Las últimas lluvias causaron una tragedia en uno de los barrancos y dejaron en riesgo su permanencia. La vivienda que fue protegida, aun durante la dictadura, requiere ahora de acciones urgentes para preservar un legado que reclama atención y cuidado. Para que la desidia no se lleve una mirada extraordinaria de Asunción, quizá la fuente, el lugar donde nació la guarania.
- Por Jorge Zárate
- Jorge.zarate@gruponacion.com.py
Apuntalar a Flores fue la tarea que asumió Arturo Pereira, allá en los 80, cuando soñó recuperar la casa del maestro en Punta Karapã para que sea un faro, un punto de partida para seguir creando desde las raíces, desde lo profundo del pueblo. Ese legado está ahora en peligro y urge reaccionar. La desidia histórica en las obras públicas urbanas de Asunción provocó una tragedia en el cañadón de la calle México, que lleva a raudales las lluvias que lavan el centro de la ciudad.
Una abuela y dos de sus nietos murieron al derrumbarse parte de su vivienda en la ladera que está justo en frente, barranco de por medio, de la casita en la que comenzó a alumbrar la guarania. Esa que ahora y siempre hay que volver a rescatar del olvido, de la desaprensión. “Queremos que se apuntale esa parte”, dice con urgencia Remigio Pereira, titular de la fundación que sostiene el único museo en todo el país que recuerda la vida y obra de José Asunción Flores.
POLLADAS PARA EL MUSEO
“Desde este lunes 15/2 comenzaremos a hacer las polladas, los conciertos para juntar los entre 10 a 15 millones que puede costar apuntalar la casa histórica”, anticipa. Lo dice consciente de la lenta reacción estatal que puede poner en peligro el legado de su padre: “Lo haremos sí o sí, preocupados porque se puede perder todo, porque la casa de al lado está afectada por el derrumbe”, explica. Humberto López de la Bella habla en nombre de la Secretaría Nacional de Cultura (SNC) y cuenta que se ofrecieron para trasladar el acervo al Archivo Nacional y que también la Municipalidad de Asunción hizo una oferta parecida para llevar lo atesorado en el museo a la Manzana de la Rivera.
Sin embargo, eso ocurrió cuando los materiales ya habían sido resguardados por Remigio en su casa, en nombre de la Fundación Arturo Pereira, por lo que ahora, dice, “nos pusimos a disposición para inventariar y catalogar”.
Entre tanto, se evalúan “alternativas para las intervenciones para que pueda sostenerse y mantenerse porque el mal tiempo está afectando a la casa contigua que puede estirar la casa de Flores”, señala coincidiendo en el diagnóstico.
Cuenta que el Ministerio de Urbanismo, Vivienda y Hábitat (MUVH) tiene a su cargo la evaluación de las acciones a tomar en el corto plazo, aunque no pudo precisar cuándo.
Remigio insiste: “Eso es lo que estamos pidiendo, es que si se logra apuntalar esta parte que se estaba cayendo se irá sosteniendo hasta que se vengan las obras grandes que se están haciendo en el polígono de Chacarita Alta, que ya están detrás del ferrocarril”, indica.
“Ahora la situación es gravísima, es temporada de mal tiempo y corre peligro, ya se cayó una parte del costado derecho y quedó colgando, y eso puede arrastrar todo el museo, la semana pasada cayó algo del lado izquierdo”, reportó.
Entre tanto, se pide con la misma premura que se atienda la situación de una veintena de familias que viven en las laderas de los cauces de las calles México, Tacuary y Antequera, que también corren serio peligro.
El cambio climático es evidente, llueve más en menos tiempo, los raudales arrastran la basura de la ciudad tapando el curso natural, las aguas suben a alturas insospechadas y el peligro es inminente.
LA PORFÍA POR VOLVER
Flores siempre quiso volver, su exilio fue un padecer, como es claro en todos sus testimonios. Sabía Arturo Pereira, “El rabelero de Punta Karapã”, que la casa era un símbolo a recuperar, una manera de que el maestro volviera al barrio, a su pueblo. La habían cuidado por años y todavía conservaba el piso de ladrillos, las tacuarillas y el karanday del techo. Había sobrevivido a la dictadura, a la persecución más tenaz.
“Si quiere venir Flores, una caperucita roja lo estará esperando en el aeropuerto en Asunción o en Encarnación”, es la frase atribuida al sanguinario Alfredo Stroessner. Estaba prohibido difundir su música y las redadas policiales destruían los discos con las grabaciones del maestro, que igual sonaban en los barrios asuncenos. Anécdotas del coraje de poner un tocadiscos con las obras de Flores a todo volumen, de cantar sus guaranias en serenatas, son parte de la memoria digna de
la resistencia a la dictadura. La militancia comunista de Flores era lo imperdonable. De allí quedó esa memoria de persecución que pareció continuar durante el actual gobierno.
Celsa Pereira, periodista, también hija de Arturo, recordó que se intentó “a través de Dany Durand, ex ministro del MUVH, hoy parlamentario, destruir ese museo, pretendiendo construir frente al mismo el sistema y reservorio de desagües y cloacas”.
El trovador e historiador musical Ángel “Pachín” Centurión cuenta que la génesis del museo se dio en las reuniones clandestinas que promovía Arturo los 27 de agosto, día del nacimiento de Flores, “para recordarle al maestro en una reunión de músicos, artistas y teatreros… siempre la preocupación era la casita: ‘Aquí vivieron Flores y Darío Gomez Serrato, tenemos que rescatar esto porque se está por caer’”, cuenta que repetía siempre.
Mientras tanto iba recopilando partituras, fotos de la época, un acervo de lo que fue la vida y la obra de Flores “a quien conoció porque Arturo también fue integrante de la banda de la Policía”.
Pereira era también perseguido, pero era incansable: “Creo que si alguna vez los hombres de esta mi querida tierra llegaran a construir una sociedad en la que todos pudieran desarrollar al máximo sus posibilidades creativas y el trabajo deje de ser una mercancía, esa sociedad estará amasada con una pequeña gota de mi sudor”, dijo alguna vez.
Entonces, “cuando llegó la administración de Carlos Filizzola (91/96) comenzaron las gestiones y se pudo lograr restaurar la casita reparando el techo y el piso”, rememora. “A esto le sumó su pequeña biblioteca y se fundó el museo, que era un proyecto más amplio que aspiraba a convertir a ese lugar de Punta Karapã en un lugar de cultura, que pudiera tener un taller para la gente de la Chacarita donde se pudiera enseñar música, teatro y artes en general que hasta ahora no se pudo concretar. Después se sumó la Radio Chacarita FM y con el apoyo de la Cooperación Española se pudo arreglar el mirador de Punta Karapã”, prosigue Centurión.
Enrique Pereira, también hijo de Arturo, vive en la casa contigua y su familia es la custodia del museo. La mayoría de las veces a pulmón, aunque alguna vez la municipalidad les otorgó un rubro para mantenimiento que no fue sostenido en el tiempo.
Pachín aumenta la apuesta: “Los que fuimos compañeros y alumnos de Arturo Pereira tenemos un amor entrañable por el museo porque vimos y sentimos en carne propia todo lo que anduvo para lograr este lugar. Hay que hacer esfuerzos para una restauración definitiva, para que se pueda convertir en un centro de cultura donde se enseñe para todos los interesados arte en general”, reclama.
El último aporte a ese sueño se dio en el marco del Festival Latidoamericano, cuando vio la luz el mural que retrata a un José Asunción joven, brillando en el mirador de Punta Karapã.
FLORES PARA TODOS
La historiadora Margarita Durán durante la inauguración de las refacciones del 2007 recordó: “Aquí vivió Fray Luis Bolaños. Aquí vivió el nieto del gobernador Domingo Martínez de Irala, Fray Gabriel de Guzmán, y su compañero, un guaireño, hijo de un inglés y una indígena, que fue para la fe católica el primer mártir paraguayo de quien se tiene documentación histórica, Juan Bernardo Colmán… El lugar era conocido como Loma Karapã y al lado del convento de los franciscanos funcionaba la iglesia de los naturales, donde asistían los indígenas y descendientes de negros… De los naturales le llamaban porque los españoles rezaban en la iglesia de la Encarnación”, apuntó. Se aprecia entonces un sitio con historia popular, de raíces criollas, que sustenta esa estirpe hasta hoy. De ese barrio surge el niño que fue lustrabotas y que por hurtar pan fue a barrer los patios de la banda de músicos de la Policía que regían los italianos Nicolino Pellegrini y Salvador Dentice. Allí fue acercándose a los instrumentos hasta que le dejaron tocar un bombardino y después el trombón allá por 1917.
Sara Chaves de Talía, quizá la principal biógrafa del maestro, lo definía: “Hombre salido de los sectores desposeídos del pueblo paraguayo, superado gracias a su genio creador, asumió la defensa de la causa del pueblo a la que sirvió con el ejemplo de su insobornable rectitud de conducta”.
Remigio aporta lo suyo: “Flores no fue un genio, él se hizo genio. Fue un trabajador incansable, un trabajador concentrado en su labor creativa centrada en las aspiraciones y sueños de los hijos de esta tierra paraguaya… Lastimosamente el análisis profundo de sus trabajos no ha sido desarrollado y menos aún inserto en la malla curricular de los centros de formación musical en nuestro país, tanto conservatorios como universidades”, indica. “Aun así es importante señalar algunos trabajos desarrollados por jóvenes investigadores en cuanto a la guarania a los que las autoridades académicas no le prestan la debida importancia. Por eso podemos decir que aún hoy día su memoria sigue siendo resistida y ninguneada”, considera.
Pachín recuerda que “cuando fueron repatriados los restos del maestro se hizo un paso por Punta Karapã, donde se le veló un rato… Flores nos legó una inmensa obra que comienza con la creación de un nuevo género musical, que es la guarania, y a partir de ahí fue creando una inmensa obra, luego en Buenos Aires, elevándola a la sinfonía, que pudo concretar con la Orquesta y Coro de la Radio y Televisión de Moscú, en una obra que sigue sin ser difundida”.
Versiones de “María de la Paz” se escucharon recientemente, aunque no se puede hablar de un calendario anual para la obra de Flores de parte de las grandes orquestas nacionales, una deuda que debería repararse cuanto antes.
El actor Carlos “Chamán” Cáceres, quien fue también discípulo de Arturo Pereira, aporta que “Flores y Gómez Serrato exploraron la posibilidad de hacer teatro al aire libre con música sinfónica, un especie de ópera propia” y que también estudió la incorporación de los ritmos de los pueblos originarios en obras como “Maká”, que tuvo estreno mundial en octubre del 2019 por la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN).
“Flores halló las células germinativas en la mixtura entre la cultura hispánica y la guaraní, la paraguayidad que coronó con la guarania, pero después siguió investigando en afán de un arte masivo”, agrega.
Cáceres entiende que no se le perdona “su enorme liderazgo político, era un cuadro y era un líder mundial, presidente de la Comisión de Paz, fue invitado en diversos foros… Se lo toma como un niño bonachón, buenazo, que pudo haberlo sido, pero que no son las líneas centrales de su carácter y su ejemplo”.
Antonio Pecci, uno de sus biógrafos, indica que en enero de 1925, hace 96 años, en un sitio público, como lo era el Hotel Cosmos, actual Asunción Palace Hotel, en Colón y Estrella, en presencia de Eligio Ayala se estrenó “Jejui”, una verdadera revolución.
“El ambiente cultural en la década del 20 está atravesado de discusiones en torno a la recuperación de las señas de identidad como lo eran el guaraní, idioma despreciado por la élite gobernante, y la cultura bilingüe y el componente indígena”, apuntó en un reciente artículo.
Al abrir la puerta de la pequeña casita en Punta Karapã lo humano involucra el paisaje, el museo José Asunción Flores de Punta Karapã nos participa de su música especial, esa que por ancestral se esfuerza en sostenerlo.