La pandemia obligó incluso a que la tra­dicional fiesta cul­tural, popular y religiosa que se celebra en la pri­mera semana de diciem­bre en Caacupé en honor a la Santísima Virgen María, se suspenda. Millones de fieles católicos no acu­dieron este año a la Villa Serrana a cumplir con la promesa de llegar cami­nando junto a la virgen­cita azul.

FOTO:PÁNFILO LEGUIZAMÓN

La imagen de Monse­ñor Ricardo Valenzuela, caminando solo por la explanada de la Basílica de Caacupé fue quizás el resumen más acabado de todo lo que significó para la Iglesia Católica cortar esta tradición de la pere­grinación, con el objetivo de evitar aglomeraciones.

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Las autoridades naciona­les calculan que al menos un millón y medio de per­sonas “invaden” Caacupé en los días previos y pos­teriores al 8 de diciembre, día en que se recuerda el día de la Virgen. Este gigantesco movimiento de personas genera cada año una circulación de dinero impresionante, pero este 2020 fue muy diferente, sobre todo para comercios y vendedores que dependen de estas fiesta mariana.

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El pueblo católico escuchó las recomendaciones de la propia Iglesia y de las autoridades nacionales. Cuando se temía que Caacupé se convierta en un posible foco de contagio, ter­minó finalmente siendo un foco enorme de fe y mucho sentido común de la propia Iglesia y de sus feligreses, que, no obstante, acompañaron su pasión católica desde los medios. El 2020 será imposible de olvidar.

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