Carismáticos, populares, de sonrisa fácil y con una imagen de la familia a su alrededor, ambos sufrieron atentados y tuvieron participaciones fundamentales durante la Guerra Fría. Uno de ellos algo cojo, el otro miope, uno demócrata, el otro republicano, los dos han sido presidentes de una nación poderosa en momentos especiales, pero diferentes de la historia del mundo.

Por Juan Carlos Dos Santos Gonzalez

Periodista y analista de datos

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Se trata de John Fit­zgerald Kennedy y Ronald Wilson Rea­gan, 35° y 40° presidente de los Estados Unidos de América en 1960 y 1981, respectivamente. Ken­nedy, candidato del Par­tido Demócrata, es hasta hoy el único presidente católico que llegó hasta la Casa Blanca tras derro­tar al republicano Richard Nixon en noviembre de 1960.

Un héroe de la marina y un actor de Hollywood, ambos parecen ser figuras diame­tralmente opuestas, sobre todo por la edad con la que accedieron a la presidencia y por el tiempo en que per­manecieron. Con dema­siados puntos en común, al demócrata le tocó vivir el momento más peligroso de la Guerra Fría, mien­tras que el republicano fue responsable de acabar con ella.

EL PRESIDENTE ELECTO MÁS JOVEN DE LA HISTORIA

John F. Kennedy, nacido el 29 de mayo de 1917, en plena Primera Guerra Mundial, era llamado “Jack” por sus familiares y amigos, y fue el presidente más joven al triunfar en unas elecciones presidenciales, cuando contaba con 43 años de edad. Según una biografía documental acerca de su vida, fue una persona que pasó casi la mitad de su vida postrado en cama, por las permanentes dolencias que sufría.

Como tenía una pésima caligrafía, casi siempre escribía a máquina, pero tenía un vasto conoci­miento cultural y era capaz de leer hasta 1.200 palabras por minuto. Era muy sar­cástico consigo mismo y eso jugaba a su favor, pues con su peculiar sentido del humor se ganaba el apre­cio de quienes se acerca­ban a él.

Siempre le preguntaban cómo había llegado a ser considerado un héroe de la Segunda Guerra Mundial, a lo que él siempre respon­día: “Eso fue muy fácil, los japoneses hundieron mi bote”. Kennedy tuvo una destacada actuación en la guerra, recibiendo nume­rosas medallas por sus actuaciones en la campaña del Pacífico.

La fantástica historia de Kennedy cuando solo tenía 26 años y estaba al frente de un pelotón de marines en la Isla Salomón, durante aquella guerra, fue llevada al cine. En ella se da deta­lles de una noche de patru­llaje en su lancha, la PT-109, rodeada de japoneses, que fue embestida por un des­tructor enemigo, quebrán­dose por la mitad.

Su heroica actuación le permitió salvar la vida de diez de los doce hombres que se encontraban con él a bordo de la PT-109 cuando fue destruida por el choque con los japoneses. Cargó a uno de los heridos y jun­tos nadaron hasta una isla, donde permanecie­ron ocultos durante siete días, alimentándose úni­camente con cocos verdes e insectos.

Hizo contacto con algunos nativos y escribió un men­saje en la cáscara de uno de los cocos que fue recibido por un oficial australiano, quien se puso en contacto con los norteamericanos de la flota y estos logra­ron rescatar al grupo. El pedazo de coco fue recu­perado por John, quien lo guardó durante toda su vida.

ADICTO A LOS RIESGOS

Richard Reeves, biógrafo de celebridades, cuenta que John F. Kennedy era un adicto a los riesgos y su vida era como una carrera contra el aburrimiento, pues buscaba acción en todo lo que hacía. Cuando se supo que intentaría ganar la candidatura del Partido Demócrata, muchos lo consideraron demasiado joven, demasiado cató­lico y demasiado rico para lograrlo.

El 20 de enero de 1961, asumió como el 35° presi­dente de los Estados Uni­dos de América y aun así sus detractores insistían que esa enorme populari­dad que ganó era todo pro­ducto de la apariencia. La biografía de la familia de los Kennedy recuerda que John era el segundo de los nuevo hijos del matrimo­nio entre Joe Kennedy y Rose Fiztgerald.

Cuando nació Joe, el pri­mer hijo del matrimonio, sus abuelos lo apodaron “el futuro presidente”, pero cuando nació John, reci­bió la extremaunción en la iglesia. Todos rezaban para que lograra sobrevivir, tras ser diagnosticado con una deficiencia glandular cono­cida como la enfermedad de Adisson.

LA CRISIS DE LOS MISILES

A pesar de que durante su administración se pusieron las bases para la llegada del hombre a la Luna, lo que más resaltó de su incon­cluso mandato fue aquel momento en que el planeta se encontró a segundos de una guerra nuclear total entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.

Tras ser descubiertas varias plataformas de lan­zamientos de misiles en Cuba, en octubre de 1962, Kennedy se vio de golpe atrapado entre tres únicas opciones: invadir Cuba, bombardearla o bloquear la isla para evitar que lle­garan los misiles nucleares a la isla.

Cualquiera de estas opcio­nes suponía una posibili­dad de iniciar la tercera guerra mundial. Lenny Donnely confesaría a un periodista que realizaba una biografía del presi­dente que a “Jack” se lo veía preocupado, can­sado, silencioso y cabiz­bajo. Fue la primera vez que tuvo miedo a algo y eran sus niños y los niños del mundo. Tantas veces se había enfrentado a la muerte que eso no le ate­morizaba pero, en esta situación peligrosa, y con sus dos hijos pequeños a su alrededor, las cosas cam­biaron.

Estados Unidos decidió llevar a cabo un bloqueo a Cuba y evitar que los sovié­ticos desembarcan sus misiles con carga nuclear. Los historiadores no dudan de que la crisis de los misi­les en Cuba fue el momento más peligroso de la historia de la humanidad.

El domingo 28 de octu­bre de 1962, el Kremlin, dirigido por Nikita Krus­chev, aceptó las demandas de Kennedy, mediante un pacto secreto que incluía el desmantelamiento gradual de los misiles norteameri­canos que se encontraban en Turquía y se comprome­tía a no volver a invadir Cuba.

MUERTE EN DALLAS

Al parecer, Fidel Castro se sintió humillado por no ser considerado durante estas negociaciones. John F. Kennedy fue asesinado en Dallas, Texas, casi un año después por un supuesto fanático de Castro. Nikita Kruschev fue removido de su cargo de secretario general del Partido Comu­nista de la Unión Soviética, dos años después de aquel peligroso incidente.

Tras la crisis de misiles en Cuba, Kennedy consolidó su popularidad y comenzó a preparar lo que sería su segundo mandato. No solo el pueblo norteamericano se rindió a sus pies, sino el resto del mundo occi­dental. Un día antes de su muerte, inauguró un nuevo centro aeroespacial en la ciudad de San Antonio, Texas, como parte del lan­zamiento de su lucha por la nominación para ser can­didato del Partido Demó­crata en 1964.

John Fitzgerald Kennedy fue asesinado en Dallas el 22 de noviembre de 1962, portando en su bolsillo el discurso que daría a la nación. Su funeral duró cuatro días y la imagen de su hijo pequeño hijo John John realizando un saludo militar al paso del fére­tro de su padre es todo un ícono que representa los días más tristes que vivie­ron los estadounidenses. Como bien lo diría Lenny Donnely, “parecía que el mundo se había detenido”.

REAGAN, EL SÍMBOLO CONSERVADOR

“No provenía de una fami­lia con la que uno puede asociar con otros ex pre­sidentes, como Roosevelt o Kennedy; tampoco tenía estudios superiores, pero había algo en él que irra­diaba carisma y el hecho de que haya sido un joven que surgió de la nada y se haya convertido en una gran figura por sí mismo, es un símbolo de la gran historia americana, que también se ve reflejada en Abraham Lincoln, que salió de una cabaña de madera para llegar a la Casa Blanca”, cuenta Anne Edwards, autora del libro “El joven Reagan”.

Ronald Wilson Reagan, un actor y luego político, quien fuera electo como el 40° presidente de los Estados Unidos desde 1981 a 1989, provenía de una familia pobre de un pequeño pueblo del Estado de Illinois. Su buen físico y su habilidad para montar a caballos le permitieron iniciar una carrera acto­ral en Hollywood en 1937, en una época en que todo el país enloquecía por las estrellas del cine.

Los historiadores con­cuerdan que para entender quién era Ronald “Ronie” Reagan, es necesario retroceder a la época en que desarrolló su carrera actoral. Pronto comenzó a ascender en el gremio de actores de cine hasta con­vertirse en un verdadero líder sindical.

UN GRAN NEGOCIADOR

Reagan comenzó a adqui­rir más poder en el ámbito actoral, sobre todo por­que era un gran negocia­dor, era una persona muy inteligente y el hecho de que la gente lo recuerde como alguien medio simple y estúpido, es algo que él lo transformó para su propio beneficio.

Toda la preparación para su carrera política lo rea­lizó en ese gremio de acto­res, pero también fue vin­culado con sectores de la mafia organizada y con las casas de apuestas. Como actor nunca pudo dar el gran salto a la fama y siem­pre fue considerado un actor de clase B y muchas veces tuvo que realizar tra­bajos como presentador en eventos.

Los estudios de Hollywood acudían una y otra vez a salvarlo financieramente ofreciéndole todo tipo de trabajos, incluso reali­zando comerciales publi­citarios. Incursionó en la televisión, justamente cuando este comenzaba a irrumpir en los hogares norteamericanos.

Su participación en peque­ñas y sencillas produccio­nes televisivas, además de generar grandes ingresos, le sirvió como base para todo su futuro político. Las familias no lo veían en el cine, pero comenzaron a ver a Ronald Reagan en el hogar, todos los días, a la hora de la cena familiar, una imagen muy típica en los Estados Unidos de déca­das pasadas.

Su paso por la televisión le permitió viajar por todo el país y reunirse con per­sonas en las fábricas, en las escuelas, universida­des o en los restaurantes y la élite del Partido Repu­blicano comenzó a fijarse en él. “No era alguien que pudiera demostrar emo­ciones profundas en la vida real, pero mientras está en la pantalla, no había manera de mirar otra cosas que no fuera a él”, explica Edwards.

Su etapa como actor lo preparó para la oratoria y luego para ser portavoz del conservadurismo, del anticomunismo y del libe­ralismo empresarial nor­teamericano. Sin embargo, en 1962, fue llamado a tes­tificar en una causa federal contra uno de los estudios para quien Reagan traba­jaba y contra el gremio de actores, que él presidía.

Aunque sufrió lapsos de amnesia durante el juicio y todos coincidieron que eran momentos ensaya­dos, así como sus fallos de memoria eran demasiados oportunos, Reagan salió ileso de aquellas acusacio­nes. El mismo año de 1962 se unió al Partido Republi­cano y para 1967 ya había sido elegido gobernador del Estado de California y ree­legido en 1975.

REAGAN PRESIDENTE

Ronald Reagan fue electo presidente de los Esta­dos Unidos en noviembre de 1980 y tras asumir el cargo en enero de 1981, le tocó lidiar con la crisis de los rehenes en Irán a solo minutos de ser investido en el cargo y luego con un atentado contra su vida, dos meses después. Tras estas situaciones, reunió a su gabinete y a sus más altos jefes militares para analizar la situación de la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia.

Realizaron comparacio­nes entre sus capacidades militares y las de Esta­dos Unidos y todas resul­taron favorables para el bloque socialista. Reagan entonces dijo: “Hay algo en lo que no podrán supe­rarnos nunca y es con el dinero”. Este fue el inicio de una gigantesca carrera armamentista y millona­rios gastos en defensa en lo que se llamó “Guerra de las Galaxias”.

La carrera por la superio­ridad militar obligó a los soviéticos a seguir el juego a Reagan para no perder la superioridad y esa gran cantidad de gasto militar, aceleró la caída del bloque comunista. Reagan rescató todo aquello que los nor­teamericanos consideran sus valores tradicionales y conservadores. Dismi­nuyó los cargos públicos y eso ayudó a que durante su segundo período presi­dencial el país tuviera un crecimiento económico enorme.

“TIRE ABAJO ESE MURO”

Formó una asociación junto al papa Juan Pablo II y la primera ministra británica Margareth Tat­cher para acabar con la pre­sencia del comunismo en Europa del este y lograron atraer y convencer a Mijail Gorbachov para el cambio del sistema político.

Cuando iniciaron las con­versaciones para lograr desarmar a todo el sistema comunista soviético, Rea­gan envió aquel conocido mensaje a Gorbachov: “Por favor, tire abajo ese muro”. Ronald Reagan falleció el 5 de junio del 2004 y es considerado el símbolo del conservadurismo nortea­mericano y fue, hasta la lle­gada de Donald Trump a la Casa Blanca, el presidente electo con mayor edad en la historia.

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