El analista político Gonzalo Quintana asegura que es urgente que los líderes políticos del país puedan mostrar el carácter necesario para construir planes en conjunto que apunten a un proyecto nacional para sobrellevar la actual crisis que se genera a nivel social y económico por la pandemia. Señala que a su criterio, desde lo gubernamental se trabajó más en salvar a empresarios y empresas. En un mano a mano con Augusto dos Santos para el programa “Expresso”, de GEN, el ex senador hace además un análisis sobre lo que considera fueron errores de los convencionales del 92 y de la historia política reciente del país.

Fotos

Agustín Acosta

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

–Augusto dos San­tos (ADS): De vez en cuando vuelve al ambiente una espe­cie de debate Cecilio Báez-O’Leary, más bien instalado en trincheras, con pocos argumentos. Y cada vez que pasa eso recurro a un histo­riador o a vos, Gonzalo, para preguntar si los jóvenes de ahora tendrían que conocer tres o cuatro vidas de polí­ticos inspiradores de Para­guay, ¿cuáles y por qué?

–La verdad que planteas un tema y es posible que mucha gente se moleste con lo que voy a decir. Creo que todavía no logramos escribir la historia de nuestro país. Hay muchos panegíricos y muchas descalifi­caciones. Lo que quiero decir es que no encuentro y ya no tengo tiempo. Ya no hice lo que tengo que hacer en su momento. Son conversaciones y enseguida siento que hay una cierta... es como que hice lecturas que me resultaron tendenciosas.

– ADS: ¿Pero no es un sín­toma de las posdictadura también estos posiciona­mientos muy polos?

–Es probable. Todos los gobier­nos fuertes necesitan una refe­rencia histórica para que jus­tifiquen ese gobierno. No es extraño que regímenes autori­tarios tengan para compensar.

–ADS: Y tampoco es extraño que para ir contra la versión oficial exageremos un poco también después.

–Exacto. Yo creo que hay gente que son, digamos, inspiradoras. Entonces justamente yo rela­ciono en la etapa en que yo me iniciaba en la política. En el tra­jín político. En los años 63 o 64, con 13, 14 años. Y recuerdo que mi papá me dijo: “Parece que te picó el bichito” y cuando te pica eso ya no salís de ahí. Entonces me regaló un libro, un librito llamado “Las noches áticas”. Yo sospecho quién me robó, pero no me animo a mencionar y en este libro se relataba la historia de un senador romano en sus conflictos éticos. Cómo jurar lealtad a la república romana donde las regiones reservadas no podían ser comentadas por nadie, sobre todo aquellas que tenían que ver con la seguridad de Roma. El tema de la defensa de Roma. Y cómo compatibili­zar eso con el juramento que le hizo a su señora de que nunca le mentiría. Y él decía que en un momento tenés que aplicar criterio de valoración. Y con esa frase y ese librito yo me fui construyendo mis referencias en la historia y muy influen­ciado por la tradición liberal de la familia. Entonces Ceci­lio Báez, Alón, Eusebio Ayala, para mí Eusebio Ayala es un pensador excepcional.

Desde el punto de vista ético e inte­lectual, desde esa política dia­ria. Entonces y después las otras, pero referencias más lejanas de algunos intelectua­les colorados. Lo que sí puedo decir con este desafío que me hiciste, quisiera resaltar yo no tuve posibilidad de tener la lectura necesaria para ser un intelectual que maneje a profundidad un montón de temas como Óscar Ferreiro, por ejemplo. Pero siempre me interesaron cosas vinculadas a la política. Y un aprendizaje que hice fue que el que piensa en la política como Estado, no se diferencia mucho, a pesar de la ideología, porque lo que le distingue es su visión a futuro y su compromiso con su país.

Entonces tengo los discursos y el pensamiento por ejemplo de Ricardo Lagos, un socialista que prestigia al socialismo lati­noamericano, un intelectual y un presidente que salió con el 75% de aprobación. Reconoci­dos por sus correligionarios y adversarios. Y el otro es Euse­bio Ayala, un liberal ortodoxo y vos leés las cartas, las memo­rias de Eusebio Ayala, su pen­samiento y comparás con lo de Lagos, y dice la misma cosa. Y entonces lo que nosotros en la política, creo que hemos tran­sitado nuestra historia no como procesos acumulativos hacia una virtud, hacia algo mejor, sino como procesos acumula­tivos para reprocharnos cosas.

–ADS: Aparte, Gonzalo, no hay una memoria sobre la teoría política paraguaya, o de los pensadores. Es imposible que alguien te recuerde, en la calle o en la universidad lo que dijo Manuel Domínguez en tal ocasión. Quizás fue porque la historia que se recorrió fue muy guerrera o anec­dótica. Hay una oscuridad grande sobre nuestra histo­ria, en la que saltamos de la Guerra Grande a la Guerra del Chaco, prácticamente.

–Y con un montón de balines de por medio, ¿no? Entonces por eso te digo que nosotros no logramos construir la his­toria en el sentido de conocer las causas profundas de cada acontecimiento, sino que hacemos un relato de hechos de acuerdo a los intereses que va a exponer en ese momento, ya sea intereses políticos, etc., etc. Y ahí yo creo, por lo que observo, le veo a mis hijos, que ayer por ejemplo estuvo –él estudia medicina– y veo entre sus compañeros, entre los compañeros de mi nena, que hay una indignación auténtica con lo que está pasando.

–ADS: Una nueva indigna­ción.

–Hay una indignación autén­tica. No es el chancho de mi chi­quero ni del chiquero ajeno lo que los motiva. Yo creo que es muy buen síntoma y considero que tenemos la responsabili­dad nosotros, los mayores ya, para encontrar esa dirigencia política y social, cómo se orga­niza la sociedad para aprove­char esa actitud y esa aptitud que nos diferencia, esa apa­rente o real, creo que es sin­cero. Es decir, abandonemos el maniqueísmo. Las cosas bien hechas están bien hechas por actores distintos. Y las cosas mal hechas también.

–ADS: ¿No te pone mal que se abandone un poco el estu­che de la política en la que vos siempre militaste por buscar otros horizontes?

–No. Me argela hablar de mí, pero yo soy librano, así que me cuesta tomar decisiones. Y cuando trato al menos de ser racionalista. Entonces yo me muevo entre la duda y la ter­quedad. Soy casi terco. Porque después de mirar, analizar los hechos, me formo una opi­nión, tiene que ser muy fuerte la contrarazón para que cam­bie de opinión. Y eso me llevó a muchos problemas en la militancia partidaria, tratar de racionalizar las cosas ahí es muy peligroso y no es muy apreciado. Te vuelvo a decir, yo no tengo los conocimientos que me hubiese gustado tener y también sufrí entre comillas, yo agradezco que pude desarro­llar las actividades, agradezco que pueda ir al Mercado 4 a comprar cosas de madrugada y que la gente me salude, eso yo valoro y agradezco mucho. Pero desarrollé mi actividad política dentro de una sociedad que en general despreciaba el conoci­miento. Entonces cuando yo quería exponer mis conoci­mientos en beneficio, propo­niendo algo, era increíble, pero es real. Decían “péa ndaha'éi ñanderehegua” (ese no es de los nuestros). Pero disfruto hasta hoy, uno plantea un problema, por ejemplo ahora estoy escri­biendo sobre los Estados Uni­dos, Bolsonaro, describiendo el estereotipo político, tratando de hacer pronósticos con base en eso. Y la gente se enoja. Si vos citás un medio y te dice, no ese es fulano, está en contra. No te dicen esta información es incorrecta o este argumento es incorrecto o falso.

–ADS: Fuiste un defensor implacable de la república, de los partidos políticos como herramienta, y trans­curre el tiempo y si fueran ayer las elecciones juveniles de cualquiera de los parti­dos tradicionales, se repli­can chiclés de hace 20 años. ¿Eso no te obliga a pensar en otros modelos?

–Supongo que hay.

–ADS: Digo, alternativas a los partidos políticos...

–Mirá, soy un convencido que por lo que vi, lo que veo y cómo se desarrolla la política en algu­nos lugares que observo. Creo que lo que hacemos es des­perdiciar el mejor sistema, es decir, el mejor sistema que dio mejores resultados histórica­mente. En los países que tie­nen el bipartidismo funciona muy bien. Y nosotros somos genéticamente bipartidistas. Lo que pasa es que sobre esos dos partidos construimos un sistema de dominación política que se llama partidocracia. Que es el gobierno de los partidos y se montó toda esta estructura política, inclusive el sistema constitucional está pensado en términos partidocráticos. ¿Y qué nos pasó?

–ADS: ¿Qué nos pasó?

–Los partidos políticos dejaron de hacer su tarea política para consolidarse. Es como que yo sea el win derecho rengo y vos seas el defensor central petiso y el técnico nos dice, desbordá Gonzalo para tirar el centro que Augusto va a cabecear. Ninguno de los dos sabemos hacer. Enton­ces cuando la base de tu sistema, los pilares de tu sistema se debi­litan, el sistema sufre y colapsa. Entonces empezá a hacer una serie de especulaciones de cómo resolver y eso es lo que se llama el problema estructural. Por­que todo el sistema funciona sobre esa estructura y empezó a deteriorarse hasta afectar al funcionamiento del Estado. Es tan fuerte el bipartidismo, o la partidocracia después, que por ejemplo en el sistema electoral se cree que va a funcionar con el sistema de control entre par­tidos.

Entonces todo el mundo pelea, entre otras cosas para tener un poco de cargos para los muchachos, porque dicen que el control electoral depende de tu capacidad de controlar a tu adversario. Es decir, no hay un Estado que te garantiza que tu voto va a ser respetado. Yo recu­peraría la competencia que no existe. No existe la relación gobierno-oposición. Trataría de recuperar esa competen­cia entre gobierno y oposición para enriquecer la democracia. Y agregaría un sistema de parti­cipación que amplíe el espectro del bipartidismo. Yo creo que es muy valiosa la participación de buenos partidos políticos por­que pueden ordenar la demanda de la sociedad.

Pueden dar prio­ridad, respuestas a esas deman­das. O si no puede ser muy difí­cil de manejar. Entonces, sigo pensando que, viste que cuando hay muchos partidos políticos, construir una mayoría es muy difícil. Y además esas mayo­rías generan o suelen generar vacíos políticos en sociedades donde el pensamiento polí­tico es débil. Entonces como te decía, acá no hay juego gobier­no-oposición, donde la oposi­ción le dice al gobierno miren este tema yo creo que no está bien, me parece que se tiene que hacer así. O si el gobierno está haciendo bien, enton­ces dice, saben qué, yo puedo hacer mejor, porque el recono­cimiento de las virtudes polí­ticas de los adversarios es una virtud deportiva, no política.

–ADS: Tal cual...

–Esa competencia necesita­mos. ¿Pero acá qué tenemos? Juego de mayoría y minorías. No hay alternativas, no es el qué tenemos. Es el quién tiene más votos para conseguir algo.

–ADS: Me preocupa que solo veamos a la corrupción como consecuencia de la mala polí­tica, porque nos priva de ver otros legados funestos que la mala política nos deja, como las relaciones sociales, la educación... bastantes jodi­dos también.

–Vos sabés que a mí el tema de la corrupción tendría que anali­zarlo con mayor detenimiento. No tengo muy claro. A mí me da la impresión. Eso te decía hace diez años, sin ninguna duda. Pero hoy no estoy seguro de que la corrupción sea uno de los vicios importantes de la política paraguaya. Es decir, y eso te iba a decir cuando hablá­bamos de años en Pilar. En esa época había una competencia por ser mejor. Valorábamos y decíamos, el conocimiento de este mi correlí me honra, y este es un grupo mejor intelectual­mente y el otro es mejor moral­mente que el otro. Yo no sé si hoy no nos jactamos más de nuestros, de lo que están en las antífugas, “ivaleve péa que pe otro”. Por eso me cuesta hablar, porque yo creo que hoy día la corrupción sea un tema que defina una elección por ejem­plo. Mirá que lleva un tiempo eso. No sé si recordás de aque­llo de “hay que recomponer el tejido social”... ya pasó tanto tiempo de eso. Entonces, evo­lucionamos o involucionamos.

–ADS: ¿Cómo te parece que salimos o cuál será nuestra realidad política después de la pandemia?

–No creo que haya cambios sus­tanciales. Ni acá ni en ninguna parte. Somos los mismos seres humanos, con las mismas debi­lidades, sueños. Lo que creo que puede cambiar son las circuns­tancias en donde vamos a des­empeñarnos. A mí me decís, nos sorprende. Y porque qui­simos que nos sorprenda. No en nuestro país, sino en los países que tenían que liderar­nos, por sus avances tecnoló­gicos, científicos y poder eco­nómico. La verdad, la sorpresa no tendría que ser tanto si en el 2015 ya le hacíamos caso a Bill Gates. Los sistemas nacionales, ahora pues hay la discusión de los globalistas y todo lo demás. Ponele que sos nacionalista y decís que no querés o no creés nada en la OMS. Pero cómo no vas a atender algo que te están diciendo que puede ocurrir y no prepararnos. ¿Entonces qué es lo que pasa? ¡Ay! Estoy sorprendido, necesito plata. Pero ya nos están diciendo que en setiembre o octubre va a vol­ver. Entonces van a seguir apa­reciendo virus más extraños y que tienen sus procesos para dar una respuesta. Nuestros servicios en el exterior, sea nuestras relaciones con los otros países, sea nuestras rela­ciones con centros de investi­gaciones, con universidades, ¿cuán intensos van a hacer? Para decirnos, ojo mucha­chos. ¿Qué significa recupe­ración económica? Esperar otra sorpresa o empezar a tener reservas predecibles que se tengan que tener para respon­der cuando pasen cosas como estas. En términos económi­cos, yo no soy economista, lo poco que sé de economía lo que me dice es que una economía se mueve cuando hay demanda. Y si tu demanda es nacional o internacional no importa. Si lo tuyo es pequeño, buscá un mer­cado mayor entonces, la gente va a producir lo que se compra. Digo, si la gente necesita un kit de alimentos, yo prefiero que la gente tenga plata para comprar su alimento. Entonces estoy insinuando las cosas que yo pienso que se tienen que hacer en circunstancias como estas. Planes universales, cuántos hijos tenés, cuántos baños, el asunto es el beneficio de resol­ver necesidades básicas com­patibilizado con un sistema que te genere actividad.

– ADS: ¿Pero con qué luci­dez construir la alternativa que mencionás? ¿Hay luci­dez para eso?

–Sos argel chera’a.

ADS: ¿Digo, la asistencia por no decir...?

–No le voy a sacar la cola a la jeringa. Lo que yo he visto es que la crisis económica está o estuvo analizada, no sé ahora porque le perdí, estuvo anali­zada desde el punto de vista de cómo sostenemos a las empre­sas y empresarios. Y yo en su momento ya dije, no me hagan caso porque no sé nada, pero creo que en las crisis lo que hay que sostener es mante­ner la plata para la gente y los empresarios que son eficien­tes van a sobrevivir. Ese es mi pensamiento, no sé si eso cam­bió. Yo te digo, estoy mirando el tema de los créditos. Hay plata a montones para que los bancos puedan dar. Pero no llega a la gente que necesita. Y al no llegar a la gente que necesita, no hablo del empresario para sostener el puesto de trabajo. El puesto de trabajo se va a sostener si la empresa puede vender algo.

–ADS: Ayer le preguntaba al ministro de Hacienda, si hay una idea de cuánto se dedica a pagar deudas, a pagar sueldos, perso­nas, pero fundamental­mente cuánta plata se des­tinará a la reactivación. A hacer operar de vuelta la máquina. Porque de lo contrario vamos a termi­nar pagando deudas y para­dos en el mismo lugar donde empezamos.

–Te vuelvo a decir. Me hace acordar cuando ya estaba en el Senado y teníamos que hablar con la Iglesia Católica y nos mirábamos entre noso­tros y ninguno era admisible en una Iglesia Católica.

–ADS: Ojo, muchos pastores tampoco...

–(Risas) es verdad, es verdad. Entonces, a ver, yo planteé en un lugar que no quiero men­cionar que por qué no piensan en una solución global de largo plazo. Nos están diciendo por todos los medios, los científicos nos dicen dos cosas: no sabemos de qué se trata, estamos apren­diendo por el camino, pero lo que sí sabemos es que va a durar y sus efectos también. Entonces yo les digo, esa información es la única que tenemos. Y cómo tomo decisiones con base en esa información. Primero que tengo que prepararme a largo plazo. Y segundo que esto va a demandar una enorme can­tidad de dinero. Pensemos en cuánto dinero vamos a tener y construyamos distintos esce­narios para los próximos dos o tres años y de una planteamos a la sociedad, esto es lo que está pasando y esto es lo que tene­mos o lo que vamos a necesitar para hacer esto y esto y lo otro. Creo que no sé si ahora, pero no hasta hace mucho, es que lo que estamos haciendo es reac­cionando. Entonces estamos pidiendo 500 mil, pero vamos a necesitar dos mil millones y eso genera una inquietud muy fuerte. Y no en el discurso polí­tico de nuestros nietos van a pagar y no porque lo que se vio en el mundo es que la deuda externa no se paga nomás luego. Es la bicicleta más grande del planeta. Entonces, ¿qué es lo que genera la incertidumbre? Y temor y en eso se puede decir cualquier cosa. Y yo creo que por ahí tendría que convocarse, vos notás que existe un ele­mento de confrontación muy intenso que no nos permite decir: bueno, señores, porque no nos fue muy mal, en ningún sentido nos fue muy mal. Paí­ses vecinos pasaron muy mal. Entonces, estos son los momen­tos en que el liderazgo tiene que basarse en la capacidad de cons­trucción de consensos mirando mediano y largo plazo y jugarse por eso. Creo que si a nosotros nos afectó más que posible­mente la cuarentena, las con­diciones climáticas, el precio de los commodities, pero aún así aparentemente los indicadores macroeconómicos son toda­vía muy buenos y nos generan oportunidades adicionales que otros ya no tienen. Entonces yo creo que acá hay que hacer un trabajo político de construc­ción de consensos para enfren­tar como nación este desafío.

–ADS: De pronto, en medio de la peor crisis, nos ins­piramos a hablar de la reforma del Estado. Y des­pués incluso los pensamien­tos más ilustrados recorda­ron que ese es un asunto estructural, no solamente el sueldo del ascensorista. ¿Qué te genera la oportuni­dad de este debate?

–Hacer bien las cosas siem­pre es oportuno. Yo en lo que discrepo siempre es en el momento. Si es algo que es algo bueno, entonces hacelo. En la política hay dos procesos básicos para la toma de deci­siones. Un político toma deci­siones considerando dos cosas que son mucho más importan­tes que en cualquier otra activi­dad. El concepto de oportuni­dad y de conveniencia. Una cosa conveniente, pero inoportuna, puede hacerte abortar el pro­ceso. Tu idea buena puede ser nonata. No maduró para pre­sentar y si pasó está podrido, ya se manoseó. Creo que hay cosas que se pueden hacer en términos de reforma para que funcione mejor la burocracia en beneficio de la gente.

–ADS: ¿Qué cosas, por ejem­plo?

–Todo el sistema de registro público. Hay avances impor­tantes aprovechando la tecno­logía. Te voy a dar una anécdota y creo que conté varias veces. Mi experiencia de renovación de cédula. Me voy a Identifi­caciones. Me paro frente a la puerta y quedo sorprendido. Identificaciones, todos con números, digitalizado. Me paro ahí. Estaban dos seño­ristas, impecablemente uni­formadas. Y me vieron ahí, con cara de perdido, qué que­rés, un campesino ahí..., y me vieron ahí con cara de sorpren­dido y me dicen: “Señor, en qué le podemos ayudar”, y todavía más impresionado. ¿Desde cuándo la Policía te trata así? Y le cuento que se me perdió la cédula y que necesitaba un duplicado. Y me dice: ¿Hizo ya la denuncia? Ehh, no. Tiene que hacer la denuncia en la comi­saría de su barrio. Señorita, yo no sé si se me perdió en Pilar o en el Barrio Jara, de Asun­ción, donde vivo. Tengo que gastar de vuelta combustible, tiempo. Y me dice, no tiene que hacer la denuncia en la policía. Y le digo: Disculpe, ¿usted qué es? Entonces tome la denun­cia mía. Y ahí empezó todo el drama. Esto fue hace unos cua­tro o cinco años. Entonces ahí es donde yo digo cómo la polí­tica no piensa en la gente.

– ADS: ¿Y cómo el estuche nuevo no cambia el pro­ducto?

–Ahí está. Entonces viene de allá una señora y le patea por debajo y le dice: “Ese ko era senador”. Y ella ya estaba caliente porque yo le estaba cuestionando su auto­ridad. Y dice, no importa, bla­blablá. Y ella se da cuenta que la otra está enojada. Va y le trae al comisario. “Qué tal mi estimado senador... en qué le puedo ayu­dar”. Y le conté que venía a hacer mi duplicado. Y me dice: “Vení en un sapy’aite (un rato) te solu­cionamos”. No le dije. Te cuento algo comisario, le dije. Fui 10 años senador, jamás utilicé el salón vip ni nada de eso. Hice toda la cola en todos los luga­res. El privilegio de ser sena­dor de mi país ya es suficiente como para tener otros tipos de privilegios. Y él me dice: “Pero anina, ejuna sapy’aita jasolu­ciona ko (no seas así, vení un rato vamos a solucionar este) asunto”. Y entonces le dije que iba a aceptar eso si me contaba quién dispuso el procedimiento para ir a hablar con él y decirle que es una tontería. Porque con este procedimiento, alguien que necesita una cédula, pierde dos o tres días para renovar su docu­mento. Es una tontería. Decime, comisario, quién dispone eso, le dije. Bueno, ese es el tema. Si nosotros pensásemos en la cotidianidad de nuestros com­patriotas, en nuestros ciudada­nos, en su relación con el Estado, con todos los avances tecnológi­cos y las posibilidades que hay, podríamos hacer reformas en la burocracia. Pero primero tenés que instalar el chip que la burocracia está para ordenar y no para impedir o dificultar.

–ADS: Y te agrego que la tec­nología está al servicio del cambio de cultura y no a su exacerbación.

–Eso. Entonces cuáles son las reformas a las que nadie puede oponerse. Aquellas que me van a posibilitar ser un mejor ciu­dadano, a tener mejor relación con el Estado. Mi hijo que vive en Estados Unidos viene cada tanto y estuvimos hace poco haciendo gestiones y me dijo “qué difícil es ser buen ciuda­dano en nuestro país, papá”. Después de diez años de estu­diar allá, doctor en Economía, profesor universitario, pero uno acá no se da cuenta, por­que ese es nuestro paisaje.

–ADS: Un corpus de per­sonas en el 92 produjo una Constitución que repensó muchas cosas. Muchas veces se cuestio­nan las gobernaciones, la motivación misma de las gobernaciones, de las Jun­tas Municipales incluso. ¿Gonzalo Quintana, a estas alturas, hacés un chequeo de lista y decís, en esto fallamos, o no?

–En lo que más grande falla­mos fue en la descentraliza­ción. Yo tomé tres o cuatro temas y estudié profunda­mente eso. Pero en mi pro­pia bancada me dijeron que eso no era descentralización, sino federalismo. Y no pude convencerlos de que no era cierto. En la Constituyente de 1992, esto que salió como supuestamente descentra­lización, es el producto de gente que no sabía lo que era y quería y la gente que sabía lo que era y no quería. Enton­ces salió una cosa horrible. Entonces se puede modificar. Se puede. ¿Hay que hacer una reforma constitucional? No. Hay que hacer con el criterio de la reforma del Estado una redistribución de competen­cias y una redistribución de funciones, por el medio de los contratos de acuerdos. Es decir, el Ministerio de Agri­cultura le dice al encargado de agricultura de la gober­nación, este programa te paso, estos son los recursos y estas son las condiciones. Porque son las gobernacio­nes las que están con los pro­ductores. Para que te atienda un viceministro estando vos en el interior, tenés que lla­mar 150 veces, agendarte tres meses antes. Entonces lo que se tiene que hacer es acercar a las autoridades a la gente. Está mal. Salió luego, a mí a veces en mi evaluación es que salió deliberadamente mal. Porque la famosa ban­cadita campesina, que no sabía lo que era descentrali­zación, quería el delegado de gobierno, pero electo. Él que­ría ser delegado de gobierno, jefe de la Policía, igualito a lo que ya se tenía. Entonces salió muy raro, por decirlo así. Pero no es un impedi­mento para utilizarlo como una herramienta para lograr eficiencia. Augusto, el día que nos sentemos a ver cómo podemos hacer que el sector público sea más eficiente, ahí empezaste a hacer la reforma.

Dejanos tu comentario