Texto y fotos: Juan Carlos Dos Santos, periodista y analista de datos

Si la salud es una de las piernas con la que se sostiene una nación, la educación es la otra, más los dos brazos y los cinco sentidos. La educación es como la semilla, sin ella no hay árbol y sin árbol no hay frutos y aunque la comparación es trillada, se ajusta totalmente a la realidad.

En el Paraguay, tanto la educación, aunque se lleva una gran porción del Presupuesto General de la Nación (PGN), no llega a presentar la calidad ni la infraestructura que requiere un país con una población mayoritariamente joven.

Por eso esta situación de pandemia, que se ha generado de manera casi espontánea en todo el mundo y que ha afectado a todos los estamentos de la sociedad, algunos en mayor medida y otros en menor, también ha desnudado la falencia de un sistema educativo que aunque, con esfuerzos y tropiezos, avanza a un ritmo extremadamente lento en comparación con la necesidad tecnológica y social del mundo actual.

Pero si observamos el “vaso medio lleno”, bien se puede concluir que se está ante una oportunidad magnífica para corregir la situación, apuntar a un verdadero cambio en la calidad educativa y equiparar para arriba el nivel de la enseñanza pública, en todos los niveles.

COMPONENTE SOCIAL

Salvo contadas excepciones, son pocas las personas que llegan a la cúspide de sus carreras como profesionales o a realizarse plenamente en la vida, sin el acompañamiento de la familia o parte de ella en algunas de las etapas de su crecimiento y formación. Lo más usual es el acompañamiento de los padres o de uno de ellos, generalmente es la madre, durante la etapa escolar.

En un centro educativo público, cercano al barrio conocido como Pelopincho, de donde proviene la mayor parte de los alumnos que allí cursan los estudios primarios, la coordinadora pedagógica explicó la manera en que están enfrentando los desafíos de lo que podría llamarse “educación a distancia”, en tiempos de pandemia.

El circuito de trabajo para los docentes y el método en que se desarrollan las lecciones para los alumnos, suena sencillo y hasta puede parecer eficaz. Por supuesto, que para ello se debe cumplir casi todo lo proyectado en el plan, algo por demás utópico, ya sea por los diferentes tipos de situaciones por la que atraviesa el entorno del alumno o por otros motivos diferentes.

En pocas palabras, el sistema de estudio en el que están inmersos actualmente los estudiantes de las instituciones públicas, es casi como hacer los “deberes” en la casa, pero sin las horas de clase previas, como antes de la pandemia.

Con el sistema aplicado durante la cuarentena, los maestros preparan las clases como si la fueran a desarrollar día a día, con la diferencia que ahora lo hacen para una semana completa y se la hacen llegar a cada alumno por diferentes medios.

TROPIEZOS DEL SISTEMA

Docentes y padres decidieron utilizar la popular plataforma de mensajería Whatsapp para enviar y recibir los materiales preparados por los primeros y a través del mismo recibir de los padres las tareas realizadas por los alumnos, para luego renovar el contenido y comenzar otra semana nueva de tareas.

¿Pero qué pasa cuando alguien rompe este ciclo?, sencillamente el alumno se atrasa, como sucede cuando se ausenta de manera seguida a las clases presenciales. Los motivos para esta “ausencia” en línea son variados.

El sistema de “educación a distancia” planteado por el MEC contempla la posibilidad, que el responsable quien vaya a recibir los materiales no cuente con computadora, teléfono con acceso a internet o el mismo acceso a internet. Se entregan fotocopias de las tareas semanales a quienes no puedan acceder a descargar de manera digital.

ALQUILANDO TELÉFONOS

Doña Fernanda Rolón, antigua residente del barrio Pelopincho, tiene su pequeño almacén a doscientos metros de la calle Manuel Gondra, sobre el camino principal del barrio. También se dedica al reciclaje, comprando y vendiendo todo tipo de recipientes y botellas.

Los compra a mil guaraníes el kilogramo y los revende por un poco más, dejando alguna que otra ganancia, que sumada a la venta de productos de primera necesidad que tiene en el pequeño almacén, que comparte espacio con dos camas, una cocina y una heladera, le permite solventar los gastos para sobrevivir y “hacer estudiar” a tres menores que están a su cargo, dos de ellas hijas suyas, siendo la mayor de 14 años de edad y la menor, de once.

Una de las niñas cuenta que como nadie en la casa tiene teléfonos para recibir los trabajos vía Whatsapp, tienen que recurrir a las copias de las tareas preparadas por los maestros y que las adquieren en una fotocopiadora que se encuentra a varias cuadras de su vivienda, ya en otro sector de la ciudad.

Cincuenta mil guaraníes semanalmente es lo que debe pagar doña Fernanda para que sus dos hijas, de quinto y sexto grados puedan seguir estudiando en el colegio Juan Ramón Dahlquist. Cuenta que hace meses era más barato porque lo podía obtener en una fotocopiadora de su barrio, pero desde que la otra fotocopiadora se hizo con el negocio, el precio por hoja se incrementó a mil guaraníes.

Al comienzo intentó probar digitalmente, alquilando un teléfono en el que podía utilizar Whatsapp, pero entre el alquiler más la carga de saldo para utilizar el servicio hizo que pensara seriamente en hacer desistir a sus hijas, al menos por este año, de continuar estudiando con este sistema.

YA NO QUERRÁN VOLVER A LA ESCUELA

“Lo lamenté mucho porque seguramente si pasa eso, el otro año ya no van a querer ir a la escuela y por eso seguí haciendo el esfuerzo para que puedan continuar con esto. Yo estoy sola, no están sus padres y mi esposo es él”, dice doña Fernanda señalando la enorme bolsa que contenía botellas listas para ser “acopiadas” por su comprador.

El jueves 1 de octubre casi al mediodía, con 45° a la sombra, doña Fernanda preparaba el almuerzo en la angosta calle de su casa y comentaba que sus hijas estuvieron un mes sin poder realizar las tareas semanales del colegio, porque ella cayó enferma casi un mes y tuvo que cerrar el almacén en todo ese tiempo.

Los exiguos ingresos que recibía por la venta de los materiales reciclados fueron totalmente destinados a su problema de salud y a la subsistencia diaria del grupo familiar. “Me están pidiendo retirar las copias de la semana pasada y les pedí que me esperen, porque estamos sin dinero ahora mismo, y siento mucho porque yo sé lo importante que es la escuela, por eso ellas andan detrás mío esperando que les pueda dar para ir a retirar las fotocopias”.

Doña Fernanda comentó que una de las niñas está en la escuela República de Cuba y allí le dan gratis las copias, pero ella sabe que el Dahlquist tiene una mejor enseñanza y toda su familia, incluso los padres de las niñas fueron alumnos de ese colegio, por lo tanto, piensa continuar el sacrificio para las otras dos niñas que estudian allí. “Pero lastimosamente ndarekói (no tengo) la celular de alta gama”, concluyó doña Fernanda.

PADRES QUE NO EXISTEN

En otro colegio público de la zona, una de las maestras y la coordinadora pedagógica explicaron que uno de los problemas que tienen es la ausencia de los familiares de algunos alumnos. Tanta es la desidia de estos adultos, que son los propios niños quienes deben ir a buscar y a entregar semanalmente las copias de los trabajos que les son asignados.

“Tampoco asisten a las reuniones y aunque muchos de ellos están en los grupos de Whatsapp, no participan, no responden, no existen. Pero nunca faltan cuando es día de retirar los víveres que componen el kit escolar y es la única vez en que los profesores podemos verles el rostro pero casi nunca podemos hablar con ellos”, explicó la coordinadora.

Los profesores piden a los padres que no envíen a sus hijos a retirar los materiales. En el momento en que la maestra explicaba esto, ingresa a la oficina de la Dirección, una niña que por su apariencia no tendría más de diez años, pregunta por las copias para su hermana menor, las recibe y se marcha, sin mucho trámite.

Continuando el recorrido para conocer la situación de al menos una pequeña parte de los estudiantes y la educación a distancia en tiempos de pandemia, pudimos averiguar que en el Centro Comunitario “Chacarita” se entregan las copias de los trabajos que asigna el MEC.

PROGRAMAS SOCIALES

Nos encontramos en el lugar con al menos diez niños y niñas, en edades que oscilaban entre 7 a 12 años, formando fila y aguardando el momento en que el educador Javier Gauto, les preguntara, su grado y su escuela, para proveerles el material correspondiente. La mayoría de los niños presentes en el lugar fueron enviados para retirar los trabajos de otros niños, quizás hermanos, primos o vecinos.

Nos explicó, mientras entregaba las hojas, que los niños que llegan a ese lugar a retirar los materiales, forman parte de programas sociales como Abrazo del Ministerio de la Niñez y la Adolescencia y Espacio Protegido, de la Pastoral Social. Gauto nos comenta que como él es docente puede acceder a la plataforma del MEC y descargan los materiales que luego son impresos y repartidos a los niños de diferentes colegios, que integran ambos programas sociales.

“SOY LA ÚNICA MAMÁ EN LA FILA”

Entre los niños y niñas y que formaban la fila aguardando pacientemente su turno para retirar las hojas con las tareas, encontramos a María, de 44 años y madre de un niña de diez. “Soy la única mamá ahora, por lo visto que las otras son irresponsables y les mandan a sus hijos a retirar”, nos comenta mientras intenta protegerse del sol.

“Esta es una responsabilidad de la mamá o del papá y los chicos se tienen que quedar en la casa, para eso se hizo este sistema”, comenta algo molesta María, quien vende remedios yuyos y tiene su puesto en la entrada del barrio Pelopincho.

Una niña de aproximadamente doce años, con un teléfono de alta gama en las manos, forma fila detrás de María y tras ser consultada si por qué simplemente no utilizaba el sistema de Whatsapp, ella no duda y con una simple frase resume uno de los mayores problemas que presenta este sistema de educación a distancia, que fue implementado por el MEC tras la aparición del covid-19: “No siempre hay saldo para hacer la tarea”.

Los colegios privados e incluso las instituciones subvencionadas tienen verdaderas clases virtuales, con horario y donde se llaman lista e incluso hay clases de Educación Física, pero la falta de recursos económicos y por ende la falta de acceso a la tecnología más básica de hoy en día en casi todo el mundo, un teléfono móvil con acceso a internet profundiza una brecha educativa y social.

Lo positivo de este breve recorrido por una zona vulnerable de la ciudad de Asunción es el optimismo de los padres y alumnos con quienes pudimos conversar. Todos han dicho estar absolutamente contentos con el sistema en lo que se refiere al progreso de los niños. “Están aprendiendo”, dicen las madres cuando se les consulta por el sistema de educación a distancia, mientras los niños y las niñas simplemente responden de manera tan paraguaya: “Bien”.

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