De aquel fraseo “…me tomaré de una vez el té” (Cianuro, 2004) a “…tal vez te vi en otra vida y nunca más te olvidé” (En otra Vida, 2020) ya pasaron 17 años. Pero de existencia, Salamandra ya lleva más de dos décadas. Y como en el tango de Gardel que dice “20 años no es nada”, el “grupo anfibio” sigue vivito y coleando por las paredes del rock paraguayo. Solo que en este caso, 20 años es todo: más maduros y sólidos, la banda de Ypacaraí no se detuvo durante la pandemia y siguió creando, ensayando y grabando clips para su próximo larga duración. Hay crecimiento, tanto musical como poético, en el cuarteto que este año cumple 21 años en escena. “Veníamos de un pueblito chiquito de donde nunca habíamos salido y en los caminos, entre sueños, locura y ficción, narramos nuestra historia con canciones”, cuenta Celso “Cachito” Galeano, bajista, compositor y uno de los dos fundadores de la banda. De cómo se gestó –y se hizo realidad– este sueño habla en esta #historiadelrockparaguayo.

Agosto del 2000. Santa Rosa es un barrio tradicio­nal de Ypacaraí, una especie de solar natural, con casi­tas y casonas mezcladas en orden desigual. A pocas cua­dras del lago Ypacaraí, el barrio es caminos de tierra roja y empedrado añoso de la época dorada en que fun­cionó la estación del ferro­carril. En medio de la siesta inclemente de verano o la llo­vizna helada del invierno, se podía ver al cuarteto de ado­lescentes llevando los instru­mentos en una carretilla de madera con rueda de hierro.

“Teníamos 15 años y una carretilla para transportar la guitarra acústica de Javi (Zacher) con su amplificador, el bajo de dos cuerdas, entre otras cosas, que nos servían para ensayar. Lo transportá­bamos a 1 km pasando por el corazón de la ciudad. La gente nos miraba extrañada y se preguntaba qué onda estos bichos en carretilla”, cuenta –entre risas– el bajista Celso “Cachito” Galeano, uno de los fundadores de la banda. “Más todavía porque en aquel entonces el rock and roll era un tabú para la sociedad. Pero al mismo tiempo aprendimos a hacer lo nuestro no en fun­ción de los demás, sino en función de nuestros deseos y a nuestros corazones”.

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“Cachito” es un tipo simpá­tico, sencillo, sin ínfulas de estrella y con memoria de elefante. Recuerda ciertos detalles puntuales sobre la banda que vio nacer, crecer y reproducirse, como los bichos anfibios que profesa su nom­bre. Ama esa parte del sueño compartido y agradece aque­lla tarde en que, hablando con su amigo del vecindario san­tarrosense, Javier Zacher, se hicieron la siguiente pro­mesa: tocar rock and roll aunque les cueste la vida. “Recuerdo que nos dijimos, después de nuestro primer ensayo, ‘yo quiero hacer esto durante el resto mi vida’ ¡al mismo tiempo! ¿Podés creer eso?”, se ríe de la anécdota.

“Cachito” y Javi idearon Sala­mandra en el primer semes­tre del 2000, pero “la banda en sí fue conformada meses después. Su fecha fundacio­nal: 5 de agosto de ese año. Zacher propuso a Miguel Molinas como vocalista. Y Celso propuso a Marcos Molinas en la batería”. Así arrancábamos como banda. Ensayando en un depósito de la estación del tren de la ciu­dad de Ypacaraí.

DEFINIR EL ESTILO

Los cuatro músicos escucha­ban de todo, para definir un estilo propio: desde folck-rock, jazz y metal, hasta bala­das y bossa novarapai. Pero la génesis, el modelo original, eran The Beatles. “Ya desde el primer momento encaramos como una banda cancionera. Los Beatles eran la banda que más nos motivaba a soñar. ¿A quién no?). La actitud que tomamos desde siempre fue la rockera”, agrega.

Galeano aclara que para defi­nirse, los Salamandra escu­chaban de todo: “Desde Kemil Yambay hasta Chick Corea; de Ozzy Osborne a Tom Jobim, de Charly García a Spinetta, entre otros que nos sacudían con las ganas de crear nues­tro estilo propio. Navegamos en un inmenso mar de estilos, porque siempre nos encantó buscar y descubrir”, subraya.

CAMBIOS

Luego de un tiempo, Miguel (voz) y Marcos Molinas (bata) abandonaron la banda por cuestiones familiares. José “Batoloco” Gaona, baterista de Bohemia Urbana (la banda de Jaime Zacher, hermano de Javier), reemplazó a Mar­cos. Ante la ausencia de voca­lista, Javi tomó el micrófono y abandonó la guitarra, que fue ocupada por Willy Chávez. Hace unos años, Willy aban­donó el grupo y Rodney Cords asumió como guitarra princi­pal. Esta es la conformación actual de Salamandra.

“Veníamos de un pueblito chiquito de donde nunca habíamos salido y en los caminos, entre sueños, locuras y ficciones fuimos narrando nuestras historias con canciones”, grafica –poé­tico– “Cachito”. De ahí surge “Todo en tu cabeza”, título del primer álbum oficial de la banda. “Todas las mara­villas de la vida, lo real, lo que de verdad importa, pero también lo que no es verdad: lo banal, lo profano, están ahí relatados” –sostiene el bajista–, la guerra de nues­tro peor enemigo, la de nues­tra propia mente”.

LAS LETRAS

¿De dónde surgen las letras de Salamandra? “Hay histo­rias absurdas que son absor­bidas por sentimientos débi­les que golpean al espíritu. Al mismo tiempo está ‘el avión’, una frase repetida que la usa­mos en un tema del segundo álbum ‘Vamos de gira’. Fue una declaración del sueño de ir de gira por todo el mundo. Como un tributo a la fantasía que también es ingrediente de todo esto. Como cuando soñás en un mundo mejor habitado por la gente que querés”, sostiene “Cachito”.

“Solito” es la ironía del des­encuentro, la ruptura dolo­rosa, el adiós, la soledad. “No hay espacio para un último adiós como las cosas que deja­mos siempre, como la carta que escribí…”, dice una parte lastimera. “Habla de un cora­zón puro no puede ser dañado por el veneno del dolor. Y de algún modo se revuelve el problema de la soledad, ya sea con un añorado amor, una gran amistad, padres e hijos. Ya sea encontrándose con uno mismo bajo la lluvia o las estrellas”, dice.

Javier escribió la mayoría de las canciones hasta hoy. Otras las graficó “Cachito”, algunas la hicieron entre ambos, en medio de noches oscuras o estrelladas, lo mismo da. Según Galeano, “La mayoría de los temas está hecha por toda la banda, eso es lo de que le da el toque ‘salamándrico’”.

“EXCLUIDOS”

Bajo la dictadura de Stroess­ner, la ciudad de Ypacaraí era conocida por sus famo­sos festivales en los que se invitaban a grupos folclóri­cos de todo el país, pero casi a ninguno local. Y esto dolía a los flamantes “reptiles”. “Nunca hubo representati­vidad artística ypacaraiense en la ciudad, siempre vinie­ron gente de otros lugares. Rogábamos para que nos dejen tocar. Entonces hici­mos nuestro propio festival con otros compañeros, como el Doc Ayala, Jaime Zacher (Bohemia Urbana), entre otros, en homenaje a nuestra historia”, subraya el bajista.

¿Qué grupos locales son sus modelos a seguir? Todos aquellos que hacen las cosas con amor, con esmero, con talento, con esfuerzo. Los grupos que promueven lo nuevo y lo auténtico, con sin­ceridad, son nuestros refe­rentes. No nos gusta la espe­ranza vana: !perseguimos realidades!”, se emociona.

“Cachito” dice que en Paraguay hay una gran mayoría de músicos muy capaces y talentosos, que pueden tocar lo que sea. “Hay mucho potencial: como somos pocos habi­tantes, los músicos hacen de todo, de tocar jazz pasan a bandas de rock o folclore. Lo único que falta es que se les tome en serio. No solo a los músicos, si no a todos los artistas. Que se investigue más: hay millones de bandas muy buenas que esperan ser escuchadas”.

Salamandra publicó el demo “Cianuro” en el 2004 y desde entonces no se detiene. Luego vinie­ron los álbumes “Todo en tu cabeza”, “Vamos de gira” “Salamandra Acús­tico”, “Alma en peña”, “El inconsciente roba discos”, y en pandemia lanzaron tres temas: “Voy”, “2AM” y “En otra vida”, vía streaming, spotify y videos en youtube, y redes sociales. “Pertene­cen al nuevo material cuyo nombre aún no podemos revelar”.

“Cachito” concluye: “Nues­tros logros demuestran que, a pesar de todo, en Paraguay se puede hacer música y de las buenas. Cuando empeza­mos no teníamos idea de que íbamos a ser entrevistados por La Nación. Y mirá vos: hoy estamos marcando una etapa de la música nacional. Estar en el escenario y reci­bir la pasión de la gente te hacen sentir que los sueños se hacen realidad y que es mejor si todo lo encaramos con sinceridad, amor y dedi­cación. Te lo dicen gente que cumplieron un sueño que parecía imposible”.

EL NOMBRE

“Nos preparábamos para el primer show y necesitábamos un nombre para la banda –recuerda “Cachito”–. Empezamos a carburar un nombre, a tirar opciones y a votar. Nuestra sala de ensayo, que improvisamos en un depósito de cachivaches en la vieja estación del ferrocarril, estaba llena de todo tipo de bichos y abundantes lagartijas correteando por las paredes. El baterista de aquel entonces, Marcos Molinas, preguntó de repente: ‘¿Y si le llamamos salamandra?. Miren las paredes’. En realidad, nos sonó simpático y se votó a favor” (risas).

Pero, como todas las cosas, era para “mientras tanto”. “Siempre pensamos en cambiar de nombre pero al final, sin darnos cuenta, el nombre perduró y aquí estamos con Salamandra”, aplaude el talentoso bajista. Luego de una década, Salamandra lanzó en el 2010 su primer LP. Tiene cuatro discos de estudio (Todo en tu cabeza, Vamos de gira, Alma en peña, El inconsciente roba dis­cos), un demo (Cianuro), 15 videoclips, un DVD Acústico, videos en YouTube de shows en vivo, música desde casa y tres canciones del quinto disco que ya se dieron a conocer como corte de difusión.

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AGRADECIMIENTO: A Amanda Almada, agente de prensa de Salamandra.

BANDA ACTUAL. Rodney Cords (1ª guitarra), Celso “Cachito” Galeano (bajo), Javier Zacher (2ª guitarra y voz) y José “Batoloco” Gaona (bata).
“CIANURO”. El primer demo lo lanzaron en el 2004. “Corazón karateka fue el primer tema que grabamos en un estudio de verdad”, cuenta Cachito. “Fue también la primera canción en soñar en la única radio rockera de aquel entonces”.

Con los Gun’s and Roses, Garbage, Charly y otros

15 de octubre de 2011. Telo­nero, junto a Flow, en el show de Gun’s and Roses en Paraguay, Salamandra salió a tocar ante 60 mil perso­nas, algo impensable den­tro del proyecto del cuar­teto, integrado en aquel momento por Javier Zacher (2da. guitarra y voz), Celso “Cachito” Galeano (bajo), Willy Chávez (1ra. guitarra) y Marcelo Soler (batería).

“Cuando nos invitaron a tocar en el show de los Gun’s and Roses aún no no dimensionábamos adónde habíamos llegado. Y aquello fue inolvidable, realmente increíble”, apunta el bajista. DY en verdad días antes del show. Pero después de eso nos dimos cuenta que está­bamos compartiendo esce­nario con las bandas que estaban en nuestras pare­des como posters, como un sueño lejano. Y ahí empezó a asustarnos la cosa”, se ríe.

El concierto con Charly Gar­cía también fue memorable, ya que conocieron personal­mente a uno de los princi­pales referentes del grupo. “Estábamos probando sonido en el escenario que íbamos a compartir con Charly y él se sube al esce­nario, agarra el micrófono, y empieza a cantar sobre lo que estamos tocando. Eso fue muy wooow!”, se emo­ciona “Cachito”.

También un recuerdo imbo­rrable fue cuando subieron, por primera vez como banda, a un avión para llevar la música de Salamandra a otro país. “Abrir el show de Garbage y que, nada más y nada menos, Butch Vig se acerque a salu­darnos, ¡eso no tiene precio! Es realmente inolvidable. También el hecho de grabar con ‘Lulo’ Pérez, productor de Alejandro Sanz, quien nos contó anécdotas e historias”.

Lo que se viene: El plan del futuro. “Ver germinar la semi­lla que sembramos con nues­tra música porque más que nada nuestra misión de hacer rock and roll es una cuestión sociocultural. Queremos que los que vengan lleven más a lo alto la música nacional. Y que se multiplique esto. Hay mucho por explotar en este país. Los artistas nacionales son muy talentosos y capa­ces. Queremos ver una comu­nión de músicos en armonía luchando por lo mismo: las producciones nacionales”, concluye Galeano.

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