Hay una herencia cuasi profética: la foto muestra a un niño en brazos de uno de los guitarristas más virtuosos de la historia del rock nacional, Roberto “Goyo” Thompson. Es Willy Chávez, a meses de su nacimiento. De entre los guitarristas de la nueva generación, el talento de este músico sobresale y se consolida, a fuerza de trabajo y disciplina. Y hay buenas noticias: su salida de Salamandra potenció la otra cara del guitar-man de 37 años que se reinventó durante la cuarentena y aprovechó para escribir y crear sus propias canciones. Ahora está grabando con su nueva banda, “Lost In Present Ab Less”. Estuvo corriendo durante 15 años con Salamandra e interactuando con Revolber y Dogma, además de otros proyectos. Y se cansó. “Ahora vivo otra vida y hago lo que me gusta”, sostiene Willy. Aquí una pincelada del joven músico, arreglador y productor.
Por Mario Rubén Velázquez
ruben.velazquez@gruponacion.com.py
FOTOS: Fernando Riveros
En su departamento barrial de San Lorenzo hay libros de filosofía, astronomía, y novelas de Jacque Lacan, Julio Verne, García Marquez, Borges, Humberto Eco, Vargas Llosa… Se nota que el tipo lee en serio: hay marcas que siempre quedan en un libro abierto mil veces. Es el sitio de “reposo del guerrero” de William Chávez, o Willy, como lo conocen todos a este talentoso guitarrista que ahora se abre con un nuevo proyecto.
Willy dice que la cuarentena del covid golpeó feo a los artistas y particularmente a los músicos. “Para nosotros que hacemos muchas cosas dentro de la música fue muy difícil, porque no había laburo en ningún rubro. Ni en los shows, ni en el estudio. Enseñar sí, siempre. Pero el resto nada”, afirma Chávez.
Después de su separación de Salamandra, Willy se lanzó a retomar proyectos desandados y a explorar nuevos caminos, nuevas experiencias: formar su propia banda, escribir música y poesía y cantar sus propios temas. “Estoy en un proyecto de Jazz Rock con Sebas Ramírez (batería), Juampa Giménez (bajo) y Víctor Álvarez (teclados). Somos un cuarteto y estamos haciendo música no tan comercial, grabando temas propios”, cuenta. Su grupo se llama “Lost In Present Ab Less”.
Tuvo varias facetas en todos los grupos y decidió hacer música instrumental porque era “lo que más tenía a mano, lo que más me gusta hacer realmente, más que nada”. El regreso de Willy al ruedo de los shows se parece más a una especie de zen, de bajar los decibeles a tanto ritmo salvaje de noches y noches sin parar.
15 AÑOS CORRIENDO
El estrés terminó por aburrirle lo que a otros músicos conectaba con la esencia misma del rock. “Yo no paraba, tocaba en tres grupos y todos los días de mi vida eran shows y ensayos. Para mí el cumpleaños de mi mamá no existía ni el cumpleaños de mi abuela: estaba tocando en otra parte. No tenía un lugar de contención, de estar en paz conmigo mismo”.
Willi Chávez tocaba con Salamandra, Revolber y Dogma al mismo tiempo, tres de los grupos que más contratos firmaban en aquellos días de rock y gritos. “Pasé 15 años de mi vida sobre el escenario. Era mucho ruido ya, demasiado estrés. Hasta que decidí dejar todo lo demás y ahora estoy mucho mejor. Llegó el momento de hacer solo lo mío, lo que me gusta, con la gente que me gusta”, aclara.
¿Y cómo hacía este guitarrista para estar en todas las tocatas si los tres grupos tocaban un fin de semana, por ejemplo? “Y yo hacía que haya un espacio de 40 minutos a una hora entre el fin de uno y el principio de otro grupo, y salía corriendo (risas)”. Fue así de duro, así de sobrecargado e intenso, también de estrés hasta marcar el punto rojo en la zona de peligro.
PIPA PARA TABACO
En esta nueva etapa, Willy está tocando con Pipa para tabaco que está preparando un disco y volver al ruedo, después de una pausa que pareció un siglo para sus seguidores. Chávez aclara que él y el grupo están afinadísimos y “un poco más tranqui que en los años anteriores”.
Y una de las ventajas de tener a Willy en un grupo es conocer la facilidad con que entiende un tema, el ritmo y los arreglos que debe hacer cuando le toque el turno. “Con la experiencia musical que tengo me es más fácil. Soy un guitarrista que no necesita muchos ensayos. Por lo general me llaman para resolver ciertas situaciones”, dice. Por ejemplo cuando un grupo debe grabar un tema y las cosas no salen como debieran, “se le llama a alguien –explica– y si no puede, entonces a ¿quién le vas a llamar? Llamale a él porque él puede resolver en poco tiempo, es lo que dicen”.
Willy es sesionista, es decir: músico de estudio a quienes contratan puntualmente para actuaciones en vivo o para sesiones de grabación fonográfica. Tiene el pedigrée de ser hijo de un conocido vocalista de grupos de pop, rock y metal, como Isidro Chávez, es Rawhide. Gracias a sus amigos, Isidro llevó al pequeño Guillermo a estudiar con los mejores guitarristas de jazzrock, como Kuky Rey, Pinki, César Scura, Carlos Candia, Orlando Bonzi. “También estuve en el conservatorio, no terminé nomás. Soy profesor de educación artística, me falta mi tesis, pero tengo una formación académica.
Su gusto por la música, por el rock y el jazz. Es una influencia directa de su padre, y a través de Isidro, conocer a monstruos como Cachito Verdeccia, Roberto Thompson, Rolando Chaparro, “gente que estuvo siempre en boca de mi papá. Estos guitarristas son los más capos de acá. La influencia es también de la música que escuchábamos en casa, como Beatles, Santana, Led Zeppellin. Luego me fue gustando Steve Vai, Satriani, me fui a rock progresivo, al jazz…”.
PRIMEROS PASOS
Influenciado por el metal de Rawhide y Corrosión, le fue gustando los primeros discos de Metallica y Slayer, pero confiesa que el disco de su preferencia en metal es “The Sound Of Perseverance” (disco editado en 1998)”, que son algo bastante interesantes por la complejidad que tienen, sostiene.
Sus gustos personales están anclados en el jazz-rock, pero sostiene que a la hora de trabajar lo llaman siempre para distintos tipos de músicos y bandas, por lo que debe imprimir un propio estilo a cada una de sus participaciones. “Podés estudiar mucho, pero luego tenés que crear una firma dentro de lo que vos tocás, tenés que tener un estilo y eso es lo más difícil, porque cuando alguien escucha a un grupo debe reconocerte: ‘ah! mirá es fulano’. Hay que trabajarlo en su fórmula, su estilo y su temática, dentro de toda la influencia del guitarrista. Entonces, la gente te llama por ‘tu firma’ realmente”, sostiene entre risas.
Y Willy tiene estilo propio: se nota en Dogma, en Revolber y en Salamandra. Y lo explica así: “Para lograr mi propio estilo debo hacer la tarea. Yo lo hago, siempre, todos los días estoy tocando. Y si no estoy con guitarra, estoy leyendo, escribiendo, buscando… Ahora estoy escribiendo letras de canciones, algo nuevo para mí. ¡Y me gusta!”.
Empezó a tocar profesionalmente a los 16 años tocando música cristiana en la iglesia que traía grupos de afuera. “Hay una congregación que se llama Canción Nueva y venía un cantante que era gigante y le traía al ex tecladista de Roberto Carlos o al ex guitarrista de fulano, y vos le mirabas y un feroz grosso era. Y yo tenía la posibilidad de preguntarle ‘cómo puedo hacer esto y aquello’, y el tipo contaba su experiencia. El tema del roce con la gente con que te cruzás es también muy importante”.
GRANDES MAESTROS
Se siente agradecido con la ayuda que le proporcionaron grandes músicos paraguayos, Remilio Pereira, Rolando Chaparro, Sergio Cuquejo, Marcelo Arriola… “Remigio me enseñó muchísimo, por ejemplo cómo participar en formato de banda. Nos cruzamos en un proyecto y me decía: ‘me gusta tu sonido’, y yo ‘profe enseñame cómo puedo hacer esto’. Yo pregunté a cada profesional que encontraba sobre como mejorar, y nunca se negaron a darme clases”.
Hay muy buenos músicos en Paraguay, suelta Chávez. Con José Villamayor aprendió a mezclar en el estudio, una en sus especialidades, ya que él mismo tiene un estudio de grabación en donde ejerce de productor, arreglador e intérprete. Willy es además profesor de artística y está preparando su tesis profesional.
PARTICIPÓ EN 100 DISCOS
Willy participó en la producción, creación, grabación y arreglo de unos 100 discos editados y publicados, desde folclore y el pop hasta el jazz-rock. Estuvo en los conciertos más grandes de Salamandra, Revolber, Dogma y otros. Fue el guitarrista de los documentales Vivo en Tacumbú (2009) y Un Revolber en La Chaca (2012). “En Siete Cajas de Revolber (el tema central de la película homónima) soy autor, ya que me senté a hacer la preproducción con Patrick (Altamirano)”.
En su casa siempre se escuchó mucho rock. “Yo tenía 6 años. Nunca me voy a olvidar de cuando escuchábamos temas de The Beatles y yo tenía una radiograbadora. Esperaba que empiece el programa de Mario Ferreiro, quien era el único que ponía temas que a mí me gustaban. Entonces yo cargaba un caset, esperaba que empiece la música y grababa, así a manopla nomás”, se ríe. Y cuando el locutor hablaba o aparecía una publicidad, él ponía pausa. “A veces empezaba el tema por la mitad, pero siempre muy expectantes de qué sucedían en los shows: ‘va a tocar fulano’ y ya nos íbamos Pablo, mi hermano mayor, mi papá y yo, que era el más chico”, relata.
Lo único que quería –este tímido guitarrista– era ser buen músico, dice. Fue el encargado de masterizar los discos de Salamandra, hecho que le obligó a viajar a menudo a Buenos Aires. Ahí conoció a muchísimos grandes músicos, desde Charly García a Lisandro Aristimuño, este último considerado uno de los destacados creadores de la nueva generación del pop rock sudamericano.
“De tanto viajar armé un equipo de trabajo con colegas, ingenieros y productores que me llaman de repente y me dicen: ‘si necesitás hacer algo y te falta guita, no te preocupes, llamanos que para eso estamos’ –apunta Willy Chávez–. Es gente que labura para grandes bandas y esos nexos son vitales si querés hacer algo que trascienda”.
ROLO
Con relación a lo que le pasó al cantautor Rolando Chaparro, quien sufrió un estado de depresión extremo, Willy cuenta que muchísimos artistas se encuentran en la misma fase depresiva que se inició con la cuarentena obligatoria en el país. “Rolo es un gran músico y una gran persona. Yo me subía a la línea 21 y le encontraba. ¿Mba’eiko Rolo, que tal? Y ya nos poníamos a conversar y a reírnos”, relata. “La gente que no le conoce (a Rolo) le critica. Y es que siempre pasa lo mismo: hay una crítica hacia el otro y no una autocrítica sincera”.
El músico confía en que recién ahora el pop-rock-folk paraguayo está reiniciando su senda de gloria. “Ojalá que la música del Paraguay pueda traspasar esa frontera, que pueda estar en boca de gente de Europa, Estados Unidos, Suecia…”, sostiene. ¿Y qué falta para llegar a eso? “Y más apoyo. Nosotros estamos trabajando solos, a puro pulmón todo. Si vos te estás rompiendo el lomo para componer una canción y no tenés para pagar la luz, te la cortan. ¿Quién le vas a decir: ‘pero estoy escribiendo una canción’. ¡Ojepukapáta nderehe!” (risas).