Por Lita Pérez Cáceres
Pese a poseer una belleza extraordinaria y al mismo tiempo ser culta y refinada, los hombres se enamoraban de ella, pero no se animaban a exhibirla y la mantenían oculta, o al menos eso pretendían. Esta es una aproximación a la historia de una mujer, Elisa Alicia Lynch, que acompañó a su marido hasta el último suspiro exhalado por él en Cerro Corá el 1 de marzo de 1870.
El 19 de noviembre de 1833 nacía en Cork, una niña, hija del matrimonio formado por un médico católico, John Lynch, y su esposa, Jane Lloyd, galesa de religión protestante, esa niña fue Elisa Alicia Lynch, devenida años después en pareja del Mcal. Francisco Solano López. Esa niña fue inscripta en una de las parroquias de Cork, puerto muy importante de Irlanda.
Madame Lynch perteneció a una familia de prestigio y ella misma se encargó de informar que entre sus miembros había marinos y clérigos. Esto lo consignan Lillis y Fanning que investigaron en serio y echaron luz sobre el nacimiento y la infancia de madame Lynch. Los otros autores que publicaron antes libros sobre ella, nunca lo hicieron y prefirieron llenar sus páginas con lo que les dictaba su imaginación y con las calumnias que se contaban sobre ella.
Elisa era católica como su padre y éste falleció cuando ella era aún una niña. La viuda del médico decidió casarse nuevamente, con un protestante. Esto fue un golpe para Elisa, en Europa y en Inglaterra también, había habido guerras muy crueles por motivos de fe. En esos años Elisa, una adolescente de 15 años, era también rebelde y, muy probablemente, a su padrastro le costaría mucho esfuerzo hacerse obedecer por una niña que, en su fuero íntimo, lo odiaba. A todo esto, tanto Elisa como su madre se encontraban en Francia, pasando unas cortas vacaciones en casa de la familia Strafford, donde las dos hijas, Cecilia y Emilia, eran muy amigas de la Lynch.
Elisa había sido educada como pupila en un colegio católico de Irlanda y su madre, conociendo la intensidad de sus creencias, trató de evitar futuros problemas en su hogar. Un médico francés, Xavier de Quatrefage, visitaba muy frecuentemente a las Strafford y demostraba claramente lo atraído que estaba por Elisa. La joven era muy bella, tenía un cutis blanco que parecía de porcelana y su cabello rojo semejaba una llamarada que nimbaba su rostro haciéndola más hermosa aún. La madre de Elisa Alicia Lynch sugirió al médico que se casara con su hija, que ella no se opondría. Al escuchar esa oferta, Quatrefage sintió que se le abrían las puertas del cielo, aceptó y en pocos días el matrimonio se realizó.
No hubo amor ni marcha nupcial, fue un matrimonio civil en el que la novia se hizo ilusiones de felicidad, además el atractivo viaje a París que le había prometido su marido cuarentón, la convenció.
LA ESPOSA OCULTA
Al llegar a Francia, la joven esposa supuso que sería presentada a la familia del doctor Quatrefage, o que sería invitada a compartir una comida en casa de su familia política, pues no fue así. El doctor le confesó que esa boda, que en Inglaterra era legal, no lo era en Francia porque él no había solicitado permiso a sus superiores y, si ellos se enteraban, eso podía costarle el cargo. Prometió a su ingenua esposa que haría los trámites pertinentes y que, una vez finiquitados, se casaría con todas las de la ley y la conduciría muy orgulloso hasta su hogar paterno.
Elisa aceptó la humillación, no le quedaba otro camino y al poco tiempo partieron rumbo a África, específicamente a Argel, donde sentaba sus reales el regimiento donde el médico prestaba servicios. Allí ella vivía como una concubina de Quatrefage, ahogándose en aburrimiento y padeciendo por la soledad en que se encontraba sumergida.
Ella descubrió que cuando los superiores de su marido los visitaban Quatrefage aprovechaba para dejarla sola con el coronel, pronto se dio cuenta de la maniobra y denunció a su esposo las insinuaciones que le hacía el coronel cuando los dejaba solos. Quatrefage desdeñó esas denuncias y la trató de vanidosas, le dijo que “hay mujeres que piensan que todos los hombres se enamoran de ellas”.
Esa respuesta era ofensiva para Elisa y ella entendió que el médico la utilizaba para obtener ascensos de sus jefes que seguían esperanzados en obtener favores de cama de parte de ella. Estaba prisionera en un país lejano que no conocía casi y su carcelero era su marido. Pero ya había planificado su fuga y pudo obtener el permiso para viajar a París donde estaba su madre enferma, que la necesitaba, le mintió a Quatrefage. Él como un tirano doméstico otorgó el permiso.
---- Ma. Concepción Leyes de Chaves fue autora de una novela sobre Elisa y Francisco Solano. Ella afirma que hubo un baile muy importante en Argel, al cual estaban invitados el diplomático paraguayo y el matrimonio Quatrefage. Francisco y Elisa bailaron y ya no se separaron más hasta el 1 de marzo de 1870, cuando él murió asesinado por los brasileños.
Desde ese momento la relación de esta pareja no se extinguió. En París, López pagaba un departamento que sirvió de hospedaje a Madame Lynch, en una calle tranquila, que gracias a los informes que enviaba Benigno López a su padre, presidente del Paraguay, con la dirección exacta, los investigadores comprobaron que no era una casa burdel. Porque el ayuntamiento de París tenía muy organizada la actividad que prestaban las prostitutas de esa ciudad. El nombre de Lynch no aparece ni como prostituta, ni cortesana, ni demimondaine y tenemos que colegir que ella no ejercía ninguna de esas tareas.
La pasión unió a Francisco Solano y a Elisa, y en ese tiempo que pasaron en París viajaron juntos por Europa, ella como la hermosa mujercita del legatario. El resentimiento de Benigno para obtener el favor de su padre no prosperó. Y en marzo del año de 1855 desembarcó en el puerto de Asunción la hermosa pelirroja con su bebé en brazos, Panchito había nacido en Buenos Aires y solo tenía meses cuando llegó a su verdadera patria.
RUMORES Y ENVIDIAS
Era tan bella y tan elegante la Lynch que causó sensación entre las mujeres que se encontraban en el puerto asunceno. Su presencia era esperada con mucha curiosidad por los rumores que corrían entre la gente caté de la ciudad.
La esperaba su Francisco pero encerrado en un carruaje donde no se lo veía, él la llevó a la casa de unos amigos, los Franco, le dijo que viviría ahí hasta que estuviera lista la casa que sería suya y que estaban refaccionando. Él no viviría con ella y ella debía estar encerrada la mayor parte del tiempo, por lo menos hasta que él asumiera como presidente. Elisa Alicia Lynch volvía a ser una esposa oculta y lo fue 7 años durante los cuales dio a luz a 7 hijos para López.
Sin embargo, en ese tiempo cuando las damas de la incipiente sociedad asuncenas la evitaban y la despreciaban, también la copiaban. Averiguaron dónde compraba ella sus ropas y sus zapatitos primorosos, sus sombreros, hasta se acercaron a su peluquero francés porque se morían por tener una cabellera similar a la de Elisa y tirar esas sosas trenzas campesinas.
Cuando el 1862 muere Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano accede a la primera magistratura, las costumbres y las prohibiciones fueron cambiando un poco. Ella podía ir abiertamente a las fiestas y a los saraos oficiales y privados y podían estar juntos en el mismo salón ella y el presidente, y hasta bailaban juntos.
LA GUERRA
La vida seguía tranquila en Paraguay, en medio de mezquinas intrigas hasta que, como dijo el poeta argentino Carlos Guido Spano “En el dulce Lambaré/ Feliz era en mi cabaña/vino la guerra y su saña/ya nada ha dejado en pie”.
Fue la guerra contra la Triple Alianza que duró desde 1865 a 1870.
El 1 de marzo de 1870 madame Lynch vio morir a su hijo mayor y a su marido en la misma mañana. Esa fue la última escena de la tragedia que protagonizó en Paraguay, ese país que había elegido para vivir durante 15 años, el telón caía finalmente sobre la obra de una mujer valiente que había luchado incansablemente por ser feliz donde nacieron sus hijos y padre de sus hijos.