“Myriam Sienra, un viaje desde el sur hacia alguna esquina del alma”
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El viaje de este domingo estaba pensado al sur de Asunción a partir de un recorrido por las anchas avenidas de Barrio Obrero, pero de pronto una noticia, una ausencia, se hizo presencia y yo como soldado de mis sentimientos decidí dar la vuelta y migrar hacia otros recuerdos. Y es que ha partido la gran actriz Myriam Sienra.
El viaje de este domingo estaba pensado al sur de Asunción a partir de un recorrido por las anchas avenidas de Barrio Obrero, pero de pronto una noticia, una ausencia, se hizo presencia y yo como soldado de mis sentimientos decidí dar la vuelta y migrar hacia otros recuerdos. Y es que ha partido la gran actriz Myriam Sienra.
Hoy quiero rendirle este tributo a partir de una “entrevista automovilística” que le hice hace unos cuantos años recorriendo la ciudad. Era una fría tarde de julio cuando paso a buscarle de su “setentosa” casa de la calle Soldado Desconocido casi España, la charla empezó ya al subirse al auto, confieso que sabiendo su “Estilo Diva” me puse mi mejor saco y una corbata a tono, un viaje al pasado de Cuadernos de Barrio, una “entrevista viajante”, que transcribo en diálogo:
–Contame un poco tu infancia.
–Estudié en el colegio Las Teresas en la primaria donde estuve de pupila o mejor ‘pupilísima’, porque mis padres andaban mucho por la estancia, después hice la secundaria en Buenos Aires en el colegio de La Santa Unión de los Sagrados Corazones de Jesús y María, así que ya te hacés idea de cómo era el colegio, de guantes y sombrero, ahí patinábamos, montábamos a caballo, el colegio quedaba en Flores en las afueras de Buenos Aires. Ahí también hice cursos de piano, teníamos una sala de teatro, creo que en Asunción no hay una sala de teatro como la que teníamos ahí, era un colegio muy lindo, muy divertido. Una de las primeras paraguayas que se fue a ese colegio fue Graciela Estigarribia, la hija del mariscal, era un colegio de monjas francesas e inglesas, o sea que las misas se rezaban en francés e inglés, así de ‘paquetas’ éramos, un colegio que me dio una buena formación, yo no me quejo, estoy contenta con lo que aprendí.
–¿Después volviste a Asunción?
–Volví a Asunción, y como en el colegio Santa Unión ya empecé a hacer clases de teatro, pero todo a nivel de alumnas del colegio, del pupilaje, quise seguir estudiando teatro. Ahí la conocí a Elsa Wiezell de Espínola y empecé los cursos de declamación con ella y enseguida en el primer año ya me dijo: ‘Vas a hacer una presentación de poesías paraguayas, vas a empezar a seleccionar poesías’, y es ahí que le conocí a una cantidad de poetas paraguayos, a Carlitos Villagra Marsal, a Bilbao a Appleyard, a los grandes de la época de los años 60 y comienzos de los 70, eran personas encantadoras, también a las hermanas Nelly y Edith Jiménez, era una época tan linda, hacíamos hasta películas, esas locuras hacíamos. Ahí le conocí a Manolo Prieto y, por supuesto, a Jenaro, que fue mi amigo, mi hermano.
“El hijo de la novia”.
–¿Hablamos de Jenaro Pindú?
–Sí, de Jenaro Pindú, todos los días cerraba su oficina y ya venía a casa, cuando íbamos a salir yo me bajaba las escaleras y me decía: ‘No, no, no, no y no, ese vestido no, andá cambiate’ y yo tonta le hacía caso, hacíamos las vacaciones juntos, nos íbamos al mar juntos, cuando él falleció mis hijos lo lloraron, Valeria y Francesco no terminaron de lamentar. Cómo lo querían.
Frecuenté mucho el mundo de los artistas, había un bar de un italiano, El Tano, frente a una plaza, ahí nos juntábamos casi todas las noches, era una vida hermosísima de bohemia, no había maldad, era una historia de compartir las creaciones de ese momento, fue muy linda esa época.
Hay que recordar que en ese edificio emblemático, el Independencia, diseñado por el arquitecto Rivas allá por 1959, estaba el bar El Tano, a la derecha, la entrada al edificio en el medio y a la izquierda el viejo local de Aerolíneas Argentinas en cuya vidriera estaba un enorme Jumbo a escala que era la diversión de los niños de aquella época.
Era un lugar de la bohemia El Tano, ahí íbamos todas las noches, una época de reunión de escritores, pintores, poetas, las conversaciones no terminaban, nos quedábamos hasta tardísimo, las inspiraciones que salían ahí, era una época muy enriquecedora.
“
Muerte de un viajante”.
No había redes sociales, era muy humano, vos te encontrabas cara a cara, solo había teléfonos de Antelco para pautar una hora de encuentro, tanto en El Tano como en el San Marcos, en el Capri o en el Nick sobre la calle Azara, donde siempre almorzaba Appleyard.
Con el grupo hacíamos lectura de poemas en la antigua Radio Cáritas cuando quedaba sobre Herrera. Qué de cosas se hacían en esa época. Todo eso se perdió, creo que justamente por las redes, todo es mecánico ahora, era una época de compartir en esa época, por ejemplo: nos sentábamos en el talud del frente de mi casa y hablamos horas, Jenaro, Manolo Prieto, Alberto Miltos y tantos otros amigos.
–¿Te mudaste a esa casa que te diseñó Pindú en Manorá allá a finales de los años 70?
–Sí, en esa época, cuando yo me mudé en esa zona eso era monte cerrado, había dos o tres casas y el Colegio Americano, uno de mis pocos vecinos era Raúl Fretes, que compró la casa que ahora es de Seifart, que ahora también ya falleció.
–Tenemos que hablar de alguien importante en tu vida, Franco Gallarini.
–¿Vos sabes cómo lo conocí a mi marido? Haciendo teatro en la calle en Areguá. Resulta que yo llego de estudiar teatro en Italia, porque estudié en la Silvio D’Amico, estuve los cuatro años de estudio allá. Él como ingeniero vino para trabajar en Itaipú por parte de la empresa italiana Electroconsult y como le gustaba todo lo que sea arte, decidió irse a Areguá a ver la obra, así empezó nuestro amor.
–¿Fuiste la primera paraguaya que estudió teatro como carrera?
–Tal vez fui la primera. En esa época mis padres se santiguaban cuando les decía que quería seguir teatro como carrera, no querían saber nada, pero al final aceptaron y fui a Italia. Cuando vuelvo ya actriz, me encuentro con Edda de los Ríos, quien también estudió teatro, pero en España y me dice: ‘Vamos pues hacer un grupo de teatro’ y yo le acepto, y comenzamos a ensayar para hacer algo en Areguá en la calle frente a la casa de los Bibolini, ahí empezamos a hacer teatro con don Héctor de los Ríos, la iluminación hacía Schaerer que colocaba las luces en la casa de enfrente, también estaba Raquel Chaves, así empecé a hacer teatro a mi vuelta al Paraguay.
La conversación sigue, la noche se apodera de la tarde en las calles de Asunción, pero hay muchos más recuerdos que contar, muchas anécdotas, como cuando a Hermann Guggiari se le ocurre hacer una fiesta en su casa sobre la avenida España en las alturas de un añejo árbol donde instaló una terraza. Cuenta Myriam: “La subida no fue difícil, pero como la charla seguía entre vinos y cervezas, todo se complicó al bajarnos del árbol y algunos ya no podían, entonces se tuvo que llamar a los bomberos para el rescate de los invitados a la alta terraza”. Como estas hay otras tantas historias que compartir con esta gran actriz y mujer solidaria nacida en Concepción en 1939, que realizó incontables interpretaciones en teatro como “El hijo de la novia” o “Muerte de un viajante” y en cine “Miss Ameriguá” o “7 Cajas” y que nos dejó en estos finales del 2020 en plena pandemia, pero también vivirá en estos recuerdos que pudimos rescatar en estos “Cuadernos de barrio”.
Myriam Sienra, en muestra de Jenaro Pindú, Galería Miró, Asunción 1970.
Redescubriendo el temazcal: un viaje ancestral de sanación en San José del Pacífico
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En lo alto de las montañas de Oaxaca, al suroeste de México, se esconde una antigua tradición de sanación que ha perdurado a través de los siglos: el temazcal. En San José del Pacífico, este ritual ancestral ha sido cuidadosamente preservado y practicado por generaciones.
Texto y fotos: David Sánchez, desde Oaxaca (México), X: @tegustamuchoelc (*)
Carlos Alejandro Tapia Benítez, un temazcalero experimentado de la empresa Zaapeche Temazcalli, nos guía a través de esta profunda experiencia. Carlos, quien ha estado involucrado en el temazcal desde su infancia, nos cuenta: “Desde pequeño, mi familia y yo acudíamos al temazcal los domingos. En lugar de ir al parque o a la iglesia, recogíamos las piedras, la leña y las hierbas medicinales, y realizábamos la ceremonia en familia y con amigos”.
Esta práctica no solo fortalecía los lazos familiares, sino que también fomentaba una conexión espiritual y física con la tierra.
EL RITUAL
El temazcal es mucho más que un baño de vapor. Es una ceremonia de purificación y renacimiento. En este sentido, Carlos explica: “El temazcal representa el útero de la Madre Tierra. Al entrar, simbolizamos una muerte metafórica, dejando atrás aquello que ya no necesitamos para renacer más fuertes y renovados”.
Según sus cultores, este ritual tiene beneficios físicos y espirituales. “Ayuda a desintoxicar el cuerpo, aliviar dolores musculares y tensiones, y a enfrentar miedos y emociones profundas”, asegura Carlos.
PODER CURATIVO DE LAS HIERBAS
Cada temazcal utiliza una combinación especial de hierbas medicinales como el laurel, el romero, la ruda y el poleo, que se calientan sobre las piedras volcánicas, llamadas “abuelitas” por su antigüedad y sabiduría.
Estas hierbas no solo perfuman el vapor, sino que también tienen propiedades curativas específicas, dependiendo de la dolencia de cada participante.
Uno de los participantes de esta ceremonia comparte su experiencia. “Nunca había hecho un temazcal antes. Al entrar, sientes como si te sumergieras en una cueva oscura y cálida. Al principio, pensaba que me agobiaría, pero el calor era soportable y me sentí muy ligera. Durante la ceremonia, se abrieron diferentes puertas que simbolizan varias direcciones y aspectos de la vida, como la feminidad, la muerte y la voluntad”, relató.
MÁS ALLÁ DEL TEMAZCAL
Carlos también menciona cómo el temazcal se combina a veces con ceremonias de hongos, aunque aclara que deben hacerse por separado. “Primero se realiza el temazcal para purificar el cuerpo y la mente, y después, fuera del temazcal, se realiza la ceremonia con los hongos en el bosque”, explica.
Esta combinación de rituales ha atraído a personas de todo el mundo en busca de sanación y conexión espiritual.
El temazcal en San José del Pacífico es una práctica de bienestar físico, así como una inmersión profunda en la cultura y espiritualidad ancestrales de México. Carlos nos recuerda la importancia de honrar y preservar estas tradiciones que nos conectan con la tierra y con nosotros mismos, ofreciendo un camino hacia la sanación y el renacimiento personal.
* David Sánchez es un periodista franco español afincado en Toulouse, centrado especialmente en cine iberoamericano, miembro de la crítica internacional Fipresci. Sitio: https://www.tegustamuchoelcine.com.
El presidente de la República, Santiago Peña, participará junto a sus homólogos de Argentina y Uruguay de una conferencia internacional contra el terrorismo y el antisemitismo. Foto: Gentileza
Peña viajará a la Argentina en conmemoración por los 30 años del atentado a la AMIA
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El presidente Santiago Peña viajará a la Argentina con el fin de participar de una conferencia internacional contra el terrorismo y el antisemitismo, organizada por el Congreso Judío Mundial y el Congreso Judío Latinoamericano. El evento internacional se realizará este miércoles 17 de julio en la ciudad de Buenos Aires.
La actividad se desarrollará en el marco de la conmemoración por los 30 años del atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). De acuerdo a las publicaciones periodísticas de los medios argentinos, también se prevé la presencia de sus homólogos, el argentino Javier Milei y el uruguayo Luis Lacalle Pou.
Según los organizadores, la conferencia internacional pretende reunir a un total de 300 líderes políticos de varios países. Los actos de conmemoración inician este martes y se extenderán hasta el jueves.
La finalidad del congreso que se desarrollará en el hotel Hilton, de Puerto Madero, se centrará en enviar un mensaje firme contra el terrorismo al recordar 85 muertos, 300 heridos del ataque registrado en vecino país el 18 de julio de 1994.
De acuerdo a los antecedentes, la explosión en el edificio de la AMIA se produjo a las 9:53. En pocos segundos, junto a otros edificios aledaños quedó reducido a escombros. Del total de las víctimas fatales, 67 personas se encontraban dentro del edificio y otras 18 en la vereda o en edificios aledaños.
Fuimos invitados por @visitargentina, @visitsalta y @visitjujuy a conocer la Ruta 40, una aventura que emula a la legendaria Ruta 66 de Estados Unidos. Pensé que iba a ser un viaje normal, como tantos otros, pero de pronto la aventura se convirtió en una experiencia extraordinaria. El viaje comenzó a mostrarnos su cara nada más salir. En la Ruta 68 nos esperaba imponente El Anfiteatro. Dicen los lugareños que hace millones de años, cuando los dinosaurios caminaban por la tierra, esta majestuosa caverna era una gigantesca cascada por la que corría agua cristalina que iba esculpiendo su paso a la eternidad, incluso antes de quedar sumergida en el mar…
Hoy, con una acústica única, queda el vestigio de la historia atrapada en la inmortalidad. La ruta 68 guardaba otra sorpresa. Las Tres Cruces… Es quizá el mirador más bonito de la Quebrada de las Conchas. El camino a Cafayate es de una belleza impresionante… Tres grandes cruces de madera en la tierra mirando al cielo marcan el camino. Cuenta la leyenda que son tres tumbas que pertenecen a tres frailes que murieron en manos de los indios, después de haber ocultado un tesoro formado por objetos de oro que pertenecían a la congregación de los jesuitas y que nunca se encontró. Cuando alguien está cerca, el cielo se oscurece vigilando su lugar en la eternidad.
El camino no se detiene, es solo el pasaje a un viaje inolvidable. Pueblos que crecieron coherentes a sus tradiciones y que nosotros los mal llamaríamos “detenidos en el tiempo”: amables, coloridos, pulcros. Con sus callecitas pequeñas y conectadas como una sola matriz para darle vida a la historia. Entre ellos, grandes hoteles que solo hacen justicia a la belleza natural que los rodea. Una combinación perfecta entre el lujo y el campo que durante todo el trayecto no deja de sorprenderte.
Durante el viaje van sucediendo cosas maravillosas y los sentidos van descubriendo nuevas sensaciones. Al llegar a Cafayate la aventura se enriquece. Gastronomía y vino le dan el toque que va completando el manjar. Viñedos, bodegas y restaurantes te dan una bienvenida de película y la amabilidad única de su gente, hacen que esta experiencia sea inolvidable. La quebrada de Las Flechas, un accidente geográfico ubicado en el km 4.380 de la Ruta 40 en el departamento de San Carlos, se extiende 20 km dentro de los Valles Calchaquíes, desde Angastaco hasta el río Calchaquí mostrándote que en Salta siembre habrá algo más sorprendente.
Pasar por Molinos y Cachi, pueblos rurales de notable belleza, va completando la aventura. Así se llega hasta la Cuesta del Obispo. Puede que el corazón se te detenga solo para respirar profundo y disfrutar del paisaje. Increíbles vistas hacen que se pierda el sentido de la realidad para sumergirte y ser parte de la unión perfecta entre el hombre, la tierra y el cielo…
Son 25 kilómetros de una maravilla escénica a otra en un inolvidable camino serpenteante que desafía tus sentidos. Miedo, incertidumbre, una impredecible belleza y al final una calma indescifrable. Llegar a Salta capital es entrar a una ciudad pujante, donde el progreso y la historia van de la mano llevándote al comienzo de todo.
Podría contarte de mil lugares maravillosos. Pero te voy a contar solo de uno que me llevó a un viaje fascinante de 500 años en el tiempo. Así llegamos al Museo de Arqueología de Alta Montaña. Allí descansan, en cápsulas ambientales únicas en Latinoamérica, Los Niños de Llullaillaco. Son tres niños hallados “hace más de 20 años, en la cima del volcán Llullaillaco (en el departamento de Los Andes, al oeste de la provincia de Salta), a 6.739 metros de altura en la cima de un volcán. “La doncella”, una niña que tenía alrededor de 15 años, “La niña del rayo” (una niña de 6) y “El niño” (de 7 años, aproximadamente).
Todos ellos fueron ofrendados en el tributo a la Capacocha, una de las ceremonias más importantes de la cultura incaica. Hacer esto no solo es turismo. Es encontrarse con la historia, la cultura y el arte. Pero también hay lugar para la diversión. Y eso se dio en San Antonio de los cobres. El Tren a las Nubes te lleva a un viaje de fantasía. El tercer tren más alto del mundo te obliga a reflexionar sobre la vida y el regalo incalculable de la “Madre Tierra”…
Increíbles vistas hacen que se pierda el sentido de la realidad para sumergirte y ser parte de la unión perfecta entre el hombre, la tierra y el cielo… Si existiese una palabra que pudiese describir lo que vi, sentí y escuché, simplemente no la encontraría. Así que armate de sueños y andá a recorrer la Ruta 40. Después contame cuál sería esa palabra. Pero el viaje no terminó allí. Jujuy nos esperaba y te lo voy a contar. Pero esa... esa es otra historia.
El extraordinario raid del Fordmidable: de Asunción a Nueva York en un Ford T
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Jorge Zárate
jorge.zarate@nacionmedia.com
Fotos: Gentileza
A mediados del siglo pasado, un grupo de paraguayos condujo más de 27.000 kilómetros para cruzar el continente en un vehículo muy especial. La mujer del equipo iba embarazada y tuvo a su hijo en el camino. Hoy ese niño, que tiene 72 años, cuenta en entrevista con La Nación/Nación Media las peripecias y aventuras de aquel legendario viaje que se narra en un libro y espera por su anhelada película.
La pasión por la mecánica y la industria para Ramón “Yoyo” Echauri se aunaban en el automóvil. Así que pensó en homenajearlas uniendo Asunción con Detroit, la sede de Ford Motor Company, la emblemática automotriz estadounidense cuyo popular modelo T puso a rodar al mundo.
Su hijo, Henry Echauri Furiasse, nació en Cali, Colombia, un 4 de marzo de 1952 en el marco del increíble viaje que protagonizaron con su esposa Gertrudis “Tuddy” Furiasse. El niño fue bautizado con ese nombre en homenaje al creador de Ford.
Cuenta Henry de esos días: “Personalmente fui muy bebé durante la travesía. Cumplí un año en México, estuvimos tres años en los Estados Unidos, regresé a los cinco años a Paraguay, todo mi conocimiento del viaje viene por transmisión de ellos”, comenta al iniciar la charla porque, como se anticipó, la tripulación se enteró de su venida, literalmente, “en camino”.
Según la narrativa familiar, Yoyo invitó al viaje a Albino Pino, que era un mecánico profesional y este aceptó de buen gusto el desafío de llegar a Estados Unidos, que era entonces la meca del desarrollo industrial.
“Papá era una persona muy creativa, de espíritu inquieto y muy investigador. No tenía una formación universitaria, había hecho sus estudios hasta más o menos el cuarto curso de la secundaria y después ya no continuó, le gustaba leer y conocer cosas y de muy joven ya aprendió varios oficios. Aprende la electromecánica de forma autodidacta e instala un aserradero en Villarrica para sus patrones cuando tenía 18 años y había salido apenas del cuartel”, pone en contexto su hijo.
ADAPTACIÓN DEL VEHÍCULO
Para ello, Yoyo y Albino modificaron un Ford T de 1927. “Le alargaron la carrocería, tenía un tanque de combustible adicional, al menos tres juegos de cubierta de auxilio, herramientas, estuvieron bien equipados”, cuenta Henry. “En el vehículo se podía dormir acostado, tenían cocina a kerosene, alimentos, ropa, frazadas, era un viaje a lo desconocido”, recuerda Henry.
Lo bautizaron Fordmidable y en la fría mañana del 5 de julio de 1951 fueron despedidos por el presidente Federico Chaves, que los nombró “embajadores de la amistad y la confraternidad” frente al Palacio de los López, punto de partida del raid. También Chaves le dijo a Yoyo que piense bien, que era un viaje difícil para una mujer.
Se cuenta que lo escuchó con amabilidad, pero que las cosas ya estaban decididas. Ese día cruzaron la frontera con Argentina y fueron parando en distintas localidades, entre ellas Roque Sáenz Peña, en el Chaco argentino, donde fueron agasajados y realizaron una cena para juntarles fondos para seguir adelante con el viaje, eventos que por fortuna lograron repetir durante el camino en diversas ciudades de Latinoamérica.
El frío de hasta 15 grados bajo cero al cruzar los Andes lo tuvieron que enfrentar calentándose las manos, los pies y el rostro con la cocinita a kerosene. Allí también debieron cambiar una biela del motor a 5.000 metros de altitud. Ayudados por el mate siempre caliente que cebaba Tuddy y por un balde de aluminio que estaba todo el tiempo en la hornalla de la cocinita, Ramón y Albino mantenían las herramientas a temperatura para evitar que les helaran las manos.
Este hecho heroico y otros tantos del anecdotario fueron compilados en el libro “Un viaje extraordinario: la increíble odisea del raid Asunción-Detroit”, publicado en 2004 con los textos y fotos originales de Tuddy y una serie de entrevistas que les hicieron a sus padres, Henry y Rebeca Echauri, ayudando a enriquecer la historia. Por ejemplo, el relato del momento en que, atrapados en el barro en un camino de Ecuador, una tribu indígena los ayudó a salir, pero también les dio indicaciones confusas sobre cómo seguir adelante.
Por suerte, Tuddy anotó todo hasta la llegada triunfal. “En la noche del 31 de marzo de 1953, luego de cruzar el río Hudson por el imponente Lincoln Tunnel y tomar una highway, ¡ingresamos a la gran metrópoli New York!”, escribió al concretar el sueño en la bitácora de la expedición.
A los días estarían en las páginas del The New York Times bajo el título de “Paraguayos llegan a la ciudad en un modelo T”.
A 71 años de aquella travesía, Henry habla sobre las peripecias y aventuras de aquel legendario viaje sobre el que sueña llegue a las pantallas.
–A medida que pasan los años es como si la hazaña creciera en dimensión. ¿Cómo lo ven ustedes?
–Ese viaje transcontinental que ellos hicieron fue una empresa extraordinaria que marcó la vida de todos los participantes, mi vida y la de mi hermana Rebeca también. Además de conocer varias culturas de nuestro continente, les ayudó a templar el carácter, porque fueron puestos a prueba todo el tiempo. También mi padre Yoyo cumplió un sueño de juventud de conocer el gran país del norte, que después de la Segunda Guerra Mundial fue el centro de las innovaciones técnicas que tanto le fascinaban. Como era una persona de escasos recursos, ideó este viaje que se autosustentó, porque fueron consiguiendo recaudación por el camino. Tuvo el total apoyo de mi madre y por eso lo consiguieron hacer. Todo el bagaje de lo aprendido durante el viaje lo incorporaron a sus vidas y lo trasmitieron a sus hijos.
–¿Qué les dice la gente cuando llega a conocer la historia o leer el libro?
–Cuando las personas de los diversos países que ellos iban atravesando comprendían a fondo el emprendimiento, las vicisitudes, los sacrificios que ellos iban haciendo (porque fue un emprendimiento con penas y alegría), la primera reacción es de sorpresa y admiración patriótica, pues este viaje sirvió para transmitir la cultura porque ellos llevaron en sus uniformes la bandera paraguaya. Inclusive iban vendiendo los recordatorios de ñandutí y en cada sitio que paraban ayudaban a difundir nuestra cultura.
–Todavía sorprende la valentía de Gertrudis de encarar el viaje embarazada. ¿Qué le contó su mamá de cómo vivió el viaje?
–Mi querida madre cumplió un papel fundamental: el de contener y respaldar a mi padre porque hubo momentos muy difíciles en los que incluso se pensó en abandonar el viaje o tuvo que enfrentar alguna diferencia entre los varones. Entonces ella contenía, mediaba, lograba la solución. Era una católica muy creyente, con una fe inquebrantable y en esos momentos se refugiaba en las oraciones transmitiéndole a los demás que Dios solucionará, proveerá, generando una calma, una paz esencial. Además, fue la cronista del viaje, hizo la bitácora, que era un cuaderno en el que día a día se fue registrando todo. También sacó el 99 % de las fotografías que existen con una cámara Kodak, esas cuadraditas que venían, muy simpáticas. Era una cámara muy sencilla, pero muchos expertos dicen que para la época era de muy buena resolución. Mamá se encargó además de la parte logística, de los alimentos, hacer las comidas, fue fundamental en el cruce de los Andes y en todo momento mamá aportaba lo suyo con coraje, con valentía con fe. Por demás está decir que después de mi nacimiento tuvo que cuidarme a mí con toda la responsabilidad que eso conlleva.
EL LIBRO Y LA AÑORADA PELÍCULA
–¿Cómo fue el proceso de elaboración del libro?
–Lo redactamos con mi hermana Rebeca, pero los verdaderos autores fueron papá y mamá. Fue el producto de un año de entrevistas que les hacíamos siguiendo la bitácora, les grabábamos en cassette de cinta y escuchábamos hasta sacar una idea para el libro. Lo hicimos en 2003.
–¿Pensaron en hacer una película?, ¿los contactaron al efecto?
Hubo algunas iniciativas con el tema de la película, pero no llegamos a los acuerdos económicos. Tengo la esperanza que mi hijo Bruno, que estudió cine y producción, pueda algún día encarar el documental que viene planeando sobre el raid. De hecho, hay un corto que él ya hizo, pero una película contando toda la historia sería espectacular. Es una esperanza que todavía queda. Si mi hijo se anima, probablemente lo haremos.
–La travesía debe ser una de las mayores hechas con un Ford T. ¿Está reconocida como tal?
–No tenemos noticia de que se haya hecho un viaje de estas características. Pudo alguien haber hecho un viaje ya en esta época utilizando rutas que hoy en día están todas pavimentadas, pero que en aquella época eran picadas. Hay fotografías por ejemplo en el lado argentino donde el camino a Pozo Colorado era un talcal y así tenían que ir, se quedaban las ruedas hundidas y había que sacarlas afuera otra vez con maña, etcétera. A nosotros no nos consta que haya sucedido algo similar, por lo tanto hasta ahora lo consideramos inédito.
DOS MOMENTOS DIFÍCILES
El raid tuvo momentos críticos, como la obligada detención en Cali, Colombia, para el nacimiento de Henry. Así lo cuenta él: “Mamá ya estaba llegando a sus días de alumbramiento. Así que se hizo un contacto con el hospital, pero para que nos atendieran se necesitaban unas visas que solo las daban en Bogotá. Así que papá se fue hasta allí en avión. Se llevó todo lo que había de dinero y una valija que para él era muy valiosa que contenía los elementos típicos paraguayos que iba a pedir al consulado para que le ayude a vender para recaudar fondos, porque hicieron el viaje a pulmón, etc., como hacían en cada localidad que visitaban”.
Entonces allí se da una situación crítica, porque en el hotel en el que se alojó le robaron su equipaje, con los documentos y también la bitácora de viaje con las fotos, con el registro completo de lo hecho hasta allí.
Ramón “Yoyo” Echauri decidió dar entrevistas en diarios y radios de Bogotá pidiendo a los ladrones que por favor le devolvieran sus cosas, contando lo importante que eran para concluir el raid Asunción-Detroit. “En esos días vino un almacenero que estaba frente al consulado paraguayo y avisó que le tiraron un paquete para el señor Echauri. Lo llevaron al consulado y allí lo abrieron ante la vista de todos con una gran sorpresa: ¡Allí estaban los pasaportes, los documentos, la bitácora y el álbum de fotos!”.
Los viajeros comentaron en ocasión de las entrevistas para el libro “Un viaje extraordinario” que desde Asunción hasta el Perú “todo fue pacífico, amable y solidario, la gente colaboraba. Sin embargo, en Colombia ya había agitación social y delincuencia”.
Ante el nacimiento de Henry, debieron quedarse seis meses en Colombia para generar recursos para seguir el viaje. Una vez conseguidos, fueron hasta el puerto de Buenaventura y embarcaron con el Fordmidable en un buque trasatlántico con el que cruzaron “el canal de Panamá y siguieron viaje hasta el puerto de Colón sobre el Atlántico, donde había ruta para poder seguir hacia México”, cuenta Henry.
Otro evento difícil los esperaría en Atlanta, Georgia. “En los países latinos siempre hubo mucha solidaridad en cuanto a la recaudación de fondos, se hacían fiestas, la gente colaboraba, pero ya en territorio estadounidense, a ellos no les llamaban la atención ni los viajeros, ni el raid; eran bastante hostiles e indiferentes”, comenta Echauri.
EL PEOR ACCIDENTE
Igual, avanzaron por las rutas americanas con su entusiasmo renovado cuando en una autopista protagonizaron el peor accidente del viaje al impactar a un vehículo que hizo una mala maniobra frente al Fordmidable: “Papá le chocó y a su vez otro vehículo le chocó por detrás. No hubo lesionados, pero el tren delantero salió y se fue rodando hacia adelante y el tren trasero quedó averiado”.
Las llantas, que eran de madera, se destrozaron, el vehículo no podía seguir.
Sin embargo, el buen destino los acompañaría una vez más. La señora Vedia Millirons vio la triste escena de los viajeros lamentando el choque, sobre todo a la mujer que sostenía el niño en brazos.
Por esas casualidades, era la hija de los propietarios del Millirons Garage, la empresa que hacía el remolque de los vehículos accidentados en la autopista.
“¡Esa es la gente que te comenté!”, le dijo Vedia a su madre Rebecca al verlos ingresar en el remolque al taller de la empresa con el Ford T destruido. “Los vamos alojar en casa hasta que solucionen el problema”, dijo la madre y así fue que Tuddy y Henry quedaron “en la casa familiar de esa gente y le consiguieron un alojamiento en la parte industrial para papá y el señor Albino Pino”, contó.
Como no había repuestos ya para un Ford T de 1927 en los Estados Unidos de 1953, el señor Millirons les compró, de un cementerio de vehículos, un auto de modelo parecido para que pudieran utilizar los repuestos que necesitaban. De esa forma pudieron concluir el periplo.
“Mi hermana se llama Rebeca en honor a esa señora tan solidaria y hasta el día de hoy tenemos relación con esa familia estadounidense”, comenta Henry.
Estas anécdotas, ampliamente comentadas, se pueden leer en el libro “Un viaje extraordinario”, que se puede conseguir llamando al 222-634 o a través del formulario online https://bit.ly/3jKgVHm.
EL REGRESO
Henry Echauri cuenta los días posteriores a la conclusión del viaje de sus padres: “Cuando terminó lo del viaje, se terminó la plata, entonces tuvieron que buscar trabajo. Papá Ramón, con sus conocimientos, se dedicó al revestimiento de madera para las casas de fin de semana en las afueras de Nueva York, a las que llamaban ranchs. Sobresalió enseguida y le aumentaron el sueldo dos o tres veces porque él se merecía y no lo querían perder. A muy poco tiempo logró comprar un automóvil 0 km que pagó a cuotas”.
Mamá Gertrudis “trabajó en una fábrica de confecciones y a mí me dejaban en una guardería, donde comencé a hablar inglés con los chicos y, según cuentan, después le corregía a mis padres, cosa que ahora no me acuerdo más (risas)”.
Un hecho fortuito hizo que decidieran regresar. Un paraguayo que estaba ilegal en los Estados Unidos estaba siendo perseguido por la oficina de migraciones. Sin contarles esto a sus padres, les pidió alojamiento.
Los policías lo hallaron en la casa de sus progenitores, a los que también conminaron a regularizar su estadía. En ese entonces había que viajar a Canadá y volver a ingresar a los Estados Unidos para tener permiso de estadía.
Desilusionados con esa situación, vendieron sus cosas, cargaron su auto nuevo con lo que tenían y “regresaron otra vez por la ruta interna de los Estados Unidos, pasaron por México hasta Panamá. Allí vendieron el automóvil y se embarcaron en un trasatlántico llamado Marco Polo, con el cual vinieron hasta Antofagasta, en Chile. De ahí tomaron el famoso Tren a las Nubes chileno-argentino que terminó en Formosa y de allí a Asunción”.
Tuvieron una grata recepción: “Todos los parientes, los vecinos, la gente que los conocía los trataron como unos héroes”, comenta Echauri.
“Papá, con los conocimientos que adquirió allá, vino con la idea de instalar una fábrica de tiza marfil (La Industrializadora de Tiza), que es la que hasta hoy existe, que hoy está siendo manejada por mi hermana, aunque ahora está muy decaída porque ya no se usa la tiza escolar, se usan las pizarras acrílicas. Entonces es una industria que tiende a desaparecer, pero tuvo una validez de 60 años y con los ingresos de la tiza nos criaron a los tres hijos, a Rebeca, Teresa y a mí”, contó.
ALGUNOS HITOS DEL VIAJE
* Recorrieron más de 27.000 km a lo largo de 13 países en 21 meses;
* Consumieron casi 4.300 litros de combustible; 265 litros de aceite lubricante y 16 bujías;
* Rompieron 8 veces las llantas y pincharon 31 veces las cubiertas;
* Cruzaron llanos, selvas, desiertos, las alturas de más de 5.000 metros sobre el nivel del mar de la cordillera de los Andes, agresivas picadas, lodazales, ríos sin puentes;
* Soportaron innumerables desperfectos mecánicos;
* En el viaje pasaron por temperaturas que variaban entre los 40 grados de calor y sufrieron hasta 15 grados bajo cero al atravesar la cordillera de los Andes;