contó y ahí me reí. Ahora te conozco ha’e chupe (le dije) y se puso a dudar (risas).
– ADS: Es difícil “Nino” mantenerse humilde siendo ídolo. Mantenerse fuera del ruido, de la farra, ¿te parece que es muy difícil para los jugadores?
– Y sí, es difícil. Pero así como siempre he manifestado, una persona cuando viene al mundo pues ya viene con una personalidad. Y esa personalidad solamente tenés que saber utilizar para bien, no para mal. Y ya vine con esa humildad. Al que le cambia la fama y la plata, ese quiere decir que nunca tuvo una personalidad. A mí no me cambió. Al contrario, el trato con la gente, gracias a eso tengo mucho cariño, mucho respeto. Por ejemplo, fijate lo de Roque (Santacruz) a los 39 años cómo sigue jugando, con humildad, ayudando a su querido club. Y ahora le queda lo más difícil.
– ADS: ¿Es saber dejar el fútbol?
– Sí… Yo para dejarme del fútbol, tuve que dejarme muy pronto. A vuelta de Colombia fui a Ciudad del Este y de ahí a Santa Rosa del Monday para abrir negocios. ¿Y para qué hice eso? Porque si estaba por Asunción, los dirigentes sí o sí me iban a convencer de volver a jugar. Me dolía la cabeza, qué se yo. Aguanté mucho eso.
– ADS: “Nino”, llega un niño de 12 años con una pelota y te ve en un lugar y te dice “yo quiero ser como vos”, ¿qué recomendaciones le darías y los errores a no cometer?
– Vos vas a una escuela de fútbol y ves a 100 chicos practicando. De esos 100 chicos, va a ver a lo mejor 5 jugadores que son diferentes. Y a esos que son diferentes, el profesional tiene que agarrarle, hablarle a la familia. Todo depende de la familia también. Hoy día los padres exageran mucho con los hijos. No porque el DT le dice tal cosa y en su casa su papá le dice “no, vos tenés que jugar así”, y yo no tuve ese problema. El chico tiene que tener un profesor y procurar juntar a los que tienen talento para hacer esa competencia. Por ejemplo, la técnica, que no baje el balón de ellos. Pero si hacés la competencia con algunos que no tienen técnica, entonces se le atrasa. Después, cuando es más grande, se le tiene que hablar del sacrificio, que se tiene que aguantar muchas cosas, que no debe encapricharse por el técnico porque no le hace jugar.
– ADS: Cerro hoy, ¿qué te parece?
– Que practica un buen fútbol. Los resultados adversos dejan unas señales para corregir algunas cosas, pero hablando yo del cuerpo técnico, de “Chiqui” Arce, de los dirigentes, hay que hacer un proceso. Nosotros estuvimos seis años casi para llegar en la década de los 70 y luego no tuvimos rivales en el fútbol paraguayo. El tema es que acá cada año se quiere salir campeón, pero hay que formar a los jugadores y para formar hay que tener paciencia, hay que darles tiempo, más aún jugando en Cerro Porteño. Eso hoy casi no hay problema porque no hay aficionado en los estadios. Pero el peso que está encima de vos si el jugador no tiene personalidad, un partido puede liquidarle con la gente. Y así, tengo que decir que hay cuatro cosas que yo respeto en mi vida: campo de fútbol, el balón, botín y al pueblo cerrista.