En las últimas sema­nas, Paraguay estuvo en boca de la opinión pública argentina gracias a expresiones de tres integran­tes de la selección de rugby de ese país. Si bien, esos dichos se produjeron hace casi 10 años, repercutieron en la actualidad gracias a Twitter y desencadenaron un escru­tinio hacia quienes practican el deporte de la ‘ovalada’ y los prejuicios hacia nuestro país.

Corría el 20 de octubre del 2011 cuando alrededor de las 11:30 de la mañana cuando un chico llamado Pablo Matera, que tendría 18 o 19 años, abrió su cuenta de Twitter para expresar que “El odio a los bolivianos, paraguayos, etc., nace de esa mucama a la que una vez se le cayó un pelo en su comida”, sin pensar en las consecuencias que podría traer esta declaración.

El 25 de noviembre del 2020, el mundo es sorprendido por la muerte de Diego Armando Maradona, posiblemente el mejor futbolista de la historia e ícono deportivo de Argen­tina. Tres días después, la selección argentina abso­luta de Rugby debía enfren­tar a su par de Nueva Zelanda por un encuentro correspon­diente al torneo Tres Nacio­nes. “Los Pumas” (como se los conoce a los argentinos en esta rama) venían justa­mente de ganarle por primera vez a los “All Blacks” (como se conoce a los neozelandeses) la semana anterior.

En la previa, estos últimos realizan el haka, una danza/canción de desafío, que suele usarse en las guerras o con­frontaciones deportivas y que también se usa para honrar a los invitados y mostrar la importancia de un encuen­tro puntual. Antes de proce­der al ritual, ponen delante una camiseta del equipo con el dorsal número 10 y la inscripción “Maradona” en la espalda, dedicándole en señal de respeto aquel grito sagrado a quien en vida fuera ídolo argentino.

Los compatriotas del “Diego” por su parte portaron una cinta negra en el brazo. Lo que generó el repudio en su pro­pio país atendiendo la dife­rencia de homenajes. “No los voy a ver nunca más”, excla­maba furioso entre otros el ex arquero de esa selec­ción campeona del mundo en México 1986 y campeón de la Copa Libertadores de América como entrenador de Olimpia en el 2002, Nery Alberto Pumpido.

Los Pumas tuvieron una derrota poco digna en cuanto a homenajes hacia su máximo referente deportivo y la socie­dad se los hizo saber por dis­tintas vías. Días después de este hecho, a través del canal oficial de Youtube de la Unión Argentina de Rugby (UAR), los integrantes del plantel publicaban un video pidiendo disculpas por su tímida ofrenda y prometían algo más acorde a la memo­ria de alguien que siempre apoyó a ese seleccionado. La voz campante de ese equipo era su capitán. ¿El nombre? Pablo Matera, el mismo que hace nueve años había tui­teado contra los bolivianos, paraguayos y las mucamas.

Magdalena López.

A las pocas horas del video, ese tweet publicado hace nueve años junto con otros del mismo desagradable tenor, empezaron a viralizarse en la red social. No fue el único, también pasaron un escar­miento público sus compa­ñeros Guido Petti y Santiago Socino. La embestida que esta vez tuvieron que sopor­tar estos pumas derivó en la sanción de los tres y la revoca­ción de la capitanía de Matera.

Algunos dicen que la medida es exagerada porque se tra­taba de chicos y que ya había pasado hace mucho tiempo. Pero en el caso particular de Matera, vuelve a tocar un pre­juicio constante de la socie­dad argentina y en particular la porteña; ese desdén hacia los paraguayos (y bolivianos) migrantes al vecino país en busca de mejores oportuni­dades laborales.

Magdalena López es politó­loga y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Ella es coordinadora del Grupo de Estudios Sociales sobre Paraguay (GESP) de la misma universidad. Se define como pampeana por nacimiento, porteña por residencia y para­guaya por profesión y corazón. Para ella, esa discriminación pasa por una cuestión de cla­ses sociales porque al no ser de la misma nacionalidad, ese porteño de buen pasar eco­nómico no considera al para­guayo migrante como su par o su igual. La politóloga deta­lló que hay estereotipos sobre estos. “Los paraguayos son el primer colectivo migrante y el más grande de los no naci­dos en Argentina. Sobre eso se construye un estereotipo en la zona porteña y su área metro­politana porque los dos prin­cipales nichos laborales para los paraguayos son: para varo­nes trabajadores de la cons­trucción (albañiles) y para mujeres el servicio domés­tico. A partir de esto se cons­truye ese estereotipo porque es el primer ingreso laboral”, explicó López en entrevista con el programa Residentas que se emite por GEN.

Este mismo escenario se repite con la comunidad boliviana en Argentina cuyo primer ingreso está en la ges­tión de hortalizas o verduras. Entonces su primer ingreso es el de productor o vende­dor de hortaliza. “En Buenos Aires se le dice a la verdulería ‘el boliviano’. Es un prejuicio y una discriminación basa­dos en esa estructura que los obliga a entrar a ciertos nichos que no son explota­dos por los nacidos en zona”, contextualizó.

“Hay que aceptar que la socie­dad argentina es discrimi­nadora y xenófoba. Hay toda una fachada por la cual la sociedad argentina (especial­mente la porteña) se consi­dera muy abierta, muy cos­mopolita y para nada racista pero en realidad es profun­damente racista. Entonces siempre asocian lo negro a lo pobre, a lo feo y a lo malo. Hay una coloración de las cla­ses sociales”, indicó.

Pero no solamente en Argen­tina se tiene este panorama. En Paraguay y en particular en Asunción, encontramos también problemas de discri­minación o rechazo hacia los mismos argentinos (‘kure­pas’ de forma despectiva) y sobre todo cuando se abordan temas referentes a reclamos de pueblos indígenas y el sec­tor campesino. Así se forman los estereotipos.

LA MIGRACIÓN Y LA CONSTRUCCIÓN DEL RACISMO

López refirió que la migración tiene que ver con las clases sociales. Generalmente los que migran pertenecen a la clase baja o media baja. “Un dato interesante es que la mayoría de esa población migrante es altamente escolarizada con­trarrestando el mito de que son analfabetos”, acotó.

En su libro “Migraciones”, Eligio Ayala planteaba ese fenómeno sociocultural de principios del siglo XX mar­cado por la depresión econó­mica de la posguerra de la Tri­ple Alianza, en la que miles de compatriotas que eran sobre­explotados en los yerbales y otras plantaciones, cruzaban la frontera hacia las provin­cias vecinas porque les llega­ban reportes de que por allí la paga y las condiciones labora­les eran mejores.

López puntualizó que hay estructuras económicas que atrapan a quienes migran en busca de mejores horizontes. En el caso del servicio domés­tico, generalmente es porque ya tienen una amiga en ese tra­bajo o alguien (familiar o cono­cido) que desde Argentina las manda llamar para una dispo­nibilidad laboral en ese rubro.

Esto deriva en una construc­ción jerárquica de la socie­dad. Y aquí es donde aparece un actor clave, el racismo. “El racismo suele originarse como una especie de competencia, entonces se construyen relatos de superioridad. Tiene que ver con la construcción de un relato nacional. Un ‘nosotros, unidos a pesar de la pobreza, de la des­igualdad y otras cuestiones’. Hay que construir un meta­discurso lo suficientemente grande para que nos incluya a todos. ¿Qué es eso? La Nación, la patria o el sentimiento de pertenecer a un determinado territorio”, graficó.

Hizo énfasis en que ese dis­curso es inventado porque antes los estados nacionales no existían y por ende, nadie era de una nación. “Paraguay era una provincia. Argentina era parte del Virreinato del Río de la Plata. Son construc­ciones discursivas del nacio­nalismo”, sostuvo.

Para ella, ese relato del ‘noso­tros unidos’ sienta sus bases en enfrentarse a otro y ese otro es inferior, está ‘racia­lizado’, no tiene las capa­cidades que ‘nosotros uni­dos’ tenemos, no habla bien como nosotros y no es supe­rior a nosotros. Entonces para construir esa unión interna, hay que lograr aplas­tar a otro. “Lo mismo sucede con la supuesta superioridad masculina, Se construyó a las mujeres como inferiores y simples productoras de hijos sin poder integrar otros esta­mentos sociales”, remarcó.

¿Qué hay que hacer enton­ces para combatir al racismo? Según la coordinadora del GESP, hay que romper el relato de una nación supe­rior. Hay trabajar en decons­truir ese relato nacionalista férreo que Paraguay tam­bién lo tiene al hacer siem­pre esa reminiscencia a una ‘era dorada’ de Francia y los López con relatos de una supernación que se enfren­taba al mundo.

Nelson Mendoza.

LA RESPONSABILIDAD DEL RUGBY

El caso de Matera y sus com­pañeros no es el primer caso de xenofobia que se da en el rugby del vecino país. El 18 de enero de este año, Fernando Báez Sosa (casualmente un hijo de migrantes paragua­yos) fue asesinado a golpes de puño y patadas que le pro­vocaron un paro cardíaco debido a un shock neurogé­nico inducido, producido por traumatismo grave de crá­neo, por parte de un grupo de jugadores de rugby oriundos de la ciudad bonaerense de Zárate. El caso causó conmo­ción nacional e internacional y puso al deporte como pro­tagonista de un escrutinio y escrache público.

Magdalena López cree que el deporte independiente­mente de lo brusco o violento que pueda llegar a ser, tiene un conjunto de reglas que no implican que sus prácti­camente trasladen esa brus­quedad o violencia a otros ámbitos de la vida cotidiana. Puso como ejemplo al boxeo en donde el objetivo es vencer a golpes al oponente dentro de un conjunto de reglas. Eso no necesariamente significa que los boxeadores caminen por la vida golpeando a quien se le cruce para obtener algo.

“Sí creo que lo que sucede en el rugby (por lo menos en Argentina) es que está muy marcado a la clase alta. Es un deporte que se contrapone al fútbol, que es el deporte más popular o de las clases econó­micamente más vulnerables. Entonces esa cuestión cla­sista de considerar inferior al que tiene menores ingre­sos económicos –que rodea al rugby– hace que eventual­mente quienes lo practiquen se vean afectados por el mal actuar de otros jugadores fuera de las canchas como el caso de Fernando Báez”, ana­lizó durante la misma entre­vista con el programa de GEN.

El rugby tiene un origen casi siamesino con el fútbol en la primera mitad del siglo XIX, en Inglaterra, cuando varios juegos derivados del “fútbol primitivo” –según su deno­minación en España– evolu­cionaron adoptando reglas diferentes.

Nelson Mendoza, actual pre­sidente de la Unión de Rugby del Paraguay (URP) admi­tió que en sus principios era un deporte practicado por las elites sociales pero hace mucho tiempo dejó de ser exclusivo para personas de altos ingresos socioeconó­micos. “Incluso en el rugby argentino del que hoy tanto se habla. Cuando juega la selección, lo hace en estadios multitudinarios y en provin­cias del interior”, argumentó también en comunicación con Residentas, que se emite de lunes a viernes de 14:00 a 16:00 por GEN.

El mandamás del rugby local explicó que antes de que un chico que llegue a un club con la intención de practicar, lo primero que se le inculca son los valores del deporte. Esos son: La disciplina, el respeto, la integridad, la solidaridad y la pasión. Fue contundente en que tanto la Unión de Rugby del Paraguay y cualquier rug­bier que comparta o no con la comisión directiva actual, repudia cualquier acto de xenofobia, más aún cuando se trata de nuestro país. “No sé a qué paraguayo conoce él (Matera), ni me interesa saberlo pero realmente está fuera de contexto más allá que lo haya hecho siendo aún muy chico”, espetó.

Para Mendoza, si ese chico, luego de los tweets, pudo cre­cer con su vida hasta consti­tuirse en capitán de uno de los seleccionados más emble­máticos del rugby mundial y jugar en la mejor liga de este deporte (El Top 14 de Francia) quiere decir que de alguna forma el rugby influyó para que pueda evolucionar y paliar esos errores.

En cambio, para Magdalena López “si bien los tweets fue­ron escritos hace ocho años, no sé si realmente cambiaron lo que opinan de la empleada doméstica que es paraguaya. Hay que ver si es que realmente ya no lo piensan o si solamente no lo dicen abiertamente. Veri­ficar si la transformación se dio”, planteó a su turno.

“Nosotros repudiamos cual­quier tipo de declaración o de acto xenofóbico. No creo que tenga que ver con el rugby solamente, va más allá. El mundo de hoy no permite estas pavadas”, agregó tam­bién Mendoza sobre el caso. Al mismo tiempo, prefirió centrase en cómo el rugby influyó en la vida de Matera y no cómo era Matera cuando empezaba a jugar rugby siendo apenas un chico.

El presidente destacó que la URP y la UAR guardan una relación muy estre­cha basada en intercambio deportivo y una constante capacitación para jugado­res, árbitros, entrenadores e incluso dirigentes.

Justamente, alguien que salió al paso de los tweets fue el ex segunda línea Eliseo ‘Chapa’ Branca, quien ade­más de ser un jugador histó­rico del seleccionado argen­tino, se desempeñó como entrenador principal de ‘Los Yakarés’ (como se conoce a la selección paraguaya de rugby). Dijo entre otras cosas que a Matera, Petti y Socino “Hay que expulsarlos y que no jueguen más al rugby”.

Es que en el rugby la figura del entrenador y la del capi­tán tienen un valor superior. Su posición va más allá de los límites del campo. En el caso del capitán, es un líder cuya figura sirve de ejemplo para otras aristas del desarrollo humano de quienes integran el equipo. Toma decisiones dentro y fuera de la can­cha. “Les pongo un ejemplo, cuando un chico de las infe­riores de un club tiene notas bajas en el colegio, no se le deja jugar. También si el club se entera que el chico está teniendo problemas de con­ducta, se acerca a los padres para interiorizarse”, relató Nelson Mendoza siempre en diálogo con Residentas.

“Tampoco somos los impolu­tos de la sociedad, solamente queremos inculcar los valo­res de los que tanto habla­mos a través del deporte. Lógicamente el ser humano es imperfecto”, agregó el titu­lar de la URP.

Finalmente y en medio de amenazas con renuncias masivas a la selección, la UAR levantó la sanción que pesaba sobre los tres jugadores afec­tados. Pero solo ellos sabrán si realmente ya no piensan igual sobre los migrantes a su país como lo hacían hace casi una década.

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