Las ollas populares se convirtieron en una herramienta comunitaria vital para que miles de familias no pasen hambre durante esta pandemia. Gracias al trabajo de grupos anónimos, mayormente femeninos, este sistema de “karu guasu” se extendió a lo largo del país y resultó ser una de las muestras solidarias colectivas más importantes en medio de tantas noticias desalentadoras. Hoy ya existe un proyecto de ley aprobado para que el propio Estado garantice la distribución de víveres para diversos centros barriales.

Por Aldo Benítez

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Mauro Piris – Christian Meza – Gentileza

Doña Celeste pela la mandioca y pone al agua. Ña Martha trae algunos kilos de arroz. Ña Gladys tiene algo de carne y colabora. A su vez, doña Ana deja los quehaceres de su casa y se pone a disposi­ción para ayudar, cortando las verduras. Esta escena se repite, todos los días, en el barrio Industrial de San Lorenzo. Allí, doña Celeste y un grupo grande gente anó­nima de su barrio trabajan desde entonces en lograr que cada mediodía, una decena de familias pueden comer gracias a la olla popular.

Desde que la sombra de la cuarentena se instaló como medida de prevención por la pandemia del Covid-19 en todo el país, las ollas populares fueron una de las principales formas de cooperación comunitaria que terminaron ayudando a que mucha gente tenga algo que comer.

“Cuando vimos que mucha gente no podía más salir a trabajar, entonces dijimos que teníamos que hacer algo nosotros que podíamos. Con un grupo de vecinos salimos a pedir colaboración, caja en mano, casa por casa, para juntar lo que iba al ser nues­tra primera comida” señala Celeste Romero, vecina del barrio Industrial de San Lorenzo, uno de los tantos en donde esto de las ollas popu­lares se hicieron una forma más de convivencia barrial desde la pandemia.

El 10 de marzo pasado, el Gobierno decretó la cua­rentena total en todo el país con el objetivo de frenar los contagios masivos por la Covid-19. En este barrio, Celeste y sus vecinas empe­zaron a trabajar con las ollas populares desde el 21 de ese mes. En principio, almorza­ban unas 80 personas. “Eso fue variando, pero siempre mantenemos una buena can­tidad de gente” dice Celeste. Como todo lo que cocinan viene mayormente de dona­ciones de vecinos, de empre­sas menores del barrio, de comercios locales, aguantar cinco meses un ritmo de dar la comida todos los días se volvió insostenible. “Ahora damos la comida día de por medio, porque es imposible sin tener los recursos y ade­más, mucha gente volvió a trabajar y entonces somos menos los que podemos ayu­dar” dice Celeste.

Cuenta que han recibido ayuda de la municipalidad local y de la gobernación en un par de ocasiones, pero que el grueso de ingredien­tes necesarios para hacer las ollas populares viene de la propia gente, la más pudiente, que puede seguir donando de acuerdo a sus posibilidades. “Ojalá que podamos recibir más ayuda para seguir dando de comer a mucha gente más. Se nos conoce como ‘las resi­dentas de Villa Industrial’”, afirma Celeste.

En en el barrio Tres Nacien­tes de Ypané, otra ciudad del departamento Central, pero ya más alejada del aje­treo metropolitano, la cues­tión de las ollas populares arrancó desde el primer día de cuarentena. Doña Car­men Servín empezó, junto a otras siete personas, a jun­tar insumos de los propios vecinos para armar el “karu guasú” en el barrio. “Empe­zamos entre siete vecinas y vecinos. Hacemos almuerzo y merienda, principalmente por la cantidad de niños y niñas que vienen” cuenta doña Carmen.

La mujer relata que en la zona hay al menos cinco asentamientos, donde viven personas de esca­sos recursos económicos. Mucha de esta gente quedó sin posibilidad de hacer sus “changas” diarias con lo que sobrevivían, por lo que lo de las ollas populares resul­taron ser la única opción para que puedan comer, al menos, dos comidas al día.

En esta comunidad, las veci­nas de Carmen se reparten el trabajo en grupos. Francisca y Lucia se encargan de servir la comida y la limpieza de la casa, posterior a la entrega de los alimentos. Don Alberto y don Ezequiel se hacen cargo del fuego y de establecer el orden para la entrega del plato de comida. Las demás trabajan desde la mañana en el preparado del alimento.

“Una empresa grande nos trae pollos, pero nos avisa­ron que hasta agosto van a poder darnos. También otra gente que trabaja en empre­sas grandes empezaron a moverse para conseguir más ayuda. Así tenemos varias empresas, una ONG también que está ayudándonos con la provisión de todo lo necesa­rio para las comidas, como arroz, carne, verduras, etc” relata Carmen.

Algo parecido también viven en la Fracción Jardín del Oriente, de Minga Guasu, Alto Paraná, donde la señora Zulma Gavilán y sus vecinas empezaron a moverse para conseguir insumos para una olla popular en el barrio. “Empezamos a “pechear” como se dice a la gente, a los comercios, a los amigos. Pen­samos que iba a ser por un par de semanas. Fue imposible saber que esto iba a ser tan largo entonces empezamos a organizarnos mejor, después del primer mes mas o menos” expone Ña Zulma.

La mujer es presidenta de la Asociación de Desarrollo Cultural y Comunitario del barrio y a partir de esa orga­nización empezaron a traba­jar con otras entidades, como la Coordinadora Pastoral San José, con quienes empe­zaron a trabajar en fichar a las familias que necesitaban contar con el almuerzo de la olla popular. “¿Por qué tuvi­mos que hacer la ficha? Por­que en principio vinieron más de 500 familias para comer y nosotros teníamos kits que preparamos para 60 a 70 familias. Fueron kits que había enviado la municipali­dad. Fue una locura. Enton­ces tuvimos que ver formas de organizar eso”, refiere la mujer. “Hoy tenemos abundante poroto con fideo”, señala Zulma.

Los trabajos en esto de las ollas populares arrancan temprano, para que se pueda cocinar para mucha gente, se tiene que tener todo prepa­rado desde la mañana. En algunos lugares, la gente se organiza por hora para poder cubrir todo lo que se tenga que hacer. La mandioca, el corte de verduras, poner el agua, medir la cantidad de arroz o fideo, o de cómo se tendrá que servir. Cada lugar. tiene su método y sus formas, lo único que no cambia es la solidaridad como herra­mienta única.

Para Blana Ferreira, que vive en el famoso barrio “Japone cue” de la zona del Bañado, en Asunción, esto de los “karu guasu” o “ollas populares” no le resulta novedoso, ya que en su comunidad desa­rrolla esa actividad desde el 2011, dando de comer a decenas de familias todos los días. En esta populosa zona, la cuestión de la necesidad es un relato diario.

“Acá hay muchas familias carenciadas. Gente que antes conseguía para vivir de venta de remedios yuyos, pescado­res. Y ahora muchas familias perdieron sus trabajos por esta pandemia, ya no pueden hacer sus actividades norma­les como antes” dice Blanca.

Agrega que en su comedor dan al menos 260 platos por día. Dice que su intención y la de su gente es poder tener también merienda, ya que hay muchos niños y personas de tercera edad que dependen de ellos. Sin embargo, debido a está difícil conseguir los insumos alimenticios, están dando las dos comidas por día general­mente los sábados. “Nos gus­taría que el gobierno nos tome en cuenta. Tenemos que hacer maravillas para conseguir los insumos. Es muy triste la rea­lidad de las familias que no tienen un ingreso para hacer una comida para compar­tir. Está difícil la situación” expone Blanca.

Para estas mujeres como Blanca, Celeste, Carmen o Zulma, el esfuerzo diario no representa una carga sino una fortaleza para encarar el día a día. Aquella posibilidad de dar un plato de comida a un seme­jante es mucho más fuerte que cualquier cansancio que puede generar cinco meses de una pandemia inédita y difí­cil para cualquier familia de clase media o baja paraguaya.

Estas mujeres anónimas, de barrio, están escribiendo una pequeña gran historia de resistencia desde sus ollas.


PROYECTO DE LEY APROBADO

La Cámara de Diputados aprobó el miércoles 26 de agosto el proyecto de ley de financiamiento de insumos ali­menticios para el apoyo y asistencia de ollas populares. La normativa establece que se destinen unos G. 35.000 millones para ser distribuidos a través de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), el Ministerio de Desa­rrollo Social (MDS) y el Instituto Paraguayo del Indígena (Indi).

Con esto, se obliga a que el Estado financie la compra de insumos alimenticios para el apoyo y asistencia de ollas populares, en la que se incluye a familias indígenas, así como la provisión de kits de alimentos a familias aisla­das con Covid-19. La normativa faculta al Poder Ejecutivo a la utilización del saldo no ejecutado de la línea de crédito aprobada mediante la Ley de Emergencia Nacional.


PLANEAN LLEGAR A 80 MIL PERSONAS

Desde el Ministerio de Desarrollo Social la idea es llegar a unas 80.000 personas con la nueva ley de “ollas populares” que fue sancionada por el Congreso Nacional. Así aseguro el propio ministro de esta car­tera, Mario Varela, al diario La Nación.

“Preliminarmente la proyección es de unas 80.000 personas a nivel país en este ritmo. Lo que sí vamos a necesitar es un apoyo logístico de otras entidades porque no vamos a poder responder en simultáneo a 20 o 30 pedidos. Esto significa pedir ayuda a las Fuerzas Armadas por ejemplo, camiones, personal, porque esto va a implicar un despliegue logístico importante y al mismo tiempo cuidar que sea trans­parente y para eso hay que organizar bien”, aseguró el ministro Varela.

Sumando comedores comunitarios y ollas popula­res formalizadas, se estima que ya han llegado a más de 50 mil personas durante la pandemia, según esta cartera de Estado. El proyecto busca garantizar la alimentación a las familias afectadas por la crisis generada por el virus COVID-19. Se prevé el finan­ciamiento del proyecto con un monto de G. 35.000 millones, de los cuales G. 10.000 millones serán cana­lizados a través del Ministerio de Desarrollo Social (MDS), G. 15.000 millones recibirá la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) y 10.000 millones el Instituto Paraguayo del Indígena (INDI).

DESDE EL ESTADO

El Gobierno Nacional también plantó bandera con el tema de las ollas populares. Desde la oficina de la Pri­mera Dama (OPD) informan que desde el 8 de abril pasado hasta finales de esta semana, se entregaron 220 mil platos de comida en zonas vulnerables gracias al programa “Paraguay Solidario”, que encabezó esta oficina desde el inicio de la pandemia. El informe indica que unas 51.611 personas fueron asistidas con kits de víveres, tapabocas y productos de limpieza desde el refe­rido mes. Agrega además que 180 empresas privadas e instituciones se sumaron al programa solidario de la OPD con sus donaciones para las familias en situación de vulnerabilidad hasta este mes.

A su vez, el Ministerio de Desarrollo Social (MDS) tiene a registrado a 173 comedores comunitarios y 114 ollas populares o “comedores transitorios”, como son iden­tificados técnicamente por esta institución. En total, son 287 comedores que reciben apoyo del MDS en lo que va de la pandemia.

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