Por Maribel Barreto, escritora y crítica literaria. Ganó el Premio Nacional de Literatura 2019.

La escritora y crítica Maribel Barreto nos acerca al mundo de la novela de Bernardo Neri Farina “Fuego Pálido”, que es un verdadero testimonio sobre la actualidad del país, especialmente la pobreza, el abandono de los niños de los barrios marginales y el negocio oscuro del narcotráfico.

La novela “Fuego Pálido” de Bernardo Neri Farina, aparecida en el 2014, se llevó el premio de Novela Lidia Guanes de ese año. El escritor, con esta novela, ofrece una obra testimonial sobre la actualidad del país. Abarca cuatro temas esenciales: la pobreza y el abandono de los niños provenientes de barrios marginales, el negocio del narcotráfico en el Paraguay, el microtráfico de la droga que arruina a niños y adolescentes, la corrupción de la política y por ende de la justicia en el Paraguay.

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El escenario novelístico es Asunción. El novelista pinta el paisaje urbano con acertados y ricos detalles, gran realismo, lugares conocidos: los barrios, las calles, las plazas y los edificios son reales, de modo que el lector tiene la impresión de estar ante un documental o sentirse recorriendo Asunción junto a los personajes.

El principal narrador es Tito, un escritor que está en la búsqueda de algún tema interesante para la novela que desea escribir. Él acepta escribir un libro para un senador que aspira llegar a presidente de la República, éste le paga una fuerte suma para empezar a trabajar y recibe una carpeta donde el político habría consignado sus ideas y opiniones.

Tito es símbolo del intelectual, el escritor que pretende vivir de su producción literaria. El Senador, dueño de poderío económico, necesita del poder político para integrar el círculo intelectual, el estamento cultural con la publicación de un libro escrito por Tito. Otro personaje, Julia, la mujer del político, rodeada de lujo, harta de vaciedad, del abandono de su esposo, de la soledad en que pasa sus noches. Es dueña de todo, menos del amor de su esposo y busca satisfacción sexual junto al escritor, que le prodiga instantes de placer. Las escenas eróticas son episodios de sexo explícito descritos con delicadeza, sin ordinariez, con cierto decoro, sin grosería ni tosquedad.

La novela desnuda la realidad de la política paraguaya: parlamentarios ignorantes, autoridades que se enriquecen con dinero del Estado y exhiben sin pudor su fortuna mal habida, la codicia irrefrenable de los que llegan a algún cargo… Neri Farina hace una enumeración de los hechos de corrupción estatal y social.

El manejo de la intriga, el ocultamiento de las causas de los hechos, la revelación de las verdades escondidas, el tejido de los enlaces entre los grupos mafiosos, la situación exacta de los sitios de influencias son dosificados por el novelista con extrema maestría de modo que el lector va acumulando datos con precisión, pero cuya conexión se le da solo al final de cada episodio, cuya consecuencia estalla como el resultado de la explosión del engranaje de la maquinaria explosiva del odio, las mentiras, las amenazas, el terror y la violencia que cada personaje acumula o disemina.

ASPECTO LINGÜÍSTICO

Es interesante el estudio del lenguaje del texto de Bernardo Neri Farina, quien utiliza varios registros lingüísticos: castellano culto, cuando habla el abogado, amigo de Tito, también cuando conversa el escritor con el doctor Rodrigo Otero. A cada personaje le asigna un registro de habla acorde a su nivel cultural o social. Cachaquita y sus amigos utilizan el jopara, y en ocasiones abundan expresiones en guaraní: hendy cabaju resa, mitã'i pire vai, japiróna tío, kanguero, amóntema tuja tembo, kape, ndaje, nambrena, ndiii, mba’etekópa; del castellano vulgar: la mosca, ¿Nocierto?, calidá, viejo hijo de mil putas, karacha, chuchis, tolái; del jopara: aipó sicario.

También utiliza frases en inglés, sobre todo los nombres de músicas de rock o la derivación de los vocablos: vagabundeo, vagabundear, bravuconear.

En los títulos de los capítulos, referencias, deformaciones o transformaciones de títulos de obras famosas o de músicas, películas, lo cual demuestra el filtro cultural del escritor como: “El Senador ya tiene quien le escriba” o “El quinto jinete del Apocalipsis”, “Armagedón”, “La casa del sol naciente”, “Patrulla de caminos”, “Sombras nada más”, etc.

Algunas escenas son de carácter absurdista como la repulsiva de las ratas o algunas escenas de las madrugadas asuncenas de un mundo torvo y solitario.

Una de las estampas de los niños de calles confirma la compasión con que el escritor mira el destino de estos seres abandonados que van por la vida sin un objetivo ni futuro, también se identifica con las protestas del interlocutor del escritor, el abogado, amigo de su padre. El personaje, narrador, recuerda frases y anécdotas morales que el escritor atribuye a su padre que opacan la influencia de los personajes negativos.

Las escenas atroces de crueldad, violencia o de encuentros sexuales caen dentro del ámbito del naturalismo, así como las descripciones de los tugurios donde suceden muertes violentas, asesinatos horrorosos dan cuenta de la encarnizada lucha de los narcos contra la sociedad. Personajes desalmados como el “Jefe”, sádico y feroz, se enfrenta con la fuerza de dos adolescentes que lo desafían con bravura, aunque son vencidos por el monstruo sanguinario.

Perspicaz en su observación, impecable en su calificación, certero al denunciar los procedimientos ilícitos, los latrocinios; todo esto hace que esta obra pueda ser calificada como novela social.

Es una novela que nos impulsa como sociedad para fijarnos en los seres marginales que viven el rigor de la pobreza en los Bajos de Asunción, que viven un calvario de humillaciones y desprecio sin fin.


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