Por Ricardo Rivas

Periodista

Twitter: @RtrivasRivas

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Jorge nació en Buenos Aires en 1931. Aun­que podría haber sido en cualquier otro lugar. Su familia, se supo décadas más tarde, vivía en Ita­lia. Su historia personal, sin embargo, sugiere que nunca quiso construir más que en lo imprescin­dible vínculos familiares. Después de haber hecho lo que siempre supo hacer y ganar alguna fama con sus andanzas, falleció en Milán, el 2 de diciembre de 1977.

EVARISTO Y FRANCOISE

Evaristo Meneses, el comisario que el hampa temía.

Evaristo vino al mundo en 1907 en un pequeño rural llamado Cuatreros, muy cerca de Bahía Blanca, en la provincia de Buenos Aires. Duro para sonreír. Duro para golpear. Duro para hablar. Con algún grado de fama y recono­cimiento popular, murió en 1992 rodeado de hono­res que, al ser reglamen­tarios, pierden peso y sen­tido. Francoise nació en Córcega, Francia, en 1920. Años más tarde de la finali­zación de la Segunda Gue­rra Mundial, en la que fue derrotado, desembarcó en la Argelia colonial, a donde llegó después de una segunda derrota en Dien Bien Phu, Vietnam. Tam­bién del Norte de África partiría vencido. Como coleccionista de fracasos bélicos, luego de algunos intentos –junto con sus camaradas franceses– para asesinar a Charles de Gau­lle, llegó a Buenos Aires en silenciosa soledad. Críme­nes, cárceles y política sig­naron su vida.

EMILIO

Emilio Petcoff, el más grande cronista policial de todos los tiempos.

Emilio nació en 1926, en Bulgaria. A la Argen­tina llegó cuando tenía seis años. Sin temor al error puedo afirmar que comenzó a conocer a su padre en el mismísimo momento en que, con su madre, llegaron a Capioví, provincia de Misiones, en el Nordeste de este país.

Años después dejó aquel pueblo. Se asentó en Bue­nos Aires que fue donde decidió hacer, como muy pocos pueden hacerlo, lo que hizo sin que nadie lo haya superado hasta nues­tros días. Murió en 1994.

VIDAS PARALELAS

Jorge Villarino, “El rey del boleto” o “El rey de las fugas”.

Jorge, Evaristo, Francoise y Emilio fueron protago­nistas principales de vidas paralelas. Sin embargo, en algún punto convergieron. Se cruzaron. La inmanen­cia de Plutarco. Aquellas, sus vidas paralelas, aún se cruzan en la infinitud de sus historias personales. Leí a Plutarco en la adoles­cencia. Historiador, mate­mático, filósofo, viajante casi constante a lo largo y ancho de aquel impe­rio, fue también sacer­dote de Apolo en Delfos. Desde el profundo cono­cimiento sobre Grecia y Roma, aquel visionario me indujo a pensar que la coincidencia de algunos sujetos históricos en cier­tos momentos históricos solo son posibles porque en, de y desde las socieda­des en las que se desarro­llaron estaban dadas las condiciones necesarias para que así sucediera.

Tiempo atrás, aunque no demasiado y, tal vez, a des­tiempo, comencé a sentir una curiosa atracción por la física. Tal vez, pienso, tal atracción, para nada fatal, es una deuda per­sonal con un ecosistema que percibo misterioso a partir de la incompletitud de mi conocimiento o, sin vueltas, mi ignorancia. Y es allí donde encajan mis interrogantes e incerti­dumbres sobre las parale­las. Reflexiones de viernes casi sábado. Con la compa­ñía de la vieja mecedora y el copón cargado con un Bardos Suprema 30 meses del 2016, nacido y criado (NYC) en la ribera del Duero, España. El profe Pablo Sisterna, físico, aca­démico, músico y amigo, es víctima de mi deseo de saber.

“Por definición, dos paralelas nunca se cor­tan”, me explica. Con sabio humor añade que, “si en algún punto sucede que se corten es porque no eran tan paralelas como se pen­saba”. Escuché en silencio su explicación a través de Whatsapp. “Esto vale tanto para espacios planos como para superficies cur­vas como la superficie de la Tierra, que es esférica”, agregó y, adelantándose a mi repregunta, responde: “Lo que sí puede ocurrir es que en un espacio curvo una recta dada se puede cortar a sí misma, en el sentido de que es finita, como por ejemplo, los meridianos terrestres que, cada uno, se cierra sobre sí mismo”. Vida de Jorge. Vida de Evaristo. Vida de Francoise. Vida de Emi­lio. Jorge (Eduardo Villa­rino), también conocido como “El rey de la fuga” o “El rey del boleto”, robó, escapó, traficó, secuestró y volvió a escapar. Murió en Italia, al parecer, en soledad. Evaristo (Mene­ses), fue un comisario duro que persiguió a Jorge hasta que consiguió capturarlo y encarcelarlo por algún tiempo. Con el relato de su vida, los diarios lo acerca­ron hasta que alcanzara la categoría de leyenda.

EN “ZARZAS Y AMORES...”

Francoise Chiappe, soldado nazi, mer­cenario, ladrón de bancos, narcotra­ficante.

Francoise (Chiappe) com­batió junto a los nazis en Europa; fue mercenario con los franceses en Indo­china y en Argelia, asal­tante de bancos en Argen­tina, traficante de drogas y hasta hay quienes asegu­ran que participó del ase­sinato del presidente John Fitzgerald Kennedy. Emi­lio (Petcoff ), aquel perio­dista único e irrepetible que, como nunca nadie antes, escribió sobre todos ellos de la mano de Chand­ler y Maigret. Intuyo que nunca esas vidas paralelas podrían haberse cruzado en ningún otro tiempo y ni lugar que no fuera en aque­lla Buenos Aires que, cru­zada por novedosas y múl­tiples violencias, cambió para siempre. Plutarco, enorme pensador, además de sostener que “el tiempo de las armas no es el de las leyes”, con la precisión de aquellos que conocen a fondo la condición humana sentencia que “quien en zarzas y amores se metiere, entrará cuando quiera, mas no saldrá cuando quisiere”. (Continuará).

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