Esta semana, el recorrido cambia de rumbo y enfila hacia una zona muy especial, un “inexistente e imaginario” barrio de Asunción que sin embargo tiene mucha historia; vecinos orgullosos de ser parte de la historia de ese lugar único llamado Loma Tarumá.
Por Toni Roberto
El domingo pasado hacíamos un recorrido por los recuerdos y los antiguos locales de la legendaria Escolinha de Arte de Asunción. Hoy, damos unas vueltas por una zona con límites esquivos, el imaginario barrio Loma Tarumá, guiados por su antigua habitante, María Teresa Pozzoli de Gamarra Doldán.
La Loma que se llamó así debido a los tarumá (árboles) que crecían en la zona, abarca aproximadamente desde Tte. Fariña hasta la Avda. Quinta y desde el encuentro entre la calle Estados Unidos y Félix Bogado hasta la calle Yegros, donde en su intersección con la Avda. Rodríguez de Francia (calle Amambay para los nostálgicos) se encontraba el pequeño tambo de don Ramón Ramos, que estuvo ahí hasta principios de los años 60, según la memoria de otro antiguo habitante de la zona, el Dr. Carlos Capurro.
EN LAS ALTURAS
Estas alturas de la Asunción se empiezan a poblar con la llegada del ingeniero inglés John William Whytehead, quien vino al Paraguay en la época de don Carlos Antonio López, que poseía en la zona varias hectáreas que luego de la Guerra Grande se empezaron a lotear –en cuya histórica casa funcionó el prestigioso Liceo San Carlos– y es parte de lo que hoy es el gran barrio Gral. Díaz, que acoge a esta “poética loma” y también al “barrio Palestina”, del cual Susana Gertopán nos habla en su novela del mismo nombre con gran maestría.
PERSONALIDADES
La zona tuvo como vecinos a grandes personalidades, entre las cuales se puede citar al médico y artista Héctor Blas Ruiz, quien vivió en la esquina de Caballero y Rca. de Colombia; al escritor Augusto Casola, al doctor Percio Franco, a los músicos Cristino Báez Monges y su esposa Rubí Addario. También Agustín Barboza e Yberá, al médico Enrique Estaque, el de la casa de la esquina del famoso “yvapovo de la loma” que hasta ahora está ahí en Paraguarí y Rodríguez de Francia, un lugar hoy convertido en un “minimercado” pero conservando con muy buen criterio su arquitectura italianizante de finales del siglo XIX. También lo habitaban familias como los Rocholl, los Borgognon, los Garbarino, los Real, los Perán, los Aguadé, los Torreani, los Cataldi, los Vicioso, los Tuma, los Vellacich y el escribano Benigno Ruffinelli, entre otros.
LAS CINCO GENERACIONES DE LA LOMA
Pero por supuesto, una de las familias más tradicionales de la zona fueron los Keppler Enciso, el matrimonio integrado por Blasia Enciso y Carlos Hugo Keppler. Ellos fueron los primeros “tarumeños” de cinco generaciones, su nieta María Teresa Pozzoli, que trabaja incansablemente junto a su marido Pedro Gamarra Doldán para rescatar la memoria del lugar y que cada año en setiembre se encargan con los vecinos de organizar los festejos en la Loma Tarumá en homenaje a la Virgen de la Merced, patrona del lugar. Los descendientes del matrimonio Keppler Enciso viven hasta hoy en la Loma. La hija de ellos, María Luisa Keppler Enciso; la nieta, María Teresa Pozzoli Keppler; su bisnieta, la reconocida nutricionista María José Gamarra Pozzoli; y la tataranieta de la Loma, Florencia Núñez Gamarra, quienes mantienen intacta la llama del recuerdo de un pedazo de cielo en estas alturas de la Asunción.
OTROS ANTIGUOS VECINOS
Caminando por esta accidentada geografía de subidas y bajadas pronunciadas nos cuenta María Teresa: “Otros antiguos vecinos de la Loma son los Gadea, en cuyo patio se encuentra el tarumá más añejo de la zona” y nos cuenta además de otras familias que vivieron en la zona: “También vivieron en la Loma los Agüero, Mernes, Rivarola, la señorita Lita Ruiz, quien tenía una farmacia, Sofía Kalustian con su padre y hermanas que tenían un almacén, doña Naima de Villafranca con sus sobrinas; el héroe de la Guerra del Chaco el Gral. Juan Bautista Ayala conocido como ‘Ayala Vai’ y su hija la artista Margot Ayala Perrier. Fueron vecinos de la Loma, la Sra. de Chirico, José y Sara Litvin y sus hijas Josefina y Mirtha, los Fukuoka, los Hirschkorn, los Halley Mora de la antigua Emisoras Paraguay, los de la joyería Astral con el cantante Burgos…”. Y siguen desfilando nombres, como fotos de la memoria antigua, los transeúntes y los vendedores de la época. “'El franchute' (lechero), Asunción, una vendedora de escobas, el afilador de cuchillos, el aguatero, el vendedor de frutas con su carro tirado por caballos”, termina recordando a todas esas personas del pasado que ella retiene con una memoria prodigiosa y que hace el acervo histórico barrial de uno de los lugares más emblemáticos de Asunción que hoy se resiste a desaparecer, gracias al gran archivo que realiza el matrimonio Gamarra Pozzoli en la Fundación Asunción y su biblioteca a la que yo le llamo “la biblioteca de la Loma”.
LOS FRUTOS DE LA LOMA
En la Loma también se produce un licor que salió por pura curiosidad nos cuenta la Sra. Pozzoli de Gamarra: “De no saber qué hacer con los frutos, investigamos e hicimos un licor de tarumá que se prepara de la recolección, maceración con caña blanca y almíbar con un estacionamiento de por lo menos 8 meses, también hacemos mermeladas, un novedoso ‘café tarumeño’, tés o infusiones y salsas agridulces para acompañar carnes”. Así de completo es el “menú de la loma”.
LA RUTA DEL TARUMÁ
Pero por si todo fuera poco, como una de las ideas del rescate cultural que ellos plantean es hacer la “Ruta del Tarumá” un recorrido por los tarumá que quedan de Asunción en un trabajo en las redes enviando la localización por Google Maps con una foto a la dirección fundacionasunciongp@gmail.com y hacer así un viaje asunceno saboreando los productos elaborados en la Loma, por supuesto cumpliendo todos los protocolos en tiempos de pandemia. Me despido hoy de este recorrido por Loma Tarumá, un ejemplo para imitar en otros barrios, desde los más encumbrados hasta los lejanos suburbios, porque cada rincón, cada sencilla fachada de la ciudad tiene una pequeña historia que tejer, una historia que contar.